VI. �AD�NDE VAS?

MIENTRAS escribo estas l�neas pasa por mi cerebro una multitud de ideas, sensaciones auditivas y t�ctiles, recuerdos, asociaciones y emociones. Por una parte, tengo la idea general de lo que quiero desarrollar en este cap�tulo, y al tiempo que escribo, voy ordenando, corrigiendo, cambiando o modificando el orden de las frases y de las palabras, tratando de que lo que quiero decir quede lo m�s claramente explicado e inteligible: tacho una palabra o una oraci�n completa, releo, reempiezo desde el inicio, reconsidero. Pienso en el ulterior desarrollo del cap�tulo e imagino por instantes fugaces c�mo se ir� armando a medida que contin�e con su escritura. Y al hacer todo esto soy plenamente consciente de presionar las teclas de la m�quina de escribir y de la manera en que el corrector autom�tico funciona al presionar la tecla correspondiente cuando cometo un error mecanogr�fico —pues nunca aprend� mecanograf�a en la forma debida—. S� sin embargo que muy frecuentemente presiono la tecla equivocada, pero seg�n el ritmo y la velocidad a la que estoy escribiendo, a veces corrijo el error y a veces lo dejo, sabiendo que tendr� que revisar varias veces el cap�tulo antes de obtener la versi�n final. Tambi�n estoy consciente de que frecuentemente el disco con los tipos de la m�quina llega al final del rengl�n y debo presionar el saltador del margen para continuar con la siguiente l�nea sin cortar la palabra incorrectamente. Todo ocurre sin que pierda el hilo de la idea de fondo que estoy tratando de comunicar a los posibles lectores y de c�mo esa idea se ir� modificando en las siguientes p�ginas.

Otras sensaciones llenan mi cerebro simult�neamente. He puesto un disco, una sinfon�a que cuento entre mis favoritas por el tipo de emociones que me causa, por su instrumentaci�n, sus pausas, por una flauta que de pronto irrumpe como llegando de lejos y al mismo tiempo muy intensamente y puedo escucharla y sentir el gozo de hacerlo sin dejar de escribir —excepto los momentos en que me concentro un poco m�s en ella— y sin perder la idea de la secuencia de las palabras. El o�r esa m�sica me trae ciertos recuerdos de c�mo me empez� a gustar y de algunas ocasiones memorables en que el escucharla ha sido algo m�s que simplemente o�r m�sica, por la intensidad con que ha ocurrido. Vuelvo despu�s de unos cuantos segundos a la escritura, y de pronto me hago consciente de que otros ruidos —voces de ni�os de mis vecinos, ruidos de aparatos el�ctricos, la llegada de alg�n autom�vil— se agregan a la m�sica de manera un tanto desagradable.

Todav�a m�s cosas me suceden al ir escribiendo. Recuerdos ocasiones en que me he sentado frente a la m�quina de escribir en otras circunstancias y con fines completamente diferentes, la sensaci�n del peso que a veces representa tener enfrente una hoja en blanco que espera ser llenada con ideas y conceptos que otros sean capaces de seguir y entender, la preocupaci�n del posible fracaso en el intento de ser comprendido y que tales prop�sitos queden frustrados.

Todo lo que acabo de describir ocurre sumult�neamente y no es lo �nico, pues a�n se podr�an agregar otras sensaciones, recuerdos, ideas colaterales, emociones y asociaciones, as� como la conciencia de los movimientos de varias partes de mi cuerpo, de la posici�n de mis piernas, de la ocasional incomodidad por la posici�n de los pies, de la presencia de una luz que aunque ilumina lo que estoy escribiendo est� quiz� demasiado cerca de mis ojos y me deslumbra un poco, etc. �C�mo es que tantas cosas pueden ocurrir al mismo tiempo? La captaci�n de est�mulos del exterior y del interior de mi organismo, el poder de la decisi�n y la concentraci�n necesarias para ordenar las ideas, el trabajo mec�nico de hacerlo con el movimiento de mis brazos, manos, dedos, coordinadamente al movimiento de mis ojos siguiendo las teclas, todo esto ocurre, claro est�, en el cerebro. Pero �qu� grupos de neuronas, qu� circuitos est�n funcionando para que todo esto suceda?, �cu�ntas y cu�les regiones del cerebro est�n activas?, �cu�les est�n silenciosas?, �qu� neurotransmisores est�n siendo liberados en cu�ntas y cu�les sinapsis?, �c�mo se est� integrando todo este caudal de actividades neuronales mediante mol�culas que est�n siendo sintetizadas y liberadas desde las terminales ax�nicas, y que as� est�n permitiendo la comunicaci�n interneuronal? En una palabra, �qu� mecanismos cerebrales pueden explicar tan grande complejidad de la actividad mental, sensorial, motora y emotiva?

LA CAPACIDAD DEL CEREBRO HUMANO

A pesar de lo sorprendente que es poder realizar y sentir tantas cosas a la vez, ciertamente parece poco comparado con la complejidad de otras actividades que el cerebro del hombre sabe hacer, como imaginar, dise�ar, confiar, recelar, desear, crear, juzgar, so�ar, despreciar, odiar, rechazar, amar, decidir, escoger, apreciar, valorar, evaluar, y quiz� lo m�s sorprendente, saber que se est� haciendo todo lo anterior, es decir, ser consciente de ello y por consiguiente poder considerarlo, sopesarlo, analizarlo y eventualmente aceptarlo o no, as� como llevar a cabo acciones que reflejen tal aceptaci�n o rechazo.

