VI. EL 9 DE DICIEMBRE DE 1874

CONFORME se acercaba esta fecha, la tensi�n de nuestros astr�nomos iba en aumento. Las dos secciones de la Comisi�n permanec�an casi todo el tiempo en sus respectivos campamentos, reuni�ndose �nicamente en el restaurante del hotel para comer, intercambiar ideas y precisar cualquier detalle que no hubiera sido tomado en cuenta.

A pesar de los informes que hab�an recibido sobre el buen clima de Yokohama, desde el 23 de noviembre el cielo estaba frecuentemente cubierto en su totalidad por gruesas nubes. Los se�ores D�az Covarrubias y Jim�nez trabajaban febrilmente en sus correspondientes observatorios, esperando el momento en que la capa nubosa se abriese algo, permiti�ndoles observar la Luna o alguna de las estrellas de referencia necesarias para realizar las operaciones preparatorias encaminadas a verificar el correcto funcionamiento de los instrumentos. Ante esos nublados, tem�an perder la observaci�n principal.

Durante el 4 de diciembre comenz� a mejorar la visibilidad, abri�ndose verdaderos hoyos entre las espesas nubes. La temperatura comenz� a bajar, lo que favoreci� que el cielo se fuera despejando; sin embargo:

Las noches eran terribles, los observatorios, siendo de madera, estaban siempre a la par con el term�metro libre; un fr�o intenso contractuaba hasta la flama de las l�mparas y el cron�metro golpeaba armonizando sus golpes con la ca�da de la nieve. La ciencia prohibe las chimeneas cerca de los telescopios y el Sr. D�az, que hac�a las observaciones en Nogue-no-yama, entraba a las cuatro de la ma�ana a su casa japonesa, con manchas moradas en la cara, y su linterna se escapaba de sus manos r�gidas. Lo mismo pasaba en el Bluff; pero all� hab�a fuego en los cuartos, mientras que en Nogue-no-yama, la casa era de cart�n y un brasero hubiera determinado un auto de fe en sus habitantes.

La preocupaci�n que los nublados causaban en nuestros astr�nomos era tan grande que el d�a previo a la ocurrencia del tr�nsito casi no comieron, y fue poco lo que hablaron. Al despedirse para ir a sus observatorios, solamente se dieron un fuerte abrazo, dese�ndose mutuamente que todo saliera bien.

Por la tarde de ese d�a comenz� a despejarse y al amanecer del siguiente, las nubes hab�an desaparecido totalmente, augurando con ello un d�a propicio para el tipo de observaci�n que nuestros compatriotas hab�an ido a realizar en esas remotas tierras.

El gobierno japon�s, siempre dispuesto a hacer todo lo que estuviera a su alcance para asegurar el �xito de las observaciones, desde temprana hora envi� una guardia de polic�a a los dos campamentos astron�micos a fin de evitar que los curiosos pudieran entorpecer el trabajo cient�fico que se estaba llevando a cabo.





Figura 9. Telescopio cenital utilizado por Francisco D�az Covarrubias e instalado en Nogue-no-yama. Archivo de Placas Fotogr�ficas del Instituto de Astronom�a, UNAM.

El car�cter ordenado y respetuoso del pueblo japon�s hac�a del todo innecesaria esa medida, como bien lo hizo notar D�az Covarrubias, quien, en un gesto de agradecimiento por todas las atenciones que se les hab�an brindado en Jap�n, dio instrucciones para que se permitiera la entrada a los observatorios mexicanos a todo aquel que as� lo deseara, con la �nica restricci�n de que los visitantes guardaran absoluto silencio en los momentos de cada una de las fases importantes del evento, las que les ser�an se�aladas con suficiente anticipaci�n.

Por �rdenes del ministro del Exterior, poco antes de las once de la ma�ana se present� en el observatorio de No-gue-no-yama el director de los tel�grafos japoneses para ponerse a disposici�n de Francisco D�az Covarrubias. Adem�s, durante el tiempo que dur� el tr�nsito venusino, fueron suspendidas todas las transmisiones oficiales y privadas en la l�nea telegr�fica que comunicaba ese observatorio con las ciudades de Kobe y Nagasaki, asegur�ndoles as� a los astr�nomos la comunicaci�n inmediata con los campamentos estadounidense y franc�s.

