III. LAS C�LULAS DE LA MENTE

ARIST�TELES reconoce, en su tratado Las partes de los animales, que entre todos los animales, el hombre es el que posee el cerebro de mayor tama�o, en proporci�n al cuerpo, y su funci�n es "nada menos que la preservaci�n del cuerpo entero". Sin embargo, Arist�teles pensaba que esta importante funci�n era llevada a cabo por el cerebro, s�lo porque este �rgano era capaz de compensar un exceso de calor del coraz�n, verdadero asiento del alma y de los sentidos, de tal manera que el cerebro funcionaría como contrapeso del coraz�n, moderando su actividad. La raz�n de esto, dice Arist�teles, es que el cerebro es fr�o mientras que el coraz�n es caliente, por lo cual aqu�l es capaz de enfriar a �ste y mantener un equilibrio que no se encuentre ni en un extremo de calor ni en un fr�o excesivo. Para que el cerebro pueda llevar a cabo esta importante funci�n moderadora del coraz�n, la composici�n del cerebro es h�meda, y est� formada por agua y tierra. En efecto —sigue diciendo el gran cient�fico y fil�sofo griego— esto puede comprobarse porque el cerebro es fr�o al tacto y porque cuando se hierve se endurece, ya que con el calor se evapora el agua que lo compone y queda s�lo el material terrestre, que es duro, tal como sucede cuando se hierve una fruta.

De esta idea aristot�lica de la composici�n del cerebro a la que ahora realmente sabemos que tiene, hay un enorme abismo, pero tuvieron que pasar veinte siglos para saberlo. En efecto, no fue sino hasta la segunda mitad del siglo XVII cuando Marcello Malpighi descubri� en muchos tejidos animales y vegetales unos peque�os sacos o "utr�culos", que no eran otra cosa que las c�lulas. Entre los tejidos observados por Malpighi estaba el cerebro, en donde �l fue capaz de describir algunas c�lulas grandes en una zona de la corteza cerebral. A pesar de que ya para esa �poca se conoc�a bastante bien el cerebro, desde un punto de vista macrosc�pico, y se hab�an descrito sus distintas regiones casi completamente, sobre todo gracias a los trabajos de Andreas Vesalio —probablemente el m�s grande anatomista de todos los tiempos—, las observaciones de Malpighi sobre la anatom�a microsc�pica de los tejidos no fueron f�cilmente aceptadas por sus esc�pticos colegas, quienes lo atacaron repetida y duramente. Sin embargo, Malpighi pudo demostrar m�s all� de cualquier duda que todos los tejidos est�n formados por c�lulas. Fue el primero en observar, con los microscopios de la �poca, los gl�bulos rojos de la sangre, entre varios otros descubrimientos cruciales como la continuidad de los capilares arteriales y los venosos, con lo cual se confirmaba la hip�tesis de la circulaci�n cerrada de la sangre. Sin duda, Malpighi se estableci� as� como el fundador de la anatom�a microsc�pica de los tejidos y puede ser considerado, por lo tanto, como el primer hist�logo de la historia.

C�MO VER LAS NEURONAS

Dos siglos m�s tarde, en 1873, otro italiano, Camillo Golgi, describi� el uso de una sal de plata —el cromato de plata— para te�ir las c�lulas nerviosas. Con esta t�cnica fue posible observar por primera vez una neurona �ntegra, ya que por razones a�n desconocidas el cromato de plata "pinta" la neurona completa, la cual como veremos enseguida es extraordinariamente compleja en su forma. (V�ase la portada). Fue gracias a esta t�cnica, mejorada por �l mismo, que Santiago Ram�n y Cajal realiz� el estudio m�s completo acerca del sistema nervioso que hasta la fecha se haya hecho individualmente por un investigador. (Figura 19.) En efecto a trav�s de m�s de cuarenta a�os de intenso trabajo, este gran investigador espa�ol describi� pr�cticamente todos los tipos de neuronas de las distintas regiones del cerebro, cerebelo y la retina de muchas especies animales, y pudo de esta manera demostrar, una vez m�s en contra de las ideas que en ese momento exist�an acerca de la estructura histol�gica del tejido nervioso, que las neuronas son c�lulas individuales, separadas una de otra, y que constituyen la unidad anat�mica y funcional del sistema nervioso. Parte esencial de esta demostraci�n fue el descubrimiento de que cada neurona est� separada de las dem�s, es decir, que no se contin�an una con otra como si fuera una red, lo cual era la idea que prevalec�a en la mayor�a de los laboratorios que estudiaban el sistema nervioso en esa �poca. Como revisaremos en el pr�ximo cap�tulo, este postulado, que fue plenamente confirmado con el uso del microscopio electr�nico a mediados del presente siglo, es un punto capital para el entendimiento de c�mo funcionan las c�lulas nerviosas y c�mo se comunican entre s�.

