XII. LA EXPLORACI�N SUBMARINA EN LA B�SQUEDA DE TESOROS Y PIEZAS ARQUEOL�GICAS

DESDE hace muchos a�os, la b�squeda de tesoros submarinos es una actividad que ha cautivado la mente del hombre, y es originada al considerar que el fondo del mar est� sembrado de tesoros: galeones hundidos cargados de plata, cofres con lingotes de oro, guardados por monstruos gigantescos, y que pueden hacer rico en un solo momento a quien se aventure en esta empresa. La literatura de ficci�n ha manejado desde hace mucho tiempo esta idea y, recientemente, el cine y la televisi�n la han hecho crecer en la mente humana.

Adem�s, algunos investigadores han calculado que una cuarta parte de todo el oro y la plata extra�dos de la tierra ha ido a parar al fondo de los mares, donde espera ser rescatado. Esto se basa en que centenares de barcos, cargados de oro y plata, naufragaron durante los cinco �ltimos siglos a consecuencia de ciclones, tormentas o combates. Los mismos investigadores tambi�n han calculado que esas riquezas suman en total 170 000 millones de d�lares, lo que ha llamado poderosamente la atenci�n del hombre para iniciar grandes aventuras de exploraci�n submarina en busca de esa fortuna.

Sin embargo, aunque existen numerosas embarcaciones sumergidas, no contienen riquezas tan fabulosas como se ha cre�do, y a pesar de que el hallazgo de un tesoro es posible, constituye una excepci�n. Por otra parte, hay que tomar en cuenta que la recuperaci�n de un tesoro del fondo oce�nico cuesta muchos millones de pesos.

Entre los tesoros formados por monedas de oro y joyas, es famoso el del rico gale�n portugu�s Florencia, barco de gran tama�o que desplazaba 961 toneladas y llevaba a bordo 400 soldados, 52 ca�ones, adem�s de 100 tripulantes. Transportaba un formidable tesoro cuando fue atacado por piratas y hundido a 20 metros de profundidad, a la altura de la peque�a isla de Mull, al oeste de Escocia. En el siglo XVI se trat� de rescatarlo, pero las t�cnicas de buceo y aquella profundidad resultaron insuperables. En el a�o de 1730 se inici� el rescate; se sumergi� una campana con varios buzos, quienes recuperaron algunas monedas de oro y un ca��n de bronce de tres metros de longitud. Durante todo el siglo XIX se hicieron nuevos intentos para recuperar m�s piezas del tesoro, usando ya las primeras escafandras para buzo, que entonces se inventaron.

Despu�s de haber sido cubierto por una gran capa de arena, en 1902 se localiz� exactamente el lugar donde se encontraba la mayor carga del Florencia, y se determin� la profundidad; esto permiti�, no sin grandes esfuerzos, rescatar otro ca��n de bronce, todav�a cargado con una bala, numerosos sables y mosquetones. En cuanto a las grandes riquezas en oro y joyas, no se encontr� m�s que un anillo y 50 monedas de oro, a pesar de que se estima que la embarcaci�n transportaba 30 millones de ducados. El �ltimo intento por rescatar este tesoro se realiz� en 1950, y los buceadores s�lo encontraron restos de madera, vajilla, esqueletos humanos y de animales.

Durante la �poca del descubrimiento de Am�rica fueron transportadas desde el Nuevo Continente hasta Europa, principalmente a Espa�a, miles de toneladas de plata y cientos de oro; se calcula que, entre los a�os de 1530 y 1560, solamente la ciudad de Sevilla recibi�, por mar, 101 toneladas de oro y 567 de plata. Muchos de los galeones espa�oles terminaron su existencia sobre los fondos madrep�ricos, guardando, probablemente, fabulosas riquezas; sin embargo, ha sido dif�cil localizarlos, ya que despu�s de permanecer siglos en el fondo de las aguas suelen confundirse f�cilmente con el paisaje submarino y, adem�s, como la madera se pudre y es cubierta por la arena y el limo, se disimulan todav�a m�s. Por esto, numerosos tesoros no han vuelto a ser recuperados.

Uno de los m�s famosos naufragios fue el de 1601. Durante una tempestad con r�fagas de vientos del norte, 14 galeones y m�s de 1 000 hombres desaparecieron en el mar, frente a la entrada de Veracruz, junto con dos millones de ducados en metales preciosos.

