III. LAS CÉLULAS DE LA MENTE
A
RISTÓTELES
reconoce, en su tratado Las partes de los animales, que entre todos los animales, el hombre es el que posee el cerebro de mayor tamaño, en proporción al cuerpo, y su función es "nada menos que la preservación del cuerpo entero". Sin embargo, Aristóteles pensaba que esta importante función era llevada a cabo por el cerebro, sólo porque este órgano era capaz de compensar un exceso de calor del corazón, verdadero asiento del alma y de los sentidos, de tal manera que el cerebro funcionaría como contrapeso del corazón, moderando su actividad. La razón de esto, dice Aristóteles, es que el cerebro es frío mientras que el corazón es caliente, por lo cual aquél es capaz de enfriar a éste y mantener un equilibrio que no se encuentre ni en un extremo de calor ni en un frío excesivo. Para que el cerebro pueda llevar a cabo esta importante función moderadora del corazón, la composición del cerebro es húmeda, y está formada por agua y tierra. En efecto sigue diciendo el gran científico y filósofo griego esto puede comprobarse porque el cerebro es frío al tacto y porque cuando se hierve se endurece, ya que con el calor se evapora el agua que lo compone y queda sólo el material terrestre, que es duro, tal como sucede cuando se hierve una fruta.De esta idea aristotélica de la composición del cerebro a la que ahora realmente sabemos que tiene, hay un enorme abismo, pero tuvieron que pasar veinte siglos para saberlo. En efecto, no fue sino hasta la segunda mitad del siglo
XVII
cuando Marcello Malpighi descubrió en muchos tejidos animales y vegetales unos pequeños sacos o "utrículos", que no eran otra cosa que las células. Entre los tejidos observados por Malpighi estaba el cerebro, en donde él fue capaz de describir algunas células grandes en una zona de la corteza cerebral. A pesar de que ya para esa época se conocía bastante bien el cerebro, desde un punto de vista macroscópico, y se habían descrito sus distintas regiones casi completamente, sobre todo gracias a los trabajos de Andreas Vesalio probablemente el más grande anatomista de todos los tiempos, las observaciones de Malpighi sobre la anatomía microscópica de los tejidos no fueron fácilmente aceptadas por sus escépticos colegas, quienes lo atacaron repetida y duramente. Sin embargo, Malpighi pudo demostrar más allá de cualquier duda que todos los tejidos están formados por células. Fue el primero en observar, con los microscopios de la época, los glóbulos rojos de la sangre, entre varios otros descubrimientos cruciales como la continuidad de los capilares arteriales y los venosos, con lo cual se confirmaba la hipótesis de la circulación cerrada de la sangre. Sin duda, Malpighi se estableció así como el fundador de la anatomía microscópica de los tejidos y puede ser considerado, por lo tanto, como el primer histólogo de la historia.Dos siglos más tarde, en 1873, otro italiano, Camillo Golgi, describió el uso de una sal de plata el cromato de plata para teñir las células nerviosas. Con esta técnica fue posible observar por primera vez una neurona íntegra, ya que por razones aún desconocidas el cromato de plata "pinta" la neurona completa, la cual como veremos enseguida es extraordinariamente compleja en su forma. (Véase la portada). Fue gracias a esta técnica, mejorada por él mismo, que Santiago Ramón y Cajal realizó el estudio más completo acerca del sistema nervioso que hasta la fecha se haya hecho individualmente por un investigador. (Figura 19.) En efecto a través de más de cuarenta años de intenso trabajo, este gran investigador español describió prácticamente todos los tipos de neuronas de las distintas regiones del cerebro, cerebelo y la retina de muchas especies animales, y pudo de esta manera demostrar, una vez más en contra de las ideas que en ese momento existían acerca de la estructura histológica del tejido nervioso, que las neuronas son células individuales, separadas una de otra, y que constituyen la unidad anatómica y funcional del sistema nervioso. Parte esencial de esta demostración fue el descubrimiento de que cada neurona está separada de las demás, es decir, que no se continúan una con otra como si fuera una red, lo cual era la idea que prevalecía en la mayoría de los laboratorios que estudiaban el sistema nervioso en esa época. Como revisaremos en el próximo capítulo, este postulado, que fue plenamente confirmado con el uso del microscopio electrónico a mediados del presente siglo, es un punto capital para el entendimiento de cómo funcionan las células nerviosas y cómo se comunican entre sí.