Figura 19. Las preparaciones que Ram�n y Cajal realiz� de neuronas de todas las regiones del sistema nervioso de muchas especies animales siguen siendo, casi un siglo despu�s, una de las fuentes de informaci�n sobre la organizaci�n neuronal m�s completas y precisas. Este dibujo fue hecho por Ram�n y Cajal sobre una preparaci�n de la corteza cerebral de un ni�o. Son claras la riqueza y la complejidad de cada una de las neuronas, as� como la elaborada organizaci�n topogr�fica del conjunto. Las largas prolongaciones cubiertas de "espinas" que cruzan verticalmente todo el dibujo son dendritas principales, cuyo origen se encuentra en cuerpos de neuronas localizados en el extremo inferior de la corteza no incluido en el dibujo.

Un cerebro humano, sin contar el cerebelo que se encuentra dentro de la parte posterior del cr�neo, posee aproximadamente 1011 neuronas, es decir, un 1 seguido de once ceros, o sea, cien mil millones. Este n�mero es muy grande, mucho m�s de lo que aparece al o�rlo y repetirlo tranquilamente, por ejemplo hagamos su equivalencia en tiempo. �cu�nto tiempo corresponde a ese n�mero de segundos, si hay 60 segundos en un minuto, y 60 minutos en una hora, y 24 horas en un d�a y 365 d�as en un a�o? �cu�ntos a�os equivalen a cien mil millones de segundos? Al hacer las operaciones pertinentes el resultado es sorprendente: cien mil millones de segundos es igual a nada menos que �tres mil ciento setenta y un a�os! Otro ejemplo igualmente impresionante de lo grande de este n�mero es calcular cu�ntos kil�metros equivalen a cien mil millones de mil�metros; el resultado es igualmente sorprendente; cien mil kil�metros, o sea, aproximadamente un tercio de la distancia de la tierra a la luna. De estos ejemplos simples de nuestra vida diaria es f�cil concluir que el n�mero de c�lulas nerviosas que forman un cerebro humano es verdaderamente muy grande.

No basta sin embargo pensar s�lo en el n�mero de neuronas para acercarnos a entender la composici�n celular del cerebro, ya que al hacer consideraciones estrictamente num�ricas se est�n dejando de lado otros aspectos mucho m�s importantes en la caracterizaci�n de las c�lulas de los tejidos y de sus funciones. Pensemos, por ejemplo, que ese n�mero tan elevado de c�lulas en el cerebro no es tan sorprendente al compararlo con el que existe en otros �rganos del cuerpo. El h�gado, cuyo tama�o es considerablemente mayor que el del cerebro, tiene quiz� m�s c�lulas que este �ltimo. La diferencia est� en que adem�s del n�mero, las neuronas son muy diferentes entre s�, y esta diferencia es muy importante para la organizaci�n estructural del cerebro. Adem�s, ya hemos mencionado que las neuronas se han especializado tanto en su funci�n de comunicaci�n que han perdido la capacidad para hacer otras cosas, entre ellas la muy importante funci�n de reproducirse. En contraste, las c�lulas del h�gado tienen gran capacidad para fabricar una enorme cantidad de mol�culas que las neuronas no pueden hacer y adem�s, las c�lulas hep�ticas tienen un impresionante poder reproductor cuando han sido lesionadas.

