158
Jocoso, a la Rosa.
SEÑORA Doña Rosa, hermosa amago
de cuantas flores miran Sol y Luna:
¿cómo, si es dama ya, se está en la cuna,
y si es divina, teme humano estrago?
¿Cómo, expuesta del cierzo al rigor vago,
teme humilde el desdén de la fortuna,
mendigando alimentos, importuna,
del turbio humor de un cenagoso lago?
Bien sé que ha de decirme que el respeto
le pierdo con mi mal limada prosa.
Pues a fe que me he visto en harto aprieto;
y advierta vuesarced, señora Rosa,
que le escribo, no más, este soneto
porque todo poeta aquí se roza.
159-163
Para los cinco Sonetos Burlescos que se siguen, se
le dieron a la Poetisa los consonantes forzados
de que se componen, en un doméstico solaz.
I
INÉS, cuando te riñen por bellaca,
para disculpas no te falta achaque
porque dices que traque y que barraque;
con que sabes muy bien tapar la caca.
Si coges la parola, no hay urraca
que así la gorja del mal año saque;
y con tronidos, más que un triquitraque,
a todo el mundo aturdes cual matraca.
Ese bullicio todo lo trabuca,
ese embeleso todo lo embeleca;
mas aunque eres, Inés, tan mala cuca,
sabe mi amor muy bien lo que se peca:
y así con tu afición no se embabuca,
aunque eres zancarrón y yo de Meca.
II
AUNQUE eres, Teresilla, tan muchacha,
le das quehacer al pobre de Camacho,
porque dará tu disimulo un chacho
a aquel que se pintare más sin tacha.
De los empleos que tu amor despacha
anda el triste cargado como un macho,
y tiene tan crecido ya el penacho
que ya no puede entrar si no se agacha.
Estás a hacerle burlas ya tan ducha,
y a salir de ellas bien estás tan hecha,
que de lo que tu vientre desembucha
sabes darle a entender, cuando sospecha,
que has hecho, por hacer su hacienda mucha,
de ajena siembra, suya la cosecha.
III
INÉS, yo con tu amor me refocilo,
y viéndome querer me regodeo;
en mirar tu hermosura me recreo,
y cuando estás celosa me reguilo.
Si a otro miras, de celos me aniquilo,
y tiemblo de tu gracia y tu meneo;
porque sé, Inés, que tú con un voleo
no dejarás humor ni aun para quilo.
Cuando estás enojada no resuello,
cuando me das picones me refino,
cuando sales de casa no reposo;
y espero, Inés, que entre esto y entre aquello,
tu amor, acompañado de mi vino,
dé conmigo en la cama o en el coso.
IV
VAYA con Dios, Beatriz, el ser estafa,
que eso se te conoce hasta en el tufo;
mas no es razón que, siendo yo tu rufo,
les sirvas a otros gustos de garrafa.
Fíaste en que tu traza es quien te zafa
de mi cólera, cuando yo más bufo;
pues advierte Beatriz, que si me atufo
te abriré en la cabeza tanta rafa.
¿Dime si es bien que el otro a ti te estafe
y, cuando por tu amor echo yo el bofe,
te vayas tú con ese mequetrefe;
y yo me vaya al Rollo o a Getafe
y sufra que el picaño de mí mofe
en afa, ufo, afe, ofe y efe?
V
AUNQUE presumes, Nise, que soy tosco
y que, cual palomilla, me chamusco,
yo te aseguro que tu luz no busco,
porque ya tus engaños reconozco.
Y así, aunque en tus enredos más me embosco,
muy poco viene a ser lo que me ofusco,
porque si en el color soy algo fusco
soy en la condición mucho más bosco.
Lo que es de tus picones, no me rasco;
antes estoy con ellos ya tan fresco,
que te puedo servir de helar un frasco:
que a darte nieve sólo me enternezco;
y así, Nise, no pienses darme chasco,
porque yo sé muy bien lo que me pesco. |