I. BOSQUEJO HIST�RICO
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en d�a es com�n pensar que en el complejo proceso de creaci�n, asimilaci�n y aplicaci�n del conocimiento cient�fico, la tecnolog�a es la �ltima etapa que emana de la investigaci�n cient�fica. Si bien es cierto que existe una complicada interrelaci�n entre la ciencia y la tecnolog�a, al grado que es dif�cil pensar que �sta �ltima sea ajena al quehacer cient�fico, no siempre fue as�. Cierto es que por ejemplo las comunicaciones, al�mbricas e inal�mbricas, surgen de la comprensi�n del comportamiento del campo electromagn�tico a trav�s de los estudios de Faraday, Maxwell y Hertz en la segunda mitad del siglo pasado. As�, una tecnolog�a eman� de los resultados de la investigaci�n cient�fica. Pero en el caso de los dispositivos que transforman energ�a y en particular energ�a t�rmica en trabajo mec�nico, la situaci�n fue completamente la opuesta. Estos �ltimos dispositivos, que ahora llamaremos m�quinas t�rmicas se desarrollaron desde su forma m�s incipiente, en el sigloXVIII
, hasta pr�cticamente la forma en que las conocemos hoy en d�a, lo que ocurri� ya hacia mediados del sigloXIX
, sin que hubiese existido la menor comprensi�n sobre las causas te�ricas, esto es, la explicaci�n cient�fica de su funcionamiento. Hagamos pues un poco de historia.La primera m�quina t�rmica de que tenemos evidencia escrita fue descubierta por Hero de Alejandr�a ( ~ 130 a.C.) y llamada la aeolipila. Es una turbina de vapor primitiva que consiste de un globo hueco soportado por un pivote de manera que pueda girar alrededor de un par de mu�ones, uno de ellos hueco. Por dicho mu��n se puede inyectar vapor de agua, el cual escapa del globo hacia el exterior por dos tubos doblados y orientados tangencialmente en direcciones opuestas y colocados en los extremos del di�metro perpendicular al eje del globo. Al ser expelido el vapor, el globo reacciona a esta fuerza y gira alrededor de su eje.
En la misma obra de Hero se describe tambi�n el primer prototipo de una m�quina de presi�n, que despu�s fue motivo de varios estudios por Matthesuis en Alemania en l57l, de Caus en Francia en 1615 y en Italia por Ramelli en 1588, della Porta en 1601 y Branca en 1629. Posteriormente, en 1663, Edward Somerset, el segundo marqu�s de Worcester, en su obra Un siglo de invenciones describe un m�todo para elevar un volumen de agua usando vapor. Su descripci�n es obscura y carece de dibujos; y subsiste la duda de si construy� o no la m�quina. No fue sino hasta los a�os de 1698 a 1725 cuando la idea de Somerset fue puesta en pr�ctica y utilizada para satisfacer diversas necesidades. En 1698 Thomas Savery obtuvo una patente para una m�quina utilizada para elevar cantidades considerables de agua. Su funcionamiento consist�a esencialmente en inyectar vapor a un recipiente lleno de agua hasta vaciar su contenido por un tubo vertical a trav�s de una v�lvula de seguridad. Cuando el recipiente se vac�a cesa el suministro de vapor y el vapor contenido se condensa por medio de un chorro de agua fr�a que cae sobre las paredes exteriores de dicho recipiente y que proviene de una cisterna colocada en su parte superior. Esto produce un vac�o y permite que otro tubo, controlado por otra v�lvula de seguridad, aspire agua del pozo distribuidor a cualquiera que sea la fuente. Entre tanto, una operaci�n paralela se lleva a cabo en otro recipiente semejante al primero. El vapor se suministra de un horno que consiste de una caldera principal que tiene una alimentaci�n continua de agua caliente la cual proviene de otro horno que calienta agua fr�a por el fuego encendido en su hoguera. Los niveles de agua en las calderas se controlan por sendas v�lvulas de presi�n.
