ENTRE todas las flores, señoras y señores, 
              es el lirio morado la que mas me alucina. 
              Andando una mañana solo por Palestina, 
              algo de mi conciencia con morados colores 
              tomó forma de flor y careció de espinas. 
               
              El aire con un pétalo tocaba las colinas 
              que inaugura la piedra de los alrededores. 
               
              Ser flor es ser un poco de colores con brisa. 
              Sueño de cada flor la mañana revisa 
              con los dedos mojados y los pómulos duros 
              de ponerse en la cara la humedad de tos muros, 
               
              El reino vegetal es un país lejano 
              aun cuando nosotros creámoslo a la mano. 
              Difícil es llegar a esbeltas latitudes; 
              mejor que doña Brújula, los jóvenes laúdes. 
              Las palabras con ritmo camino del poema 
              se adhieren a la intacta sospecha de una yema. 
              Algo en mi sangre viaja con voz de clorofila. 
              Cuando a un árbol le doy la rama de mi mano 
              siento la conexión y lo que se destila 
              en el alma cuando alguien está junto a un hermano. 
              Hace poco, en Tabasco, la gran ceiba de Atasta 
              me entregó cinco rumbos de su existencia. Izó 
              las más altas banderas que en su memoria vasta 
              el viento de los siglos inútilmente ajó. 
               
              Estar árbol a veces, es quedarse mirando 
              (sin dejar de crecer) el agua humanidad 
              y llenarse de pájaros para poder, cantando, 
              reflejar en las ondas quietud y soledad. 
               
              Ser flor es ser un poco de colores con brisa; 
              la vida de una flor cabe en una sonrisa. 
              Las orquídeas penumbras mueren de una mirada 
              mal puesta de los hombres que no saben ver nada. 
              En los nidos de orquídeas la noche pone un huevo 
              y al otro día nace color de color nuevo. 
              La orquídea es una flor de origen submarino. 
              Una vez a unos hongos, allá por Tepoztlán, 
              los hallé recordando la historia y el destino 
              de esas flores que anidan tan distantes del mar. 
               
              Cuando el nopal florece hay un ligero aumento 
              de luz. Por fuerza hidráulica el nopal multiplica 
              su imagen. Y entre espinas con que se da tormento, 
              momento colibrí a la flor califica. 
               
              El pueblo mexicano tiene dos obsesiones: 
              el gusto por la muerte y el amor a las flores. 
              Antes de que nosotros "habláramos castilla" 
              hubo un día del mes consagrado a la muerte; 
              había extraña guerra que llamaron florida 
              y en sangre los altares chorreaban buena suerte. 
               
              También el calendario registra un día flor. 
              Día Xóchitl, Xochipilli se desnudó al amor 
              de las flores. Sus piernas, sus hombros, sus rodillas 
              tienen flores. Sus dedos en hueco, tienen flores 
              frescas a cada hora. En su máscara brilla 
              la sonrisa profunda de todos los amores. 
               
              (Por las calles aún vemos cargadas de alcatraces 
              a esas jóvenes indias en que Diego Rivera 
              halló a través de siglos los eternos enlaces 
              de un pueblo en pie que siembra la misma 
              primavera.) 
               
              A sangre y flor el pueblo mexicano ha vivido. 
              Vive de sangre y flor su recuerdo y su olvido. 
              (Cuando estas cosas digo mi corazón se ahonda 
              en mi lecho de piedra de agua clara y redonda.) 
               
              Si está herido de rosas un jardín, los gorriones 
              le romperán con vidrio sonoros corazones 
              de gorriones de vidrio, y el rosal más herido 
              deshojará una rosa allá por los rincones, 
              donde los nomeolvides en silencio han sufrido. 
               
              Nada nos hiere tanto como hallar una flor 
              sepultada en las páginas de un libro. La lectura 
              calla; y en nuestros ojos, lo triste del amor 
              humedece la flor de una antigua ternura. 
               
              (Como ustedes han visto, señoras y señores, 
              hay tristeza también en esto de las flores.) 
               
              Claro que en el clarísimo jardín de abril y mayo 
              todo se ve de frente y nada de soslayo. 
              Es uno tan jardín entonces que la tierra 
              mueve gozosamente la negrura que encierra, 
              y el alma vegetal que hay en la vida humana 
              crea el cielo y las nubes que inventan la mañana. 
               
              Estos mayos y abriles se alargan hasta octubre. 
              Todo el Valle de México de colores se cubre 
              y hay en su poesía de otoñal primavera 
              un largo sentimiento de esperanza que espera. 
              Siempre por esos días salgo al campo. (Yo siempre 
              salgo al campo.) La lluvia y el hombre como siempre 
              hacen temblar el campo. Ese último jardín, 
              en el valle de octubre, tiene un profundo fin. 
               
              Yo quisiera decirle otra frase a la orquídea; 
              esa frase sería una frase lapídea; 
              mas tengo ya las manos tan silvestres que en vano 
              saldrían las palabras perfectas de mi mano. 
               
              Que la última flor de esta prosa con flores 
              séala un pensamiento. (De pensar lo que siento 
              al sentir lo que piensan las flores, los colores 
              de la cara poética los desvanece el viento 
              que oculta en jacarandas las palabras mejores.) 
               
              Quiero que nadie sepa que estoy enamorado. 
              De esto entienden y escuchan solamente las flores. 
              A decir me acompañe cualquier lirio morado: 
              señoras y señores, aquí hemos terminado. 
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