LXI. ANALOG�AS ANIMALES

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DESDE tiempos de Esopo ha sido popular aprovechar las semejanzas y las diferencias entre las personas y los animales para hacer claro alg�n punto o mensaje. Las t�cnicas usadas son la analog�a, la caricatura, el contraste y la reducci�n al absurdo. Los resultados aparecen en literatura, moral�stica, folclor, ciencia y pol�tica. Englobando las dos �ltimas actividades, ciertas mentes reaccionarias han usado con frecuencia, y desde hace mucho, un falso paralelismo cient�fico entre los animales y las personas para ejemplificar y convencer acerca de sus propias y retr�gradas ideas pol�ticas. As�, la r�gida estructura social de las pobres e imb�ciles abejas —muy interesante como muestra de una primitiva sociedad biol�gica— ha sido argumento en favor de la ley y el orden al estilo fascista; o el dominio violento de unas especies sobre otras se usa como pretendida justificaci�n de colonialismos y racismos.

Dentro de estos abusos del maravilloso poder de la analog�a, es raro encontrar ejemplos que pretendan demostrar las bondades de la justicia y la democracia, no tanto porque no existan algunas mentes "progresistas" que est�n racionalmente perturbadas, sino m�s bien porque los �rdenes zool�gicos no se distinguen por sus m�ritos democr�ticos.

Por otro lado surge la intransigencia y el dogmatismo de algunas mentalidades, supuestamente progresistas, ante planteamientos cient�ficos serios que abordan temas escabrosos por sus posibles consecuencias pol�ticas y sociales; esa reacci�n antirracional representa tambi�n un peligro para el sano desarrollo cient�fico, el cual, desde cualquier punto de vista consistente, es ciertamente una garant�a en contra del pensamiento retr�grado. Un ejemplo notable de este �ltimo peligro lo dio la controversia en torno del libro Sociobiology, y de su autor, Eduardo O. Wilson, quien es profesor de la Universidad de Harvard, EU.

Eminente entom�logo, Wilson lanz� en su libro lo que puede ser la semilla de donde germine una nueva disciplina: el estudio biol�gico de las estructuras sociales. Despu�s de haber recibido una cr�tica cient�fica muy favorable, Sociobiology fue duramente atacado en el New York Review of Books por un grupo de acad�micos radicados tambi�n en Harvard. El ataque fue pol�tico y estaba dirigido en contra del "contenido reaccionario del libro", pero sucede que la tendencia pol�tica de Wilson no es patente en ning�n punto de su libro, de modo que la acusaci�n era una extrapolaci�n por parte del grupo impugnador, extrapolaci�n que Wilson rechaz� argumentando que �l nunca ha escrito, ni dicho, ni pensado de esa manera. �Cu�l es el punto en discusi�n? Pues el resbaloso tema de la influencia gen�tica sobre una estructura social.

Es indudable que el asunto se presta para hacer las falsas analog�as como las que mencionamos m�s arriba, y llegar a falacias cient�ficas de claras implicaciones pol�ticas. Debido a ello amerita que desde luego se le critique para garantizar que no salgan nuevos Heribertos Spencers o Guillermos Shockleys que vengan a "racionalizar" la injusticia social y racial con argumentos cient�ficos falsos o fuera de contexto. Es claro que el punto central de la sociobiolog�a estar� a discusi�n por mucho rato, aunque los primeros cr�ticos de Wilson hayan metido la pata —haciendo acusaciones que no pod�an probar.

Pero la discusi�n ya sac� a la luz un tema quiz� m�s importante. En efecto, se lleg� a argumentar que "cualquier investigaci�n sobre los caracteres gen�ticos de la sociedad humana es necesariamente negativa, por sus efectos sociopol�ticos, y por tanto no debe realizarse en ninguna circunstancia". El asunto es peliagudo aunque suene tan sencillo. En efecto, si se demuestra que el resultado de una investigaci�n va a tener graves consecuencias para la humanidad, todo mundo estar�a de acuerdo en que tal investigaci�n debe evitarse a toda costa. Pero entonces el problema es aclarar qui�n es el que define lo negativo o lo malo. Inclusive entre los que aceptamos la bondad de la igualdad y la justicia, habemos muchos que preferimos rebatir la falacia con la raz�n y la confusi�n con la claridad —aunque cueste m�s trabajo—, que aceptar la censura sobre ciertas opiniones o campos de investigaci�n.

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