Esta m�quina, que puede considerarse como la primera m�quina de vapor, encontr� un uso considerable en la extracci�n de agua de las minas de carb�n y en la distribuci�n de agua para casas habitaci�n y peque�as comunidades. Esta m�quina fue subsecuentemente modificada de diversas maneras, todas ellas destinadas a mejorar la cantidad de agua y la altura a que �sta pod�a elevarse, ya que estas caracter�sticas estaban limitadas por la presi�n que pod�an soportar las calderas. Ya en 1690 Denis Papin hab�a sugerido que la condensaci�n de vapor se deber�a usar para producir un vac�o debajo de un pist�n que previamente se hab�a elevado por la acci�n del vapor. �sta fue la primera versi�n de una m�quina de vapor usando un cilindro y un pist�n. En 1705 Thomas Newcomen y John Cawley, su asistente, mejoraron la operaci�n del pist�n al forzar su ca�da por acci�n de la presi�n atmosf�rica. Al hacerlo produc�a trabajo mec�nico sobre una bomba que introduc�a el agua por bombear. Despu�s de varios ajustes t�cnicos estas m�quinas fueron producidas en gran tama�o y en serie por John Smeaton hasta que en 1770 fueron superadas por las innovaciones debidas a James Watt. (Figs. 1)
Figura 1a. Figura esquem�tica de una m�quina o planta de vapor. El agua es bombeada a un calentador donde hierve y se evapora al aumentar la presi�n del cilindro para empujar al pist�n hasta enfriarse a la temperatura y presi�n del condensador en el cual condensa y vuelve a ser bombeada para completar el ciclo.
Figura 1b. Diagrama simplificado de una locomotora de vapor mostrando el principio b�sico utilizado.
En 1763 este notable fabricante de instrumentos escoc�s, al reparar una de las m�quinas de Newcomen se sorprendi� de ver el enorme desperdicio de vapor que ocurr�a durante el proceso de calentamiento y enfriamiento del cilindro, dentro del cual operaba el pist�n. El remedio, en sus propias palabras, consistir�a en mantener al cilindro tan caliente como el vapor de entrada. Despu�s de seis a�os sus experimentos lo llevaron a patentar, en 1769, una m�quina que superaba a las de su antecesor por su mayor rapidez en la carrera del pist�n y por ser mucho m�s econ�mica en cuanto al consumo de combustible, sin embargo estaba reducida al bombeo y adolec�a de otras limitaciones t�cnicas. La forma en que estas limitaciones fueron superadas queda fuera de contexto, pero vale la pena subrayar que el propio Watt en 1781 ide� la forma de usar la m�quina para hacer girar un eje y por lo tanto, abrir sus aplicaciones a muchos otros usos adem�s del bombeo. En manos de inventores notables como Trevitchik y Woolf en Inglaterra, Evans en los
EUA
, Cugnot en Francia y otros, esta m�quina lleg� a un estado de perfecci�n tal que en 1829 George Stephenson fue el primero en adaptarla a una locomotora esencialmente en la misma forma usada por las m�s pesadas locomotoras actuales. Tambi�n, en 1802 fue usada por vez primera por W. Symington para navegar el remolque Charlotte Dundas. Posteriormente, en 1807, el norteamericano Robert Fulton hizo navegar un barco en el r�o Hudson con m�quinas de vapor dise�adas por Boulton y Watt.Entre esos a�os y las postrimer�as del siglo pasado, con mejoras en el dise�o y la construcci�n, la m�quina de vapor se transform� en la m�quina habitual para la navegaci�n marina logr�ndose alcanzar presiones de vapor muy altas y velocidades de pist�n considerables. Con la invenci�n de la turbina de vapor la navegaci�n marina adquiri� su m�ximo grado de desarrollo, s�lo superado posteriormente por el advenimiento de los combustibles nucleares. En la turbina de vapor, desarrollada por Parsons en 1884 y perfeccionada por Laval en 1889, la presi�n del vapor se utiliza para poner directamente al fluido en movimiento y no al pist�n.