Estos tesoros de la �poca del descubrimiento de Am�rica han sido muy buscados, con escaso �xito, por infinidad de aventureros. Entre las exploraciones que lograron su objetivo se puede contar la que en 1867 realiz� William Phips en su buque de la Marina Real Brit�nica, que localiz� al barco Nuestra Se�ora de la Concepci�n, hundido en 1 641, 50 millas al norte de Santo Domingo, con uno de los m�s importantes tesoros que se conocen en los anales del mar. Este barco se encontr� sobre el banco coralino de Ambrosia, densamente poblado de arrecifes, y de �l se recuperaron 26 tonadas de oro y plata que fueron llevadas a Londres.

Como hist�ricas huellas del tr�fico comercial que se realiz� entre el Nuevo Continente y las distantes costas de Espa�a, Inglaterra y Holanda, quedaron el hundimiento de las embarcaciones en los arrecifes que se encuentran frente a la pen�nsula de Yucat�n, como el de Alacranes y el de Chinchorro, que tienen m�s de 100 metros de largo y unos 25 de ancho. En los rescates submarinos se han recuperado infinidad de ca�ones, pesadas balas, candelabros, campanas, anclas, grandes vasijas, as� como objetos personales: anteojos, relojes, hebillas, botones, etc�tera, que aportan datos sobre las costumbres y recursos de los siglos XVII y XVIII. Muchas de estas piezas est�n depositadas en los museos de diferentes estados de la Rep�blica Mexicana.

En otros lugares del mundo tambi�n ha sido reportada la existencia de enormes tesoros en los fondos marinos. As�, por ejemplo, el tesoro del Grosvenor, barco hundido en 1783, qued� a s�lo nueve metros de profundidad, de los cuales seis eran de agua y los tres restantes de arena, lo que ocasion� que su recuperaci�n fuera muy dif�cil, pero prometedora, ya que este barco llevaba objetos con valor de 3 000 000 de libras esterlinas.

V�ctima de una gran tempestad, este barco fue a estrellarse contra las rocas, no muy lejos del Cabo de Buena Esperanza, en �frica del Sur. Los trabajos de localizaci�n, primero, y los de rescate, despu�s fueron largos, dif�ciles y costosos, y el �xito; hasta la fecha, ha sido casi nulo.

En los tiempos modernos tambi�n han naufragado embarcaciones que cargaban grandes cantidades de dinero y otros valores que representan, de manera equivalente, el tesoro de los nav�os antiguos. En 1881, el paquebote brit�nico Egypt fue hundido por el rompehielos Seine, que choco con �l en plena niebla y qued� a 120 metros de profundidad. Utilizando escafandras acorazadas capaces de resistir tremendas presiones, fue posible recuperar m�s de un mill�n de libras esterlinas que transportaba el Egypt.

La construcci�n del Titanic se inici� en 1908 en Belfast, obedeciendo a la lucha por el dominio del mar entre Alemania e Inglaterra. Con 45 000 toneladas de desplazamiento era el transatl�ntico m�s lujoso y grande de su tiempo. Mas choc� contra un iceberg en su viaje inaugural y se hundi� en s�lo dos horas y 15 minutos, el 14 de abril de 1912.

Despu�s de 73 a�os de b�squeda, el 2 de septiembre de 1985 fueron encontrados sus restos a cuatro kil�metros de profundidad, a unos 600 kil�metros al sur de Terranova. Al parecer, las cajas fuertes del barco contienen millones de d�lares en oro, diamantes y otras joyas, adem�s de una joya �nica, el libro de Omar Khayyam, recubierto de piedras preciosas y que hoy ser�a invaluable. La expedici�n franco-estadounidense que lo descubri� se ha manifestado por que las Naciones Unidas declaren el lugar monumento submarino internacional y dejen al buque y lo que contiene en donde est�. As�, el Titanic permanece en el mar engrosando los tesoros que esconde celosamente.

Durante las guerras mundiales muchos barcos fueron hundidos. El crucero brit�nico Laurentic, que en 1917 embarc� 40 toneladas de oro y plata para pagar a Estados Unidos partidas de suministros b�licos, fue hundido al norte de Irlanda por un submarino alem�n a 35 metros de profundidad. Durante la posguerra, los ingleses, aplicando t�cnicas modernas, consiguieron recuperar 39 toneladas, estableciendo un r�cord de rescate en toda la larga historia de los tesoros sumergidos.

