VII. HISTORIA DEL ESTUDIO DE LOS OC�ANOS. DEL HOMBRE PRIMITIVO AL RENACIMIENTO

EL OC�ANO ha despertado siempre una gran curiosidad en la especie humana. El hombre, a lo largo de su evoluci�n, ha sentido la necesidad de perfeccionar el conocimiento cient�fico sobre el mar, por lo que ha consagrado, en una escala sin precedentes, su energ�a y sus recursos al estudio de los oc�anos.

En la actualidad se cuenta con avanzados conocimientos sobre el oc�ano. Por ejemplo, se ha logrado una mejor comprensi�n sobre las olas, las mareas y las corrientes, as� como de los fen�menos que ocurren en la superficie y en las grandes profundidades. Se ha estudiado la interacci�n de los oc�anos y la atm�sfera; se conocen bien los esquemas de temperatura y salinidad, y se sabe, en parte, de qu� manera las variaciones y movimientos del agua condicionan la vida vegetal y animal en el mar.

A medida que se hace m�s claro el cuadro general sobre el conocimiento de los oc�anos, la humanidad se encuentra en una posici�n m�s ventajosa respecto a la soluci�n de los problemas que se le presentan en la navegaci�n, en la ingenier�a costera de los recursos minerales y en la actividad pesquera.

No es f�cil determinar d�nde se inici� este empe�o cient�fico de la humanidad por conocer los oc�anos, como tampoco resulta sencillo establecer cu�ndo se origin� la ciencia de la oceanograf�a. Sin embargo, se puede asegurar que esta ciencia se cre� mucho antes del nacimiento de la historia escrita, cuando el hombre primitivo se hizo a la mar para pescar, comerciar y luchar, o sea, cuando empez� a acumular una serie de conocimientos emp�ricos que, por lo dem�s, significaron la base para iniciar el estudio del oc�ano.

Desde que el hombre fue capaz de recorrer el mar en barcos, inconscientemente comenz� a hacer mediciones oceanogr�ficas, pues para evitar las rocas, los bancos de arena y los arrecifes ten�a que saber c�mo era el fondo de las �reas donde navegaba. En pinturas y murales egipcios con m�s de 3 000 a�os de antig�edad hay escenas de marineros que, desde sus embarcaciones, sostienen una cuerda con una pesa en el extremo para registrar las profundidades. De esta manera localizaban las aguas m�s profundas para poder navegar cerca de la costa.

El primer dato que se puede considerar como cient�fico lo aportaron los sabios griegos y romanos cuando trataron de explicarse c�mo lleg� el mar a adquirir sus caracter�sticas, por qu� su nivel no sufr�a cambios, por qu� era salado mientras los r�os y los lagos eran dulces, y por qu� las mareas eran m�s marcadas en las costas del oc�ano que en las del Mediterr�neo.

Esas preguntas resultaban demasiado dif�ciles y ambiciosas, sobre todo porque, con los pocos conocimientos que se ten�an en esa �poca, no era posible responderlas de manera concluyente. Por esta raz�n s�lo llegaron a conclusiones que no pasaron del plano especulativo.

Arist�teles bosquej� el principio m�s importante del intercambio de agua entre los oc�anos y la atm�sfera. Dedujo que "las lluvias incesantes y el flujo de los r�os no llegan a hacer crecer el nivel del oc�ano porque el Sol evapora el agua, que se vuelve a condensar en forma de lluvia, estableci�ndose un ciclo continuo que va del agua al vapor, y del vapor al agua otra vez.

Para estudiar el oc�ano sobre una base cient�fica fue necesario ir uniendo la informaci�n de los navegantes, con el enfoque especulativo de los fil�sofos. Conforme aument� el conocimiento del mar, gracias a que los marinos, con sus viajes, extendieron su campo de acci�n desde la costa hasta el interior de los oc�anos, la humanidad comenz� a tomar conciencia de las lagunas que hab�a sobre este conocimiento.

Es v�lido afirmar que los primeros estudios sobre biolog�a marina fueron realizados por Arist�teles quien, en su obra, hace minuciosas descripciones de animales marinos, de sus costumbres y ciclos vitales. Estas observaciones, posiblemente, las hizo no s�lo desde la costa, sino tambi�n aventur�ndose en el mar en peque�os botes. Estudi� las caracter�sticas y el comportamiento de los peces, y en sus escritos dej� una interesante descripci�n sobre el desarrollo embrionario del pulpo y de la sepia o jibia, que es un tipo de calamar. Tambi�n se percat� de que existen tiburones, a los que llam� g�leos, que ponen sus huevos en su interior y forman una especie de placenta.

Arist�teles se interesaba fundamentalmente por la biolog�a, la cual explica que haya hecho una detallada observaci�n y clasificaci�n de los seres vivos, principalmente marinos. Separ� de los peces verdaderos a las ballenas y delfines, pues observ� que estas dos especies respiraban aire. Adem�s, estudi� a las esponjas, las an�monas, algunos caracoles y el erizo, entre otros.