En todo este proceso de invenciones e innovaciones los inventores dif�cilmente tuvieron una teor�a, como la electromagn�tica en el caso de la radio, que les guiara en su camino. Los term�metros producto de la obra de Gabriel Fahrenheit en 1717, eran reproducibles con un alto grado de precisi�n y surgieron de la necesidad de subsistir con un instrumento m�s preciso las sensaciones de fr�o y caliente que al tacto son dif�ciles de cuantificar. De hecho, mucho antes de su construcci�n, cient�ficos como Leonardo da Vinci, Galileo y otros sab�an que al contacto con un tercer cuerpo, usualmente el aire, dos o m�s cuerpos en contacto con �l "se mezclaban de una manera apropiada" hasta alcanzar una misma "condici�n". De ah� la palabra temperatura que proviene del lat�n temperare que significa "mezclar apropiadamente" o templar. Pero para nadie era claro qu� mecanismo estaba impl�cito en ese mezclado.
En 1620, sir Francis Bacon en su c�lebre obra Novum Organum propuso un m�todo para estudiar e interpretar la naturaleza y eligi� la naturaleza del calor para ilustrarlo. El m�todo consiste de tres pasos: el primero, listar todas las "instancias asociadas a la naturaleza" que se desea investigar; el segundo es una revisi�n cr�tica de la lista y el tercero un proceso de inducci�n para formular la interpretaci�n fundamental del fen�meno. Aplicada al calor es ilustrativo, pues pone de relieve las ideas que al respecto prevalec�an en ese entonces: la forma o verdadera definici�n de calor es como sigue: calor es un movimiento, expansivo, restringido y actuando en su contienda sobre las part�culas m�s peque�as de los cuerpos.
Aunque se realizaron muchos esfuerzos para explicar los procesos que se pensaban ocurr�an al experimentar con la ayuda de term�metros, fue Joseph Black un m�dico y qu�mico escoc�s, quien a mediados del siglo
XVIII
aclar� la distinci�n entre calor y temperatura. En sus Lecciones sobre los elementos de la qu�mica, publicada p�stumamente en 1803 y editada por su alumno y colega John Robison, Black distingue con toda precisi�n la diferencia entre calor y temperatura e introduce por primera vez los conceptos de calor espec�fico y calor latente. De esta obra vale la pena citar al pie de la letra:
En t�rminos contempor�neos no s�lo apunta Black al hecho de que calor y temperatura son dos conceptos estrictamente diferentes, sino que adem�s apunta al bien conocido hecho de que los calores espec�ficos de substancias diferentes, son diferentes. De sus experimentos al mezclar agua y mercurio a diferentes temperaturas iniciales cita:
Se pone de manifiesto que la cantidad de calor requerida para hacer 2 vol�menes de agua m�s caliente, digamos por 25 grados, es suficiente para hacer a 3 vol�menes de mercurio m�s calientes por el mismo n�mero de grados. Esto es, el mercurio tiene una menor capacidad para el calor1 (si se me permite usar la expresi�n) que el agua...
Sobre los calores latentes sus observaciones fueron no menos agudas. Citamos: "La opini�n que me he formado de una observaci�n minuciosa de los hechos y fen�menos es como sigue: Cuando el hielo u otra sustancia s�lida se funde, soy de la opini�n que recibe una cantidad de calor mayor que la perceptible a trav�s del term�metro inmediatamente despu�s de la fusi�n... Este calor debe agregarse para darle la forma de un l�quido; cuando congelamos un l�quido, este emite una gran cantidad de calor... En los procesos ordinarios de la congelaci�n del agua, la extracci�n y surgimiento de calor latente, si se me permite usar el t�rmino, se lleva a cabo por etapas diminutas... que muchos pueden encontrarse dif�ciles de comprender..."
Pero hasta el momento nada se ha dicho sobre la naturaleza misma del calor. En 1783 el famoso qu�mico Henry Cavendish al referirse al fr�o generado por la fusi�n del hielo y el calor producido por la congelaci�n de agua observ�:
El texto de Cavendish no s�lo arroja luz sobre las controversias existentes en aquella �poca acerca de la naturaleza del calor, sino que adem�s exhibe claramente la idea que el gran Newton ten�a sobre el calor, muy cercana a la interpretaci�n moderna basada en la teor�a molecular de la materia. �Y Black mismo? Aunque mucho se dice que �l nunca sostuvo con convicci�n una teor�a espec�fica sobre el calor , sus escritos muestran que estaba consciente de la pol�mica acerca de la naturaleza del calor. Dicha pol�mica originada desde el tiempo de los griegos y suscrita por Robert Boyle en su obra Ensayos sobre efluvios suger�a que el calor era una substancia material que se comportaba como un fluido el�stico, sutil, que llenaba todos los cuerpos y cuya densidad aumentaba con la temperatura.