Otra v�ctima de la guerra fue el Ni�gara, que transportaba, en 1940, un cargamento desde �frica del Sur con destino a Am�rica; fue torpedeado y hundido cerca de las costas de Nueva Zelanda, y qued� a 133 metros de profundidad. A pesar de ello, una parte del oro fue recuperada; se sacaron 555 lingotes —de los 590 que transportaba el buque—, con un valor de m�s de 3 millones de libras esterlinas.

En julio de 1985 hubo un gran hallazgo en Key West, Florida, Estados Unidos: el del gale�n espa�ol Nuestra Se�ora de Atocha, lleno de oro, plata y piedras preciosas extra�dos de las minas de M�xico, Per� y Colombia.

El Atocha naufrag�, junto con ocho galeones, entre el 4 y el 5 de septiembre de 1622 ante la furia de una tormenta huracanada. El valor de su tesoro se calcula en unos 400 millones de d�lares, pero s�lo se encontraron 63 cofres con 250 000 doblones de oro, acu�ados en M�xico en el siglo XVIII. Los de menor valor son de 300 d�lares, y los de mayor de 1 200. De ah� se extrajeron 70 000 d�lares en barras de plata.

Aparte del valor monetario, el descubrimiento del Atocha tiene una gran importancia arqueol�gica, pues seg�n los investigadores, es "un pedacito del siglo XVII en condiciones de poder ser estudiado por cient�ficos del siglo XX".

La exploraci�n submarina para rescatar embarcaciones hundidas no s�lo se ha empe�ado en buscar fabulosos tesoros, sino tambi�n en localizar piezas arqueol�gicas, lo que dio origen a una rama de las ciencias del mar a la que se le llama arqueolog�a submarina.

El gran desarrollo alcanzado por la exploraci�n submarina en la �ltima d�cada, junto con la proliferaci�n de centros y clubes dedicados a las actividades subacu�ticas, ha llevado a la creaci�n de una infraestructura t�cnica y administrativa, cuyo mejor representante es la Confederaci�n Mundial de Actividades Submarinas. Estas organizaciones realizan investigaciones cuyos resultados son presentados en congresos internacionales. En el que se llev� a cabo en Cannes, por ejemplo, se declar� como una rama de las ciencias del mar a la arqueolog�a submarina.

Cientos de trabajos de investigaci�n en arqueolog�a subacu�tica se realizan en los oc�anos del planeta. En aqu�llos, las t�cnicas utilizadas generalmente desarrollan los siguientes pasos: trabajo de planificaci�n y topograf�a, debido a la imperiosa necesidad de establecer un plano del fondo, con el fin de tener as� una visi�n de conjunto, con todos sus detalles; situaci�n del yacimiento, para poder llegar al mismo lugar en donde se encuentran las piezas arqueol�gicas o la embarcaci�n hundida en diferentes tiempos; determinar el sistema de excavaci�n, que difiere seg�n el material que recubre los restos; y, por �ltimo, la recuperaci�n, que generalmente se hace en varios a�os, realizando distintas inmersiones.

En los �ltimos a�os, la arqueolog�a ha logrado avances sorprendentes en lo que se refiere a m�todos y t�cnicas; por ejemplo, el que se utiliza a base de carbono 14, para determinar la cronolog�a de las piezas encontradas.

Con estas t�cnicas se ha iniciado una nueva era de investigaci�n submarina, pues se cre�a que despu�s de los descubrimientos realizados en Creta, a principios del siglo, por Arthur John Evans, y los m�s modernos en Mohenjo-Daro y Yucat�n, parec�a ya que muy poca cosa quedaba por descubrir. Pero ahora, gracias a esta tecnolog�a, la exploraci�n arqueol�gica submarina ofrece un vast�simo campo de actividades.

A principios de este siglo, en 1907, se hicieron los trabajos que pueden ser considerados como el inicio de la arqueolog�a submarina. Un pescador griego de esponjas localiz�, frente a la poblaci�n de Mahdia, en la costa tunecina, a 40 metros de profundidad y 5 kil�metros de la orilla, lo que �l consider� que eran unos ca�ones. El Departamento Mar�timo de Bizerta (T�nez) organiz� la expedici�n para la extracci�n. Se emplearon equipos de buzo de escafandra cl�sica y una gr�a que se instal� sobre una embarcaci�n. Al ser izado a bordo uno de los supuestos ca�ones, y despu�s de quitar las incrustaciones biol�gicas que lo cubr�an, se percataron que se trataba de una columna de m�rmol griega de estilo j�nico.