Es �sta la capacidad que apareci� cuando el cerebro se organiz� finalmente como tal en un organismo humano: la enorme complejidad de los circuitos neuronales del cerebro man�fest�ndose en funciones nunca antes realizadas en el mundo vivo como la creaci�n de pinturas rupestres, representando escenas de la vida cotidiana de esos grupos humanos, que ya pod�an llamarse as� porque ya pose�an precisamente los circuitos neuronales caracter�sticos del cerebro de esta especie �nica, la especie humana.

Es tambi�n por la organizaci�n de los circuitos neuronales que el cerebro humano ha sido capaz de hacerse preguntas sobre c�mo funciona la naturaleza, describir fen�menos, comunicar esas descripciones y esas investigaciones a otros hombres contempor�neos, pero tambi�n a todas las generaciones por venir en la historia de la humanidad, mediante el lenguaje escrito, grabado, filmado, codificado. Es el cerebro humano, el que es capaz de hacer lo que, aunque parezca muy simple y muy natural, llega a los l�mites del conocimiento por las consecuencias que puede llegar a tener: el cerebro que se investiga a s� mismo, que quiere saber c�mo funciona precisamente el �rgano que le permite "querer saber".

Es el mismo cerebro que ha escudri�ado en la estructura molecular de los genes y ha sido capaz de conocer los mecanismos mediante los cuales se transmite la herencia y por qu� las c�lulas hijas tienen las caracter�sticas morfol�gicas y qu�micas de las c�lulas padres. Es el mismo cerebro que decor� las cuevas de Altamira, que construy� las pir�mides de Egipto y los templos de Palenque, que pint� la Capilla Sixtina y escribi� El Quijote, que invent� la televisi�n y el tel�fono intercontinental y los vuelos a la Luna, que conoce la composici�n de la atm�sfera de Venus y sabe exactamente a qu� distancia est�n las estrellas y puede predecir, con exactitud de fracciones de segundo, los eclipses; el que se destruye a s� mismo en guerras peque�as y grandes, el que fabrica las m�s destructoras bombas y otros artefactos mort�feros, el que desarrolla eficac�simos sistemas para destruir las plantas del territorio enemigo, que produce bacterias resistentes a los antibi�ticos conocidos para usarlas como arma, que inventa las m�s refinadas torturas para obtener la informaci�n que desea, independientemente de si es o no verdadera. Es el mismo cerebro el que tambi�n se pregunta c�mo es que tantas y tan diferentes potencialidades de creatividad, imaginaci�n y fuerza destructiva existen y se manifiestan en �l mismo.

ALTERACIONES DE LA PERCEPCI�N Y DE LA CONCIENCIA

Una de las maneras por la que el cerebro puede aprender algo sobre s� mismo es alterando su funcionamiento normal. Este es un m�todo que ha sido usado en todo tipo de investigaci�n biol�gica y que nos ha ense�ado mucho, pues alterar las funciones que queremos conocer, mediante procedimientos que podemos manipular con cierta precisi�n, nos dice mucho de los mecanismos de esas funciones. Ya en el cap�tulo anterior mencionamos algunos ejemplos de c�mo es posible alterar el sistema motor mediante sustancias que se combinan con receptores o que modifican la s�ntesis o la liberaci�n de ciertos neurotransmisores y de c�mo esto es de gran utilidad para entender la relaci�n de esos transmisores con determinada funci�n, en ese caso la contracci�n muscular y su regulaci�n. Mencionamos asimismo el resultado de estimular el�ctricamente ciertas zonas bien localizadas del cerebro en relaci�n con algunas conductas que reflejan placer o dolor, hambre o saciedad. Podemos entonces preguntarnos �es tambi�n posible alterar algunas de las actividades que hemos descrito en las p�ginas anteriores, como la imaginaci�n, la creatividad, la agresividad o la conciencia, mediante el uso de drogas? Y, de ser esto posible, �qu� tanto nos permite aproximarnos a la respuesta que nos interesa, respecto a los mecanismos de estas funciones?

Ciertamente hay drogas capaces de producir alteraciones mentales, con modificaciones de la percepci�n, la personalidad y la conciencia, que por esta raz�n se llaman psicotr�picas. Muchas de ellas est�n presentes en algunas plantas, como la marihuana, el opio, la psilocibina de los hongos alucinantes de Oaxaca, la mescalina del peyote y muchas otras menos populares. Otras se han sintetizado qu�micamente, como la anfetamina y la dietilamida del �cido lis�rgico, mejor conocida como LSD. �C�mo act�an estas drogas al producir alucinaciones visuales y auditivas, alterar el sentido del tiempo, intensificar las sensaciones t�ctiles, y a veces cambiar completamente la personalidad de quienes las ingieren o provocarles estados casi patol�gicos de angustia, depresi�n, euforia y, seg�n la droga de que se trate, tambi�n adicci�n? �Es posible se�alar un circuito neuronal afectado primordialmente por estas drogas? �Hay alg�n neurotransmisor cuya funci�n se altere espec�ficamente por ellas?

