V. LOS RAROS HABITANTES DEL OC�ANO. MONSTRUOS Y DIOSES DEL MAR. FANTAS�AS Y REALIDADES.
LOS
fen�menos que se desarrollan en el oc�ano, tanto los de origen f�sico-qu�mico como biol�gico, siempre han estimulado la imaginaci�n de los hombres, y en todas las latitudes y �pocas han sido motivo de las interpretaciones m�s fant�sticas. De all� la multiplicidad, y a menudo la contradicci�n de las leyendas y creencias marinas.Desde tiempos remotos, el mar ha sido un lugar misterioso, insondable y desconocido para la humanidad. La historia antigua afirmaba que la extensi�n del mar era tan inmensa que llegaba hasta el lejano pa�s de los muertos, y que estaba habitada por criaturas terror�ficas y monstruosas.
No es mucho lo que conoce la ciencia contempor�nea acerca de los habitantes del oc�ano. La gran diversidad en forma y tama�o de los seres marinos ha permitido crear toda clase de historias y leyendas sobre monstruos, las cuales han dado origen a un sinn�mero de fantas�as.
La vida en el mar nos depara, a�n hoy, sorpresas y narraciones fant�sticas que s�lo comienzan a descifrarse mediante la investigaci�n sistem�tica del oc�ano.
El hombre siempre ha considerado que la inmensidad del mar est� poblada por una fauna de fantas�a. Los "monstruos legendarios" nacen entonces al calor del temor o de una imaginaci�n desbordada ante tantas maravillas que los ojos humanos pueden contemplar en el oc�ano.
Como se�alan algunos cient�ficos, "los griegos llenaron al Mare nostrum de las m�s variadas criaturas. Monstruos y deidades formaban la m�s animada poblaci�n de las aguas del mar. Nereidas, oce�nidas y gorgonas, en formaci�n con sirenas y tritones, constituyen el brillante desfile, que da su mayor esplendor a la corte de Poseid�n y Anfitrite".
Uno de los mitos griegos m�s bellos es el de las sirenas, en el que se conjugan la mujer y el mar, dos elementos que desde tiempos inmemoriales son motivo de alabanzas y leyendas para el hombre.
Seg�n la mitolog�a griega, las sirenas eran las hijas de Cal�ope y de Aqueleo, compa�eras de Proserpina y v�ctimas del furor de Ceres, quien las transform� precisamente en monstruos marinos en virtud de que no opusieron resistencia al rapto de aquella. Estas mujeres oce�nicas pose�an los m�s dulces y terribles atributos femeninos: la belleza y la crueldad, o el amor y la perdici�n.
Estas mujeres-pez son una constante mitol�gica de todos los pueblos mar�timos, y su forma ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Para Ovidio, esas desdichadas criaturas que fueron a esconder sus monstruosos cuerpos en unas rocas situadas entre Capri e Italia eran aves de plumaje rojizo con cara de virgen. Apolonio de Rodas aseguraba que ten�an busto de mujer y cuerpo de ave marina.
La historia de las sirenas griegas, sin saber c�mo, se transform� en la de pez-mujer u ondina con cola de pescado y esbelto cuerpo femenino. Tirso de Molina las describe as�: "la mitad mujeres y peces la mitad."
En el gran poema �pico La Odisea, del poeta griego Homero (siglo
IX
a. C.), obra monumental de la antig�edad cl�sica, se narran las aventuras de Ulises y sus hombres ante las terribles y mal�ficas sirenas, cuyo canto fascinaba a cuantos lo o�an. "Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos [...] al ser hechizados por las sirenas con el sonoro canto, sentadas en una pradera y teniendo a su alrededor enorme mont�n de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo."Este hechizo fue burlado por Ulises, quien, por consejo de Circe, tap� con cera los o�dos de los remeros, mientras �l se hac�a atar de pies y manos del m�stil para resistir el efecto fascinador del canto de las sirenas, quienes, para tentarlo, le ofrecieron el conocimiento de todas las cosas. Despu�s de haber sido burladas por Ulises, las sirenas se precipitaron en el mar para convertirse en pe�ascos. A�n hoy se les conoce con el nombre de siremusas.