El primer reporte sobre observaciones de organismos marinos hechas dentro del agua est� contenido en un documento medieval, donde se sostiene que Alejandro el Grande, rey de Macedonia y disc�pulo de Arist�teles, se sumergi� en el mar dentro de un barril de paredes de cristal para estudiar a esos animales.

Posteriormente, y casi durante 1 500 a�os, la curiosidad por el conocimiento cient�fico del oc�ano decay�. S�lo se obten�an los datos que la conquista del mar proporcionaba en esa �poca, y el hombre se conformaba con relatar y cantar la historia, motivo por el cual la informaci�n se perd�a sin dejar rastro.

Durante la guerra de Troya se construyeron, en las costas del Mar Ar�bigo, los primeros faros, que adem�s de servir para orientar a las naves eran utilizados como templos en donde los sacerdotes manten�an el culto al fuego.

Cuando los barcos anclaban cerca de esos lugares, cargados de plantas arom�ticas, especias, marfil y oro procedentes de las costas de la India y el Golfo P�rsico, los marinos aportaban su experiencia, con sus observaciones diarias enriquec�an los conceptos sobre el r�gimen de los vientos o las mareas, y describ�an tambi�n las situaciones de las ensenadas y promontorios de la costa. Por su parte, los sacerdotes anotaban, confrontaban y deduc�an las reglas de las relaciones entre el mar y la atm�sfera y trataron de discernir lo fant�stico y lo real de las leyendas para buscar la verdad.

Esta conquista del conocimiento se fue logrando de manera simult�nea en todos los litorales, desde el Lejano Oriente hasta el Golfo de Finlandia; en todas partes donde el clima permite instalarse al hombre, y sobre todo en el Mediterr�neo euroafricano. Dicho conocimiento iba adquiriendo poco a poco un sentido cient�fico.

Se dice que Erat�stenes fue el primero en crear un mapa del mundo conocido en aquella �poca, y que, posteriormente, Poseid�n elabor� una teor�a en la que relacionaba las fases de la Luna con las mareas.

Posiblemente, la primera expedici�n que se organiz� para llevar a cabo estudios sobre el mar fue realizada por P�teas —en el a�o 330 a. C.—, quien condujo una embarcaci�n hasta el C�rculo �rtico, adentr�ndose en el Mar B�ltico y desafiando los t�mpanos de hielo que se encontraban a la deriva. P�teas descubri� la interminable noche polar, y la describi� con tal rigor que sus datos son inobjetables.

Con todo esto, el hombre fue desechando las leyendas y, por lo mismo, comenz� a perder el miedo a aventurarse en el mar. Gracias a esta nueva actitud se inici� la primera era de las grandes expediciones oc�anicas. As�, una flota fenicia armada por Necao realiz� un viaje de dos a�os alrededor de �frica, durante los cuales recorri� m�s de 20 000 kil�metros.

Estos largos viajes situaron al hombre frente a un viejo reto: descubrir los misterios del mar. Fil�sofos, sabios, historiadores y poetas quer�an arrancar cuantos secretos guardaba el oc�ano.

Seguramente, las observaciones de los navegantes aportaron datos para que Pit�goras llegara a considerar que la Tierra se mov�a girando, teor�a que fue imposible de aceptar en aquel tiempo.

Se aprendi� entonces a dibujar cartas de navegaci�n; a efectuar sondeos: a trazar las coordenadas de los puertos; a determinar, por medio de observaciones astrol�gicas, las distancias recorridas y a aprovechar infinidad de rutas mar�timas, como continuaci�n de las terrestres, para el transporte de ricas caravanas.

El primer atlas de mapas, o sea, la representaci�n del mundo donde se reunieron todos los datos geogr�ficos hasta entonces conocidos, fue hecho por el griego Ptolomeo, quien vivi� en Alejandr�a y es considerado el astr�nomo m�s importante de su �poca, tan importante que su muerte signific� el fin de la floreciente ciencia griega.

Todo el progreso logrado en torno al conocimiento y uso del oc�ano se vio interrumpido por los romanos, quienes, en virtud de que no ten�an los medios para dominar el mar, le pusieron un cerco: arruinaron puertos e impidieron que los conquistados los reconstruyeran. En pocas palabras, regresaron a la tierra firme.

Al incendiar la biblioteca de Alejandr�a, los romanos aniquilaron el maravilloso edificio donde se hallaban los conocimientos sobre el oc�ano, que fueron el producto de los esfuerzos realizados por los hombres a lo largo de diez siglos. A partir de esta destrucci�n, las viejas leyendas y tradiciones volvieron a tomar fuerzas, y el conocimiento de los pensadores de Europa occidental decay� cada vez m�s. S�lo se mantuvo alguna inquietud cient�fica en el cercano Oriente, donde ciertos hombres le�an las obras griegas.

En ese periodo, la curiosidad griega, y fundamentalmente su af�n por llegar a la verdad mediante el conocimiento, se extinguieron. La ciencia dormit� por m�s de mil a�os, durante los cuales no hubo progreso alguno respecto al estudio del mar, con excepci�n de los escasos descubrimientos efectuados por los vikingos. No obstante, el saber de los normandos fue poco, ya que s�lo se difund�an las interpretaciones b�blicas sobre el mundo.