Figura 36. Muchas drogas capaces de alterar la percepci�n, la conducta y la personalidad, tienen una estructura qu�mica similar a la de algunos neurotransmisores, por lo cual se piensa que sus efectos pueden deberse a que alteran la comunicaci�n interneuronal en que participan dichos transmisores. En la figura 36 (a) se muestra la estructura molecular de tres de los transmisores cuya funci�n pudiera estar alterada, tanto por efecto de las drogas como en el caso de ciertas alteraciones mentales, como la esquizofrenia. El parecido entre las estructuras de los transmisores con las drogas mostradas en las Figuras 36 (b) y (c) es evidente, aunque en algunos casos la similitud es s�lo con una parte de la mol�cula.

En la Figura 36 podemos ver el parecido notable que tienen las mol�culas de algunas de las drogas se�aladas con las de ciertos neurotransmisores que funcionan en distintas regiones del cerebro. Este parecido molecular dif�cilmente puede considerarse una coincidencia, sobre todo cuando sabemos que existen muchos datos en la literatura cient�fica que indican que los transmisores se�alados s� parecen tener una relaci�n espec�fica con ciertas funciones mentales. Era de esperarse entonces que muchos investigadores realizaran experimentos para ver si efectivamente las drogas psicotr�picas tienen efectos sobre la comunicaci�n qu�mica entre las neuronas. Por ejemplo, se sabe en la actualidad que la anfetamina, droga estimulante que se lleg� a usar mucho para mantenerse despierto y alerta, impide el transporte de un neurotransmisor a trav�s de la membrana neuronal, de tal manera que el transmisor se hace m�s efectivo en ciertas zonas del cerebro relacionadas con las emociones. Como la anfetamina produce adicci�n y al usarse por per�odos prolongados origina un estado mental alucinatorio, conducta de agresi�n y paranoia, as� como tendencias autodestructivas, todo lo cual simula en cierta medida la esquizofrenia, se ha postulado que el neurotransmisor afectado podr�a ser el responsable de la aparici�n de esta enfermedad. Sin embargo, como ocurre en pr�cticamente todo lo que tiene que ver con las funciones mentales, esto no es m�s que una hip�tesis, ya que no ha podido a�n demostrarse plenamente.

C�mo es posible que la psilocibina de los hongos alucinantes tenga los efectos que Fernando Ben�tez, en su libro Los hongos alucinantes describe as�?:

Una media hora m�s tarde me sent� flotar, ligero como una pluma en el aire, y las primeras visiones me hicieron entender que penetraba en un mundo nuevo. Viboritas grises ondulaban r�tmicas y compactas sobre un fondo rojo, pero esta visi�n no ten�a nada de placentera. Entra�aba una angustia, una irracionalidad ligeramente angustiosa, una imagen de la fiebre, un producto de la n�usea invasora (...) Me sent�a incomprendido, vejado, injustamente humillado. Todos los presentes eran mis enemigos. Aquella rid�cula ceremonia era una farsa. Una trampa. Hab�a ca�do en ella. Algo muy grave se estaba preparando en mi contra... Afuera, inmovilizado por Mar�a Sabina, mi exaltaci�n cedi� y principi� mi lenta ca�da a los infiernos. De ser un dios, pas� a convertirme en un anciano tembloroso, condenado para siempre a la decadencia irremediable de la vejez, a su debilidad, a la humillaci�n que supon�a saberse compadecido por los testigos de mi total aniquilamiento.

�Qu� resortes internos mueven estas drogas, en t�rminos de neuronas y sus conexiones, de neurotransmisores que son liberados o cuya liberaci�n es impedida, de inhibiciones y excitaciones neuronales, de circuitos cuya informaci�n reverbera sobre los circuitos mismos? �C�mo, d�nde, en qu� forma surgen todas estas alteraciones de la percepci�n, de la sensaci�n sobre uno mismo, de la autoconciencia, de la reflexi�n, de la personalidad? �D�nde est� ese "yo" que siente, registra, se adjudica esas nuevas sensaciones como propias y es incapaz de reconocer la realidad por vivir como real lo que internamente le sucede? Son estas drogas verdaderamente capaces de provocar una esquizofrenia?

Uno podr�a pensar y con raz�n, que si �stos son los efectos que causan, ser�a posible administrar las drogas psicotr�picas a animales experimentales y observar los efectos sobre su conducta para despu�s extraer el cerebro y estudiar qu� neurotransmisores se han modificado en su concentraci�n, reacciones bioqu�micas de s�ntesis, liberaci�n desde las neuronas y efectos sobre otras neuronas. Se podr�a tambi�n medir los receptores para cada neurotransmisor en las distintas regiones del cerebro y ver si estos receptores se afectan, de tal manera que ahora, ya no puedan responder de manera normal a los transmisores cuando aqu�llos se combinen con ellos o si la alteraci�n en los receptores es tan importante que ya ni siquiera puedan ser reconocidos por los transmisores. Todo esto se ha intentado, y seguramente se seguir� intentando, pues es por lo menos una aproximaci�n a lo que puede estar sucediendo en el cerebro cuando las funciones mentales se alteran por este tipo de drogas. Sin embargo, �c�mo puede el investigador saber realmente qu� es lo que el animal de experimentaci�n —la rata, el rat�n, el perro, el gato, el conejo, el h�mster o el mono— est� sintiendo? Y suponiendo que encontrara cambios en los receptores, o en el manejo de las corrientes el�ctricas que recorren los axones, o en la concentraci�n o la funci�n de ciertos neurotransmisores y, aun aceptando que estos cambios estuvieran localizados en regiones muy específicas del cerebro y que se pudiera demostrar que tienen repercusiones sobre el funcionamiento —excitaciones e inhibiciones, cambios en la modulaci�n de algunas neuronas—, aun suponiendo que todo esto ocurriera, �c�mo estar seguro que estos cambios producen las visiones, el apartamiento de la realidad, la esquizofrenia?