La leyenda de las sirenas se populariz� r�pidamente; se extendi� por toda Europa y lleg� incluso a territorios muy alejados, como la India, Rusia y Jap�n, pasando despu�s a Am�rica. Algunas de las historias las representaban crueles, como la de Ulises, y otras las describ�an dulces y amorosas, como en el caso de Ondina, que seg�n el relato apareci� en la costa de Francia.
Como se ve, el mito se ha extendido en el tiempo y en el espacio. La sirena, ambigua deidad del mar, es due�a del horror de la muerte, pero tambi�n de un incansable amor. Muchos hombres del mar tienen a�n la esperanza de encontrar alg�n d�a una sirena, a pesar de que la ciencia haya demostrado la inexistencia de las mismas.
Las sirenas no son los �nicos personajes mitol�gicos marinos con caracter�sticas humanas, ya que tienen un paralelo sim�trico con Trit�n, hijo del dios Poseid�n, "el de la cabellera azul" y de la diosa Anfitrite quienes rodean al dios de los mares y son mitad humanos, mitad peces, con larga cabellera flotante y gran cola cubierta de escamas.
Los tritones, que han recibido diferentes nombres, como hombre-pez u hombre marino, gozaban de fama por su sabidur�a y dones adivinatorios, y su labor principal consist�a en escoltar a los dioses marinos m�s poderosos al tiempo que soplaban sus bellas caracolas.
La leyenda de los tritones, descritos en las obras de Plinio, Gesner y otros autores, se extendi� tambi�n por toda Europa, y pas� a la orilla del Atl�ntico apareciendo en Am�rica, en donde el ambiente era propicio para darle cr�dito. Incluso, algunos autores pensaban que esas leyendas eran patrimonio de las culturas nativas.
La creencia en el hombre-pez y las sirenas se conserva a�n entre la gente de mar que siempre est� relatando nuevas historias. Una posible explicaci�n al respecto desde el punto de vista cient�fico es que estas leyendas pudieron tener su origen en el aspecto de ciertas focas del Mediterr�neo. *
Adem�s, la imaginaci�n de los griegos dot� a su mitolog�a de otras criaturas marinas de forma humana, con lo cual aquellos hombres demostraban el gran amor y respeto que sent�an por el oc�ano. Dichas criaturas son las ninfas del mar, las nereidas y las oce�nidas.
Las ninfas del mar, cuyas largas trenzas adornadas con conchas llegaban hasta sus hermosos y diminutos pies, eran la representaci�n de un ser marino amable, inspirador de poetas. Las nereidas, 50 hermanas hijas de Nereo, habitaban el Mar Egeo, cantaban con voz melodiosa y bailaban alrededor de su padre. A pesar de que eran deidades menores, los griegos les construyeron altares ante los que depositaban ofrendas. Las m�s c�lebres fueron Anfitrite, Tetis y Galatea. Las oce�nidas, hijas de Oc�ano y Tetis, en n�mero de por lo menos 13 000, ten�an semejanza con las nereidas. Eran alegres, bondadosas y cuidaban a los marinos durante sus traves�as con tanto afecto y dedicaci�n que llegaban a enamorarse de ellas.
Arist�teles (384-322 a. C.), que puede ser considerado padre de la historia natural, y en especial de la zoolog�a, y cuyos escritos constituyen una enciclopedia del saber antiguo que perdur� hasta el Renacimiento algunos de sus conocimientos son v�lidos en la actualidad, tampoco pudo escapar de la tentaci�n de crear fantas�as sobre la vida en el mar. Pensaba que los corales, a los que llamaron korallion, que significa adorno del mar, ten�an su origen en una planta marina que crec�a "entre las horr�sonas serpientes de la cabeza de Medusa". A las medusas, animales de cuerpo transparente en forma de sombrilla, las nombraba pulmones del mar, pues cre�a que el oc�ano respiraba por medio de ellos debido a sus r�tmicos movimientos natatorios.
Estas leyendas y tradiciones de los griegos permanecieron durante 16 siglos, y cambiaron seg�n las �pocas y los pa�ses a los que se extendieron. Algunas de ellas lograron ser aclaradas a partir del conocimiento que se fue obteniendo acerca de los animales marinos, aunque ciertas especies siguieron prest�ndose a confusi�n.
