Cuando se conoció la noticia de que el rey de España había abdicado la Corona en favor de Napoleón, emperador de los franceses, las provincias novohispanas a través de los ayuntamientos de sus capitales aparecieron en el escenario político con una fuerza inusitada, demandando participar en los asuntos públicos y representar los intereses de sus regiones.
El ayuntamiento de Zacatecas se sumó a esta demanda sin que en su interior se suavizara la disputa por el poder. La abdicación del rey fortaleció al criollismo y se puso en duda la legitimidad imperial, provocando divisiones aún más fuertes entre los grupos locales. El rechazo a los peninsulares creció y la sociedad colonial quedó tan fragmentada que ya no fue posible recuperar el largo equilibrio colonial.
A principios de 1809 el ayuntamiento de Zacatecas se había convertido en caja de resonancia de la conspiración en contra del gobierno español. La reacción de los peninsulares radicados en la provincia no se hizo esperar: destituyeron del cargo a sus miembros por simpatizar con ideas independentistas. Este hecho, en vez de mitigar los conflictos, los exacerbó peligrosamente.
En medio de una práctica de representación política inusual hasta entonces, el ayuntamiento de Zacatecas eligió a José María Cos como representante de la provincia ante la junta Gubernativa de España e Indias, que gobernaría el imperio en ausencia del rey Fernando VII. Aunque finalmente Cos no participó en esa junta porque toda la Nueva España fue representada por Miguel de Lardizábal y Uribe, el hecho de haber sido electo resulta muy significativo por el papel que Cos desempeñaría más tarde en la insurgencia,
El cabildo de Zacatecas se adentró aún más en formas nuevas de representación política cuando convocó a otros ayuntamientos para elaborar las instrucciones que la provincia enviaría a la Junta Gubernativa mediante la exposición de sus demandas sobre diversos asuntos de interés para su jurisdicción. Entre las instrucciones que elaboraron los ayuntamientos de Zacatecas, Jerez, Fresnillo, Sombrerete, Pinos y Aguascalientes, destacó la del cabildo de la capital, porque propuso la reorganización política del imperio a través de la puesta en práctica de los principios políticos más avanzados de la época, como la división y equilibrio entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, y la representación a través de las cortes. La audacia de las propuestas del ayuntamiento de Zacatecas distinguió a la provincia del resto de la Nueva España.
Tanto en Zacatecas como en otras partes del país el surgimiento de los ayuntamientos como actores demandantes de derechos y las disputas internas por el poder crearon un ambiente propicio para que la guerra de independencia de 1810 cobrara fuerza.