EL "YO", LA MENTE Y EL CEREBRO

Hay en todo lo anterior un gran problema de fondo que el fil�sofo ha planteado repetidamente y ante el cual el neurocient�fico queda perplejo. Es el gran problema de la salida final del sistema. En efecto, uno de los temas recurrentes en este libro es el de lo que pasa en el sistema nervioso hacia el exterior, es decir, la comunicaci�n del mundo interior hacia el exterior. Desde el primer cap�tulo insistimos que es a trav�s de los m�sculos que se puede manifestar todo lo que nos pasa, lo que sentimos y pensamos, y que si esta salida est� impedida hay una incomunicaci�n total. Sin embargo, �cu�l es la salida de un sentimiento, de una sensaci�n personal, de una idea, de una emoci�n, de un �xtasis, de una tristeza, de un dolor, es decir, de todo aquello que llamamos subjetivo? Precisamente porque es subjetivo, porque son sensaciones, es imposible imaginar un sistema o estructura en que se haga patente o manifiesta tal o cual experiencia. Cuando alguien nos pregunta "�c�mo te sientes?", ciertamente expresamos nuestra respuesta mediante el movimiento de los labios, lengua, cuerdas vocales y a veces tambi�n con un gesto o un adem�n, para decir "muy bien" o "regular" pero nos es imposible transmitir la sensaci�n en s� misma de "estar bien", la cual es absolutamente personal.

Con lo anterior quiero decir que existe un mundo de sensaciones, sue�os e imaginaci�n que no tiene manera de representarse hacia el exterior como lo es un movimiento muscular. Es decir, es un mundo interior en el cual est� lo que llamamos la conciencia del yo, o la conciencia de uno mismo. Es esta parte tambi�n lo que no cambia durante la vida del individuo, pues a pesar de que sus gustos, car�cter y hasta su personalidad vayan variando durante su infancia, juventud, madurez y vejez, es precisamente el propietario de ese "su" lo que no cambia: es la infancia, la juventud, el desarrollo, la madurez, la vejez, la personalidad, la capacidad imaginativa, �de qui�n? De ese "yo" de esa conciencia que es la misma durante toda la vida y que dif�cilmente podemos representar como algo que pueda de manera directa manifestarse. Cuando, por ejemplo, queremos compartir con alguien una emoci�n o sensaci�n muy placentera o muy dolorosa, una gran tristeza o un gozo inefable, una opresi�n, una depresi�n, un �xtasis, en fin, cualquier estado de �nimo o experiencia emotiva, siempre nos parece que las palabras no alcanzan para siquiera aproximarse a lo que quisi�ramos comunicar a quien nos escucha o a la persona con quien tanto quisi�ramos compartir lo que nos pasa y lo que sentimos. Y es que la raz�n de esto es precisamente que no podemos comunicar de manera directa la sensaci�n misma. Si acaso y parad�jicamente, es mediante el lenguaje no verbal que podemos en muy contadas ocasiones, acercarnos a comunicar lo que nos pasa y al mismo tiempo, a saber, a tener la clara conciencia de que la otra persona est� sintiendo exactamente lo mismo que nosotros y adem�s, lo que es a�n m�s sorprendente, que sabe que nosotros sabemos. Quiz� uno de los ejemplos m�s claros de este tipo de comunicaci�n no verbal se da con la mirada (y n�tese que no se requiere una expresi�n muscular para esta comunicaci�n, pues los movimientos de la cabeza o de los m�sculos oculares para encontrar la mirada de la otra persona se dan antes de la comunicaci�n).

Cuando este tipo de comunicaci�n se da, se crea una situaci�n muy especial, que ha sido definida por Martin Buber como un ''entre'', que est� m�s all� del ''t�'' y el ''yo'' y que, de nuevo parad�jicamente, a veces ocurre entre dos personas que nunca se han visto previamente, que no se conocen y que muy probablemente nunca se volver�n a ver despu�s de ese momento de comunicaci�n. Veamos c�mo lo describe Buber en su libro �Qu� es el hombre?:

En la angustia mortal de un refugio contra bombardeos, las miradas de dos desconocidos tropiezan unos instantes, en una reciprocidad como sorprendida y sin compromiso; cuando suena la sirena que anuncia el cese de la alarma, aquello ya est� olvidado, y sin embargo ocurrio en un �mbito no m�s grande que aquel momento... En la sala semioscura se establece entre dos oyentes desconocidos, impresionados igualmente por la pureza y la intensidad de una melod�a de Mozart, una relaci�n apenas perceptible y sin embargo esencialmente de di�logo, que cuando las luces vuelven a encenderse apenas si se recuerda... en todos estos casos lo esencial no ocurre en uno y otro de los participantes ni tampoco en un mundo neutral que abarca los dos y a todas las dem�s cosas, sino, en el sentido m�s preciso, "entre" los dos, en una dimensi�n a la que s�lo los dos tienen acceso.