Los pulpos y calamares, por el aspecto poco grato de su cuerpo blando, sus brazos viscosos y musculosos provistos de pegajosas ventosas, han dado origen a numerosas leyendas y f�bulas. As�, siguen vigentes hasta nuestros d�as los relatos llenos de colorido que hace V�ctor Hugo en Los trabajadores del mar, o las feroces luchas de los secuaces del capit�n Nemo, audaz y enigm�tico piloto del Nautilus, contra el gigantesco pulpo que nos describe Julio Verne en su novela 20 000 leguas de viaje submarino.
En muchas leyendas de los pueblos marinos y pescadores figura el pulpo como uno de los m�s importantes y tenebrosos personajes. Su extra�o aspecto ha despertado cierta antipat�a y repulsi�n, no exentos de respeto y temor. Son muchas las narraciones sobre pulpos colosales que arrastran a los abismos del mar, ayudados por sus potentes brazos, nav�os y bergantines de los que no queda rastro alguno.
Durante siglos se crey� en la existencia del kraken, calamar o pulpo gigante, de una milla o m�s de longitud. Se dice que cuando asomaban sus lomos a la superficie del mar, parec�an m�s unas islas que seres vivientes. Se cuenta tambi�n que con sus largos brazos pod�an aprisionar a los nav�os para engullirlos.
Esta leyenda lleg� a influir en el naturalista sueco Linneo, creador de la taxonom�a cient�fica, quien en una de las primeras ediciones de su obra Systema naturae, en la que clasifica a los animales, describe a un calamar de enormes proporciones con el nombre de Sepia micromicrocosmus, bas�ndose en las historias que le contaron los fantasiosos hombres de mar.
Los mitos forjados en torno a la presencia de pulpos colosales en el mar ten�an sus bases en el considerable tama�o que algunas especies de cefal�podos alcanzan, y sobre todo en la existencia real de ciertos calamares gigantes, como el Architeuthis, que vive en la costa atl�ntica de Norteam�rica, en una extensa zona que abarca de las Bermudas a Terranova, y que ocasionalmente es arrastrado por las tormentas hasta las costas de Europa.
Esos calamares fueron desconocidos por los cient�ficos durante siglos; s�lo se sab�a de ellos por los relatos de los pescadores, quienes sol�an encontrar trozos de tent�culos de hasta 10 metros de longitud en el est�mago de los cachalotes o en las orillas de las playas. No fue sino hasta el periodo de 1871 a 1876 cuando una veintena de Architeuthis aparecieron en la playa de Thimble Tickle, en Terranova, lo que permiti� que el naturalista Addison Verril los estudiara. El mayor de ellos med�a, desde el extremo de la cola hasta la boca, de 8 a 10 metros. Sus brazos alcanzaban casi 20 metros de largo y ten�a el grosor del cuerpo de un hombre. Estaba dotado de poderosas ventosas, la circunferencia de su cuerpo med�a 2 metros y su peso se calcul� en varias toneladas.
Los cient�ficos han comprobado que estos grandes cefal�podos habitan las partes m�s profundas del oc�ano y que s�lo por accidente alcanzan la superficie. Se encuentran repartidos en diversas regiones oce�nicas, muy separadas unas de otras, y parece que son un alimento muy apreciado por los cachalotes, con los que libran tit�nicas batallas. Las marcas en forma de disco encontradas en los lomos de algunos cachalotes constituyen la evidencia de estas luchas. As� pues, se sabe que los calamares succionan el pigmento de la piel de estos animales.
Indudablemente, fueron la fuerza y dimensiones de estas especies lo que hizo pensar que, si alguna de ellas llegaba a aferrarse al casco de un bergant�n de tres palos, era capaz de hacerlo zozobrar.
Muchos navegantes, sorprendidos por los violentos movimientos de los grandes calamares, que excepcionalmente se debaten en la superficie del mar, llegaron a creer que los tent�culos que ve�an eran serpientes marinas, ilusi�n posible a cierta distancia, sobre todo con la imaginaci�n un poco exaltada.
No es posible hablar de monstruos marinos sin mencionar a las "serpientes del mar" y a los "dragones" que, seg�n las creencias, habitaban las oquedades y las cavernas costeras, haciendo m�s peligrosas las rompientes del oleaje. Los relatos sobre estos fant�sticos animales se repiten desde tiempo inmemorial, e incluso han sido tomados en cuenta por algunos naturalistas de renombre.
