Lo inadvertido de la escuela... hablar y escuchar

Tradicionalmente, se ha puesto poca atención al desarrollo de las habilidades comunicativas, hablar y escuchar en la escuela, porque se cree que los niños aprenden a hablar por su cuenta, en el entorno familiar; comunicarse no ha sido pues una necesidad valorada en la escuela.

También se piensa que cuando los niños ingresan a la primaria han concluido de manera natural la adquisición y el desarrollo del lenguaje, y están en posibilidades de comunicar lo que piensan, en cualquier lugar, con diversas personas y en diferentes circunstancias. ¿Ustedes como docentes qué opinan al respecto? Por ejemplo, si la maestra del caso anterior hubiera permitido que los niños hablaran libremente en el salón, ¿es suficiente ésto para favorecer el desarrollo de su expresión oral? ¿Cómo tendría que propiciar la expresión oral de los alumnos atendiendo las diferencias de cada uno?

Dentro de las actividades de la asignatura de español, ¿a qué habilidades comunicativas les han dado mayor importancia? ¿Por qué?

¿Hay que enseñar a hablar?

La función tradicional de la escuela, en el ámbito de la lengua, ha sido enseñar a leer y escribir. En la percepción popular, la capacidad de descifrar mensajes escritos, la alfabetización, ha sido –¡y tal vez aún lo sea!– el aprendizaje más valioso que ofrece la escuela. La habilidad de la expresión oral ha sido siempre la gran olvidada de una clase de lengua centrada en la gramática y en la lectoescritura.

En una concepción mucho más moderna de la escuela, como formación integral del niño, el área de lengua también debe ampliar sus objetivos y abarcar todos los aspectos relacionados con la comunicación. En la sociedad moderna y tecnificada en la que vivimos, a menudo nos encontramos en situaciones especiales o complicadas que tienen consecuencias trascendentales en nuestra vida (trabajo, dinero, amistades, decisiones, etcétera).

Por ejemplo:

  • – Hacer una exposición ante un grupo numeroso de personas.
  • – Entrevistarnos para conseguir trabajo.
  • – Realizar una prueba oral (oposiciones, juicios, exámenes, etcétera).
  • – Dialogar por teléfono con desconocidos.
  • – Participar en un programa de radio o de televisión.
  • – Dejar mensajes en una contestadora automática.
  • – Declararnos a la persona amada.

La vida actual exige un nivel de comunicación oral tan alto como de redacción escrita […]

Evidentemente no se trata de enseñar a hablar desde cero. Los alumnos ya se defienden mínimamente en las situaciones cotidianas en las que suelen participar: conversaciones familiares y coloquiales, diálogos, explicaciones breves, etcétera, a pesar de que el impacto de la televisión en los hogares está cambiando y reduciendo la comunicación familiar. Lo que conviene trabajar en clase son las demás situaciones:

  • – Las comunicaciones de ámbito social: parlamentos, exposiciones, debates públicos,     reuniones, discusiones, etcétera.
  • – Las nuevas tecnologías: teléfono, radio, televisión, etcétera.
  • – Las situaciones académicas: entrevistas, exámenes orales, exposiciones, etcétera.

En definitiva, hay que ampliar el abanico expresivo del alumno, de la misma manera que se amplía su conocimiento del medio o su preparación física o plástica (que ya ha iniciado antes de llegar a la escuela). Sería un gran disparate pretender que los niños aprendieran a hacer las actividades de la lista anterior sin ningún tipo de ayuda en la escuela, sin instrucción formal.

Cassany, Daniel, et al., “¿Hay que enseñar a hablar?” en La adquisición de la lectura y la escritura en la escuela primaria, México, sep, 2001, p. 39.