LIII. ENERG�A

LA ESTRATEGIA de abastecimiento de energ�ticos es un serio problema mundial. Ante la crisis energ�tica de los setenta, hasta parec�a anunciar la inminencia del l�mite del crecimiento. Despu�s de las medidas de ahorro energ�tico por parte de los pa�ses industrializados, que contribuyeron a meter en problemas a los productores de petr�leo, ha disminuido la preocupaci�n al respecto. Sin embargo, el problema de garantizar el abasto de energ�a sigue latente en todo el mundo. En M�xico, dicho abastecimiento fue declarado prioritario dentro de las pol�ticas gubernamentales desde 1976.

Si se dejan de lado las posibilidades t�cnicas en el siglo XXI, que incluyen a la fusi�n nuclear como la de mejor perspectiva, las alternativas presentes caben en tres rublos: medios convencionales (hidroenerg�a, petr�leo y carb�n), energ�a nuclear (reactores de fisi�n) y medios "ex�ticos" (energ�a solar, e�lica, geot�rmica y de mareas). La evaluaci�n tecnol�gica y econ�mica de estas alternativas corresponde a un tratamiento de fondo; aqu� anotaremos solamente algunas implicaciones de dichas posibilidades, que tienen un peso esencial en las decisiones al respecto y que se han estado manifestando en diversos medios.

Primeramente observamos la oposici�n entre la corriente "ambientalista" y la "energicista". La soluci�n que acarrea la energ�a m�s barata casi nunca conlleva la mejor conservaci�n del ambiente. La actitud pol�tica predominante parece ser de rancio eclecticismo: ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no le alumbre. Tal fue el resultado, por ejemplo, de una intensa y cara batalla que se libr� en el estado de California, EU, sobre la instalaci�n de plantas nucleares; mientras los ambientalistas perd�an en las urnas, se lleg� a una transacci�n en el congreso estatal. Tales batallas se libran a diario en los pa�ses industrializados con resultados m�s o menos parecidos; pero en nuestros subdesarrollados pa�ses las fuerzas no est�n equilibradas debido a la alta prioridad del desarrollismo y a la debilidad de los grupos ambientalistas. Si bien nuestra estructura industrial es cuantitativamente menos da�ina por ser raqu�tica, sus efectos son cualitativamente m�s graves por falta de responsabilidad t�cnica y administrativa.

La segunda cuesti�n de pol�tica energ�tica es de nacionalismo vs. transnacionalismo. La dependencia de fuentes externas de energ�a es un factor esencial a evitar para lograr un sano desarrollo interno. Como caso ilustrativo de un nefasta pol�tica est� el Brasil, que comenz� a preocuparse muy tarde por explotar sus propias bases energ�ticas; como ilustraci�n de una decisi�n acertada en este sentido est� Francia, que partiendo de una escasez local de petr�leo, carb�n y ca�das de agua, se lanz� con oportunidad en un plan nucleoel�ctrico que suministra ya cerca del 70% de su energ�a a partir de yacimientos franceses de uranio y de una avanzada industria nuclear, tambi�n nacional.

Una tercera faceta pol�tica es de puro neoimperalismo.

As�, por ejemplo, los EU est�n preocupados por incrementar su potencialidad nuclear "pac�fica", no �nicamente por la inseguridad del abasto petrolero por la OPEP (preocupaci�n que podr�a quiz� clasificarse como nacionalismo de rico), sino tambi�n por la p�rdida del monopolio tecnol�gico nuclear del que durante a�os disfrutaron y que acarrea "una mayor p�rdida de influencia de los EU, como preocupadamente manifiesto el director de la influyente revista Science.

El �ltimo ingrediente de este coctel de energ�ticos tambi�n est� asociado a la alternativa nucleoel�ctrica y es el imperialismo a la antig�ita: las llamadas potencias nucleares (en el sentido militar) no est�n dispuestas a perder el monopolio que en conjunto imponen al resto de los pa�ses. El argumento favorito de los monopolizadores nucleares —sean capitalistas o socialistas— est� sustentado en la reducci�n al absurdo y podr�a plantearse m�s o menos as�: �se imaginan a Idi Am�n con una at�mica en la mano?

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