En los mares de todo el mundo, desde el �rtico hasta el tr�pico, se ha hablado de la existencia de esas serpientes. Tales versiones provienen desde la antigua Grecia y Roma, y ser�a un error pensar que, en la actualidad, la gente ya no cree en esos monstruos.
Ola�s Magnus, obispo de Bergen en 1600, cuenta en una de sus obras que, seg�n los marinos que navegaban en aguas de Noruega, entre las rocas y en las cavernas de la costa viv�a una serpiente de 70 metros de largo y 10 metros de grosor; dotada de una larga melena, de ojos como llamas, y cubierta por afiladas escamas de color negruzco. Acostumbraba, dec�an, perseguir a las embarcaciones, y se elevaba como una columna para barrer con los marineros de cubierta y devorarlos.
Una versi�n m�s reciente es la de Erik Pontopiddan, de la Universidad de Copenhague, quien asegura haber visto en 1752 a una serpiente de 20 a 30 metros de longitud, negra y lisa, tan gruesa como el cuerpo de un hombre y provista de una especie de crin en la cabeza.
Estos mitos han llegado a interesar de tal forma a ciertos naturalistas que, incluso, han discutido seriamente la posibilidad de que ese hipot�tico animal exista.
No es de extra�arse, por consiguiente, que los zo�logos comenzaran a tomar en serio la existencia de estos animales, a los que clasificaron aun con el nombre cient�fico de Megophias megophias. Oudemans, en 1892, public� en Londres un singular libro que re�ne 162 relatos de supuestas apariciones del discutido Megophias ocurridas entre 1522 y 1890.
Se dice que la tripulaci�n del yate Valhalla encontr�, el a�o de 1905, una serpiente de mar cuya silueta fue dibujada. El �ltimo reporte relacionado con hallazgos de Megophias fue hecho en 1925, en aguas de Australia, por el naturalista Jaillard.
Quiz� la leyenda contempor�nea m�s famosa sea la del monstruo de Loch Ness, llamado cari�osamente Nessie, que supuestamente vive en el Lago de Ness, al norte de Escocia. Se considera que es un Plesiosauro, reptil acu�tico que vivi� durante el Jur�sico Temprano y que aparentemente habita en las profundidades del lago.
El primer reporte sobre su supuesta existencia data del a�o 565, y hasta 1969 fue observado 251 veces, habi�ndose hecho descripciones detalladas de �l, pero siempre con base en fotograf�as muy borrosas, que bien podr�an ser de alg�n otro animal. A la fecha se han realizado numerosas expediciones, sin haberse obtenido pruebas concluyentes sobre su existencia.
Por otra parte, hay referencias sobre supuestos unicornios que eran tan corpulentos como una ballena; de acuerdo con las leyendas, cuando se encolerizaban pod�an perforar el casco de una embarcaci�n.
La �nica especie que parece unicornio es el narval macho, de la familia de los cet�ceos, pues uno de sus dientes, de duro marfil, crece tanto que le sale de la boca.
Actualmente se han descubierto restos de serpientes prehist�ricas en los dep�sitos de los mares del terciario primitivo de �frica (en Egipto), Europa y Am�rica del Norte. No se han obtenido esqueletos completos, sino s�lo v�rtebras cuyo tama�o ha permitido estimar que esas especies med�an m�s o menos 12 metros de longitud. Los paleont�logos no han podido comprobar que las serpientes de los mares primitivos hayan alcanzado los extraordinarios tama�os mencionados con anterioridad.
En efecto, en los mares viven serpientes, pero �stas son semejantes en forma y dimensi�n a las que habitan en los continentes, con la �nica diferencia de que su cola est� comprimida lateralmente, por lo que pueden utilizarla como remo. Estos animales abundan en el Oc�ano �ndico, en las costas orientales en �frica, espec�ficamente en el litoral de Madagascar, y en diversas �reas del Pac�fico tropical. Su veneno es muy t�xico, pero su mordedura es poco dolorosa.
Algunos peces, por la forma y caracter�sticas de su cuerpo, tambi�n han sido inspiradores de diversas leyendas, como los hipocampos o caballitos de mar, que dieron origen a la creencia de que el carro de Neptuno era arrastrado por caballos con dos patas y cola de pez.
