XI. LA REVOLUCI�N DE LA T�CNICA EN LA INVESTIGACI�N SUBMARINA

UNA vez que el hombre logr� tener aire a su alcance para respirar a diferentes profundidades del oc�ano, empez� su inquietud por observar lo que ten�a a su alrededor.

En un principio utiliz� medios individuales, muy simples, para poder ver en el fondo de los mares. Al darse cuenta de que los objetos aparecen borrosos, al introducir la cabeza en el agua y abrir los ojos, cre� artefactos para establecer una visi�n n�tida, basados en interponer una capa de aire entre los ojos y el medio marino, como el visor —careta o anteojo de calafate—, m�scara que cubre ojos y nariz y est� provista de un vidrio plano de cristal inastillable.

Con la escafandra aut�noma, el buceador puede desplazarse libremente en el medio acu�tico. Mediante lentos y acompasados movimientos de pies, los cuales est�n generalmente provisto de aletas, ha logrado avanzar a una velocidad reducida —de una a dos millas por hora—. Esto, adem�s del poco aire que lleva el buzo, limita las distancias a las que podr�a moverse.

Tales limitaciones han dado origen al dise�o de un veh�culo con un sistema propulsor que increment� las posibilidades de desplazamiento en el medio submarino. Es el caso del acuaplano submarino o plancha de exploraci�n submarina, el medio de propulsi�n m�s simple que se ha creado, que consiste en una tabla remolcada por una embarcaci�n, desde la superficie, a velocidades moderadas. Dicha tabla tiene dos asas, de las que el buceador puede sujetarse y lograr movimientos hacia arriba o hacia abajo, adem�s de que le sirve como tim�n de profundidad. Sobre esta tabla suele fijarse la br�jula, el profund�metro y un reloj a manera de un tablero de instrumentos.

Con este sistema, el buceador puede avanzar con relativa velocidad a unos cuantos metros del fondo, siguiendo la topograf�a del mismo y soltando el acuaplano al encontrar un sitio o un objeto que le interese.

Algunos especialistas del buceo perfeccionaron este sencillo acuaplano: lo convirtieron en el ala volante de Vanlaer, tabla en forma triangular, tambi�n llamada manta o raya aut�noma, sobre la cual el buceador se tiende y maniobra con una palanca de mando que acciona unos timones de profundidad que permiten toda clase de movimientos. La cabeza del operador se protege con un parabrisas de plexigl�s que evita choques de corrientes que pudieran arrancarle la boquilla o m�scara.

El siguiente paso en el dise�o de aparatos propulsores se dio con la construcci�n de los torpedos o propulsores el�ctricos de los cuales existen numerosos modelos, todos ellos basados en el mecanismo de una h�lice situada en el extremo posterior de un propulsor fusiforme o cil�ndrico, de donde el buceador se sujeta o en el que se acuesta para transladarse.

Uno de los primeros propulsores submarinos fue creado por el Grupo de Estudios e Investigaciones Submarinas, de la Marina Francesa, con base en Tol�n, en el a�o de 1945. Este aparato en forma de peque�o torpedo cuenta con dos asas en su extremo posterior, as� como con una h�lice —movida por un motor el�ctrico de bater�as— que arrastra al buceador a dos nudos —dos millas por hora—, y que le ayuda a recorrer hasta cinco millas.

En 1950 el t�cnico electr�nico de origen ruso Dimitri Rebikoff construy� un torpedo submarino provisto de un equipo fotogr�fico y de filmaci�n submarinos, actividades de las que era un fan�tico. Tambi�n cre� las llamadas cajas estancas, que imped�an la entrada de agua por donde se colocaban los aparatos fotogr�ficos y las c�maras. Despu�s dise�� flashes electr�nicos e iluminadores submarinos para fotografiar organismos y otros objetos. Este equipo era montado en un torpedo, que era dirigido por dos timones laterales e impulsado por una peque�a propela colocada en su extremo posterior. El buzo se sub�a al torpedo, desde el cual manejaba dicho equipo. A este aparato se le conoce como el Pegaso o como avi�n submarino de Rebikoff.

En la exploraci�n de las grandes profundidades, el desplazamiento de los buzos ya no suele hacerse en aparatos para buceadores aut�nomos, por lo que se construyeron veh�culos en donde los tripulantes quedan protegidos por un casco —generalmente esf�rico— que resiste mejor las presiones del medio marino y posee ventanillas para observar el exterior. En el interior de estos aparatos, llamados sumergibles, la atm�sfera se mantiene a la presi�n normal y el aire es respirable, utilizando dep�sitos o fijando el bi�xido de carbono sobrante por medio de compuestos qu�micos.