LA FORMA DE LAS NEURONAS

Para volver a centrarnos en el tema fundamental de este cap�tulo que es la estructura de las neuronas, hagamos una comparaci�n m�s respecto a la forma de las c�lulas y, para ello, veamos m�s de cerca una c�lula del h�gado: posee todas las caracter�sticas morfol�gicas de lo que podr�amos llamar una c�lula animal t�pica, como son su n�cleo, citoplasma, membrana externa y un conjunto de peque�os organelos en el seno del citoplasma, que incluye las mitocondrias, los lisosomas y el sistema reticuloendopl�smico. No es �ste el momento de detenernos a analizar qu� es lo que hace cada uno de estos organelos intracelulares. Lo que nos interesa es comparar la estructura de una c�lula hep�tica con la de una neurona. Y lo primero que salta a la vista es, que mientras que un hepatocito (o c�lula hep�tica) es muy parecido, por no decir id�ntico, a cualquier otro, cuando observamos las neuronas encontramos una enorme diversidad de formas. Mientras que todos los hepatocitos son m�s o menos esf�ricos y pr�cticamente iguales entre s�, las neuronas poseen m�ltiples ramificaciones que parten de una zona central, que tampoco es igual entre los distintos tipos de neuronas. Esta zona m�s voluminosa, llamada cuerpo o soma, puede tener forma de pera, esf�rica o ligeramente alargada, y varía much�simo en su tama�o.

Pero las variaciones en la forma de las neuronas son verdaderamente sorprendentes cuando, m�s que el soma, observamos sus prolongaciones. Ya desde el cap�tulo 1 se�alamos que las neuronas receptoras y las neuronas motoras tienen una larga prolongaci�n que les permite llevar la informaci�n que reciben hacia el cerebro —en el caso de las receptoras— o desde el cerebro hacia la periferia —en el caso de las motoras—. Esta prolongaci�n, que es muy delgada en comparaci�n con el soma o cuerpo de la neurona, existe tambi�n en cada una de las1011 neuronas que est�n localizadas en el interior mismo del cerebro, s�lo que en este caso lleva informaci�n a otras neuronas dentro del mismo tejido cerebral. El nombre de esta prolongaci�n es ax�n. (Figura 20.)


Figura 20. La forma de las neuronas es extraordinariamente variada, como puede apreciarse claramente en los ejemplos que aqu� se muestran. En (a), se observan dos tipos de las neuronas "piramidales", caracter�sticas de la corteza cerebral ( v�ase tambi�n la figura 19). En la secci�n (b), una hemosa neurona de retina de gato, muestra la compleja red de ramificaciones en el extremo de su ax�n. En (c) encontramos una neurona de Purkinje de la corteza del cerebelo, la cual posee un magn�fico �rbol dendr�tico que recibe m�ltiples conexiones de otras c�lulas del cerebelo (v�ase la figura 21). La (d) es tambi�n de la corteza del cerebelo: a, ax�n; d, dendritas; s, soma o cuerpo celular.

Adem�s del ax�n, que arranca desde un solo sitio del soma pero que puede despu�s ramificarse profusamente, existen en las neuronas muchas otras prolongaciones que parten tambi�n del soma, generalmente del lado opuesto al del origen del ax�n. A diferencia de �ste, son casi siempre muy numerosas desde su origen mismo, y se ramifican casi inmediatamente. Estas prolongaciones constituyen la parte receptora de informaci�n de la c�lula, por lo que puede decirse que son la contrapartida del ax�n, y reciben el nombre de dendritas.

�Qu� tan grande es una neurona? Seg�n el tipo de neurona de que se trate su soma puede medir tanto como medio mil�metro o tan poco como menos de 2 mil�simas de mil�metro. Sin embargo, la longitud de las prolongaciones, especialmente la del ax�n, puede ser sorprendentemente grande. Por ejemplo, pensemos en los axones de las neuronas que llevan la informaci�n de la piel del pie hasta la m�dula espinal. Es claro que estos axones miden muchos cent�metros de longitud, al igual que los de las neuronas motoras que hacen que los m�sculos se contraigan. En el caso de ciertas especies animales grandes, como la jirafa, un ax�n puede medir hasta dos o m�s metros de largo. Sin embargo, los axones de las neuronas del interior del cerebro tienen axones muy cortos, pues van a comunicarse con otras neuronas que se encuentran muy cerca, en el mismo interior del cerebro. La otra dimensi�n, el grosor de los axones, si es muy peque�a, pues su di�metro raramente sobrepasa 3 o 4 mil�simas de mil�metro. La longitud de las dendritas, finalmente, es de s�lo fracciones de mil�metro en la gran mayor�a de las neuronas. (V�ase la Figura 6.)