Las mantarrayas, peces muy conocidos, son inconfundibles debido a que su cabeza, tronco y primer par de aletas constituyen una sola unidad, de aspecto romboidal aplastado. En ambos lados de la cabeza llevan un par de prolongaciones, a manera de cuernos, y en la regi�n posterior poseen una cola en forma de l�tigo, que es muy flexible y termina en punta. Se les ha llamado diablos de mar, y posiblemente son las especies que Aldovrandi nombr�, en el siglo XVI, dragones de mar.
El diablo de mar siempre ha causado gran temor entre los habitantes de las costas, y hasta se afirma que ataca fieramente al hombre, aunque esto no es cierto. En la actualidad, las mantarrayas son com�nmente atrapadas por las redes de los barcos arrastreros.
Algunos pescadores venden "peces diablo" a los turistas. Sin embargo, no se trata de mantarrayas, sino de una especie perteneciente a la familia de �stas llamada pez guitarra, a la cual le cortan el cuerpo y la cola de tal modo que aparenta la figura de un diablo.
Las historias sobre los tiburones son numerosas. A estos animales siempre se les ha considerado peligrosos para el hombre, pues son muy voraces y poseen una poderosa dentadura. Sin embargo, seg�n estudios recientes, los tiburones s�lo atacan al hombre cuando se encuentran excitados o hambrientos, lo cual sucede pocas veces, ya que en el mar encuentran gran cantidad de presas para su alimentaci�n.
Dos tiburones que por su aspecto y tama�o han llamado la atenci�n son el tibur�n elefante, que mide de 15 a 16 metros y vive en los mares n�rdicos, y el tibur�n ballena, que puede alcanzar de 17 a 20 metros y habita en todos los mares tropicales, en especial en las costas del Pac�fico mexicano.
El tibur�n ballena es un caso singular para los cient�ficos, pues su tama�o compite con el de los cet�ceos. Hasta mediados del presente siglo s�lo se hab�an capturado 76 ejemplares de estos tiburones, cuya piel de manchas blancas los hacen f�cilmente reconocibles.
En algunos lugares lo nombran tigre de mar, pero en realidad no es tan terrible. En sus mand�bulas tienen 6 000 dientes distribuidos en varias hileras, los cuales son peque�os y resultan inadecuados para atacar presas de gran tama�o. El alimento de este tibur�n consta de crust�ceos pel�gicos, pececillos, medusas e infinidad de seres diminutos del plancton.
Las ballenas, las orcas y los cachalotes, animales enormes del grupo de los mam�feros, est�n perfectamente adaptados a la vida acu�tica, al grado de que mueren si se exponen durante determinado tiempo a la superficie, a pesar de su respiraci�n pulmonar. Sobre estas especies tambi�n se han creado leyendas. Las ballenas, principalmente, han estimulado la imaginaci�n humana, ya que su longitud de 30 metros y su peso de 160 toneladas infunden temor.
Las partes m�s profundas del oc�ano nos reservan muchas sorpresas, pues, como se ha dicho ya, albergan una curiosa fauna. En las profundidades viven los animales m�s raros de cuantos pueblan la Tierra. Por ejemplo, las dragas y redes de arrastre han sacado seres vivos que testimonian procesos ocurridos hace millones de a�os.
En 1938, frente a la costa de Sud�frica, fueron atrapados con redes los espec�menes vivos de un pez que se cre�a extinguido, el coelacanto, considerado el animal superior m�s antiguo del mundo que vive en la actualidad. Se le atribuye una antig�edad de 300 millones de a�os; su cuerpo est� cubierto de escamas azules y tiene aletas lobuladas unidas al cuerpo por una especie de ped�nculo, por lo que parece poseer cuatro miembros.
Los fen�menos f�sico-qu�micos que suceden en el oc�ano, como las mareas, corrientes, oleajes y remolinos, y en la atm�sfera, como los eclipses, rel�mpagos, vientos y tempestades, han originado una serie de creencias fant�sticas provocadas por la imaginaci�n del hombre. Estas leyendas y fantas�as, nacidas de un hecho observado primero y deformado despu�s, han sido aclaradas por la ciencia.
Por lo anterior, el oc�ano es una fuente de controversia: as� como impone temor, tambi�n ejerce una atracci�n apasionante. Toda persona que ha tenido la oportunidad de hacer contacto con �l, ya sea desde la orilla, a bordo de una embarcaci�n o sumergi�ndose, seguramente ha experimentado las dos sensaciones.
