IV. LA FECUNDIDAD EN EL OCÉANO. AFLUENCIA DE LA VIDA Y MANSIÓN DE BELLEZA
CUANDO
se observa el océano desde la costa se aprecian también sus aguas: inquietas y desgarradas por la espuma, mansamente onduladas, verdes y azuladas y que, alegres, llegan encabritándose a las arenas de la playa. En ocasiones, cuando se tornan plomizas o negras, rompen violentas contra el acantilado. Este paisaje, caracterizado por su dinamismo, representa la hermosura cambiante de las aguas oceánicas, a la que se suma el rumor de las brisas o el ronquido de los vendavales.Además de toda esta majestuosidad, el océano aporta la mayor fuente de recursos naturales existente en nuestro planeta.
Los recursos naturales son todos aquellos agentes o componentes geológicos, materiales químicos, organismos y asociaciones biológicas que forman parte de la naturaleza y brindan al hombre posibilidades de vida y bienestar, además de que son la base de la riqueza y de la economía de varios países. Pueden ser clasificados en inorgánicos (no renovables) y orgánicos (renovables).
Entre los no renovables se encuentran la corteza del planeta, que forma el suelo en los continentes y el fondo en los mares; los minerales metálicos, el carbón, el petróleo y el gas natural, entre otros. Su característica es que precisamente no se pueden renovar, por lo que el hombre tiene que establecer un régimen racional y prudente de explotación para no agotarlos, encaminando las investigaciones al descubrimiento de nuevos depósitos o yacimientos.
Entre los renovables se tiene a los seres vivos y a las comunidades que forman, los cuales son utilizados por el hombre para su beneficio. Con el objeto de aprovechar racionalmente este tipo de recursos, se debe favorecer las posibilidades de reproducción y, al mismo tiempo, cuidar que la explotación y el consumo no rebasen esta capacidad reproductora. También se debe evitar que otros fenómenos, algunos de ellos naturales, destruyan a esos seres vivos más rápidamente de lo que se reproducen. La contaminación y el aumento de animales depredadores, por ejemplo, son perjudiciales para tales organismos.
Como resultado del aumento de la población humana a finales del siglo
XIX
, se generó un desarrollo industrial que trajo como consecuencia el incremento en el uso de los recursos naturales terrestres, al grado de que algunos de ellos se agotaron, por lo que en el presente siglo el interés del hombre se ha enfocado a los recursos oceánicos.La potencialidad que el océano ofrece al hombre en recursos naturales es enorme, pero no ilimitada.
El océano es una mina que concentra a todos los elementos y compuestos identificados por la química. Por ejemplo, uno de los compuestos de mayor importancia para el hombre, la sal, proviene del océano, de donde se extraen 130 millones de toneladas anuales.
En el océano también existen metales, desde los más comunes hasta los de valor muy elevado, como el oro. Se dice que en una milla cúbica de agua de mar puede haber 25 toneladas de este metal. Incluso, se afirma que hay tal cantidad de oro en el océano que, si se repartiera entre los habitantes del planeta, a cada uno le correspondería una proporción equivalente a más de 30 millones de pesos. Sin embargo, no ha sido posible rescatar toda esta riqueza, ya que los actuales sistemas para extraer oro del mar son incosteables.
Aparte de estos elementos y compuestos inorgánicos, en los mares existen grandes cantidades de materia orgánica. Ambos tipos de materia, por medio de los ciclos bioquímicos, favorecen la vida en el océano, que por ello es el foco vital de mayor importancia en la Tierra. En él conviven tal cantidad de seres que apenas tienen espacio para desplazarse, y que constituyen la verdadera riqueza del océano. En consecuencia, el hombre podrá contar indefinidamente con los recursos renovables si los explota de manera racional.
En la inmensidad del océano, desde sus litorales hasta las grandes profundidades, se albergan una flora y una fauna tan variadas que, si se comparan con las terrestres, éstas resultan extraordinariamente pobres. Los organismos oceánicos están representados por miles de especies vegetales y animales, que a su vez contienen miles de millones de individuos.
Entre las especies marinas existen diminutos organismos, que miden de una a varias micras es decir, milésimas de milímetro, por 1o que son casi invisibles, y que luchan por defender su existencia. Por otra parte, están las moles de decenas de toneladas, como los cachalotes, las ballenas, los calamares gigantes, los elefantes marinos, etcétera.
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En la vida animal del mar hay una gran diversidad de formas: están los radiolarios, con su esqueleto de vidrio; los copépodos, de caprichosas formas; los cangrejos, que tienen resistentes corazas córneas; las delicadas medusas, cuya apariencia es acuosa; los elegantes moluscos, que exhiben sus distinguidas conchas, y los peces, con su extensa variedad de color, diseño y dimensión.
Es muy difícil precisar la magnitud de la vida en el océano. Por ejemplo, los peces se mueven de un lado a otro en bancos inmensos en busca de mejores condiciones de vida, y son perseguidos por otros organismos cuya voracidad produce significativas disminuciones de especies, como las orcas, los tiburones, los delfines y, desde el aire, las aves marinas. El que más aprovecha esta abundancia es el hombre, que llena sus redes con tal cantidad que a veces corren el riesgo de rasgarse.