En este tipo de eventos, debido al intenso brillo solar, Venus no es visible antes de que principie el tr�nsito, sino que comienza a proyectarse como una peque�a mancha oscura sobre el disco solar, por lo que la observaci�n del primer contacto exterior del borde del disco luminoso de nuestra estrella con el oscuro del planeta era realmente dif�cil, pues aun cuando te�ricamente se hab�a predicho la hora exacta y el lugar por donde se presentar�a, exist�an diferentes valores de esas predicciones, derivados de distintos datos proporcionados por algunas publicaciones astron�micas de esa �poca.

Todos los observadores estaban conscientes de que cualquier peque�o error que se cometiera al medir los tiempos de cualquiera de las fases importantes del tr�nsito, necesariamente conducir�a a una mala determinaci�n de la paralaje solar, por lo que todos se concentraron en la observaci�n muchos minutos antes del tiempo predicho para el inicio del fen�meno.

A las once y minutos, el tan esperado evento comenz� a ser observado en el campamento de D�az Covarrubias. �ste pidi� al telegrafista que enviara la se�al previamente acordada a los observadores franceses que se hallaban en Nagasaki. En respuesta se les avis� que ah� estaba nublado; sin embargo, hab�a sido posible observar satisfactoriamente el primer contacto.

A partir de ese momento el planeta fue haci�ndose m�s y m�s perceptible avanzando lenta pero continuamente sobre el disco solar, para describir su trayectoria recta sobre �ste. Como la segunda fase del evento ocurrir�a unos veinticinco minuto despu�s, D�az Covarrubias aprovech� el tiempo para dar algunas explicaciones sobre lo que estaba sucediendo, al numeroso p�blico congregado en su observatorio.

Despu�s de haber registrado el inicio del paso en el observatorio del Bluff, Francisco Bulnes se fue al de Nogue-no-yama para informar a D�az Covarrub�as de ello; adem�s le hizo saber que el cielo estaba totalmente despejado sobre Yokohama, lo que seguramente permitir�a el estudio completo del fen�meno en los dos observatorios mexicanos.

Debido a la velocidad a la que Venus gira en torno del Sol y a la posici�n que sobre el disco solar tendr�a la trayectoria de ese planeta en el tr�nsito de 1874, dicho evento durar�a para los observadores del Bluff y de Nogue-no-yama casi cuatro horas. Durante ese tiempo D�az Covarrubias se dedic� a realizar mediciones microm�tricas de los di�metros tanto del Sol como de Venus, as� como a medir las diferencias de declinaci�n entre ellos.

Agust�n Barroso se dedic� a tomar fotograf�as del tr�nsito desde un lugar muy cercano al observatorio de D�az Covarrubias. De las diecisiete fotos que tom�, trece resultaron de muy buena calidad y son las que se muestran en este trabajo.









Figura 10. Secuencia fotogr�fica del tr�nsito de Venus lograda por Agust�n Barroso. Tomado de Viaje de la Comisi�n...

Por su parte, Jim�nez y Fern�ndez Leal tambi�n lograron llevar a cabo algunas mediciones microm�tricas.

Como a lo largo de todo el fen�meno se permiti� el acceso a toda aquella persona que manifestara inter�s por ver el tr�nsito venusino, importantes personalidades fueron atendidas por los astr�nomos mexicanos. Al observatorio de Nogue-no-yama asistieron, entre otros, el ministro de Instrucci�n P�blica, el gobernador de Kanagawa, el secretario de la Embajada de Espa�a, los comandantes de la Marina Japonesa, periodistas extranjeros y japoneses, as� como un gran n�mero de damas inglesas.

El observatorio del Bluff fue visitado por el embajador ruso Struve, quien era uno de los hijos del c�lebre astr�nomo del mismo apellido. Tambi�n asistieron a ese lugar los secretarios de las embajadas de Francia y Per�, altos jefes de la Armada Japonesa, algunos estudiantes del Observatorio Imperial de Tokio, el decano de los astr�nomos japoneses, un anciano de m�s de ochenta a�os de edad, algunos periodistas ingleses y otras personalidades.