Aparte de estos momentos excepcionales, y quiz� algunos otros que el lector pueda identificar de su experiencia personal, la impotencia para comunicar nuestras sensaciones m�s �ntimas y por eso m�s preciosas y que m�s quisi�ramos poder comunicar al menos a ciertas personas, es pr�cticamente total. En palabras de Aldous Huxley:

Vivimos juntos, actuamos sobre otro y reaccionamos a otro; pero siempre y en todas las circunstancias nosotros somos por nosotros mismos. Los m�rtires van a la arena mano con mano; son crucificados solos. Abrazados, los amantes tratan desesperadamente de fundir sus aislados �xtasis en una sola autotrascendencia; en vano. Por su propia naturaleza, cada "esp�ritu encarnado" est� condenado a sufrir y gozar en la soledad. Sensaciones, sentimientos, intuiciones, goces, todos ellos son privados y, excepto por s�mbolos y "de segunda mano", incomunicables. Podemos comunicar la informaci�n acerca de las experiencias, pero nunca las experiencias mismas. Desde el individuo hasta las naciones, cada hombre y cada grupo humano es un universo aislado.

Pero volvamos a nuestro problema anterior, al problema de la relaci�n entre el yo y el cerebro o, para ponerlo en los t�rminos que dan t�tulo a este libro, de la relaci�n mente-cerebro, es decir, de la relaci�n mente-neuronas. Despu�s de las consideraciones de los p�rrafos precedentes, y tomando en cuenta el contenido de los cinco primeros cap�tulos, �es posible identificar la actividad mental como un producto de la actividad neuronal? �Es la mente un producto del funcionamiento de los circuitos cerebrales? O por el contrario, �es la mente una entidad diferente al cerebro, que usa a �ste solamente como un instrumento o herramienta para manifestarse? Estas son preguntas que el hombre se ha hecho desde hace muchos siglos. Ya hemos mencionado en el cap�tulo I, por ejemplo, como para Hip�crates el cerebro es la fuente misma del pensamiento, de los goces y de las tristezas. Y Lucrecio, en La naturaleza de las cosas, aunque le asigna un lugar en el pecho y no en el cerebro, dice:

Y primero digo entonces que la mente a la que a menudo llamamos entendimiento, en la que el consejo y r�gimen de vida est�n colocados, es parte del hombre, no menos que la mano, el pie y los ojos son parte del todo viviente... De la misma manera que arrancar el olor de los granos de incienso no es f�cil sin destruir tambi�n su naturaleza, as� no es f�cil extraer del cuerpo entero, sin que el todo sea disuelto, la naturaleza de la mente y del �nima: trabados as� los principios desde el primer origen, entre s� se conforman y est�n dotados de una vida consorte. Y no parece que cada facultad del cuerpo y de la mente puedan sentir por separado, cada una sin la fuerza de la otra.

A esta identificaci�n entre el cerebro y la mente, esta postulaci�n de que la actividad mental es el producto de la actividad neuronal, se le llama monismo, al cual se opone el dualismo, que postula la otra posici�n, la de que la mente es una entidad separada del cerebro, y que �ste es utilizado por la mente para manifestarse pero no es lo mismo. Ciertamente esta discusi�n no es f�cil, raz�n por la que ha sido objeto de un debate tan largo como la filosof�a misma, desde los griegos hasta los fil�sofos y neurocient�ficos contempor�neos.

Ciertamente los conceptos filos�ficos sobre la relaci�n mente-cerebro no pueden dejar de lado los conocimientos sobre los mecanismos del funcionamiento cerebral que en la actualidad se tienen, y que de modo muy general han sido el objeto de los cap�tulos precedentes. �C�mo negar, por ejemplo, que es posible alterar el estado de �nimo de un individuo, sacarlo de un estado de depresi�n intensa que puede conducirlo al suicidio, mediante ciertas sustancias que act�an modificando el funcionamiento de muchas sinapsis en regiones m�s o menos espec�ficas del cerebro? �C�mo no reconocer que las drogas psicotr�picas son capaces de modificar la personalidad y las sensaciones objetivas de manera tan importante como para hacer que el individuo parezca haber cambiado de "yo"? Y pr�cticamente nadie podr�a negar que estos cambios, estos notables efectos de las drogas o de ciertas lesiones cerebrales, ocurren porque se han cambiado algunas propiedades de la comunicaci�n entre las neuronas. Es claro as� que el descubrimiento de que la comunicaci�n entre neuronas es un fen�meno esencialmente qu�mico, debido a movimientos e interacciones entre las mol�culas que son fabricadas por las propias c�lulas y secretadas para actuar sobre las neuronas vecinas, necesariamente tiene que cambiar la visi�n de las relaciones mente-cerebro. El conocimiento que lentamente se empieza a tener sobre la organizaci�n de los circuitos neuronales y los distintos tipos de neurotransmisores que en esos circuitos predominan para establecer la comunicaci�n interneuronal sin duda tambi�n pesa sobre los conceptos de la relaci�n mente-cerebro.

�UN CEREBRO O DOS?

