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          En verdad ¡cuán varios y complejos 
          somos! ¿Nunca te ha pasado sentirte distinto de ti mismo? ¿No 
          has tenido nunca para tu propia conciencia algo del desconocido y el 
          extranjero? ¿Nunca un acto tuyo te ha sorprendido, después 
          de realizado con la contradicción de una experiencia que fiaban 
          cien anteriores hechos de tu vida? ¿Nunca has hallado en ti cosas 
          que no esperabas ni debajo de hallar aquellas que tenías por 
          más firmes y seguras? Y ahondando, ahondando, con la mirada que 
          tiene su objeto del lado de adentro de los ojos, ¿nunca has entrevisto, 
          allí donde casi toda luz interior se pierde, alguna vaga y confusa 
          sombra, como de otro que tú, flotando sin sujeción 
          al poder de tu voluntad consciente; furtiva sombra, comparable a ésa 
          que corre por el seno de las aguas tranquilas cuando la nube o el pájaro 
          pasan sobre ellas?
  
        ¿Nunca, apurando tus recuerdos, te has dicho: si aquella extraña 
            intención que cruzó un día por mi alma, llegó 
            hasta el borde de mi voluntad y se detuvo, como en la liza el carro 
            triunfador rasaba la columna del límite sin tocarla; si aquel 
            rasgo inconsecuente y excéntrico que una vez rompió 
            el equilibrio de mi conducta, en el sentido del bien o en el del mal, 
            hubieran sido, dentro del conjunto de mis actos, no pasajeras desviaciones, 
            sino nuevos puntos de partida ¡cuán otro fuera ahora 
            yo; cuán otras mi personalidad, mi historia, y la idea que 
            de mí quedara!?
         
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