Este fluido se conceb�a como formado part�culas que se repelen entre s� pero son atra�das a las part�culas de materia ordinaria. Cada part�cula de materia est� entonces rodeada de una atm�sfera de cal�rico de manera que dos part�culas materiales se repelen entre s� a cortas distancias, aunque a distancias grandes la atm�sfera se aten�a y predomina la fuerza atractiva de la gravedad; as� existe un punto de equilibrio intermedio en el cual la fuerza neta es cero. Si la temperatura aumenta y se agrega fluido a la sustancia, el punto de equilibrio se desplaza hacia el exterior aumentando la distancia promedio entre las part�culas y produciendo as� una expansi�n del cuerpo. Bajo una compresi�n el fluido se comprime y aparece en la superficie como calor emitido. Esta teor�a aunque opuesta al concepto de movimiento propuesto por Bacon y sostenido por Newton y otros fil�sofos ingleses, lleg� a tener una aceptaci�n general al grado que en 1787 el c�lebre qu�mico Lavoisier y otros cient�ficos franceses, al hacer una revisi�n de la terminolog�a qu�mica, llamaron a este fluido el "cal�rico".
Antes de volver a nuestra pregunta inicial acerca de la teor�a inexistente sobre el funcionamiento de las m�quinas t�rmicas conviene mencionar algunas an�cdotas adicionales.
De acuerdo con la teor�a de Black cuando un cuerpo se lic�a o se congela (solidifica) el calor latente emitido o absorbido resultaba de la combinaci�n de una cantidad definida del cal�rico con cada part�cula material de la sustancia en cuesti�n. Al concebir al calor como el cal�rico surgi� de manera natural la pregunta acerca de como medir su peso. Esta cuesti�n fue abordada por Benjamin Thomson, m�s tarde el conde Rumford, en 1798 y en 1799 por el notable qu�mico H. Davy. Despu�s de una serie de experimentos que m�s tarde se reconocieron como una evidencia clara para desechar la existencia del cal�rico, concluyeron que el peso de dicho fluido nunca podr�a determinarse.
En su �poca, estos experimentos no se estimaron como objeciones serias a la teor�a del cal�rico porque sus ejecutantes, Davy y Rumford, no propusieron una teor�a alternativa coherente; no explicaron c�mo si el calor es movimiento de part�culas (mol�culas) puede transferirse de una substancia a otra. Por otra parte, el calor radiante se usaba en todas sus manifestaciones como un fuerte apoyo a la teor�a del cal�rico: como el calor pod�a atravesar el vac�o sin provocar ning�n movimiento de materia, deb�a ser una substancia y no una propiedad de la materia.
No obstante estas controversias, no exist�a evidencia conclusiva y contundente para descartar la teor�a del cal�rico, hasta que a fines del siglo
XVIII
el conde Rumford, que fung�a entonces como superintendente del arsenal de M�nich, percibi� una cantidad de calor muy considerable que se produc�a al horadar un ca��n y el calor a�n mas intenso de las astillas met�licas que se produc�an en dicha operaci�n. Citando su propio texto publicado en 1798:
Inspirado en estas ideas, Rumford decidi� llevar a cabo varios experimentos para responder a estas cuestiones. Construy� un cilindro de bronce que pudiera ajustarse a un taladro de acero filoso. Este taladro se forzaba en contra de la parte inferior del cilindro y al cilindro se le hac�a girar sobre su eje por medio de una m�quina taladradora operada con caballos. En su experimento m�s espectacular todo el cilindro y el taladro se pon�an dentro de una caja herm�tica llena con agua inicialmente a una temperatura normal (18� C) y la m�quina se pon�a en movimiento. El cilindro se hacia girar a 32 vueltas por minuto. Al poco tiempo de operar. Rumford percibi� un calentamiento del cilindro y del agua. Citando. "Al cabo de una hora encontr�, introduciendo un term�metro en el agua, que su temperatura hab�a aumentado no menos de 9� C y al cabo de dos horas con 20 minutos era de 94� C, y a las dos horas y media �el agua herv�a! Ser�a dif�cil describir la sorpresa y aturdimiento reflejado en el semblante de los espectadores al ver una cantidad de agua fr�a, calentarse y hervir, sin nunca haber encendido un fuego."