De lo dicho hasta este momento podemos concluir que no existe una neurona t�pica, pues �cu�l tomar como ella, por ejemplo de entre las que se muestran en las Figuras 1 y 20? Seg�n el lugar espec�fico que ocupe dentro de la estructura del cerebro, y la manera como se relacione con las otras numerosas neuronas con que se comunica, cada tipo de neurona tendr� una forma propia, seg�n la estructura particular de sus prolongaciones, el ax�n y las dendritas, y por las ramificaciones de �stas.

Podemos resumir lo dicho hasta ahora sobre la forma y estructura de las neuronas de las siguiente manera: todas tienen una porci�n receptora de se�ales, formada por las dendritas, sumamente ramificadas, un soma o cuerpo —en donde se encuentra el n�cleo y la maquinaria qu�mica para fabricar prote�nas y otras mol�culas, y adem�s es la porci�n encargada de manejar e integrar la informaci�n— , y una porci�n emisora de la informaci�n recibida, constituida por el ax�n, el cual tambi�n se ramifica considerablemente. Sin embargo, estas tres bien diferenciadas porciones de cada neurona son sumamente variables en forma, en tama�o y modo de ramificarse, de tal manera que aparte de la definici�n general que acabamos de hacer es pr�cticamente imposible hablar de una morfolog�a general de las neuronas.

LA ARQUITECTURA NEURONAL: LOS CIRCUITOS

Conviene ahora revisar hacia d�nde van los axones, y de d�nde viene la informaci�n que recogen las dendritas. Esto quiere decir, ni m�s ni menos, describir a vista de p�jaro lo que bien puede llamarse la arquitectura de las neuronas. Y es que la forma como est�n organizados los conjuntos de neuronas para comunicarse entre s�, bien puede compararse con la m�s elaborada arquitectura urbana que pueda concebirse. Como en la imaginada ciudad Zora de Italo Calvino, quien la describe as� en su Ciudades invisibles:

...el secreto de Zora radica en el modo como tu mirada recorre los distintos patrones siguiendo uno al otro como en una partitura musical en la que no se puede alterar o desplazar ninguna nota. El hombre que conoce de memoria c�mo est� hecha Zora, si no puede dormir en la noche, puede imaginarse que camin� a lo largo de sus calles y recordar el orden en el que el reloj de cobre sigue al toldo con rayas del peluquero, y despu�s la fuente con los nueve chorros, la torre de vidrio del astr�nomo, el kiosko del vendedor de melones, las estatuas del ermita�o y el le�n, el ba�o turco, el caf� de la esquina, el callej�n que lleva al puerto. Esta ciudad que no puede ser expulsada de la mente es como una armadura, un panal en cuyas celdas cada uno de nosotros puede colocar las cosas que quiere recordar: nombres de hombres famosos, virtudes, n�meros, clasificaciones vegetales y minerales, fechas de batallas, constelaciones, partes de discursos. Entre cada idea y cada punto del itinerario se puede establecer una afinidad o un contraste, sirviendo como ayuda inmediata a la memoria.