Sin embargo, resulta sorprendente ver con qué rapidez los peces capturados son sustituidos por otros durante la etapa de reproducción, así como el hecho de que encuentren su sustento en miles de millones de vegetales y animales microscópicos, formando las cadenas de alimentación y la reserva del océano.
Estos organismos diminutos, que se hallan en toda gota de agua que se saque del mar, pueden ser vistos en el maravilloso mundo que nos muestra el microscopio. Así, se encuentran formas extrañas que presentan características muy diferentes a las de los seres que estamos acostumbrados a observar, y las cuales han hecho titubear a los propios hombres de ciencia, quienes no han podido definir si muchas de ellas son vegetales o animales, o si constituyen un grupo aparte.
Junto con esas excéntricas criaturas se encuentran los curiosos estados juveniles o larvarios de pólipos, caracoles, cangrejos, camarones, erizos, estrellas de mar y peces, estados que son muy diferentes a las formas adultas de estas especies.
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Toda esta inmensidad de organismos microscópicos puede estar condenada, por su escaso tamaño, a ser ignorada por aquellos que no son naturalistas. No obstante, esos seres utilizan muchos trucos para hacerse notar; por ejemplo, algunos producen gotas de grasa que, cuando se reúnen en gran cantidad con las de otras multitudes de organismos, dan al mar el aspecto de un caldo aceitoso durante el día; por la noche, estas grandes masas grasosas se transforman en maravillosas zonas fosforescentes, debido a un curioso fenómeno llamado bioluminiscencia.
La abundancia de estos seres suele incrementarse a raíz del aumento de la temperatura y de los nutrientes en el medio. En ese caso, la fecundidad de los microorganismos, de por sí intensa, se multiplica en tal forma que el mar adquiere un determinado matiz, provocado por la conjunción de las coloraciones de cada uno de esos organismos. Este fenómeno se puede comparar con el de la sangre, cuyo color se debe al pigmento existente en cada uno de los millones de glóbulos rojos que la forman. Así, el océano llega a tomar tonalidades rojizas, azulosas, verdosas y hasta metálicas, dependiendo del tipo de microorganismo y, por supuesto, de su abundancia.
El ojo humano puede distinguir otra clase de seres marinos, cuya talla alcanza varios centímetros, como los camarones y los ostiones, que también se encuentran en gran número. No obstante, dicho número está sujeto a un control natural, determinado sobre todo por la mortalidad que se genera entre estas especies cuando luchan por ganar mayor espacio y alimento. Por ejemplo, un ostión hembra produce un millón y medio de huevecillos, de los cuales sólo tres llegan al estado adulto en condiciones naturales. Como se ve, aquí se establece un control de su fecundidad desmedida. Según los minuciosos cálculos del científico Lull, si todos los descendientes de una ostra sobrevivieran, después de cuatro generaciones alcanzarían una descomunal cifra de 66 seguida por 33 ceros (66 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000), y la masa de sus conchas formaría una esfera ocho veces mayor que el volumen de la Tierra.
En el océano se hallan también los animales más corpulentos de cuantos viven en el planeta. En el fondo de las aguas marinas nadan calamares gigantes, cuyo cuerpo mide 6 metros de longitud y sus brazos llegan a tener más de 18 metros de largo. Las ballenas representan a los verdaderos gigantes del reino animal, pues su cuerpo alcanza en ocasiones más de 25 metros y un peso de 160 toneladas, comparable al de 20 elefantes o 200 bueyes.
El océano está poblado en toda la extensión de sus aguas, y no queda algún rincón de él en que falte la alegre presencia de los seres vivos. Estas y otras maravillas, como los matices, tamaños, formas y colores, hacen del mar una mansión de belleza. Por si fuera poco, y en virtud de que alberga a las más hermosas criaturas, el océano se convierte en el acuario del mundo.
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Figura 15. Gota de agua de mar mostrando su maravilloso mundo microscópico.Si se pudiera hacer un rápido recorrido desde los litorales hasta los fondos oceánicos, se daría uno cuenta de la majestuosidad de este mundo oceánico.
Cuando el hombre llega a una playa, nunca imagina que frente a él exista tal afluencia de vida y diversidad de belleza. Tan sólo la arena que pisa contiene multitud de pequeños seres, entre los que destacan los foraminíferos y diminutos moluscos, así como cangrejos de cuerpo casi transparente que cavan rápidamente sus hoyos para escapar de sus perseguidores.
En la zona litoral del océano se concentra la mayor diversidad de especies, pues en ese lugar se presentan diferentes condiciones de ambiente y, por lo tanto, pueden encontrarse organismos que se adaptan a las aguas cálidas o frías y a la alta o baja salinidad, o los que buscan las rocas azotadas por las olas, o los cienos depositados en aguas tranquilas.
Esa variedad existe también gracias a que la cantidad de alimentos en los litorales es mayor que en el resto del océano. En ellos abundan sales minerales que sirven de nutrientes a los vegetales verdes, con los que éstos pueden realizar la síntesis de materia orgánica, utilizando además la luz solar, que en esta zona alcanza su máxima intensidad. Esta materia orgánica formada por los vegetales verdes constituye el alimento tanto para ellos como para los demás organismos que se encuentran en el área.