Entre los sumergibles construidos para realizar trabajos de exploraci�n cient�fica destacaban los siguientes:

El submarino Pino, fabricado en 1903 en Italia, que pod�a descender hasta 150 metros y era utilizado para buscar barcos hundidos. Su casco ovoide alargado, de cinco metros de largo y tres de ancho, avanzaba impulsado por una h�lice propulsora central y por dos laterales, que eran accionadas mediante energ�a el�ctrica. Al llegar al fondo, se deslizaba por medio de una rueda y se pod�a suspender o posar en un punto determinado gracias a una barra de plomo que era manejada desde el interior. Contaba adem�s con un par de pinzas para recoger muestras.

Otro sumergible, el Aluminaut, es un submarino-laboratorio extraordinariamente perfeccionado que puede maniobrar en profundidades de hasta 5 000 m. Su casco, construido con una aleaci�n de aluminio de 16 cent�metros de espesor, puede transportar tres toneladas de equipo cient�fico. Presenta las ventajas del batiscafo y las de un submarino corriente, pues su cuerpo no est� separado del flotador.

Su cabina, de 10 metros de largo por dos de ancho, puede alojar confortablemente a tres personas, que pueden observar el exterior a trav�s de dos ventanas de forma c�nica, as� como recolectar muestras con dos brazos mec�nicos, que se hallan colocados abajo de estas ventanas.

La propulsi�n del Aluminaut proviene de una h�lice de popa que le permite alcanzar una velocidad de 4.5 kil�metros por hora. Este aparato es capaz de recorrer una zona de 130 kil�metros, con una autonom�a m�xima de 72 horas, y sus viajes de trabajo tienen un promedio de 32 horas de inmersi�n.

El Seapup es un sumergible preparado para trabajar en zonas cercanas a la plataforma continental a una profundidad de 1 800 metros. Cuenta con un par de esqu�es para deslizarse sobre el fondo marino y su autonom�a de trabajo es de 12 horas.

Con base en los programas de investigaci�n cient�fica de los norteamericanos en torno a las profundidades de la plataforma continental se construyeron los submarinos Star-I, el Star-II y, recientemente, el Star-III. La principal caracter�stica de �ste es que resulta f�cilmente maniobrable en aguas someras.

El Star-I es un peque�o submarino monoplaza de 2.5 metros de largo que posee una c�pula transparente para ver en la superficie, as� como dos ventanillas para observar en las profundidades. Es impulsado por dos h�lices laterales que le ayudan a moverse en todas direcciones y permanecer estacionado. Su autonom�a m�xima es de 18 horas, y puede trabajar en aguas costeras a 60 metros de profundidad, con corrientes moderadas. Su equipo de navegaci�n est� integrado por comp�s, veloc�metro, profund�metro, ecosonda, sonar y por un sistema para comunicarse con la embarcaci�n nodriza y con los buzos.

El Star-I ha sido utilizado en proyectos de investigaci�n, como el Sealab, puesto en pr�ctica en 1964, y en operaciones de salvamento y exploraci�n.

El Star-II, manipulado por la Universidad de Pensilvania, y bautizado con el nombre de la diosa fenicia de las profundidades, Asherah, tiene capacidad para dos personas, el piloto y el investigador, y su visibilidad es extraordinaria, ya que cuenta con seis ventanillas: dos anteriores, dos posteriores y dos laterales. Su velocidad promedio es de un nudo, aunque puede alcanzar la m�xima, que es de cuatro lo cual permite resistir las corrientes de la plataforma continental. Tambi�n puede desplazarse en todas direcciones y quedar fijos entre dos aguas. Su autonom�a m�xima es de 24 horas, con un l�mite recomendable de 10 horas de inmersi�n.

Uno de los proyectos de investigaci�n en el que ha participado es en el estudio arqueol�gico del Mar Egeo, frente a Turqu�a, realizado en colaboraci�n con la National Geographic Society.

El Star-III fue dise�ado con el fin de llegar a mayores profundidades de la plataforma (hasta 600 metros), y su velocidad se ha aumentado a seis nudos, con el objeto de resistir las corrientes, que en esa zona se incrementan.

