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          Espacio, espacio, es lo que te queda, después 
          que la esperanza con color y figura, y el ideal concreto, y la fuerza 
          o aptitud de calidad conocida, te abandonaron en mitad del camino. Espacio: 
          mas no ése donde el viento y el pájaro se mueven más 
          arriba que tú y con alas mejores; sino dentro de ti, en la inmensidad 
          de tu alma, que es el espacio propio para las alas que tú tienes. 
          Allí queda infinita extensión por conquistar, mientras 
          dura la vida: extensión siempre capaz de ser conquistada, siempre 
          merecedora de ser conquistada... Imaginar que no hay en ti más 
          que lo que ahora percibes con la trémula luz de tu conciencia, 
          equivale a pensar que el océano acaba allí donde la redondez 
          de la esfera lo sustrae al alcance de tus ojos. Incomparablemente más 
          vasto es el océano que la visión de los ojos, incomparablemente 
          más hondo nuestro ser que la intuición de la conciencia. 
          Lo que de él está en la superficie y a la luz, es comúnmente, 
          no ya una escasa parte, sino la parte más vulgar y más 
          mísera Dame acertar con la ocasión y yo sacaré 
          de ti fuerzas que te maravillen y agiganten. Tu languidez de ánimo, 
          tu desesperanza y sentimiento como de vacío interior, no son 
          distintos de los de miles de almas electas, en las vísperas de 
          la transfiguración que las sublimó a la excelsa virtud, 
          o a la invención genial o al heroísmo. Si veinte horas 
          antes de consagrarse héroe el héroe, apóstol el 
          apóstol, inventor el inventor, o de tender resuelta y eficazmente 
          a hacerlo, hubiérales anunciado un zahorí de corazones 
          su destino inminente ¡cuántas veces no se hubieran encogido 
          de hombros o sonreído con amarga incredulidad! Dame la ocasión 
          y yo te haré grande; no porque infunda en ti. lo que no hay en 
          ti, sino porque haré brotar y manifestarse lo que tu alma tiene 
          oculto. De afuera pueden auxiliarte cateadores y picos; pero en ti solo 
          está la mina. La ocasión es como el artista pintor de 
          quien dijo originalmente uno que lo era: no crea el pintor su cuadro, 
          sino que se limita a descorrer los velos que impedían verlo mientras 
          la tela estaba en blanco. Hallar y traer al haz del alma esa ignorada 
          riqueza: tal es tu obra y la de cada uno. Derramar luz dentro de si 
          por la observación interior y la experiencia: tal es el medio 
          de abrir camino a la ocasión dichosa, que vendrá traída 
          por el movimiento de la realidad. Empeño difícil éste 
          de conocerse ¿quién lo duda? y expuesto a 
          mil engaños. Pero ¿no vale todos los tesoros de la voluntad 
          el término que quien lo acomete se propone? ¿Hay cosa 
          que te interese más que descubrir lo que está en ti y 
          en ninguna parte sino en ti: tierra que para ti sólo fue creada; 
          América cuyo único descubridor posible eres tú 
          mismo, sin que puedas temer, en tu designio gigante, ni émulos 
          que te disputen la gloria, ni conquistadores que te usurpen el provecho? 
         
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