Estrechamente relacionados con la discusi�n de los p�rrafos anteriores, los fascinantes experimentos del "cerebro dividido" (split brain) de Roger Sperry y sus colaboradores nos proporcionan una nueva base de argumentaci�n. Recordemos primero que el cerebro tiene dos hemisferios claramente definidos y separados uno de otro. La conexi�n entre los hemisferios se lleva a cabo mediante un enorme conjunto de fibras nerviosas —equivalente a los nervios que llevan el impulso nervioso a todos los m�sculos y a todas las v�sceras—, el cual lleva la informaci�n de un hemisferio a otro y viceversa, de tal modo que los hemisferios est�n intercomunicados. Este conjunto de fibras que une los dos hemisferios recibe el nombre de cuerpo calloso (en lat�n corpus callosum). Debemos hacer �nfasis en que los dos hemisferios cerebrales son realmente independientes uno del otro, en el sentido de que la corteza cerebral que recubre a uno no se contin�a con la corteza del otro, lo cual quiere decir que la informaci�n que cada hemisferio maneja es en realidad "privada" para ese hemisferio, aunque pueda de alg�n modo, comunicarlo al otro a trav�s del cuerpo calloso. En otras palabras, el cuerpo calloso no es un n�cleo neuronal como lo hemos definido en el cap�tulo IV, sino s�lo un conjunto de fibras que funciona como puente entre los dos hemisferios y por lo mismo, no puede procesar informaci�n —tampoco tiene sinapsis—, sino s�lo transmitirla de un hemisferio a otro. De acuerdo a la hip�tesis monista se�alada anteriormente, de que el cerebro y la mente est�n tan �ntimamente relacionados que el �rgano es el responsable de que exista la mente, se podr�a pensar entonces que cada hemisferio deber�a tener su propia conciencia, su propia mente, de tal modo que cada uno de nosotros tendr�a dos mentes coordinadas en una sola mediante el cuerpo calloso y toda la informaci�n que fluye a trav�s de �l. Por el contrario, y dicho de un modo muy simplista, el dualismo esperar�a que la conciencia, la mente, fuera una sola, independientemente de que los hemisferios puedan funcionar aisladamente. (Figura 37.)

Figura 37. En este dibujo de Vesalio, publicado en 1555, pueden verse los hemiferios cerebrales separados, descubriendo en el fondo el cuerpo calloso, estructura que los une y les permite comunicarse. Se aprecia la cara interna de la corteza de ambos hemisferios, as� como la meninge o membrana que recubre al cerebro, llena de vasos sangu�neos, que ha sido cortada y cuelga hacia los lados de la cabeza.

�C�mo estudiar estas posibilidades? El experimento por hacer se define claramente por los propios objetivos perseguidos mediante una operaci�n quir�rgica que corte con un bistur� el cuerpo calloso: sep�rese un hemisferio de otro y v�ase qu� sucede. Inicialmente, entre 1950 y 1960, se hab�an realizado numerosos experimentos en animales, incluyendo monos, y se hab�a demostrado con claridad que este tipo de operaci�n no produc�a ninguna alteraci�n conductual o neurol�gica seria. As�, en la d�cada de 1960 se realizaron unas 20 de estas operaciones en humanos, con objeto de tratar de disminuir las crisis de epilepsia generalizada en individuos que no respond�an a ning�n tratamiento con medicamentos. La idea de esta operaci�n de los enfermos epil�pticos era que al impedirse la comunicaci�n entre los dos hemisferios mediante el corte del cuerpo calloso la excitabilidad neuronal, causante de las convulsiones epil�pticas, ya no podr�a propagarse al otro hemisferio y por lo tanto disminuir�a la severidad de la epilepsia. Este razonamiento es correcto, pues era ya bien conocido que las crisis convulsivas se inician localmente en ciertas zonas del cerebro y se propagan "en espejo" hacia zonas del hemisferio contralateral y despu�s, a otras regiones, hasta hacerse generalizadas. En efecto, despu�s de esta operaci�n las convulsiones ya no se propagaban al otro lado y, adem�s, por alguna causa a�n desconocida, tambi�n disminuyeron su frecuencia. En la actualidad se dispone de un n�mero de drogas que, aunque no en el 100% de los casos, s� en la mayor�a de ellos, son capaces de controlar a un paciente epil�ptico, por lo que esta operaci�n ya pr�cticamente no se hace. En este momento, lo importante para nosotros no es la epilepsia sino la posibilidad de que estos experimentos respondieran a la pregunta de si en realidad tenemos dos cerebros, con dos conciencias, dos mentes, o una sola, manejada por los dos hemisferios en forma coordinada.

Esto fue lo que trat� de contestar el grupo de Sperry mediante un estudio muy cuidadoso de los sujetos que fueron sometidos al corte del cuerpo calloso, es decir, los sujetos cuyo cerebro fue dividido. Para poder realizar estos estudios era esencial dise�ar experimentos que permitieran diferenciar las funciones de cada uno de los dos hemisferios, pues el comportamiento de estos pacientes, algunos meses despu�s de la operaci�n, no permit�a distinguir ninguna anormalidad atribuible al hecho de que los hemisferios cerebrales estaban separados. Tomando en cuenta que las fibras de los nervios �pticos se cruzan de tal manera que lo que ve el ojo izquierdo se proyecta al hemisferio derecho y viceversa y que de manera similar las fibras de los nervios motores se cruzan, por lo que el hemisferio derecho mueve todos los m�sculos del lado izquierdo del cuerpo y viceversa, Sperry dise�� experimentos que permitieran saber qu� manejaba cada uno de los hemisferios cerebrales. As�, por ejemplo, si se presentaba al sujeto una imagen con el ojo izquierdo cubierto, s�lo el hemisferio de ese mismo lado lo podr�a ver, ya que las fibras del nervio del ojo derecho se cruzan hacia el hemisferio izquierdo. Y para saber qu� ve�a ese hemisferio izquierdo, se le ped�a al sujeto que dijera qu� objeto ve�a o que lo reconociera de entre varios que ten�an a su alcance, con la mano derecha, que es la que controla y puede mover el hemisferio izquierdo. (Figura 38.)