Existe un submarino que es capaz de lograr mayores descensos: el Alvin, del Instituto de Oceanograf�a Woods Hole, de Estados Unidos, que puede transportar a dos hombres y llegar a una profundidad de 3 000 metros, con una autonom�a de 36 horas. Posee un casco de siete metros de largo y una esfera de fibra de vidrio, de dos metros de di�metro, la cual cuenta con cuatro ventanillas de observaci�n y con un brazo mec�nico que colecta objetos hasta de 20 kilos y puede colocarlos en una canastilla localizada en la parte anterior de la esfera. Esta nave tiene la capacidad para transportar una tonelada de equipo cient�fico.

El Alvin inici� sus trabajos en 1964, y desde entonces ha sido utilizado en numerosos trabajos de investigaci�n, como el que se realiz� en 1966 para rescatar una bomba de hidr�geno situada a 800 metros, en el Mediterr�neo, frente a las costas espa�olas.

Se dice que las medidas de seguridad de este submarino son de las m�s avanzadas, puesto que posee un brazo mec�nico que puede enganchar y soltar las rocas, adem�s de que su esfera puede desprenderse y emerger a la superficie con sus ocupantes.

El "platillo buceador", construido por la organizaci�n Cousteau, ha servido de modelo para los submarinos llamados Deepstar, programados para llegar a diferentes profundidades. El primero de ellos se puede sumergir hasta 1 200 metros y tiene una esfera de dos metros de di�metro que puede ser ocupada por tres pasajeros. En la segunda versi�n, la esfera fue m�s s�lida y llega a 4 000 metros, y la tercera se arm� con una esfera de titanio que permite alcanzar hasta 6 000 metros.

El dise�o de los submarinos de investigaci�n cient�fica se perfecciona cada d�a m�s, de acuerdo con los programas de estudio para los que ser�n utilizados. As�, los cient�ficos cuentan con una variedad de modelos que han ido venciendo las grandes presiones existentes en los fondos oce�nicos, lo que permitir� al hombre explorar en el futuro todas las profundidades. Si se considera que este avance, que le ha permitido pasar de los 200 metros de profundidad a los 11 000, s�lo se ha llevado tres d�cadas, la perspectiva de lograr conocer todo el fondo oce�nico se puede estimar como una realidad.

Cuando el hombre pudo conquistar el espacio submarino y desplazarse por �l, se enfrent� a un nuevo reto: el de poder permanecer en las profundidades marinas por tiempos prolongados. Hombres de mar como el inventor norteamericano Edwin A. Link, el buceador belga Roberto Stenuit y el comandante franc�s Jacques Yves Cousteau, son los pioneros de la nueva etapa en que el hombre desarrolla una nueva tecnolog�a para establecerse en el fondo marino.

Uno de los primeros pasos para hacer realidad este sue�o del hombre fue la construcci�n, por parte del grupo de Cousteau, de la casa submarina Precontinent I, que tambi�n se conoci� como Conshelf I; en ella vivieron los investigadores Albert Falco y Claude Wesly, durante una semana, a 10 metros de profundidad y sin comunicaci�n con el mundo exterior. S�lo recib�an visitas peri�dicas de otros buceadores y de los m�dicos que diariamente los visitaban, para comprobar su estado de salud y sus reacciones psicol�gicas.

Despu�s de una semana de habitar bajo el agua, los investigadores regresaron en buen estado a la superficie. El experimento demostr� que, con los elementos t�cnicos necesarios, el hombre pod�a sobrevivir y trabajar bajo el agua durante varios d�as, a pesar de estar sometido a una presi�n mayor de la que ha de soportar en la superficie. De esta manera se inici� el camino que permitir�a conquistar las profundidades oce�nicas.

A estos primeros experimentos le siguieron otros que fueron aumentado gradualmente en importancia. El 18 de junio de 1964 se coloc� en el fondo del Atl�ntico, frente a las Bermudas y a 58 metros de profundidad, una especie de cilindros de 12 metros de largo por tres de di�metro, el Sealab I, ocupado por cuatro buzos que durante 10 d�as lo utilizaron como su vivienda, su laboratorio y su taller.

Los objetivos del programa consistieron en instalar en el fondo del mar aparatos de ondas ultrasonoras que permitieran la orientaci�n bajo el agua, as� como fotograf�as y filmar las profundidades y la vida submarina, grabar sonidos que se reproducen en el fondo y probar nuevos aparatos ac�sticos y �pticos que pudieran ser usados en la defensa contra los tiburones.