Poco antes de que terminara el tr�nsito, los astr�nomos volvieron a concentrarse en su trabajo, pidiendo al p�blico que guardara el m�s absoluto silencio.

Concluidas de la manera m�s satisfactoria las observaciones, D�az Covarrubias se apresur� a enviar un telegrama al presidente mexicano, inform�ndole del total �xito obtenido. Como ya se ha visto, las condiciones pol�ticas en que se form� la Comisi�n Astron�mica Mexicana no fueron del todo favorables a �sta, raz�n por la que D�az Covarrubias se sinti� obligado a tratar de aliviar las presiones que sin duda se ejercer�an sobre el primer mandatario mexicano de no saberse pronto los resultados obtenidos por los comisionados a su cargo.

Tan pronto como qued� libre la l�nea telegr�fica, envi� el siguiente telegrama:

To D. Sebasti�n Lerdo de Tejada, President of the Mexican Republic. Mexico. Complete success in the observations. Please receive my most sincere congratulations.

F. D�az C.

Yokohama, Dec. 9th 1874

Posiblemente extra�e que un mexicano se dirigiera al presidente de M�xico en ingl�s, pero hay que hacer notar que D�az Covarrubias se vio forzado a ello porque en la parte de Asia donde se encontraba, el espa�ol era pr�cticamente desconocido, y para evitar posibles errores en la transmisi�n del mensaje en su largo viaje a M�xico, lo escribi� en ingl�s, idioma ya desde entonces usado corrientemente para toda comunicaci�n oficial o comercial entre pa�ses de diferentes lenguas.

A pesar de lo anterior y de que los telegrafistas japoneses aseguraron a D�az Covarrubias que su mensaje tardar�a cuatro o cinco d�as en llegar a la capital mexicana y otro tanto en que �l recibiera respuesta, no sucedi� así. Dicho telegrama lleg� meses despu�s a manos del presidente mexicano, ya que por un error que nunca se supo d�nde se cometi�, fue enviado a M�xico por el vapor correo de Europa y los Estados Unidos.

Como si las nubes se hubieran enterado de las preocupaciones de los comisionados mexicanos, pocos minutos despu�s de terminada la �ltima fase del tr�nsito se comenz� a nublar y, para la noche, el cielo se encontraba casi totalmente cubierto por espesas nubes.

Al terminar la observaci�n, nuestros astr�nomos hab�an conseguido reunir dos grupos de datos temporales sobre el tr�nsito venusino y dispon�an, adem�s, de varias buenas fotograf�as de ese evento, con lo que en principio se cumpl�a plenamente con la meta que el gobierno de M�xico se hab�a propuesto al enviar la Comisi�n.

Los datos m�s importantes eran los tiempos exactos en los que hab�a ocurrido cada uno de los cuatro contactos entre los discos del Sol y del planeta Venus. Estos datos estuvieron disponibles por la noche del mismo 9 de diciembre. Una vez terminadas las observaciones del tr�nsito, los cinco astr�nomos mexicanos se reunieron en el hotel y se pusieron a intercambiar y corregir los valores obtenidos.

Las correcciones mencionadas deben entenderse como parte normal del proceso de observaci�n y no como una posible alteraci�n de los datos. Las correcciones que nuestros compatriotas se vieron obligados a hacer se debieron a que, como ya se dijo, Venus no es visible antes de que comience el primer contacto exterior de los discos del planeta y el Sol, por lo que cuando el observador ve ese primer contacto, realmente ha ocurrido un poco antes.

Si se tiene cuidado de observar bien el �ltimo contacto; es posible saber por cu�nto hay que corregir el valor del primer contacto.

A continuaci�n se consignan los valores que nuestros astr�nomos obtuvieron:

Fases
Hora media de Nogue-no-yama
Primer contacto exterior 8 de diciembre de 1974 a 23h 04m 07s.0.
Primer contacto interior 8 de diciembre de 1974   23h 29m 24s.6.
Ruptura de ligamento 8 de diciembre de 1974   23h 30m 25s.6.
Formación de ligamento 9 de diciembre de 1974 a 03h 21m 01s.4.
Segundo contacto interior 9 de diciembre de 1974   03h 21m 45s.4.
Segundo contacto exterior 9 de diciembre de 1974   23h 47m 55s.5.
Hora media de Bluff
Primer contacto exterior 8 de diciembre de 1974 a 23h 03m 59s.0.
Primer contacto interior 8 de diciembre de 1974   23h 29m 50s.0.
Ruptura de ligamento 8 de diciembre de 1974   23h 30m 43s.5.
Formación de ligamento 9 de diciembre de 1974 a 03h 21m 20s.9.
Segundo contacto interior 9 de diciembre de 1974   03h 21m 50s.9.
Segundo contacto exterior 9 de diciembre de 1974   23h 48m 04s.5.