Esta brillante visi�n de una ciudad imaginada podr�a corresponder a la manera como est�n dispuestas las neuronas en el cerebro. En efecto, las neuronas no est�n distribuidas al azar, una junto a la otra, sino que est�n organizadas de una manera extraordinariamente precisa, de tal modo que mediante sus dendritas y sus axones forman complicadas v�as o circuitos, a trav�s de los cuales cada una de ellas se puede comunicar s�lo con aquellas que forman parte de la v�a o circuito. En el siguiente cap�tulo revisaremos en detalle c�mo se comunica una neurona con otra, y la trascendencia del mecanismo de comunicaci�n. Por el momento solamente es necesario hacer �nfasis en que esta precisa —y preciosa— organizaci�n permite que distintos grupos neuronales —llamados n�cleos neuronales— en regiones o zonas espec�ficas del cerebro se comuniquen directamente s�lo con ciertos n�cleos neuronales de otras regiones, siguiendo una determinada distribuci�n como la de la ciudad de Zora. Por ejemplo, veamos los esquemas mostrados en la Figura 21. En el de la m�dula espinal, los axones de las neuronas sensoriales o receptores, de que hemos hablado en el Cap�tulo 1, penetran por la parte posterior o dorsal de la m�dula y van a hacer conexi�n, a trav�s de ramificaciones, con varias otras neuronas situadas m�s profundamente, entre las cuales est�n las neuronas motoras. Estas a su vez, env�an su ax�n partiendo de la porci�n anterior o ventral de la m�dula, hacia fuera de ella, hasta llegar a los m�sculos. Sin embargo, antes de salir de la m�dula ese ax�n emite una colateral, que se va a conectar con otra neurona de ax�n muy corto. Este ax�n, a su vez se conecta con otra motoneurona diferente, cuyo ax�n va a terminar en el m�sculo antagonista a aqu�l al que llega el ax�n de la motoneurona inicial (m�sculo antagonista de otro es el que genera el movimiento opuesto: el m�sculo b�ceps, que nos permite flexionar el antebrazo sobre el brazo, tiene su antagonista, el tr�ceps, con el que realizamos el movimiento opuesto de extensi�n).

Figura 21. Las neuronas se comunican con otras de manera perfectamente definida y precisa, formando v�as o circuitos multineurales que son los responsables de las funciones nerviosas. El primer esquema muetra algunos de los circuitos de la m�dula espinal, incluyendo neuronas que inhiben a otras, en vez de excitarlas, las cuales est�n en negro y con una I ( v�ase tambi�n la figura 32). Las flechas hacia arriba y hacia abajo indican que estos axones vienen del cerebro, o van hacia �l, a lo largo de toda la m�dula espinal. El 2� esquema muestra la organizaci�n de los circuitos neuronales en la corteza del cerebelo. N�tese que las c�lulas se observan en un corte transversal y adem�s en otro longitudinal, por lo cual la c�lula de Purkinje (Figura20 c), ahora se ve de frente o de perfil. La direcci�n de las flechas indica el sentido del flujo de informaci�n.

En otro ejemplo mostrado en la Figura 20 el y la, de corteza del cerebelo, los axones que llegan a ella hacen contacto con las dendritas de las neuronas llamadas granulares, el ax�n de �stas sube hasta una capa m�s superficial de la corteza cerebelosa, se divide en forma de "T " y cada una de las dos ramas as� formadas avanza una distancia considerable, estableciendo m�ltiples contactos con las dendritas de otro tipo particular de neuronas, las llamadas c�lulas de Purkinje, de manera que recuerda a los cables de electricidad apoy�ndose en los postes. Finalmente, para completar este circuito de la corteza del cerebelo, los axones de las c�lulas de Purkinje abandonan la corteza e ininterrumpidamente salen del cerebelo para ir a conectarse con otros grupos neuronales del cerebro, situados cerca del origen de la m�dula espinal, en la zona conocida como tallo cerebral.

Otro ejemplo muy hermoso de la organizaci�n de los circuitos neuronales lo constituyen la retina. En esta delgada estructura que se encuentra en la parte posterior del ojo y con la cual percibimos la luz en todas sus variedades e intensidades, existe toda una red de neuronas que, al comunicarse entre s�, inician el complicado procesamiento de la informaci�n que llega en forma de luz para que el cerebro la perciba como im�genes, colores, formas en el espacio, distancias, movimientos, perspectivas, composiciones, deslumbramientos, penumbras, sombras y reflejos. Esta organizaci�n est� resumida en forma esquem�tica en la Figura 22. A partir de las neuronas receptoras de luz que est�n en el fondo de la retina —es decir, en la capa m�s profunda por lo que la luz debe atravesar toda la retina para llegar a ellas—, existen dos capas de neuronas de ax�n muy corto y una �ltima cuyos axones se re�nen, atraviesan en un punto espec�fico todo el espesor de la retina y constituyendo el nervio �ptico, llegan al cerebro en donde termina de procesarse la informaci�n. Como en la corteza cerebral —y pr�cticamente en todas las regiones del cerebro en que se procesa informaci�n—, tambi�n en la retina hay otras neuronas de ax�n muy corto, que se conectan con las ya mencionadas y que permiten una ordenada interacci�n lateral entre ellas, as� como regulaci�n o control, que es precisamente parte importante del procesamiento de la informaci�n a que nos hemos referido y el que veremos con m�s detalle en el pr�ximo cap�tulo.