El siguiente experimento se realiz� con el Sealab II, cilindro de acero de 400 toneladas, de 19 metros de largo por 4 de di�metro, montado en zancos de acero. En su interior llevaba un laboratorio, alcobas y, por primera vez, dispon�a de cocina y cuarto de ba�o. Su primer trabajo lo realiz� durante 45 d�as frente a la costa de California, Estados Unidos a 60 metros de profundidad por tres grupos, cada uno formado por 10 cient�ficos y t�cnicos que trabajaban turnos de 15 d�as. Su principal objetivo era realizar investigaciones de car�cter biol�gico, adem�s de probar nuevos materiales e instrumentos. Tambi�n se plantearon experimentos fisiol�gicos y psicol�gicos con el personal.

En el desarrollo de las estaciones submarinas, se busca que los buzos puedan pasar cada vez m�s tiempo bajo el agua. En el programa Tektite I, realizado frente a la isla de Saint John, en el Caribe, en 1969, cuatro investigadores pasaron 59 d�as en una vivienda-laboratorio submarina formada por dos torres de dos picos cada una. Un a�o despu�s se llev� a cabo un segundo experimento en el Tektite con 17 grupos diferentes de buceadores, entre los que figuraban cinco mujeres; trabajaron en sus programas de investigaci�n a una profundidad de 30 metros y, al mismo tiempo, fueron estudiadas su propias reacciones. Investigadores submarinos de otros pa�ses como Rusia, Checoslovaquia y Alemania tambi�n han realizado estudios para establecer estaciones submarinas en el fondo del oc�ano, con objetivos muy similares a los de los franceses y norteamericanos.

Los sovi�ticos colocaron una estaci�n a 11 metros de profundidad en el Mar Negro; los checoslovacos experimentan con estaciones submarinas de varios tipos, desde uno hasta varios pisos; y los alemanes construyeron la estaci�n Helgoland, en donde realizaron estudios a una profundidad de 23 metros.

Los cient�ficos marinos est�n convencidos de que la vida en los campamentos submarinos ser� m�s f�cil cuando se cuente con la informaci�n sobre la capacidad de adaptaci�n del ser humano a las condiciones de vida en las profundidades, y sobre su capacidad de trabajo en esas circunstancias.

Los investigadores, adaptados en sus viviendas subamarinas y protegidos de los peligros del exterior, podr�n desarrollar una gran capacidad de trabajo, inimaginable hasta hace poco tiempo, para seguir resolviendo inc�gnitas sobre el funcionamiento de los equipos, las t�cnicas de trabajo submarino, la eficiencia de las mezclas respiratorias y los trajes de buceo aut�nomo, los sistemas de comunicaci�n, etc�tera.

Tras los resultados obtenidos con los experimentos orientados a colocar estaciones submarinas, ya no resultan tan inalcanzables los proyectos y predicciones sobre la colonizaci�n del fondo marino. Desde el a�o de 1950, cuando se iniciaron estos proyectos, la permanencia de los cient�ficos y buceadores en estas estaciones submarinas se ha podido prolongar cada vez m�s. Los primeros hombres s�lo estuvieron 24 horas en el fondo marino, mientras que los actuales ya pueden permanecer durante varios meses.

Las estaciones submarinas han cambiado en su dise�o. Las primeras fueron en forma de sombrilla, despu�s cil�ndricas y en la actualidad, presentan el aspecto de una "vivienda moderna" construida en varios pisos, aprovechando al m�ximo el espacio disponible. Adem�s de los aparatos cient�ficos instalados, cuenta con cocina, cuarto de ba�o, literas, libreros, escritorios, equipo de sonido, televisi�n, etc�tera, todo ingeniosamente acomodado para ocupar el m�nimo espacio.

En su mayor�a las estaciones submarinas han estado dirigidas al servicio exclusivo de la investigaci�n; sin embargo, se ha pensado ya en construir estaciones y bases submarinas que deber�n realizar diversas funciones en el fondo del oc�ano, entre otras, el turismo.

El r�pido desarrollo logrado por la t�cnica submarina en el curso de los �ltimos a�os se acelerar� todav�a m�s en el futuro. S�lo resta esperar que el "vivir bajo el agua tenga �nicamente fines cient�ficos y pr�cticos en beneficio de la humanidad.

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