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Figura 19. Las preparaciones que Ramón y Cajal realizó de neuronas de todas las regiones del sistema nervioso de muchas especies animales siguen siendo, casi un siglo después, una de las fuentes de información sobre la organización neuronal más completas y precisas. Este dibujo fue hecho por Ramón y Cajal sobre una preparación de la corteza cerebral de un niño. Son claras la riqueza y la complejidad de cada una de las neuronas, así como la elaborada organización topográfica del conjunto. Las largas prolongaciones cubiertas de "espinas" que cruzan verticalmente todo el dibujo son dendritas principales, cuyo origen se encuentra en cuerpos de neuronas localizados en el extremo inferior de la corteza no incluido en el dibujo.
Un cerebro humano, sin contar el cerebelo que se encuentra dentro de la parte posterior del cráneo, posee aproximadamente 10
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neuronas, es decir, un 1 seguido de once ceros, o sea, cien mil millones. Este número es muy grande, mucho más de lo que aparece al oírlo y repetirlo tranquilamente, por ejemplo hagamos su equivalencia en tiempo. ¿cuánto tiempo corresponde a ese número de segundos, si hay 60 segundos en un minuto, y 60 minutos en una hora, y 24 horas en un día y 365 días en un año? ¿cuántos años equivalen a cien mil millones de segundos? Al hacer las operaciones pertinentes el resultado es sorprendente: cien mil millones de segundos es igual a nada menos que ñtres mil ciento setenta y un años! Otro ejemplo igualmente impresionante de lo grande de este número es calcular cuántos kilómetros equivalen a cien mil millones de milímetros; el resultado es igualmente sorprendente; cien mil kilómetros, o sea, aproximadamente un tercio de la distancia de la tierra a la luna. De estos ejemplos simples de nuestra vida diaria es fácil concluir que el número de células nerviosas que forman un cerebro humano es verdaderamente muy grande.No basta sin embargo pensar sólo en el número de neuronas para acercarnos a entender la composición celular del cerebro, ya que al hacer consideraciones estrictamente numéricas se están dejando de lado otros aspectos mucho más importantes en la caracterización de las células de los tejidos y de sus funciones. Pensemos, por ejemplo, que ese número tan elevado de células en el cerebro no es tan sorprendente al compararlo con el que existe en otros órganos del cuerpo. El hígado, cuyo tamaño es considerablemente mayor que el del cerebro, tiene quizá más células que este último. La diferencia está en que además del número, las neuronas son muy diferentes entre sí, y esta diferencia es muy importante para la organización estructural del cerebro. Además, ya hemos mencionado que las neuronas se han especializado tanto en su función de comunicación que han perdido la capacidad para hacer otras cosas, entre ellas la muy importante función de reproducirse. En contraste, las células del hígado tienen gran capacidad para fabricar una enorme cantidad de moléculas que las neuronas no pueden hacer y además, las células hepáticas tienen un impresionante poder reproductor cuando han sido lesionadas.
Para volver a centrarnos en el tema fundamental de este capítulo que es la estructura de las neuronas, hagamos una comparación más respecto a la forma de las células y, para ello, veamos más de cerca una célula del hígado: posee todas las características morfológicas de lo que podríamos llamar una célula animal típica, como son su núcleo, citoplasma, membrana externa y un conjunto de pequeños organelos en el seno del citoplasma, que incluye las mitocondrias, los lisosomas y el sistema reticuloendoplásmico. No es éste el momento de detenernos a analizar qué es lo que hace cada uno de estos organelos intracelulares. Lo que nos interesa es comparar la estructura de una célula hepática con la de una neurona. Y lo primero que salta a la vista es, que mientras que un hepatocito (o célula hepática) es muy parecido, por no decir idéntico, a cualquier otro, cuando observamos las neuronas encontramos una enorme diversidad de formas. Mientras que todos los hepatocitos son más o menos esféricos y prácticamente iguales entre sí, las neuronas poseen múltiples ramificaciones que parten de una zona central, que tampoco es igual entre los distintos tipos de neuronas. Esta zona más voluminosa, llamada cuerpo o soma, puede tener forma de pera, esférica o ligeramente alargada, y varía muchísimo en su tamaño.