Figura 22. La retina (esquema Figura 22a) y la corteza cerebral (Figura 22 b) son hermosos ejemplos de la organizaci�n de las neuronas en capas y circuitos localizados en l�minas celulares muy delgadas. La fotograf�a de la primera parte (a) muestra un corte de la retina del pollo (cortes�a de la Dra. A. M. L�pez Colom�) en el que se observan en la parte superior los receptores a la luz o fotorreceptores, as� como las distintas capas de cuerpos neuronales unidos por dendritas y axones, como se esquematiza en el dibujo. El nervio �ptico que se origina en las �ltimas c�lulas (inferiores en foto y dibujo) lleva al cerebro la informaci�n ya parcialmente procesada en distintas c�lulas de la retina. En la figura 22 (b) puede apreciarse en la corteza cerebral la elaborada red de fibras nerviosas y la organizaci�n de los cuerpos neuronales en capas.

Como en la retina, si vemos una capa o zona espec�fica del cerebro, por ejemplo la corteza cerebral, nos daremos cuenta que en el interior mismo de una zona que podr�a parecer tan delgada que ya no ser�a capaz de tener una organizaci�n mayor, las neuronas se distribuyen en capas, donde predominan los somas de las c�lulas, mientras que sus dendritas y sus axones se dirigen hacia los planos superior o inferior de manera que forman redes perfectamente definidas, al establecer contactos con neuronas vecinas de otras capas. Algunas de estas neuronas forman capas cuyos axones son muy cortos y no abandonan la zona, sino que se comunican con otras neuronas de la misma capa. La importancia de este tipo de arreglos es grande pues por tener estas c�lulas su ax�n corto y comunicarse con otras de la misma regi�n, funcionan como c�lulas de asociaci�n y, como tales, regulan la informaci�n que toda esa zona procesa.

Considerando varias regiones diferentes del cerebro, las conexiones que entre ellas se establecen tambi�n siguen un arreglo determinado. En otras palabras, los axones que emergen de una regi�n se dirigen con suma precisi�n hasta otra zona del cerebro, y a�n dentro de ella misma llegan precisamente a cierta subzona y no a otra. Adem�s, como se ejemplifica en el esquema, es frecuente que los axones de cierta regi�n, directamente o despu�s de hacer otras conexiones intermedias, regresen a la misma regi�n de la que se originaron, de manera que se establecen circuitos cerrados en los que la informaci�n que parte de una regi�n puede repercutir sobre esa misma regi�n. No es dif�cil imaginar, en el siguiente cap�tulo se har� �nfasis en ello, que este tipo de organizaci�n permite la posibilidad de mecanismos de regulaci�n precisos, mediante los cuales la informaci�n que parte de cierta zona puede retroactuar sobre ella misma.

Estos ejemplos bastar�n para hacer ver la precisi�n de la complicada arquitectura, que podr�amos llamar urban�stica, de los circuitos neuronales que constituyen el cerebro. Adem�s, si consideramos solamente una neurona con su soma y sus dendritas, observaremos que recibe una enorme cantidad de conexiones provenientes cada una de ellas de neuronas diferentes. As�, no es raro encontrar que a una sola neurona llegan decenas, cientos y hasta varios miles de conexiones de otras tantas neuronas (v�ase el cap�tulo IV).

De todo lo que hemos revisado hasta ahora podremos concluir, y esta conclusi�n es correcta, que las neuronas, mediante los circuitos que establecen, constituyen la parte fundamental del cerebro: el cerebro es un conjunto de neuronas extraordinariamente organizadas en sus arreglos tridimensionales y en sus conexiones. Es con las neuronas que pensamos, sentimos, nos movemos, captamos todo lo que est� a nuestro alrededor en forma de luz, im�genes, sonidos, ruidos, fr�o, calor, dolor, suavidad o dureza, dolor o placer, olores agradables o desagradables, sabores, consistencias, texturas y configuraciones, colores y forinas. Es con las neuronas que creamos, imaginamos, sufrimos, amamos y gozamos.