Figura 38. Cuando se aislan los hemisferios cerebrales mediante el corte del cuerpo calloso, es posible estudiar las funciones independientes de cada uno de ellos, como fue realizado en humanos. Para el dise�o e interpretaci�n de los experimentos en estos pacientes fue indispensable conocer y tomar en cuenta el entrecruzamiento de las fibras nerviosas que llevan al cerebro la informaci�n visual y auditiva, as� como el de los nervios que mueven los m�sculos. Este esquema muestra que, debido al entrecruzamiento parcial de las fibras de los nervios �pticos y al campo visual que capta cada mitad de la retina, lo que ve el ojo izquierdo se proyecta al hemisferio derecho y viceversa. Debido a cruzamientos similares, el hemisferio derecho siente y mueve al lado izquierdo del cuerpo y viceversa, como se esquematiza por las manos I y D. Cada o�do tambi�n env�a su informaci�n hacia el hemisferio opuesto y s�lo el olfato es registrado del mismo lado que se percibe. Tambi�n se indica en el esquema, como se discute ampliamente en el texto, que el hemisferio izquierdo es el m�s "l�gico" y posee el centro del lenguaje y la escritura, mientras que el hemisferio derecho es el m�s "intuitivo" y maneja predominantemente la comprensi�n no verbal.

De estos experimentos que proporcionaron resultados muy similares en los ocho pacientes con el cerebro dividido que Sperry estudi�, se ha concluido que cada hemisferio es capaz de hacer ciertas cosas que el otro no puede hacer y, adem�s, —quiz� lo m�s interesante—, que lo que un cerebro ve�a, as� como su reacci�n a lo que ve�a, era desconocido para el otro hemisferio. Ciertamente y no fue sorpresa pues ya se sab�a que el centro del lenguaje est� exclusivamente en el cerebro izquierdo, el hemisferio derecho no puede hablar; cuando se le preguntaba al sujeto qu� ve�a con el ojo izquierdo, cuya imagen llega al hemisferio derecho, no pod�a decirlo verbalmente, pero s� era capaz de se�alarlo con su mano izquierda sin equivocarse nunca. En cambio, cuando era el ojo derecho el que ve�a, y por tanto la imagen llegaba al hemisferio izquierdo, el sujeto no ten�a ning�n problema para expresar verbalmente qu� objeto hab�a visto, y pod�a tambi�n se�alarlo con su mano derecha, pero no con la izquierda. El cerebro izquierdo tiene tambi�n mucho mayor capacidad de leer, aunque el derecho no est� privado del todo para hacerlo. Sin embargo, la comprensi�n no verbal y las habilidades de manejo de objetos en el espacio son superiores en el hemisferio derecho en comparaci�n con el izquierdo, que es mucho m�s l�gico y matem�tico.

Sperry resume sus hallazgos e interpretaciones de la manera siguiente:

El hemisferio menor mudo (el derecho) parece ser llevado en buena medida como un pasajero pasivo y silencioso que deja el control de la conducta al hemisferio izquierdo. As�, la naturaleza y las cualidades mentales del mundo interior del silencioso hemisferio derecho permanece relativamente inaccesible a la investigaci�n, ya que requiere pruebas especiales de mediciones con formas no verbales de expresi�n.

Y sin embargo el propio Sperry considera que:

el hemisferio derecho es consciente por s� mismo, percibiendo, pensando, deseando y con emociones, todo en un nivel caracter�sticamente humano, y ambos hemisferios izquierdo y derecho pueden ser conscientes simult�neamente de experiencias mentales diferentes, o aun opuestas, que ocurren en paralelo. Aunque predominantemente mudo y generalmente inferior en todas las actividades que tienen que ver con el lenguaje o el razonamiento ling��stico o matem�tico, el hemisferio menor es sin embargo claramente el miembro cerebral superior para ciertos tipos de tareas. Sin olvidar que en la gran mayor�a de las pruebas es el hemisferio izquierdo el superior y el dominante, revisemos r�pidamente ahora algunas de las actividades excepcionales en las que el hemisferio menor es mejor. Primero, por supuesto, como se podr�a predecir, �stas son todas las funciones no ling��sticas y no matem�ticas. Ellas incluyen sobre todo la aprehensi�n y el procesamiento de patrones espaciales, relaciones y transformaciones. Estas funciones parecen ser hol�sticas y unitarias m�s bien que anal�ticas y fragmentarias, as� como orientacionales m�s que focales, e involucrar apreciaciones preceptuales concretas m�s que razonamiento secuencial abstracto y simb�lico.