De estos experimentos, Rumford concluy� que la fuente generada por la fricci�n es inagotable y se�al� que cualquier cosa que uno o varios cuerpos puedan generar sin l�mite alguno no puede ser substancia material.
Por consiguiente, de los experimentos realizados es dif�cil, si no imposible, identificar al calor generado con otra cosa que no sea el movimiento. Aunque el efecto de estos experimentos fue debilitar seriamente las bases en que se sustentaba la teor�a del cal�rico, tuvieron que pasar otros cincuenta a�os antes de que estos puntos de vista fueran totalmente aceptados.
La discusi�n anterior exhibe con cierto detalle el escenario en que evolucion� la tecnolog�a de las m�quinas t�rmicas, en la medida, como dijimos antes, de tener a la mano una teor�a que guiara su desarrollo. En efecto, tal teor�a, hasta 1840 no existi� y la evoluci�n de la tecnolog�a fue casi emp�rica.
La primera persona que plante� la interrogante esencial del problema, a saber, conocer el principio o los principios que rigen el funcionamiento de estas m�quinas, fue el brillante ingeniero franc�s N. Sadi Carnot (1796-1832). En 1824 public� su famosa memoria Reflexiones sobre la potencia motriz del calor y sobre las m�quinas apropiadas para desarrollar esta potencia, en donde se dedic� a razonar sobre la pregunta general de c�mo producir trabajo mec�nico (potencia motriz) a partir de fuentes que producen calor. Citamos de su obra:
Es realmente a partir de estas ideas de las cuales surgi� toda la teor�a moderna de las m�quinas t�rmicas y, como veremos m�s adelante, se lleg� a la formulaci�n del no siempre muy claro segundo principio de la termost�tica. Pero volvamos con Carnot para comprende mejor sus ideas concebidas todav�a durante la �poca en que la teor�a del cal�rico era, inclusive para �l mismo, muy aceptada. El punto clave consiste en reconocer que una m�quina t�rmica (o de vapor ) requiere de una diferencia de temperaturas para poder operar. Citamos:
En otras palabras, cuando la m�quina opera entre dos cuerpos y extrae de calor del m�s caliente, cede una cantidad de calor al cuerpo m�s fr�o hasta igualar las temperaturas de ambos, esto es, hasta restaurar el equilibrio t�rmico. M�s a�n, se�ala que cuando la restauraci�n del equilibrio ocurre sin producir trabajo, �ste debe considerarse como una p�rdida real (Fig. 2). En el lenguaje m�s moderno dir�amos que a diferencias de temperatura entre dos o m�s cuerpos tienden a desaparecer espont�neamente al fluir el calor de los m�s calientes a los m�s fr�os sin producir trabajo �til.
Figura 2. Una m�quina t�rmica extrae / Q2 / unidades de calor de una fuente a temperatura T2 y desecha una cantidad menor - / Q1 / a la fuente fr�a. �sta, usualmente el medio ambiente, se encuentra a una temperatura T1 menor que T2. Por la conservaci�n de la energ�a, el trabajo neto realizado por la m�quina, si �sta es ideal (no hay fricci�n) es - W = / Q2 / - / Q1 /
De aqu� entonces se le ocurre a Carnot pensar que una m�quina t�rmica eficiente debe dise�arse de manera que no existan flujos de calor desaprovechables durante su operaci�n. Para ello se le ocurre idear un proceso c�clico en el cual s�lo aparecen la fuente t�rmica de la cual la m�quina extrae calor para operar y la fuente fr�a a la cual se le suministra el calor no aprovechable. Citamos:
1) Ponemos en contacto al cuerpo A con el aire encerrado en el espacio abcd a trav�s de una de sus caras, ab digamos, que suponemos conduce calor f�cilmente. A trav�s de este contacto el aire alcanza la misma temperatura que la del cuerpo A; cd es la posici�n presente del pist�n.
