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          Don Quijote, maestro en la locura razonable y la sublime cordura, 
          tiene en su historia una página que aquí es oportuno recordar. 
          ¿Y habrá de él acción o concepto que no 
          entrañe un significado inmortal, una enseñanza?, ¿habrá 
          paso de los que dio por el mundo que no equivalga a mil pasos hacia 
          arriba, hacia allí donde nuestro juicio marra y nuestra prudencia 
          estorba?... Vencido Don Quijote en singular contienda por el caballero 
          de la Blanca Luna, queda obligado, según la condición 
          del desafío, a desistir por cierto tiempo de sus andanzas y dar 
          tregua a su pasión de aventuras. Don Quijote, que hubiera deseado 
          perder, con el combate, la vida, acata el compromiso de honor. 
         Resuelto, aunque no resignado, toma el camino de su aldea. "Cuando 
            era dice caballero andante, atrevido y valiente, con mis 
            obras y con mis manos acreditaba mis hechos; y ahora, cuando soy escudero 
            pedestre, acreditaré mis palabras cumpliendo la que di de mi 
            promesa". Llega con Sancho al prado donde en otra ocasión 
            habían visto a unos pastores dedicados a imitar la vida de 
            la Arcadia y allí una idea levanta el ánimo del vencido 
            caballero, como fermento de sus melancolías. Dirigiéndose 
            a su acompañante, le hace proposición de que, mientras 
            cumplen el plazo de su forzoso retraímiento, se consagren ambos 
            a la vida pastoril, y arrullados por música de rabeles, gaitas 
            y albogues, concierten una viva y deleitosa Arcadia en el corazón 
            de aquella soledad amena. Allí les darán "sombra 
            los sauces, olor las rosas, alfombras de mil colores matizadas los 
            extendidos prados, aliento el aire claro y puro, luz la luna y las 
            estrellas a pesar de la oscuridad de la noche, gusto el canto, alegría 
            el lloro, Apolo versos, el amor conceptos, con que podrán hacerse 
            eternos y famosos, no sólo en los presentes, sino en los venideros 
            siglos"... ¿Entiendes la trascendental belleza de este 
            acuerdo? La condena de abandonar por cierto espacio de tiempo su ideal 
            de vida, no mueve a Don Quijote ni a la rebelión contra la 
            obediencia que le impone el honor, ni a la tristeza quejumbrosa y 
            baldía, ni a conformarse en quietud trivial y prosaica. Busca 
            la manera de dar a su existencia nueva razón ideal. Convierte 
            el castigo de su vencimiento en proporción de gustar una poesía 
            y una hermosura nuevas. Propende desde aquel punto a la idealidad 
            de la quietud, como hasta entonces había propendido a la idealidad 
            de la acción y la aventura. Dentro de las condiciones en que 
            el mal hado le ha puesto, quiere mostrar que el hado podrá 
            negarle un género de gloria, el preferido y ya en vía 
            de lograrse; mas no podrá restañar la vena ardiente 
            que brota de su alma, anegándola en superiores anhelos; vena 
            capaz siempre de encontrar o labrar el cauce por donde tienda a su 
            fin, entre las bajas realidades del mundo. 
         
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