Los buzos de la expedici�n, despu�s de realizar varias inmersiones, indicaron que el fondo submarino estaba cubierto por seis hileras de columnas, de 10 piezas cada una. El conjunto ocupaba una extensi�n regular de unos 40 metros de longitud por 12 metros de anchura, lo que indicaba la presencia de una antigua nave hundida.

Entre 1908 y 1913 hubo cinco campa�as de excavaci�n en las que intervinieron buzos griegos y la marina francesa, que proporcion� el remolcador Cycople. Se rescataron piezas arqueol�gicas muy importantes, que actualmente se exhiben en seis salas del Museo del Bardo en T�nez. Entre las piezas m�s valiosas est� una de bronce, de 1.40 metros de altura, que representa a Eros vencedor en el tiro al arco, r�plica notable de un original griego del siglo IV.

En 1948, es decir, cuarenta a�os m�s tarde, animado por los extraordinarios resultados de estas investigaciones submarinas, el comandante Cousteau organiz� una expedici�n donde utiliz� el buceo aut�nomo, demostrando las posibilidades de este m�todo de buceo en la exploraci�n arqueol�gica submarina. Fueron recogidos restos de la madera del barco, de 2 000 a�os de antig�edad, recubiertos con un barniz protector de f�rmula desconocida y de color amarillento. Los trabajos y exploraciones de Madhia proporcionaron datos acerca de la investigaci�n antigua y de la construcci�n de barcos.

Otro descubrimiento para la arqueolog�a submarina, de gran inter�s por su antig�edad, fue el de una nave griega que data del siglo III a. C., localizada en 1952 cerca de Marsella. Junto a ella encontraron una extensi�n del fondo oce�nico recubierta de vasijas antiguas que resultaron ser �nforas y platos. En este trabajo se emple� por primera vez la televisi�n submarina, lo que permiti� a los investigadores, c�modamente instalados en el barco, contemplar los trabajos que se hac�an a 30 y 40 metros de profundidad, dando instrucciones a los buzos a trav�s de micr�fonos y altavoces submarinos.

Durante el trabajo, que dur� aproximadamente seis meses, se recuper� la impresionante cantidad de 3 000 �nforas, muchas de las cuales conservan todav�a su tap�n de corcho y el sello de su arca; en una de ellas se encontraron restos de vino. A pesar de los estudios hechos, esta nave guarda a�n muchos de sus secretos y se hacen necesarios nuevos trabajos de exploraci�n submarina para aclararlos.

Uno de los descubrimientos que ha sido estudiado con el m�ximo rigor cient�fico, es el de un campo de �nforas descubierto en el archipi�lago de la Magdalena, en 1958. Ah� se hundi� una nave romana, entre la costa septentrional de Cerde�a y la isla de Spargi, a una profundidad de 18 metros, y se encontr� cubierta de arena y plantas marinas.

Las aguas de ese lugar tienen una visibilidad media de unos 30 metros, lo que permiti� que se aplicaran nuevas t�cnicas de estudio de la arqueolog�a submarina, como el encuadramiento del yacimiento arqueol�gico mediante la utilizaci�n de redes de seis por 10 metros con cuadros de dos por dos; estas redes se colocaron sobre las �nforas y se pudieron marcar los lugares exactos donde se localizaban en el fondo del mar. As�, se pudo reconstruir en el laboratorio las condiciones que tuvieron en el fondo marino.

Se puede decir que la mayor�a de los bronces griegos de los museos europeos provienen del mar, como el busto de Dem�ter, que data del siglo IV a. C., y que fue descubierto en 1950 frente a la isla de Cnido. En 1943, utilizando para la inmersi�n la escafandra aut�noma, se descubri�, en la ensenada de Saint-Gervais, la bell�sima cabeza de marfil de Afrodita, la cual data del siglo I a.C.

En el puerto de Saint-Tropez se localizaron grandes bloques de m�rmol que pesan varias toneladas y estaban a unos cuantos metros de profundidad. Los bloques son de m�rmol de carrara y tienen profundas perforaciones producidas por unos moluscos conocidos con el nombre de d�tiles de mar, que han prestado un gran servicio a la cronolog�a, pues permitieron calcular, mediante la medici�n de estos orificios, la fecha de inmersi�n de los objetos de m�rmol.

