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           ... sur ces sommets clairs où le silence vibre, 
            dans l'air inviolable, inmense et pur, jeté, je 
            crois entendre encore le cris d'un homme libre! 
          HEREDIA 
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		CUANDO clarea o ya cuando atardece, 
          se destacan informes a lo lejos 
          cual una sombra azul, que a los reflejos 
		   del crepúsculo gris 
          se desvanece. 
        
         Mas su contorno gigantesco crece 
              festonado por árboles añejos 
              que se erizan cual ásperos cadejos, 
              cuando el día triunfante resplandece. 
             
             Y en la noche, los áridos peñascos, 
              las vértebras enormes del coloso, 
              sus empinados riscos y crestones, 
             
             semejan, en bosquejo tremebundo, 
              el esqueleto rígido y monstruoso 
              de un muerto sol pesando sobre el mundo.
  
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				II 
              Contempladas de cerca, repentino 
              asombro se apodera de la mente 
              y en los nervios y músculos se siente 
              circular el pavor de lo divino. 
            
             No el blando helecho ni el robusto encino 
              predominan en la áspera vertiente, 
              ni fulgura en las cumbres castamente 
              la blanca nieve del paisaje andino. 
             
             Sus arrugas de piedra, sus picachos 
              donde el hierro incrustóse en rojas vetas 
              y plantó el jaramago sus penachos, 
              aparecen cual hachas formidables, 
              titánicos puñales y saetas, 
              lanzas ingentes y ciclópeos sables.
  
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          III 
              ¿Por qué muestra tan épica figura 
          esa enorme cadena de montañas? 
          Sus formas terroríficas y extrañas 
          sólo Dios modeló, no la ventura. 
         
         Bajo su prodigiosa arquitectura 
          se guarecen palacios y cabañas, 
          fructifican los trigos y las cañas 
          y el abundoso manantial murmura. 
         
         Y allá, sobre las cumbres de granito, 
          las águilas indianas siempre alertas, 
          bajo el dosel azul del infinito 
         
         guardando están de nuestro honor las puertas, 
          al ultraje cerradas y al delito, 
          a la esperanza y al amor abiertas.
  
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        * Con el nombre de "Montañas 
          épicas" designa el autor las formadas por una gran cordillera, 
          grueso ramal de la Sierra Madre, avanzadas hacia el norte de la República. 
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