En el siglo XIII, pese a todo, la especie humana se revel� ante aquel oscurantismo y reinici� la conquista de los mares. Se despert� el esp�ritu de la exploraci�n y la investigaci�n, as� como el inter�s por los oc�anos, a fin de buscar la libertad que s�lo el conocimiento permite tener. Los hermanos Vivaldi, de G�nova, navegaron a trav�s del Estrecho de Gibraltar (1821), con la finalidad de alcanzar la India, con lo que marcaron el inicio de la era de los descubrimientos.

En el siglo XV, �poca del renacimiento de las ciencias, esos descubrimientos avanzaron al igual que las exploraciones marinas. Uno de los impulsores de las rutas mar�timas fue Enrique el Navegante (1394-1460), quien fund� en Sagres un observatorio y una escuela n�utica, recopil� todos los conocimientos geogr�ficos y mar�timos de su tiempo, traz� mapas y construy� aparatos de navegaci�n.

Con la idea —compartida por algunos navegantes— de que deb�a existir un camino m�s corto hacia la India, Crist�bal Col�n solicit� el consentimiento de la corona espa�ola para realizar ese viaje. Los reyes aceptaron, otorg�ndole una flota de tres carabelas con las que sali� del Puerto de Palos y lleg� a descubrir el Nuevo Mundo: Am�rica. En su segunda traves�a llevaba 14 carabelas y tres barcos de carga, 1 200 hombres y gran cantidad de animales dom�sticos.

Posteriormente, Col�n hizo varias expediciones entre los veranos de 1492 y 1494, dos a�os de intensa actividad exploradora. �l nunca supo c�mo estaba geogr�ficamente constituido el continente que hab�a descubierto, y las Indias que tanto trat� de encontrar se hallan mucho m�s lejos de lo que se pod�a concebir y calcular en esa �poca.

Desde que, en 1513, Vasco N��ez de Balboa descubri� el Oc�ano Pac�fico —aunque no lo dio a conocer en toda su magnitud, lo llam� Mar del Sur—, los marinos buscaban el camino para llegar a �l. Este camino fue descubierto en 1520 por un navegante portugu�s al servicio de Espa�a, Fernando de Magallanes, a quien, por �rdenes del emperador Carlos V, se le hab�a equipado con cinco barcos y provisiones para dos a�os a fin de que realizara su empresa.

En 1519, Magallanes zarp� en busca de las islas de las Especias o las Molucas. Tres meses despu�s lleg� a Brasil sin novedad, y luego dirigi� hacia el sur rumbo al oeste, en busca de tierra; pas� entonces por un estrecho, mientras otras de las naves hac�an lo mismo por un segundo canal, con direcci�n suroeste, desde donde se observaba un cabo y un extenso mar. Una vez que cruzaron aquel paso, que m�s tarde ser�a llamado Estrecho de Magallanes, navegaron hacia la costa occidental de Am�rica del Sur, y en seguida alcanzaron �frica, de donde partieron nuevamente a Espa�a.

La haza�a de Magallanes a trav�s de los mares desconocidos resulta asombrosa hoy en d�a —no obstante los adelantos en la navegaci�n—, pues se dio la vuelta al mundo en un viaje que dur� casi tres a�os y en el que se recorri� m�s de 85 mil kil�metros.

La nueva etapa de descubrimientos iniciada por los Vivaldi estuvo caracterizada por una serie de expediciones efectuadas en velero a lo largo de todos los grandes oc�anos del mundo, as� como por la realizaci�n de estudios, principalmente sobre temas geogr�ficos y biol�gicos. Como producto de las investigaciones se elaboraron mapas que permitieron ir conociendo al Nuevo Mundo, adem�s de que se comenz� a estructurar un conocimiento m�s completo sobre el planeta. El m�s antiguo de los globos terr�queos fue construido en 1492 por el alem�n Martin Behain, en Portugal.

Los bi�logos del Renacimiento trabajaron con base en los conocimientos aristot�licos. Mucho de su trabajo consisti� en identificar a los organismos oce�nicos, seg�n sus caracter�sticas anat�micas, y en ponerles los nombres cient�ficos. Tambi�n se hicieron estudios sobre la distribuci�n de dichos seres vivos en el oc�ano.

La importancia de lograr el dominio de los oc�anos por medio de la navegaci�n permiti� asegurar el desarrollo del estudio de los mismos dentro de la revolucionaria expansi�n de la ciencia que experiment� en esa �poca. Los trabajos cient�ficos se multiplicaron. Se crearon sociedades cient�ficas, como la Royal Society de Londres, en donde se discut�an las contribuciones de los hombres de ciencia. Esta sociedad ten�a el fin expreso de profundizar el conocimiento de la naturaleza y de realizar un estudio met�dico del oc�ano; algo de gran beneficio tanto naval como filos�fico.

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