Allí se localizan los bosquecillos de algas policromadas, que dan forma a los estratos de colores según los pigmentos que ellas presenten. Por ejemplo, la parte más profunda de los grandes acantilados adquiere una coloración rojiza debida a la presencia de algas rojas (rodofíceas) y pardas (feofíceas). Hacia la superficie dominan los matices verdeazulosos producidos por las algas azules (cianofíceas) y las verdes (clorofíceas), y en la parte mas superficial predominan los tonos verdes, provocados por estas últimas.
En los fondos arenosos de la zona litoral, a una profundidad determinada por el alcance de la luz, se concentran las algas de mayor tamaño, como los sargazos, y las fanerógamas marinas, como la Thalassia, que forman grandes praderas o matorrales submarinos, donde viven los vegetales y se oculta un sinnúmero de animales.
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Figura 16. Bosquecillo de algas.
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Figura 17. Esponja de vidrio o regadera de Filipinas.
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Los animales marinos también van a conferir a la zona litoral del océano sus características de belleza. En los fondos de las aguas tropicales existen infinidad de esponjas, cuyos esqueletos, a veces cristalinos, dan el aspecto de una cesta de vidrio, como la Euplectella, llamada también Regadera de Filipinas y que es de extraordinaria hermosura.
Otras esponjas poseen tonalidades que recuerdan los cuadros policrómicos, y la forma ordenada en que construyen sus colonias hacen pensar que los arquitectos se inspiraron en ellas para diseñar los conjuntos de edificios multifamiliares.
Las anémonas, animales que también son llamados flores de mar, cubren grandes áreas de los fondos rocosos y arenosos de los litorales. Son muy conocidas en las costas de todo el mundo, especialmente en las de los mares cálidos, donde viven especies muy vistosas. Los antiguos naturalistas les dieron el nombre de zoofitos, dada su semejanza con los vegetales. A esta relación alude también el nombre científico de la clase a la que pertenecen, Ántozoos, que significa animales-flores.
Cuando se observa a los moluscos, grupo cuyos representantes son los caracoles, las lapas y los ostiones, entre otras muchas especies, se puede admirar su belleza, la variedad de sus formas, colores y tamaños de sus conchas. La pulida y brillante concha de la Cyprea, por ejemplo, está adornada con colores muy vivos, y debido a que parece una pieza de cerámica se le llama también caracol de porcelana.
Algunas de las conchas que cubren el cuerpo de los moluscos son de gran tamaño, como las tridacnas o taclobos, que son muy comunes en los mares de las Filipinas; miden 2 metros de diámetro y pesan 200 kilogramos, y son utilizadas en las iglesias como pilas bautismales.
En los fondos marinos se arrastran las delgadas estrellas del mar, llamadas ofiúridos, que sorprenden por la regularidad de la forma de su cuerpo conformada por una simetría pentámera, del cual parten cinco delicados brazos que, en ocasiones, están bellamente decorados. Debido a la coordinación y delicadeza de sus movimientos, se les ha dado el nombre de bailarinas de mar.
Por su diversidad y belleza, los peces son, sin discusión, los reyes del océano. Sus cuerpos, sus aletas y su cola, sin perder en un solo momento sus rasgos y características, son modelados por la naturaleza de mil modos diferentes y caprichosos, proporcionándoles atractivos colores.
Uno de los peces que más llama la atención es el hipocampo o caballito de mar, pues el macho, que recuerda a los canguros, carga los huevecillos en su vientre abultado y, después, las crías. Otros peces tienen formas y colores especiales que los hace parecerse a las rocas, como el pez piedra. También existen unos que inflan su cuerpo para protegerse, como el pez globo.
Más allá del litoral, y a medida que aumentan las profundidades, puede hallarse aún una variedad infinita de especies: pólipos bellísimos, extraordinarios cangrejos parecidos a los que vivieron en otras épocas, grandes árboles de coral de tonos diferentes, como los rojos o los negros, y muchos animales más que vienen a ser la inspiración tanto de científicos como de soñadores. En los a veces insondables abismos del mar se desarrollan las más extrañas criaturas, seres de raras contexturas y de formas monstruosas, como es el caso de los peces que tienen órganos fosforescentes y enormes y dentados maxilares.
Por mucho tiempo se pensó que en los grandes fondos del océano no había vida. En la actualidad, ésta ha sido descubierta en aguas muy profundas. Durante la expedición danesa del Galathea se encontraron esponjas y anémonas a 10 190 metros de profundidad en la Fosa de las Filipinas, donde, a 11 000 metros, la vida está representada por bacterias.
Resulta magnífico el espectáculo que proporciona el fulgor de las ondas del mar, y la abundancia que éste encierra es maravillosa. Emoción profunda siente el espíritu ante las realidades del océano, que son superiores a toda fantasía. Sin embargo, los científicos han encuadrado y canalizado esa emoción para estudiar las leyes que rigen a esta fabulosa creación de la naturaleza: el mar.
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