EL MUNDO DE LO MICROSCÓPICO
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Un ejemplo de organización celular: el sistema inmunológico

Sistema inmunológico


En los aparatos y sistemas
que conoces, como el aparato respiratorio, el digestivo, el sistema circulatorio, inclusive el sistema nervioso, las células se comunican entre sí porque se encuentran muy cerca unas de otras. Pero conforme han evolucionado, los seres vivos se han vuelto más complejos y sus células han adquirido la capacidad de comunicarse a distancia. Esto es posible gracias a que existen algunos sistemas de comunicación. Un ejemplo es el sistema inmunológico o inmunitario que, como recordarás, tiene como una de sus funciones defender y proteger al organismo.

Hay muchos organismos unicelulares en constante interacción con las plantas, los animales y los seres humanos. Por ello, desde los organismos pluricelulares más sencillos hasta los más complejos, como el ser humano, todos han desarrollado un sistema que les permite detectar cuando alguna sustancia extraña o microbio penetra en ellos. Este sistema de vigilancia en los animales más complejos se llama sistema inmunológico o inmunitario. Ahora vamos a ver cómo funciona este sistema de comunicación en los seres humanos.

Corte de un hueso

Respuesta de defensa en una estrella de mar. En el lugar donde entra la espina se concentran los linfocitos.

El sistema inmunológico está formado principalmente por las células llamadas linfocitos. Los linfocitos son un tipo de glóbulos blancos que tienen la capacidad de moverse por todo el cuerpo y de comunicarse entre sí, por medio de una gran cantidad de sustancias que envían a través de la sangre. Al igual que otros aparatos y sistemas del cuerpo, el sistema inmunológico está constituido por millones de células. Pero, a diferencia de lo que sucede en otros aparatos y sistemas, los linfocitos se encuentran distribuidos por todo el cuerpo y no están concentrados en un solo órgano.

Los linfocitos se forman en la parte hueca de los huesos largos, en un tejido llamado médula ósea. De ahí pasan a la sangre y después a los órganos llamados timo y ganglios linfáticos, en donde maduran y se convierten en diferentes tipos de linfocitos. Más tarde continúan su viaje hasta llegar a otros tejidos y órganos, o bien, junto con los demás glóbulos blancos, circulan por la sangre.

El sistema inmunológico humano tiene su propio sistema de circulación, formado por tubos parecidos a las venas y las arterias, llamados vasos linfáticos. Así, los linfocitos tienen más posibilidades de comunicarse, pues cuentan con dos tipos de vasos para circular: los linfáticos y los sanguíneos.

¿Dónde está la médula ósea?

Para que sepas en qué lugar se encuentra la médula ósea, observa la parte central de un hueso de pollo, res o cerdo. La médula ósea también se conoce como tuétano. Organízate en equipos y consigan el siguiente material.

Necesitas:

un pedazo de hueso de cerdo, res o pollo con tuétano, cortado transversalmente

Observa la médula ósea que se encuentra en la parte central del hueso.

Anota en tu cuaderno el color, la forma y la consistencia que tiene.

¿Alguna vez habías visto la médula? Allí se forman todas las células de la sangre.

Comenta tus observaciones con tus compañeros y compañeras.

¿SABÍAS QUE... los glóbulos rojos y los glóbulos blancos se forman en la médula ósea? Los glóbulos rojos o eritrocitos son las células encargadas de transportar el oxígeno y el dióxido de carbono entre los pulmones y todas las demás células del cuerpo. Son las que le dan el color rojo a la sangre. Los glóbulos blancos defienden al organismo y también forman parte de la sangre.

El sistema inmunológico es el encargado de vigilar que los microbios no entren al cuerpo. Algunas veces los microbios logran introducirse y el sistema inmunológico interviene para que no se multipliquen y así evitar que se produzca una infección. Para impedir las infecciones, las células del sistema inmunológico tienen que vigilar todos los lugares por donde puedan entrar los microbios: la boca, la nariz, los ojos, los oídos, el ano, la uretra, la vagina y la piel. Por eso sus células tienen que estar distribuidas por todos lados.

Vista con microscopio electrónico de un glóbulo blanco atacando a bacterias nocivas

Ciertas células del sistema inmunológico se especializan en devorar microbios y células viejas. Después de salir de la médula ósea, algunos linfocitos van a los tejidos de otros aparatos y sistemas para eliminar las células que envejecen o se enferman. Otros linfocitos producen unas sustancias contra los microbios, llamadas anticuerpos, y algunos más actúan directamente paralizándolos al ponerse en contacto con ellos.

Cuando los microbios logran entrar al cuerpo y se reproducen, se desarrolla una infección. Al principio, cuando acaban de entrar, no producen ninguna molestia. Por ejemplo, si visitas a un niño o niña que tenga varicela, y a ti no te ha dado, ese día el virus entra a tu cuerpo y empieza a multiplicarse. Durante un tiempo que puede ser entre 11 días y tres semanas vas a sentirte bien. Sin embargo, aunque tú te sientas bien, puedes contagiar a otros niños.

Cuando hay un número suficiente de microbios empezarás a sentirte enfermo. Tendrás fiebre y tu piel se llenará de vesículas. La enfermedad dura entre una y dos semanas, hasta que tu sistema inmunológico logra controlar la infección y te alivias. Algunas infecciones se curan solas y otras necesitan de medicamentos para ayudar al sistema inmunológico a vencerlas. El tiempo que duran estas etapas y la gravedad de la enfermedad varían según el tipo de microbio de que se trate; depende también de lo bien alimentada que esté la persona.

Descanso, ejercicio, alimentación equilibrada y vacunación son aspectos que fortalecen tu sistema inmunológico.

Algunas de nuestras células al enfermarse pueden volverse cancerosas. Las células cancerosas se reproducen más rápidamente de lo normal y de forma incontrolada a pesar de que no se requieran células nuevas. La multiplicación de estas células anormales provoca un aumento de tamaño del tejido o del órgano afectado. En ciertos casos, y puesto que están distribuidas por todo el cuerpo, las células del sistema inmunológico pueden eliminar estas células cancerosas para que no se sigan reproduciendo y se forme un tumor maligno.

Para mantener en buen estado tu sistema inmunológico necesitas una alimentación equilibrada y hacer ejercicio. Es muy importante que tengas todas las vacunas que incluye tu cartilla de vacunación. Algunas de ellas se aplican contra infecciones que tu sistema inmunológico a veces no puede controlar y que dejan lesiones incapacitantes. Por ejemplo, algunas infecciones afectan los nervios y los músculos de las piernas y los brazos, como la polio.

Otras como el sarampión pueden afectar para siempre algunos órganos importantes, como el oído e incluso pueden producir la muerte.

El sistema inmunológico se altera cuando hay un exceso de preocupaciones, trabajo y se duerme poco. Para mantenerlo sano es indispensable que duermas por lo menos 8 horas diarias y que lleves una vida sana.


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