Como se puede ver en estos datos, hay una peque�a diferencia entre los valores reportados por el grupo que observ� en Nogue-no-yama y el que observ� en el Bluff. Esa diferencia es precisamente la que permitir�a conocer la paralaje solar, una vez conocida con exactitud la distancia que separaba los dos observatorios.

La informaci�n obtenida podr�a en principio ser analizada por nuestros astr�nomos para deducir de ella el valor de la unidad astron�mica; sin embargo, para obtener un grado aceptable de confiabilidad en esa determinaci�n, los resultados obtenidos por los mexicanos deber�an ser tratados dentro del conjunto de datos logrados por los dem�s astr�nomos, lo que seguramente llevar�a varios a�os.

Como se ver� despu�s, D�az Covarrubias ten�a intenci�n de publicar los resultados de los observadores mexicanos en cuanto fuera posible; para ello era necesario terminar toda una serie de trabajos geod�sicos y topogr�ficos encaminados a determinar con la m�xima precisi�n posible la peque�a distancia que separ� las dos estaciones de observaci�n instaladas en Jap�n por nuestros compatriotas.

Por esa raz�n, la noche misma del 9 de diciembre algunos de ellos comenzaron a realizar las operaciones que les permitir�an fijar exactamente la latitud y la longitud de sus puestos de observaci�n. Para determinar la primera de estas coordenadas, utilizaron el entonces cl�sico m�todo de Talcott, as� como el recientemente desarrollado por el ingeniero D�az Covarrubias, el M�todo mexicano. Para conocer la longitud se dedicaron a medir alturas de la Luna durante diferentes d�as y a intercambiar se�ales telegr�ficas con los franceses localizados en Nagasaki y los estadounidenses de Kobe.

Por su parte, Fern�ndez Leal, el top�grafo de la Comisi�n se dedic� a realizar las triangulaciones de terreno necesarias para una confirmaci�n independiente de la posici�n de los observatorios y para referir las coordenadas de �stos a una serie de puntos notables dentro de la ciudad de Kanagawa.

Con tal motivo tom� el Palacio de Gobierno de esa ciudad y el astabandera de la Embajada rusa como referencias. Esta �ltima se incluy� por petici�n expresa del se�or Struve, quien tambi�n hab�a observado el tr�nsito utilizando un peque�o telescopio situado dentro de los terrenos de esa sede diplom�tica y, queriendo hacer uso de sus datos para determinar la paralaje solar; requer�a saber con precisi�n su posici�n geogr�fica.

El buen resultado obtenido por nuestros astr�nomos ocult� el sentimiento que acerca de la utilidad final de los datos se estaban haciendo muchos de los observadores de ese tr�nsito.

En efecto, en t�rminos de los resultados logrados, se comenzaba a dudar de la validez pr�ctica del m�todo sugerido por Halley para medir la distancia entre el Sol y la Tierra.

Como ya se ha dicho, ese m�todo parec�a el apropiado desde el punto de vista te�rico, pero en la pr�ctica lo peque�o de la cantidad a medir y los errores cometidos durante la observaci�n hac�an muy dif�cil fijar con certeza la primera cifra decimal en los segundos. Debemos aclarar que la imprecisi�n en ese valor temporal no necesariamente era debido al observador mismo, sino que se deb�a a la existencia de la atm�sfera venusina.

D�az Covarrubias r�pidamente se dio cuenta de que a pesar de todos los esfuerzos internacionales para llevara a feliz t�rmino las observaciones del 9 de diciembre de1874, era posible que al conjuntarse todos los datos el resultado final no fuera mejor que el obtenido en 1769.

A pesar de ello sigui� coordinando los trabajos que les quedaban pendientes a los comisionados mexicanos.

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