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La expedición de Hernán Cortés
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Este mapa señala los antiguos
señoríos de los lagos del Valle de México. Actualmente la
ciudad de México ocupa casi todo este territorio.
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El gobernador Velázquez decidió enviar
una flota más grande y bien armada. Reunió 11 naves y casi 700
hombres y dio el mando de la expedición a Hernán Cortés,
quien había sido su socio en varios negocios: le ordenó explorar
las costas y comerciar con sus habitantes. Cortés, sin embargo,
tenía otras intenciones.
Al desembarcar en tierras de Veracruz y entrar en contacto
con sus habitantes, Cortés y sus hombres se dieron cuenta de que
efectivamente la riqueza del imperio era grande y de que los pueblos sometidos
resentían la dominación azteca. Cortés decidió
avanzar hacia el interior. Conforme a la ley española, formó el
ayuntamiento de la Villa Rica de la Vera Cruz e hizo que sus autoridades lo
nombraran jefe de la expedición. De esa forma, sólo
debería obediencia al Rey de España y no estaría sometido
a la autoridad del gobernador Velázquez.
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Retrato de Moctezuma hecho por un artista
europeo.
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En su marcha hacia Tenochtitlan, Cortés
siguió una táctica astuta: atemorizaba a los indígenas con
su fuerza militar y su crueldad, y al mismo tiempo los invitaba a que fuesen
sus aliados. Así fue como los tlaxcaltecas, enemigos irreconciliables de
los mexicas, decidieron apoyar a Cortés, cuando al principio
habían luchado en su contra.
Las novelas de caballería influyeron en la
imaginación de los soldados españoles del siglo
xvi. Amadís de
Gaula, cuya portada ves aquí, fue una de las más populares.
En Don Quijote de la Mancha, una de las más
bellas novelas escritas, el personaje central enloquece por tanto leer novelas
de caballería.
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Al llegar al Valle de México, los españoles
fueron bien recibidos por el tlatoani Moctezuma, quien los alojó en el
palacio de Axayácatl, cercano al recinto sagrado. Moctezuma era un
guerrero experimentado, pero ahora estaba dominado por la indecisión y
el temor. Hombre supersticioso, pensaba que tal vez los extraños
visitantes eran dioses, como lo anunciaba una antigua profecía.
Decidió obedecer a Cortés y entregarle valiosos tributos, con la
esperanza de que los españoles regresaran por donde habían
venido.
La presencia de los extranjeros ofendía al pueblo de
Tenochtitlan, pero era tanto el respeto que sentían por la figura del tlatoani, que nadie se atrevía a contradecirlo. Esa
calma terminó de manera violenta. Cortés salió de
Tenochtitlan obligado a marchar con parte de su ejército hacia la costa
del Golfo, para combatir a las tropas que el gobernador de Cuba había
enviado para arrestarlo. Cortés dejó una guarnición en
Tenochtitlan al mando de Pedro de Alvarado, gente de toda su confianza.
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Armas mexicas.
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Alvarado era un soldado impulsivo y cruel.
Temía un ataque de los aztecas y aprovechó que en una gran
ceremonia religiosa estaba reunida la nobleza azteca, sus jefes militares y sus
sacerdotes. Estaban desarmados y danzaban cuando Alvarado lanzó contra
ellos a sus tropas y a las de sus aliados. La matanza fue terrible. Cientos de
mexicas murieron ese día. Eran los dirigentes que se habían
educado en el calmécac, los veteranos de las
guerras, los intérpretes de los códices.
La matanza provocó una enorme indignación. Los
aztecas se lanzaron contra el palacio de Axayácatl, donde los
españoles se atrincheraron, llevando con ellos a Moctezuma y a otros
jefes aztecas. El palacio quedó cercado, casi sin agua, ni
alimentos.
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La matanza del Templo Mayor, como aparece en el
Códice Durán.
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