Tales sensaciones han sido interpretadas de diferente manera por los habitantes de los distintos lugares del planeta. A los n�rdicos, el mar les suger�a nuevas leyendas, las cuales significaban un reto que deb�an afrontar con valor, pues para los vikingos la bravura era una virtud religiosa. La principal aliada de aquellos hombres era la fuerza de las olas y de las tempestades, que los ayudaba a transportarse a donde quisieran; tambi�n representaba a sus antepasados, cuyo origen se remontaba al principio de la humanidad. En cambio, a los meridionales, esta fuerza les provocaba asombro cuando surcaban el mar, y los hac�a regresar pronto a sus puertos para resguardarse de los peligros.
Sin embargo, el esp�ritu aventurero del hombre fue venciendo estas supersticiones. Los grandes navegantes, que pod�an ser comerciantes, piratas, exploradores, conquistadores o cient�ficos, han constribuido, a trav�s del tiempo, a tratar de aclarar esta serie de ideas fant�sticas, como la de H�rcules, quien declar� que el estrecho de Gibraltar era infranqueable, despu�s de haber construido sus columnas a ambos lados. Lo cierto es que la navegaci�n resulta dificultosa en dicho lugar, sobre todo por la combinaci�n de las fuerzas de las corrientes que van hacia el sur, con los vientos que soplan desde el noreste. El Mediterr�neo fue descrito en la Antig�edad como un mar tenebroso" lleno de peligros y fantasmas, lo que hac�a dudar a los marinos cuando se aprestaban a iniciar sus traves�as.
Uno de los fen�menos f�sico-qu�micos en torno al cual se han forjado historias, y que seguramente origin� una de las primeras preguntas que el hombre se hizo, es la salinidad del agua del mar. Algunos fil�sofos, como Teofrastro (371-264 a. C.), fil�sofo griego cuyo nombre significa "el de la palabra divina", trataron de explicarla, e imaginaron que posiblemente se deb�a a que en las profundidades exist�an monta�as de sal.
Arist�teles explic� as� ese fen�meno: "El Sol arranca al fondo del mar intensas exhalaciones que queman y cuecen cuando salen a la superficie del agua; esto es lo que produce su salinidad." Bas�ndose en ello dedujo que, posiblemente, en el fondo del oc�ano el agua era dulce, lo que hizo que otros pensadores, siglos despu�s, sostuvieran que algunos buceadores hab�an sacado vasos llenos de agua dulce de las profundidades.
La existencia de las corrientes marinas fue explicada en relatos fant�sticos durante mucho tiempo, hasta que el conquistador espa�ol Juan Ponce de Le�n descubre en 1513 la corriente del Golfo de M�xico llamada Gulf Stream. Benjamin Franklin, cient�fico e inventor norteamericano, la incorpor� al dominio de la hidrograf�a, siglos despu�s.
En algunas partes del planeta, las corrientes se combinan dando origen a los remolinos. En ello se basan leyendas como la de Caribdis y Escila, que relata La Odisea: Eran dos grandes rocas errantes, entre las cuales se estrellaban las olas de Anfitrite; los navegantes, cuando hu�an de una, ca�an en la otra. De aqu� naci� la expresi�n "sali� de Escila para caer en Caribdis".
En estas rocas, pues, naufrag� Ulises, quien perdi� marinos y embarcaci�n. En la actualidad, se sabe que la corriente y los remolinos del estrecho de Mesina, donde se sit�a este relato, no son tan peligrosos, y que navegando con cuidado pueden ser sorteados.
Adem�s de esas historias que tuvieran como escenario las costas, existen otras no menos interesantes y fant�sticas de mar adentro, como la de la Atl�ntida y el misterioso caso del tri�ngulo de las Bermudas.
Seg�n la leyenda que inspir� el Critias y el Timeo de Plat�n, la Atl�ntida era una isla situada al oeste del Mediterr�neo, m�s extensa que Libia y Asia Menor reunidas, donde habitaban los atlantes, quienes conoc�an muy bien la navegaci�n. Se dice que esta isla contaba con un suelo tan f�rtil que produc�a manzanas de oro, y que en ella vivieron o transitaron las ninfas, Atlas, H�rcules, Perseo, las amazonas y los titanes.