�Qu� nos dicen estos sorprendentes hallazgos respecto a nuestra discusi�n anterior? Ciertamente hasta la fecha no se han encontrado diferencias en cuanto a la organizaci�n de circuitos neuronales o los mecanismos de manejo y transmisi�n de informaci�n entre los dos hemisferios, ni se han descubierto neurotransmisores o procesos bioqu�micos en un hemisferio que sean distintos del otro. Y sin embargo, los estudios en los pacientes con el cerebro dividido claramente nos dicen que los hemisferios no llevan a cabo las mismas funciones mentales. Y al mismo tiempo, por otro lado, es claro que estas funciones parecen depender del cerebro mismo, ya que al ser separados los dos hemisferios, �stos ya no saben uno del otro y se comportan como entidades aisladas dentros de un mismo organismo. �Quiere esto decir que est� decidida la batalla entre el monismo y el dualismo a favor del primero?

Evidententemente, los argumentos no son definitivos en el sentido del monismo o del dualismo, pues los experimentos del "cerebro dividido" no nos explican los mecanismos neuronales de la mente, aunque si apuntan con claridad hacia una �ntima relaci�n mente-cerebro, quiz� m�s �ntima que lo que los dualistas quisieran. Fil�sofos contempor�neos como Karl Popper son monistas, y neurocient�ficos que han realizado descubrimientos notables sobre el funcionamiento del sistema nervioso y que conocen en gran detalle los estudios de Sperry, como John Eccles que descubri� los mecanismos de la inhibici�n de la actividad neuronal, son abierta y declaradamente dualistas.

Me gustar�a aqu� recordar, como un posible planteamiento que no por repetirse pierde su valor, que el conocimiento de muchos de los mecanismos biol�gicos ha permitido avances extraordinarios que eran impredecibles hace apenas algunas decenas de a�os, como es el caso de la transmisi�n de la informaci�n gen�tica. Estos conocimientos en la actualidad est�n permitiendo por primera vez en la historia del hombre, de la vida misma, el que un ser viviente sea capaz de modificar la informaci�n gen�tica de otro ser viviente, a trav�s de los procedimientos de la llamada ingenier�a gen�tica, para crear organismos con propiedades biol�gicas diferentes de las del organismo "natural". Si se piensa que estos progresos han ocurrido en unos 30 a�os, y que eran pr�cticamente impensables s�lo 10 a�os antes, no parece demasiado arriesgado predecir que la investigaci�n sobre el funcionamiento del cerebro nos dar� tambi�n en las pr�ximas d�cadas una gran cantidad de informaci�n, que quiz� permitir� acercarse al conocimiento de los mecanismos de lo m�s humano que el hombre posee: su conciencia, su pensamiento, su imaginaci�n y su creatividad. Sin embargo, es claro que por el momento —y el momento puede durar muchas decenas de a�os— este objetivo final se ve todav�a muy lejano. Antes ser� necesario resolver muchos otros problemas acerca de la qu�mica y la fisiolog�a del cerebro, problemas que impl�citamente han ido quedando planteados en los cap�tulos anteriores. Por ejemplo, necesitamos todav�a aprender mucho sobre la manera en que los neurotransmisores act�an para excitar o inhibir la actividad neuronal, sobre c�mo se regula o controla esta funci�n excitadora o inhibidora, incluyendo los mecanismos de s�ntesis de los transmisores y su liberaci�n desde las terminales ax�nicas; sobre c�mo los receptores pueden ser modificados en su cantidad, arreglo en la membrana de las neuronas y sensibilidad a su correspondiente transmisor. Deberemos conocer tambi�n c�mo la neurona es capaz de integrar la informaci�n que recibe simult�neamente desde tantos cientos de neuronas diferentes para que finalmente env�e o no se�ales el�ctricas a lo largo de su ax�n. Tendremos que saber la naturaleza qu�mica de todos los neurotransmisores y de otras mol�culas cuya funci�n parece ser la de regular la acci�n de ellos en las sinapsis.

Hace falta asimismo tener una idea m�s completa e integrada de la organizaci�n de los circuitos neuronales y de qu� transmisor o transmisores funcionan en las sinapsis involucradas entre las neuronas que los componen. Requerimos conocer c�mo un circuito afecta o modifica la acci�n de otros circuitos, especialmente en cuanto a la integraci�n de la funci�n primordial de cada uno de ellos —si es que realmente hay una funci�n primordial de cada circuito—, pues cabe la posibilidad de que determinadas funciones mentales sean el resultado de la actividad de muchos circuitos funcionando simult�neamente.

Los puntos que acabamos de mencionar no son sino una peque�a parte de la larga lista de aspectos que a�n nos falta mucho por conocer y comprender. Y aun despu�s de todo esto, sin duda deber�n surgir conceptos no previstos a�n, respuestas por el momento inimaginables, para alcanzar la �ltima de las fronteras del conocimiento: el entendimiento de las funciones mentales.

En la continuaci�n del fragmento de sor Juana citado en el cap�tulo 1 de este libro, dice la poetisa:
...Y del cerebro, ya desocupado,
los fantasmas huyeron,
y —como de vapor leve formadas—
en f�cil humo, en viento convertidas,
su forma resolvieron.

�Cu�ntos fantasmas de ignorancia y de escepticismo deben desaparecer; cu�ntos nuevos conceptos, cu�ntas ideas, cu�ntos esfuerzos de experimentaci�n y s�ntesis de informaci�n, deber�n sumarse para llegar a la meta? Una cosa es segura: el hombre no se detendr� en sus esfuerzos de creatividad en el arte, en la tecnolog�a y en todo cuanto en la vida de nuestra civilizaci�n y cultura significa progreso.

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