EN EL tiempo compacto 
                de los dos mil trescientos metros de la altura, 
                los paisajes están en un solo acto. 
                El aire es siempre exacto 
                en su tiempo tonal; sabe escultura 
                porque un pintor en tan vastos andamios 
                puede fraguar los delirantes cadmios 
                y acompasar geométricas figuras. 
                 
                (Los claros adjetivos 
                ecuestres en caballos sustantivos...) 
                 
                Porque la realidad es cosa mía, 
                es decir, lo que usted nunca verá, 
                en un plato le da Santa Lucía 
                los ojos convenientes. (Cortesía 
                de la Iglesia Romana que usted devolverá.) 
                Veamos: 
                la flora es intocable; en cutis verde 
                la aguja del tatuaje, defensiva 
                punza el tacto a distancia. 
                Chillan flores carnales 
                sobre el nopal que sesga sus etapas 
                rimadas en elipse. Si hundo los pedales 
                surge en esbelto prisma el cactus órgano, 
                cuyo bisel alfiletero agarra 
                pequeñas nubes de heno. 
                El cactus cuya fálica erección 
                límite varonil marca al terreno. 
                El maguey en hileras militares 
                alerta el armamento y en su espera 
                endulza al agua de su sed de guerra 
                y emborracha al ladrón de sus panales. 
                Cuando se rinde al tiempo alza una lanza 
                de heroica flor. 
                 
                Con su sombra metálica 
                endosela el mezquite siestas largas. 
                Un toro y una nube y el arbusto. 
                (Se hace el ojo al espacio, juega y carga.) 
                 
                Así es el verde quieto, la esperanza 
                de escultórico juego en el paisaje. 
                En los cambios de cielo hay un celaje 
                inmóvil, que se borra en su constancia. 
                 
                Sólo el árbol pirú, primo del sauce, 
                su copa vuelca en el mantel del llano, 
                y en ramos de coral tiende la mano 
                junto a los lavaderos de algún cauce. 
                 
                El verde cae en la trampa de los grises. 
                Cien pueblos apedrearon este valle 
                y por eso las casas y la calle 
                son de una sola pieza. 
                Se reduce el lenguaje y la tristeza 
                es sobria como sombra de detalle. 
                El amarillo seco se encamina, 
                ya entre la milpa vieja que el viento papelea, 
                o en la resbaladiza llaga de la mina 
                de arena. 
                 
                Si echo la cara atrás de lo que digo, 
                la cordillera sube hasta las nieves 
                perpetuas. 
                Detrás de ellas el sol desnuda el cielo 
                y cuando le abandona sus soberbios harapos, 
                las dos enormes cumbres echan su historia al fuego. 
                 
                Y hay águilas que cambian huracanes 
                por resonantes víboras, 
                aunque hayan de cogerlas en nopales. 
                 
                La prodigiosa juventud del aire 
                convida a estar desnudo. 
                Y en un modesto orgullo de silencio 
                ganarse loterías de momentos 
                para costear los oros del escudo. 
                 
                La escenografía de las quietudes. 
                Ya no importa el color, sino lo claro. 
                Sola sabiduría de los grises 
                que está bien en la huerta y en el teatro. 
                ¿Para qué el adjetivo si las cosas 
                todas, claras, se ven por cuatro lados? 
                 
                ¡Los nombres de las cosas! 
                De este valle, 
                es toda la retórica. 
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