EN ESTE bosque en que los árboles 
              tienen historia 
              y se acompañan espaciosos 
              a tiempo en luz, 
              a tiempo en sombra, 
              saqueo al aire los flautines 
              en que los pájaros devoran 
              la soledad húmeda y viva 
              de la raíz y la memoria. 
               
              Sonoramente en cuerpo y alma 
              siento el calor 
              con que de enérgicas prisiones, 
              la luz solar se liberó. 
              Y estoy cantando entre los árboles 
              y en el follaje de mi voz 
              pican los pájaros del viento 
              lentos rincones de sabor. 
               
              Entrar a un bosque cuando el día 
              todo llanura 
              con braserillos y alfileres 
              a piernas ricas desanuda, 
              es desnudar un tronco andante 
              y echarlo al agua a que se una 
              con materiales inasibles 
              de olvido imágenes fortuna. 
               
              Entrar a un bosque es adueñarse 
              de la opulencia 
              con que la vida en un instante 
              todas sus márgenes florea, 
              y da a sentir su cuerpo claro, 
              hondo a rumores de sorpresa: 
              la repentina mariposa, la rama antigua que se quiebra, 
              lo que ceñido y desligado 
              se toma o deja; 
              algo que cae y no sabemos 
              qué fue y en dónde y por qué suena. 
               
              Es este bosque en que los árboles 
              saben hablar 
              de aquel silencio de obsidiana 
              que en fuego tuvo pedestal: 
              joven Cuauhtémoc que algún día 
              pudo sus rocas alegrar 
              con los dinámicos enlaces 
              de este gran bosque patriarcal. 
               
              Joven Cuauhtémoc silencioso, 
              ¿qué amanecer o atardecer 
              fue aquí en la pluma de tu paso 
              tu atardecer, tu amanecer, 
              y en los rumores deshilados 
              de oculta brisa 
              te suspiraron gigantescos 
              los ahuehuetes de tu ser? 
               
              Joven Cuauhtémoc, este pueblo 
              de árboles, lleno de vivir, 
              tierra amarrada con raíces 
              oculta en ti, 
              gasta en el sol de su arboleda 
              tesorería varonil 
              ¿por qué algún día tu persona 
              ha de volver a estar aquí? 
               
              En este bosque en que los árboles 
              saben callar, 
              he hablado a solas, he llorado 
              y hasta mis manos vino a dar 
              esa hoja que siempre cae 
              y que es, tal vez, una señal. 
              Y así en mi pecho empieza a alzarse 
              entre hojas secas vendaval. 
               
              Entrar a un bosque en que los árboles 
              tienen historia 
              y se acompañan espaciosos 
              a tiempo en luz, a tiempo en sombra, 
              vale como entrar a un huerto 
              tan lleno de frutos que todo es sombra 
              y en el que uno pasa sin tocar nada 
              porque la sed y el hambre habitan siempre 
              nuestra boca. 
               
              ¡Cuántas veces el joven Cuauhtémoc 
              vendrá a este bosque 
              a soñar con un pueblo saludable, 
              lleno de justicia y no pobre! 
              Y cuando se retira se estremece 
              todo el follaje como un pulmón enorme. 
              ¡Hermosos y fuertes árboles! 
              Como estos árboles han de ser un día 
              en México, los hombres. 
               
              El hombre árbol sus palabras 
              ha extendido. 
              La tierra de marzo abre su entraña, 
              pronto recibirá la semilla... 
              El maíz erigirá su vara 
              y en su talle la mazorca feliz 
              multiplicará su fécula sacra. 
              Sitúala en el hecho preciso, 
              oh tierra que, desnuda, te vestirás con el agua. 
              Porque, como el maíz y como el árbol 
              se siembra y sonríe y sombrea, 
              también, la palabra. 
           |   
       |