Pero las variaciones en la forma de las neuronas son verdaderamente sorprendentes cuando, más que el soma, observamos sus prolongaciones. Ya desde el capítulo 1 señalamos que las neuronas receptoras y las neuronas motoras tienen una larga prolongación que les permite llevar la información que reciben hacia el cerebro en el caso de las receptoras o desde el cerebro hacia la periferia en el caso de las motoras. Esta prolongación, que es muy delgada en comparación con el soma o cuerpo de la neurona, existe también en cada una de las10
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neuronas que están localizadas en el interior mismo del cerebro, sólo que en este caso lleva información a otras neuronas dentro del mismo tejido cerebral. El nombre de esta prolongación es axón. (Figura 20.)
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Figura 20. La forma de las neuronas es extraordinariamente variada, como puede apreciarse claramente en los ejemplos que aquí se muestran. En (a), se observan dos tipos de las neuronas "piramidales", características de la corteza cerebral ( véase también la figura 19). En la sección (b), una hemosa neurona de retina de gato, muestra la compleja red de ramificaciones en el extremo de su axón. En (c) encontramos una neurona de Purkinje de la corteza del cerebelo, la cual posee un magnífico árbol dendrítico que recibe múltiples conexiones de otras células del cerebelo (véase la figura 21). La (d) es también de la corteza del cerebelo: a, axón; d, dendritas; s, soma o cuerpo celular.
Además del axón, que arranca desde un solo sitio del soma pero que puede después ramificarse profusamente, existen en las neuronas muchas otras prolongaciones que parten también del soma, generalmente del lado opuesto al del origen del axón. A diferencia de éste, son casi siempre muy numerosas desde su origen mismo, y se ramifican casi inmediatamente. Estas prolongaciones constituyen la parte receptora de información de la célula, por lo que puede decirse que son la contrapartida del axón, y reciben el nombre de dendritas.
¿Qué tan grande es una neurona? Según el tipo de neurona de que se trate su soma puede medir tanto como medio milímetro o tan poco como menos de 2 milésimas de milímetro. Sin embargo, la longitud de las prolongaciones, especialmente la del axón, puede ser sorprendentemente grande. Por ejemplo, pensemos en los axones de las neuronas que llevan la información de la piel del pie hasta la médula espinal. Es claro que estos axones miden muchos centímetros de longitud, al igual que los de las neuronas motoras que hacen que los músculos se contraigan. En el caso de ciertas especies animales grandes, como la jirafa, un axón puede medir hasta dos o más metros de largo. Sin embargo, los axones de las neuronas del interior del cerebro tienen axones muy cortos, pues van a comunicarse con otras neuronas que se encuentran muy cerca, en el mismo interior del cerebro. La otra dimensión, el grosor de los axones, si es muy pequeña, pues su diámetro raramente sobrepasa 3 o 4 milésimas de milímetro. La longitud de las dendritas, finalmente, es de sólo fracciones de milímetro en la gran mayoría de las neuronas. (Véase la Figura 6.)
De lo dicho hasta este momento podemos concluir que no existe una neurona típica, pues ¿cuál tomar como ella, por ejemplo de entre las que se muestran en las Figuras 1 y 20? Según el lugar específico que ocupe dentro de la estructura del cerebro, y la manera como se relacione con las otras numerosas neuronas con que se comunica, cada tipo de neurona tendrá una forma propia, según la estructura particular de sus prolongaciones, el axón y las dendritas, y por las ramificaciones de éstas.
Podemos resumir lo dicho hasta ahora sobre la forma y estructura de las neuronas de las siguiente manera: todas tienen una porción receptora de señales, formada por las dendritas, sumamente ramificadas, un soma o cuerpo en donde se encuentra el núcleo y la maquinaria química para fabricar proteínas y otras moléculas, y además es la porción encargada de manejar e integrar la información , y una porción emisora de la información recibida, constituida por el axón, el cual también se ramifica considerablemente. Sin embargo, estas tres bien diferenciadas porciones de cada neurona son sumamente variables en forma, en tamaño y modo de ramificarse, de tal manera que aparte de la definición general que acabamos de hacer es prácticamente imposible hablar de una morfología general de las neuronas.