Figura 3. Diagrama de la M�quina de Carnot (seg�n Carnot)
2) El pist�n se eleva gradualmente hasta tomar la posici�n ef. Se mantiene el contacto con el cuerpo A y el aire, el cual por lo tanto se mantiene a una temperatura constante durante la expansi�n. El cuerpo A suministrar� calor necesario para mantener dicha temperatura constante.
3) El cuerpo A se retira de manera que el aire no est� ya en contacto con cualquier cuerpo que pueda suministrar calor: el pist�n, sin embargo, contin�a movi�ndose y pasa de la posici�n ef hasta la posici�n gh. El gas se expande sin recibir calor y su temperatura disminuye. Imaginemos que disminuye en esta forma hasta que alcanza un valor igual a la temperatura del cuerpo B. En este punto el pist�n se para y ocupa la posici�n gh.
4) El aire se pone en contacto con el cuerpo B; se comprime por el regreso del pist�n a medida que se mueve de la posici�n gh a la posici�n cd. No obstante, el aire se mantiene a una temperatura constante por su contacto con el cuerpo B al cual le cede su calor.
5) Se retira el cuerpo B y continuamos la compresi�n del aire el cual, ahora aislado, aumenta su temperatura. La compresi�n se contin�a hasta que el aire alcance la temperatura del cuerpo A. Durante este proceso el pist�n pasa de la posici�n cd a la posici�n ik.
6) El aire se pone de nuevo en contacto con el cuerpo A; el pist�n regresa de la posici�n ik a la posici�n ef; la temperatura permanece constante.
7) La operaci�n descrita en 3) se repite y sucesivamente 4,5,6,3,4,5,6,3,4,5,... y as� sucesivamente.
Sobre este proceso c�clico Carnot hace ver que la substancia operante (el aire) realiza una cantidad de trabajo neta y adem�s que este trabajo se produce de la manera m�s ventajosa posible. Los dos procesos 3 y 5 en que el aire est� aislado cambian su temperatura sin remover o ceder calor. En esta forma el aire siempre se pone a la temperatura deseada, la del cuerpo A y B respectivamente, antes de ponerlo en contacto con ellos; se elimina pues cualquier flujo de calor espurio entre cuerpos a diferentes temperaturas. Tambi�n, hace notar que la secuencia de operaciones arriba descrita puede llevarse a cabo en el sentido opuesto, lo cual implica que al terminar el paso 6) se llevan a cabo las operaciones en el orden 5), 4), 3), 6), 5), 4), etc. En este caso el resultado es el de consumir una cierta cantidad de trabajo igual a la producida en el ciclo inicial y regresar todo el calor del cuerpo B al cuerpo A. Finalmente, Carnot demuestra que no puede concebirse una m�quina t�rmica m�s eficiente operando entre dos temperaturas prescritas que la suya y anuncia una de sus proposiciones fundamentales:
As� se ve�an los procesos subyacentes a las m�quinas t�rmicas, incluyendo las de vapor durante la tercera d�cada del siglo
XIX
. El porqu� no tuvo mayor impacto el trabajo de Carnot, que contiene el reconocimiento claro entre la equivalencia entre calor y trabajo as� como la imposibilidad de construir una m�quina de movimiento perpetuo, principio ahora conocido como la segunda ley de la termodin�mica, fue debido a que sus colegas franceses lo ignoraron por completo. S�lo Emile Clapeyron, un colega de Carnot de la �cole Polyt�chnique, public� un escrito en 1834 mencionando su trabajo. Fue s�lo en Alemania y en Inglaterra que sus ideas fueron apreciadas e incorporadas en la teor�a moderna del calor, y fueron la fuente esencial de donde emanaron las leyes de la termost�tica.
NOTAS
1 El t�rmino calor espec�fico fue introducido en 1781 por el f�sico sueco J. C. Wilcke.