Anexo 3

Mercado Zapoteca

Alejandro Méndez Aquino
(a Casilda Flores)

Es el sábado la fiesta

del mercado oaxaqueño

y se va emporifollando

en un despertar sereno.

Olor a flores, a monte,

a rica fruta madura

y al pan muy recién horneado

una canasta lo arrulla.

Jilguerillos y clarines,

entre rejas de carrizo,

repiten ecos del cerro

y de polvosos caminos.

Cimas de loza vidriada

pintada en hermoso verde,

ollas, cazuelas y apaxtles

donde los sueños se cuecen.

Del San Bartolo cercano,

campanas de barro negro,

hileras de ángeles prietos

aleteando para el cielo.

–¡Lleve niña las clayudas

traídas esta mañana,

son de maíz azuladito,

de allá, tras de la montaña!–

El pan de la villa de Etla.

la miel de suave colmena;

muchos puestos de quesillo,

chorizo y cecina fresca.

Tenates de chapulines

–¡de los campos alfalfares!–

una ancianita pregona

cuando pasan los marchantes.

Chilitos de onza, chilhuacles

del mole negro, prefacio,

más el pasilla y chilcoxtle

rendirán a cualquier labio.

Tamales de hojas muy tenues

o de azúcar colorada,

de chepil o de amarillo,

de frijol y yerbasanta.

Es de granillo el atole

junto al tejate que baten

por centenaria receta,

con el ritual de quien lo hace.

Verduras, muy tiernas guías,

jade como la cantera,

de los feudos de hortaliza

¡la Trinidad de las huertas!

Dalias de San Antonino,

inmortal para sepulcros,

rosas blancas de Castilla,

margaritones, cartuchos.