Pese a las deficiencias en los métodos de registro de la población en las prácticas censales durante casi todo el siglo XIX
, es posible obtener una visión aproximada de las tendencias generales en la evolución demográfica del estado entre 1867 y 1910. En cuanto a su composición, se sabe que la mayor parte de la población zacatecana era mestiza al finalizar el porfiriato, y que aun la reducida proporción de indígenas que quedaba en Zacatecas hacia 1910 hablaba español y se encontraba en un franco proceso de asimilación.
En lo que se refiere a su evolución numérica, los datos disponibles indican un crecimiento poblacional, a veces modesto pero continuo, entre 1868 y 1892. En ese lapso, el número de habitantes del estado pasó de 397 945 a 530 657, cifra que sólo habría de alcanzarse de nuevo casi 50 años después. Entre 1892 y 1895 hubo un severo descenso en la población de Zacatecas, provocado fundamentalmente por la gran epidemia de 1892-1893, cuyos efectos se agravaron por la pérdida de cosechas y las sequías en la mayor parte del estado. Aunque a partir de 1895 las tasas de crecimiento volvieron a ser positivas, en ningún otro momento se acercaron a las del decenio de 1880 y de hecho no rebasaron siquiera 0.42% anual, índice excesivamente bajo desde cualquier punto de vista. La población del estado alcanzó su nivel más bajo en 1895 (con 452 578 habitantes), y sumó un total de 477 556 en 1910.
Como puede observarse, más allá de fenómenos excepcionales como la epidemia y la crisis económica de 1892-1893, la evolución demográfica del estado de Zacatecas tendió a coincidir con las condiciones económicas, y especialmente con la situación que guardaba la minería. Así, el mayor crecimiento poblacional tuvo lugar durante los años de relativo auge de ese sector, particularmente notorio en el último lustro de 1880, y el movimiento ascendente desapareció o fue más moderado a partir de la recesión en la actividad minera.
Ello remite, por otra parte, a uno de los fenómenos que más claramente marcaron las tendencias particulares en la evolución demográfica del estado desde los primeros años de la década de 1890: la emigración. En 1895 abandonaron el estado de Zacatecas algo más de 60 000 individuos; en 1900, 85 000, y en 1910, 113 000, representando respectivamente 14%, 18% y 24% de su población total. En el último de los años considerados, Zacatecas pasó a ocupar el primer lugar en la República en este terreno, cediendo a otros espacios geográficos la quinta parte de su población. Un porcentaje de la población migrante se movió dentro de los límites del estado; otro, hacia diferentes entidades de la República, como Durango, Chihuahua y Coahuila; pero la gran mayoría se dirigió a los Estados Unidos, donde se ocupó en los trabajos del campo o en las empresas ferroviarias, pese a que frecuentemente las perspectivas de vida en ese país no eran muy promisorias.
La emigración representó una salida ante la inestabilidad de la industria minera a partir de la década de 1890; la otra fue el regreso al campo y a las actividades agrícolas, en las que las familias buscaban refugio al ser expulsadas (por la recesión, la modernización técnica o la concentración empresarial) de la actividad minera.
Así, entre 1890 y 1910 tuvo lugar un importante proceso de ruralización de la población zacatecana, acaecido precisamente en el momento en que otros estados tendían a una creciente urbanización. Entre 1900 y 1910 la ciudad de Zacatecas sufrió una despoblación que alcanzó un índice de 21%, y otras ciudades del estado sufrieron también retrocesos semejantes y aun mayores en el número de sus habitantes: en el mismo lapso, la disminución alcanzó 19% en Fresnillo, 27% en Guadalupe y 47% en Sombrerete, sólo por mencionar algunos casos significativos. En conjunto, la población urbana de Zacatecas pasó de cerca de 130 000 habitantes en 1900 a poco más de 110 000 en 1910, o una disminución de 28% a 23% de la población total del estado.
Periódicamente, y en especial en la última década del siglo pasado, las enfermedades incidían de manera negativa en la evolución poblacional de Zacatecas. La miseria, las precarias condiciones de higiene y la ignorancia contribuían a que los brotes epidémicos se extendieran de manera incontrolable entre los habitantes de menores recursos, sin que las campañas sanitarias pudieran detenerlos antes de que surtieran sus fatales efectos. Las enfermedades que con mayor frecuencia alcanzaron dimensiones epidémicas en las últimas décadas del siglo XIX
fueron la viruela y el tifo. En 1893 la epidemia alcanzó su punto más crítico, a lo que sin duda contribuyó la recesión en la minería y el empeoramiento en las condiciones de vida del campo por la pérdida de las cosechas y la persistente sequía desde finales de 1891. Ambos fenómenos propiciaron el éxodo de numerosas familias a la ciudad de Zacatecas, donde algunos barrios se convirtieron en verdaderos focos de infección.
Renuentes a realizar transformaciones sustanciales en el régimen de propiedad, en las condiciones laborales o en el nivel de ingresos de los habitantes más pobres del estado, las autoridades intentaron remediar la situación emprendiendo proyectos de salubridad (como campañas de vacunación y asistencia médica, programas de limpia y abastecimiento de agua en las ciudades) en los que en ocasiones involucraron a las empresas mineras y a los hacendados, con regular éxito. En fin, la alta sociedad zacatecana encontró en la beneficencia una vía que, sin lesionar sus intereses, paliaba, o al menos disimulaba, la precaria situación en que subsistía la gran mayoría de la población.