De acuerdo con la misma leyenda, aquella isla desapareci� de repente durante un terrible cataclismo que la sumergi� en un d�a y una noche, cuando se separaron los pe�ones del Estrecho de Gibraltar para dar paso a las aguas del Mediterr�neo. Se ha especulado que esto pudo haber ocurrido en el a�o 6000 a. c.
Esta concepci�n antigua sobre la Atl�ntida difiere de la interpretaci�n actual, que admite la posible existencia de la isla situ�ndola en un tiempo prehist�rico, aunque se�ala que se trataba de un continente que pudo haber unido a �frica con Am�rica.
Seg�n algunos cient�ficos, la Atl�ntida era una fabulosa isla o una monta�a que desapareci� bajo el agua a causa de un terremoto prehist�rico. Otros expertos sobre el tema consideran que esa tierra no existi�, pues aseguran que s�lo fue una historia inventada por Plat�n. Sin embargo, esta leyenda ha inquietado a la humanidad durante diez siglos, y sobre ella se han escrito m�s o menos 30 000 libros. Incluso, muchos aventureros han realizado traves�as mar�timas con la intenci�n de encontrar la Atl�ntida para extraer los supuestos tesoros que hay en ella.
Adem�s de estos relatos de la Antig�edad, en nuestros d�as se comenta con mucha frecuencia uno de los hechos m�s enigm�ticos relacionados con el mar: el Tri�ngulo de las Bermudas, que ha sido abordado de manera poco seria en varios trabajos literarios y cinematogr�ficos. Durante m�s de 30 a�os, los fen�menos que ocurren en esa zona provocaron la desaparici�n de numerosos barcos y aviones.
El Tri�ngulo de las Bermudas es una delimitaci�n imaginaria situada frente a la costa atl�ntica suroriental de los Estados Unidos. Se extiende desde las Bermudas, por el norte, hasta el sur de la Florida; va por el este hasta un punto situado a trav�s de las Bahamas, m�s all� de Puerto Rico, y luego regresa a las Bermudas. Los v�rtices del tri�ngulo son las Bermudas, Miami y San Juan de Puerto Rico.
En esta zona han ocurrido hechos inquietantes y casi incre�bles que, por lo tanto, entraron al cat�logo de los misterios no resueltos del mundo. M�s de cien barcos y veinte aviones han desaparecido en esa zona, en medio de una atm�sfera transparente. La mayor parte de las desapariciones han sucedido desde 1945, y en los �ltimos treinta a�os se han perdido all� m�s de mil vidas humanas.
Este enigma despert� la curiosidad e inter�s de los cient�ficos de varias partes del mundo, quienes iniciaron una serie de estudios sobre las corrientes marinas a diferentes profundidades, la temperatura y salinidad de las aguas y sobre la topograf�a del fondo, para aclarar el misterio.
En 1978 se organiz� un grupo internacional de expertos encabezado por cient�ficos sovi�ticos y norteamericanos para trabajar en el �rea, con base en un ambicioso programa conjunto llamado Polymode. Sin embargo, hasta la fecha s�lo han logrado elaborar hip�tesis, que a veces resultan contradictorias entre s�.
Algunos autores consideran que las ondas infras�nicas son las causantes de los trastornos tanto en los barcos y aviones como en los pasajeros. Otros achacan estos problemas a fen�menos de magma y magnetismo, los cuales podr�an alterar compases, girocompases y toda clase de instrumentos el�ctricos y electr�nicos que sirven a los aviones y barcos para la navegaci�n.
Ciertos investigadores sostienen que, para explicar el Tri�ngulo de las Bermudas, se tienen que remontar al origen y estructuraci�n de la Tierra, la cual, seg�n ellos, se form� a ra�z de una aglomeraci�n de asteroides que giraban en torno a un centro de gravedad. De esta aglomeraci�n surgi� pues el planeta, que seg�n esos investigadores era semejante a un gigantesco cristal que estaba compuesto por 20 tri�ngulos. Entonces, se supone que en el lugar donde se unen los v�rtices de los tri�ngulos suelen presentarse fen�menos atmosf�ricos espec�ficos. De acuerdo con la teor�a en cuesti�n, una de estas uniones coincide con el Tri�ngulo de las Bermudas, y otras con algunas �reas donde tambi�n han desaparecido barcos y aviones.
