CABELLO al aire, del que surge un ala  
						de flor; sierpe rampante,  
						cabeza de culebra ante el espejo;  
						maternales ramas de la vida  
						que despierta, entre ruinas, el momento  
						de la restauración: coro de espinas  
						y crisol para el oro de la danza. 
						 Entre espinas aéreas,  
						flor capilar; embrión de las raíces  
						volátiles del árbol incendiado.  
						Conjuro de la medianoche:  
						Arde, hueso de pájaro, médula  
						de aceite consagrado; dinastía:  
						ven a coser la piel sobre profundo  
						viento en las sombras; amanece,  
						mortal bautismo de la carne.  
						De aquí, la danza; torso, brazos, piernas,  
						vientre pariendo, lanzadera  
						en el telar en flor de la batalla;  
						de este cabello en vueltas, el pecado  
						redentor aparezca, el paraíso  
						recobrado del fuego.  
						Flor capilar, ala de flor en vuelo,  
						alimento del águila que acecha  
						en la punta del pie. Cerco de espinas.  
						Libre ya, por cercada;  
						por conducida, llevadora;  
						por desnuda, enjoyada;  
						por ya muerta, resucitable para siempre.  
						Collar del movimiento, sangre  
						nacida, sierpe de plumajes, órbitas,  
						calavera de azúcar del ombligo.  
						Y las contrarias lumbres de las manos,  
						y el grito alegre, y las divinas  
						tunas afluentes de la primavera.  
						Ay ay, y los relámpagos;  
						ay ay, y los fantasmas de la hoguera;  
						ay ay, y las sonajas como pechos  
						sobre los pasos a compás.  
						Aquí la danza, la ceñida  
						por el coro de espinas; aquí, el círculo  
						doloroso del alma, restaurado  
						sobre la fosa del sepulturero.  |