LXXVII. EPPUR' SI MUOVE

CUANDO la revoluci�n de Cop�rnico destron� la antigua visi�n ptolomeica, la Tierra dej� de ser el centro del Universo y se convirti� en uno m�s de los cuerpos del firmamento; pero con ello la Tierra no s�lo perdi� su posici�n privilegiada y �nica, sino que adem�s dej� el reposo para moverse. Desde entonces, una serie de descubrimientos nos han mostrado cada vez nuevas facetas de este movimiento.

Gira la Tierra alrededor del Sol en una �rbita el�ptica, casi circular, que recorre con una velocidad de 30 kil�metros por segundo. Pero el Sol tampoco es el centro del Universo, sino que s�lo es una de las innumerables estrellas que forman nuestra galaxia. En relaci�n a las estrellas m�s cercanas, el Sol viaja a unos 20 km/s en direcci�n de la estrella Vega, de la constelaci�n de la Lira, y la Tierra lo acompa�a en este movimiento. Mas la Galaxia gira tambi�n, cual gigantesco v�rtice de estrellas, y el Sol y sus vecinas no son ajenos a este giro; el Sol sigue una trayectoria, en torno al centro de la Galaxia, que le lleva 200 millones de a�os circundar. Durante la �ltima vuelta del Sol y sus planetas alrededor del centro gal�ctico, aqu� en la Tierra aparecieron y se exinguieron los dinosaurios, brotaron las primeras flores, volaron las primeras aves y evolucionaron los mam�feros. Esta trayectoria la sigue el Sol —y nosotros con él— a una velocidad mucho mayor que las anteriores, cercana a los 200 km/s y que apunta hoy hacia el lugar donde vemos la constelaci�n del Cisne.

La cadena de movimientos no termina aqu�. Nuestra galaxia ha resultado ser una entre muchas y ni siquiera ella puede considerarse como centro del Universo. As�, la Galaxia se mueve respecto a las galaxias m�s pr�ximas, en lo que se conoce como el "grupo local" a unos 100 km/s, desplaz�ndose en direcci�n de la Nebulosa de Andr�meda, otra enorme galaxia espiral muy semejante a la nuestra.

Todos estos movimientos, todas estas velocidades, son relativos a alg�n otro objeto del Universo: de la Tierra respecto al Sol, de �ste respecto a sus vecinos, de �stos respecto al centro gal�ctico y, finalmente, de nuestra galaxia respecto a sus vecinas del grupo local.

Hasta la fecha se han observado miles de galaxias. Algunas son tan lejanas que su luz tarda miles de millones de a�os en llegar hasta nosotros. En esta escala gigantesca, que abarca todo el Universo hoy observado, los grupos de galaxias se alejan los unos de los otros. Esta mutua y creciente separaci�n se ilustra con una sencilla analog�a: pi�nsese en un pastel relleno de nueces mientras se hornea, al irse hinchando el pastel, todas las nueces se ir�n separando una de otras. As� es como los imaginamos al Universo en continua expansi�n.

La expansi�n del Universo sugiere una remota �poca cuando toda la materia estaba sumamente concentrada; a partir de entonces, como en una gran explosi�n, las distintas partes del Universo han estado en permanente movimiento, impulsadas unas de las otras cada vez m�s lejos. Una de las m�s grandes haza�as cient�ficas de nuestro tiempo ha sido, sin duda alguna, el concebir el estado del Universo en esos instantes del Gran Pum. Basta leer The First Three Minutes, el maravilloso libro de Esteban Weinberg que lleva al lector hasta los primeros momentos de nuestro Universo.

Como resultado del Gran Pum primigenio, no s�lo se produjo la expansi�n de materia del cosmos, sino tambi�n una intensa radiaci�n electromagn�tica. Con el transcurrir de muchos millones de a�os, esta radiaci�n fue diluy�ndose a la mano de la expansi�n universal. En el presente, dicha radiaci�n permea tenuemente el espacio interestelar y se le conoce como radiaci�n de fondo; fue descubierta en 1964 mediante radiotelescopio y es uno de los rastros del pasado m�s remoto del Universo.

El descubrimiento de la radiaci�n de fondo hizo preguntarse a los astr�nomos: �cu�l es la velocidad de la Tierra respecto a esta tenue radiaci�n? La respuesta fue encontrada hace unos a�os por un grupo de investigadores de la Universidad de Berkeley, en los EU. Mediante un avi�n U-2, del tipo que alcanz� notoriedad por utilizarse en el espionaje internacional —y que se conoci� por el p�blico cuando la URSS derrib� uno de estos aparatos que espiaba su territorio—, los investigadores observaron con detenimiento la radiaci�n de microondas que incide sobre nuestro planeta desde el cosmos. El resultado de estas investigaciones arroj� nueva luz sobre nuestra parte del Universo: en apariencia, nuestra galaxia se mueve respecto a la radiaci�n de fondo con una velocidad de 600 km/s. Esta velocidad es tan grande que se concluye que las dem�s galaxias del grupo local se desplazan similarmente respecto a dicha radiaci�n. Otros grupos de galaxias, m�s alejadas de nosotros, parecen moverse con velocidades semejantes pero en direcciones distintas que nosotros.

Este descubrimiento tendr� una gran influencia sobre nuestra imagen cient�fica del Universo. En lugar de un cosmos donde los grupos de galaxias se alejan uniformemente unos de otros, parece ocurrir que, adem�s de esa expansi�n, la materia del Universo est� separada en grandes superc�mulos de galaxias, los cuales se desplazan entre s� con grandes velocidades. Este descubrimiento no pone en peligro el modelo del Gran Pum, pero muestra que la naturaleza es m�s compleja y rica de lo que hasta hace poco pens�bamos.

La medici�n de la velocidad de la Tierra respecto a la radiaci�n de fondo nos recuerda los infructuosos esfuerzos de los cient�ficos de finales del siglo XIX quienes trataron de detectar el movimiento de la Tierra a trav�s del �ter, esa sustancia elusiva que se cre�a que permeaba todo el espacio. Los cient�ficos de esa �poca no detectaron movimiento alguno y se vieron encajonados en una conclusi�n inaceptable, fil�soficamente, desde tiempos de Galileo: seg�n ella, la Tierra ser�a el �nico cuerpo inm�vil de todo el Universo. La salida la encontr� Einstein al hacernos ver que el �ter era un mero engendro hipot�tico e innecesario, y que por tanto el no detectar su movimiento era una simple consecuencia de que no exist�a. �ste fue una de las fuentes de la teor�a especial de la relatividad. En un problema semejante, pero mucho m�s serio, se hubieran visto los cient�ficos contempor�neos si la velocidad de la Tierra o de la Galaxia, respecto a la radiaci�n de fondo, hubiese resultado nula. Pero no lo es y podemos estar tranquilos de que nuestro planeta no cuenta con ning�n privilegio en el cosmos; excepto, quiz�, por nuestra propia existencia.

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