Las neuronas son, por todo lo anterior, las c�lulas de la mente.

LAS OTRAS C�LULAS DEL CEREBRO

Adem�s de las neuronas, existen en el cerebro otro tipo de c�lulas, cuya funci�n ha empezado a conocerse con cierto detalle en los �ltimos a�os. Estas c�lulas son tambi�n extraordinariamente numerosas —su n�mero es a�n mayor que el de las neuronas— aunque su funci�n es completamente diferente, pues no reciben, procesan o env�an informaci�n a otras c�lulas, ni tampoco se comunican entre s�. De manera general estas c�lulas reciben el nombre de c�lulas gliales, o simplemente neuroglia.

Las c�lulas gliales tienen tambi�n muchas prolongaciones que parten de su soma pero a diferencia de las neuronas, las prolongaciones son todas muy parecidas entre s� morfol�gica y funcionalmente ya que no existe diferencia entre ellas. Las c�lulas gliales m�s abundantes son las llamadas astrocitos, que tienen forma de estrella y cuyas prolongaciones est�n en contacto �ntimo con los capilares que llevan sangre a todas las c�lulas del cerebro. La funci�n de los astrocitos es m�ltiple: por un lado, proporcionan una especie de soporte o consistencia al cerebro, adem�s, parecen jugar un importante papel en muchas reacciones qu�micas necesarias para el correcto funcionamiento de las neuronas, proporcion�ndoles sustancias de varios tipos, incluyendo algunas de gran importancia para la funci�n neuronal, pues tienen que ver con la fabricaci�n de las mol�culas que la neurona usa para comunicarse con sus vecinas, como veremos en el pr�ximo cap�tulo.

Adem�s de los astrocitos, existen otras c�lulas gliales de suma importancia para la funci�n general del sistema nervioso. Estas son las c�lulas de la oligodendrogl�a, u oligodendrocitos. Las prolongaciones de estas interesantes c�lulas se enrollan alrededor de los axones de las neuronas form�ndoles una cubierta de varias capas de membrana celular, la cual posee una composici�n muy especial, diferente a la de las otras membranas celulares. Recibe el nombre de mielina. La mielina est� constituida por un material que, por su alto contenido en grasa, es aislante para el ax�n, lo cual facilita grandemente la transmisi�n de la informaci�n el�ctrica a lo largo del ax�n (v�ase el siguiente cap�tulo). Como resultado de esto, los axones pueden conducir la corriente el�ctrica a mucha mayor velocidad que si no existiera la mielina.

La importancia funcional de la mielina se pone de manifiesto claramente durante el desarrollo postnatal: al nacer, la mayor parte de los axones no est�n a�n mielinizados, por lo cual la conducci�n de la corriente el�ctrica es defectuosa, y �sta es una de las razones de la torpeza y la falta de habilidad y coordinaci�n motora, as� como de las deficiencias en el uso de los �rganos de los sentidos en la primera infancia de la mayor parte de los mam�feros, incluyendo al hombre. Adem�s, existen algunas enfermedades del sistema nervioso en las que la mielina degenera o se altera, con consecuencias graves para el funcionamiento del sistema nervioso en su conjunto. �stas son las enfermedades llamadas desmielinizantes, para las cuales a�n no existe tratamiento efectivo.

Aunque ciertamente las c�lulas de la neuroglia no son c�lulas nerviosas propiamente dichas, en conjunto dan un soporte y un apoyo funcional esencial para la actividad neuronal. El cerebro queda as� definido como un gran conjunto de neuronas, apoyadas por la neuroglia, organizado de manera precisa en redes, circuitos, capas y conexiones. Este gran conjunto es el que, mediante los mecanismos de comunicaci�n interneuronal que estamos listos para revisar en el pr�ximo cap�tulo, hace del cerebro humano la m�s compleja organizaci�n anat�mica y funcional a que ha llegado la evoluci�n biol�gica en su creciente progreso de centralizaci�n del sistema nervioso.

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