Por �ltimo, se cree que los fen�menos en el Tri�ngulo de las Bermudas tienen relaci�n con una poderosa corriente que parte de la superficie del oc�ano y llega hasta el fondo. Dicha corriente, que es producida por el movimiento de olas ocasionadas a su vez por la acci�n de los vientos del norte, se localiza en la costa de Puerto Rico.
Este conjunto de hip�tesis llevar� posiblemente a establecer alg�n d�a la explicaci�n cient�fica del misterio que rodea al Tri�ngulo de las Bermudas.
Algunas de las leyendas de la mitolog�a hablan de las acciones divinas de dioses y semidioses que supuestamente gobernaban los fen�menos oce�nicos. El hombre siempre ha sentido la necesidad, ante lo desconocido, de creer en alg�n ser sobrenatural que lo protege, y de esta manera ha tratado de explicar el origen de sus aciertos y desventuras. Estas inseguridades, presentes de diversas maneras durante la evoluci�n de las distintas culturas, se han expresado como creencias religiosas, mitos y supersticiones.
Hechos tales como que el mar se encrespe durante la tempestad o que el viento se niegue a soplar, o que un nav�o se hunda o navegue en calma chicha, han sido atribuidos a los dioses, los cuales pueden ser crueles o amables o estar acompa�ados de gran cantidad de santos. De esa manera, los navegantes escogen a sus patronos, a quienes imploran, con la oraci�n y la ofrenda, favores y protecci�n.
La mitolog�a escandinava da cuenta de un h�bil navegante llamado Odin, quien era el dios protector de la valent�a. Los relatos hacen intervenir con frecuencia a esta deidad en la vida de los vikingos.
Homero consideraba que el dios Oc�ano era el padre de los dioses, lo que dar�a a los marinos una posici�n privilegiada. Entre los dioses grecorromanos relacionados con el mar destacan Neptuno, Anfitrite y Afrodita, esta �ltima poseedora de un doble papel: diosa del amor y protectora de la navegaci�n.
En la Edad Media y el Renacimiento, el dios de los cristianos se impuso en las creencias de los marinos. Se dice que los santos que lo acompa�an proporcionan ayuda en los casos dif�ciles; por ejemplo, San Telmo auxiliaba a los navegantes en caso de grandes tempestades, permiti�ndoles llegar a puerto.
Los marinos griegos del siglo
XVII
invocaban a San Nicol�s durante las tempestades, y cuando iniciaban sus traves�as siempre llevaban 30 panes para este patrono. Otros santos los proteg�an contra los monstruos del mar o contra la acci�n de las tormentas, como Santa B�rbara, quien los cuidaba del rayo y de la ballena.
Las culturas americanas tambi�n sintieron necesidad de ofrecer tributo a sus dioses, a quienes les daban diferentes nombres y les atribu�an distintos poderes.
En el M�xico prehisp�nico, la cultura azteca, la m�s floreciente de todas, veneraba a una serie de deidades relacionadas con el mar y la pesca, seg�n informaciones que quedaron registradas en las cr�nicas y en los c�dices. Entre estos dioses destaca Tl�loc, al cual imaginaban poderoso y consideraban engendrador del agua. A su compa�era Chalchiuhcueye se le daban varios nombres muy expresivos que significaban, unos, los diversos elementos que producen las aguas, y otros, los diferentes visos y colores que forman las mismas con su movimiento. Ella ten�a gran poder sobre las aguas del mar y de los r�os.
Los pescadores aztecas veneraban a un dios protector, Opochtli, a quien cre�an inventor de las redes y dem�s instrumentos para pescar.
Conforme aumenta el conocimiento sobre el mar y sus habitantes, van cambiando las creencias del hombre respecto a las manifestaciones divinas del oc�ano.
Como se ha podido ver a lo largo de estos ejemplos, el oc�ano y sus maravillas han permitido que la imaginaci�n y creencias humanas se explayen ilimitadamente, que el hombre pueda apreciar el mar en toda su belleza y esplendor y hacer suya esta frase: "�Cu�ntos misterios encierra el oc�ano y, sin embargo, el hombre no duda en lanzarse al mar abierto!"
NOTAS
* Cf. Jos� Dur�n, Ocaso de Sirenas, FCE., M�xico, 1985.