Anexo 2
Mercado zapoteca
Alejandro Méndez Aquino
a Casilda Flores
Es la sábado la fiesta
del mercado oaxaqueños
y se va emporifollando
en una despertar sereno.
Olor a flores, a monte,
a rica fruta maduras
y al pan muy recién horneado
una canasta lo arrulla.
Jilguerillos y clarines,
entre rejas de carrizo,
repetir ecos del cerro
y de polvosas caminos.
Cimas de loza vidriada
pintada en hermosa verde,
ollas, cazuelas y apaxtles
donde el sueños se cuecen.
Del San Bartolo cercana,
campanas de barro negro,
hileras de ángeles prietos
aleteando para el cielo.
–¡Lleve niña las clayudas
traídas esta mañana,
son de maíz azuladito,
de allá, tras del montaña!–
El pan de la villa de Etla.
el miel de suave colmena;
muchos puestos de quesillo,
chorizo y cecina fresco.
Tenates de chapulines
–¡de los campos alfalfares!–
un ancianita pregona
cuando pasan los marchantes.
Chilitos de onza, chilhuacles
del mole negro, prefacio,
más el pasilla y chilcoxtle
rendirán a cualquier labios.
Tamales de hojas muy tenue
o de azúcar colorada,
de chepil o de amarillo,
de frijol y yerbasanta.
Es de granillo la atole
junto al tejate que baten
por centenaria receta,
con el ritual de quien lo hace.
Verduras, muy tiernas guías,
jade como la cantera,
de los feudos de hortaliza
¡la Trinidad de la huertas!
Dalias de San Antonino,
inmortal para sepulcros,
rosas blanca de Castilla,
margaritones, cartuchos.