No en todos los rescates de tesoros del fondo marino se han logrado sacar piezas aisladas. En el caso del barco sueco Vasa, la recuperaci�n fue total, y actualmente constituye el atractivo principal del Museo Mar�timo de Estocolmo.

Este barco, orgullo de la armada sueca, se hundi� en su primer viaje en 1628. Ten�a 62 metros de eslora, 1 300 toneladas de desplazamiento, 64 ca�ones y permaneci� 300 a�os a 32 metros de profundidad. En 1957 se iniciaron las tareas de rescate. Los buzos excavaron t�neles por debajo de la quilla y a trav�s de ellos hicieron pasar cables de acero, tejiendo una red sobre la que se izar�a el barco y, con la ayuda de flotadores, en 1959 el Vasa pudo salir a la superficie. Inmediatamente empezaron los trabajos de conservaci�n, restauraci�n y recuperaci�n de piezas, algunas de ellas de sumo inter�s hist�rico. Para conservar la nave, se coloc� en un ambiente de alta humedad y, al mismo tiempo, se cubri� con productos qu�micos adecuados, lo que dio como resultado una magn�fica pieza de museo.




Figura 39. Barco Vasa.

La b�squeda de tesoros y de piezas arqueol�gicas cubiertas por las aguas no s�lo se ha llevado a cabo en el mar, sino tambi�n en aguas de lagunas litorales y continentales. Uno de los m�s famosos hallazgos a nivel mundial, tanto por sus resultados como por la aplicaci�n de nuevas t�cnicas para la arqueolog�a submarina, es el del Cenote Sagrado de Chich�n-Itz�, en Yucat�n, M�xico, en donde se usaron las mismas t�cnicas de exploraci�n submarina que en el mar para descubrir sus ricos tesoros arqueol�gicos. La primera campa�a se inici� en 1904 y dur� hasta 1911. En el cenote se recuperaron piezas de jade y de oro valuadas en 2 000 000 de d�lares. Por otra parte, se publicaron varios trabajos cient�ficos que demostraron que los mayas ten�an relaciones con los aztecas, habitantes del valle de M�xico, y con otros pueblos de Am�rica Central y de Colombia.

En 1954, el Instituto Nacional de Antropolog�a e Historia y el Club de Exploraciones y Deportes Acu�ticos de M�xico realizaron una serie de trabajos utilizando la escafandra aut�noma, pero estas exploraciones fracasaron por la falta de visibilidad que presentaban las aguas del cenote, ya que no se contaba entonces con medios de iluminaci�n subacu�tica.

En 1962 se insisti� en los trabajos de exploraci�n; se utiliz� para ello una bomba de succi�n con la que se pudieron recuperar centenares de obras de arte durante los cuatro meses que dur� la expedici�n. En 1967, adem�s de la bomba, se emplearon t�cnicas para purificar y aclarar el agua del cenote y, as�, los buzos y arque�logos pudieron extraer grandes cantidades de piedras esculpidas: aparecieron varios jaguares art�sticamente labrados en piedra, tres grandes serpientes, un �dolo entero y fragmentos de otros, as� como muchas piezas de bronce, oro, plata, jade, coral, cristal de roca, etc�tera.





Figura 40. Cenote de Chich�n-Itza, Yucat�n, M�x.

El descubrimiento de todas estas riquezas, a las que se calcula una antig�edad de 1 200 a�os, ha significado una victoria para la arqueolog�a subacu�tica, y las piezas recuperadas han enriquecido, a�n m�s, los museos de M�xico, como es el caso del Museo de Antropolog�a e Historia, considerado como uno de los m�s bellos del mundo. Sin embargo, se calcula que todav�a falta mucho por descubrir en el cenote.

A pesar de que tiene mucho de ficci�n, la b�squeda de tesoros por los mares del mundo es importante porque ha permitido perfeccionar las t�cnicas en la exploraci�n para localizar verdaderas riquezas en el mar, como son todos los datos que, de la historia de la humanidad, aporta la arqueolog�a submarina. Si el Mediterr�neo es el mar de los restos cl�sicos romanos y griegos, el Atl�ntico lo es de las nuevas culturas. Siempre seguir� el inter�s, tanto cient�fico como de aventura, para buscar en el fondo de los oc�anos esa fabulosa riqueza arqueol�gica, que representa el incremento de la cultura del hombre.

�ndiceAnteriorPrevioSiguiente