Educación y vida cotidiana


El proyecto porfirista de modernización otorgaba un lugar privilegiado a la educación, en la medida en que ésta simbolizaba progreso y constituía un índice del ingreso a las alturas de la civilización. La educación positivista que fue introducida al país por Gabino Barreda ejerció una fuerte influencia sobre la actitud que los gobiernos zacatecanos asumieron sobre cuestiones educativas. En Zacatecas no sólo se procuró poner en práctica los principios de la educación positivista desde la instrucción elemental, sino que se intentó ampliar los alcances de ésta, incorporar a la mujer en el proceso educativo y modernizar la enseñanza superior.

Con el fin de dotar al estado de un profesorado competente, se establecieron, en fecha muy temprana con respecto al resto del país, dos escuelas normales, una de ellas para mujeres (al parecer la primera a nivel nacional), y se invirtieron importantes recursos para su sostenimiento. Aunque el número de escuelas públicas de enseñanza elemental se incrementó considerablemente a lo largo del porfiriato, las deficiencias en este terreno no dejaron de ser palpables, sobre todo en el medio rural. No sólo escaseaban los recursos para el mantenimiento de los planteles escolares, sino que su funcionamiento era sumamente irregular, debido a la insuficiencia de maestros, a su escasa preparación y al hecho de que para la mayoría de las familias pobres las faenas del campo eran una tarea prioritaria, a la cual se subordinaba la asistencia de los menores a las escuelas. En las ciudades la enseñanza particular, generalmente manejada por el clero, siguió desempeñando un papel importante: hacia 1900 se encontraba representada por alrededor de 60 escuelas a las que asistían más de 5 000 alumnos.

La enseñanza superior experimentó periodos de auge durante las administraciones del general Trinidad García de la Cadena. En ellas el Instituto Científico introdujo todas las carreras que se podían estudiar en la capital de la República, y el personal docente se vio enriquecido con la participación de los más relevantes profesionistas que se habían formado, ya en la propia institución, ya en la ciudad de México o en el extranjero. La asistencia al Instituto aumentó considerablemente en el último tercio del siglo pasado, lapso en el cual las mujeres empezaron a estudiar carreras universitarias.

En conjunto, al finalizar el porfiriato, Zacatecas se encontraba entre los estados con un porcentaje de alfabetización de entre 15% y 25%, por encima de las más pobres regiones del sur del país, pero debajo de los estados norteños y de Jalisco, en los que esa tasa fluctuaba entre 25% y 35% de la población total. No era el de Zacatecas, con todo, un índice especialmente bajo si se considera que la zona más alfabetizada del país, la capital de la República, no rebasaba el 50% en ese renglón.

Podría decirse que el pensamiento liberal de finales del siglo XIX visto en términos no sólo económicos sino también sociales, renovó el concepto que se tenía de la vida cotidiana como consecuencia de la disminución relativa de las áreas de influencia de la Iglesia católica. Las clases altas de la sociedad zacatecana, en ocasiones más abiertas al cambio, fueron las primeras en adoptar esta nueva concepción que paulatinamente descendió a las clases populares. Si bien ello no necesariamente implicaba una mayor liberalidad en las costumbres (y de hecho no sería arriesgado afirmar que la sociedad porfiriana se regía por dictados en ocasiones tan rígidos como los de la Iiglesia católica), sí trajo consigo una nueva manera de concebir las formas de diversión, indumentaria y participación de la sociedad en los acontecimientos políticos.

Aunque las festividades religiosas continuaban siendo uno de los pasatiempos más importantes de toda la población, las diversiones de la sociedad zacatecana adquirieron un carácter más mundano. En tanto todos participaban de las festividades cívicas, las clases acomodadas emulaban los festejos propios de las grandes metrópolis con veladas literarias y musicales, representaciones teatrales y saraos, celebrados en el foyer del Teatro Calderón o en el nuevo Casino de Zacatecas, en los que se hacía derroche de lujo y ostentación. Más populares eran las corridas de toros, diversión de pobres y ricos tanto en la capital como en el interior del estado, que se engalanaban con carteles de lujo en los días de fiesta del santo patrono del pueblo. Al teatro, la ópera y el circo se sumó a principios de este siglo el cinematógrafo, que permitía a los habitantes de las ciudades conocer diversas escenas de la vida de otros pueblos, así como acontecimientos memorables y cuentos de acción.

El relajamiento de las costumbres y la precariedad en las condiciones de vida de la mayor parte de la población propiciaron el florecimiento de vicios y prácticas poco aceptadas socialmente, como el alcoholismo, la prostitución y las casas de juego, o francamente ilegales, como el abigeato y el bandolerismo. En la búsqueda del ideal liberal de reformar a la sociedad, las autoridades del estado se dieron a la tarea de combatirlos mediante la reclusión temporal del inadaptado, para lo cual se crearon cárceles, asilos y hospicios en donde se instalaban talleres que facilitaban el reingreso del individuo a la comunidad.


índice generalAnteriorÍndice de capítuloSiguiente