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A ARQUITECTURA NEURONAL: LOS CIRCUITOS
Conviene ahora revisar hacia dónde van los axones, y de dónde viene la información que recogen las dendritas. Esto quiere decir, ni más ni menos, describir a vista de pájaro lo que bien puede llamarse la arquitectura de las neuronas. Y es que la forma como están organizados los conjuntos de neuronas para comunicarse entre sí, bien puede compararse con la más elaborada arquitectura urbana que pueda concebirse. Como en la imaginada ciudad Zora de Italo Calvino, quien la describe así en su Ciudades invisibles:
...el secreto de Zora radica en el modo como tu mirada recorre los distintos patrones siguiendo uno al otro como en una partitura musical en la que no se puede alterar o desplazar ninguna nota. El hombre que conoce de memoria cómo está hecha Zora, si no puede dormir en la noche, puede imaginarse que caminó a lo largo de sus calles y recordar el orden en el que el reloj de cobre sigue al toldo con rayas del peluquero, y después la fuente con los nueve chorros, la torre de vidrio del astrónomo, el kiosko del vendedor de melones, las estatuas del ermitaño y el león, el baño turco, el café de la esquina, el callejón que lleva al puerto. Esta ciudad que no puede ser expulsada de la mente es como una armadura, un panal en cuyas celdas cada uno de nosotros puede colocar las cosas que quiere recordar: nombres de hombres famosos, virtudes, números, clasificaciones vegetales y minerales, fechas de batallas, constelaciones, partes de discursos. Entre cada idea y cada punto del itinerario se puede establecer una afinidad o un contraste, sirviendo como ayuda inmediata a la memoria.Esta brillante visión de una ciudad imaginada podría corresponder a la manera como están dispuestas las neuronas en el cerebro. En efecto, las neuronas no están distribuidas al azar, una junto a la otra, sino que están organizadas de una manera extraordinariamente precisa, de tal modo que mediante sus dendritas y sus axones forman complicadas vías o circuitos, a través de los cuales cada una de ellas se puede comunicar sólo con aquellas que forman parte de la vía o circuito. En el siguiente capítulo revisaremos en detalle cómo se comunica una neurona con otra, y la trascendencia del mecanismo de comunicación. Por el momento solamente es necesario hacer énfasis en que esta precisa y preciosa organización permite que distintos grupos neuronales llamados núcleos neuronales en regiones o zonas específicas del cerebro se comuniquen directamente sólo con ciertos núcleos neuronales de otras regiones, siguiendo una determinada distribución como la de la ciudad de Zora. Por ejemplo, veamos los esquemas mostrados en la Figura 21. En el de la médula espinal, los axones de las neuronas sensoriales o receptores, de que hemos hablado en el Capítulo 1, penetran por la parte posterior o dorsal de la médula y van a hacer conexión, a través de ramificaciones, con varias otras neuronas situadas más profundamente, entre las cuales están las neuronas motoras. Estas a su vez, envían su axón partiendo de la porción anterior o ventral de la médula, hacia fuera de ella, hasta llegar a los músculos. Sin embargo, antes de salir de la médula ese axón emite una colateral, que se va a conectar con otra neurona de axón muy corto. Este axón, a su vez se conecta con otra motoneurona diferente, cuyo axón va a terminar en el músculo antagonista a aquél al que llega el axón de la motoneurona inicial (músculo antagonista de otro es el que genera el movimiento opuesto: el músculo bíceps, que nos permite flexionar el antebrazo sobre el brazo, tiene su antagonista, el tríceps, con el que realizamos el movimiento opuesto de extensión).
Figura 21. Las neuronas se comunican con otras de manera perfectamente definida y precisa, formando vías o circuitos multineurales que son los responsables de las funciones nerviosas. El primer esquema muetra algunos de los circuitos de la médula espinal, incluyendo neuronas que inhiben a otras, en vez de excitarlas, las cuales están en negro y con una I ( véase también la figura 32). Las flechas hacia arriba y hacia abajo indican que estos axones vienen del cerebro, o van hacia él, a lo largo de toda la médula espinal. El 2ñ esquema muestra la organización de los circuitos neuronales en la corteza del cerebelo. Nótese que las células se observan en un corte transversal y además en otro longitudinal, por lo cual la célula de Purkinje (Figura20 c), ahora se ve de frente o de perfil. La dirección de las flechas indica el sentido del flujo de información.
En otro ejemplo mostrado en la Figura 20 el y la, de corteza del cerebelo, los axones que llegan a ella hacen contacto con las dendritas de las neuronas llamadas granulares, el axón de éstas sube hasta una capa más superficial de la corteza cerebelosa, se divide en forma de "T " y cada una de las dos ramas así formadas avanza una distancia considerable, estableciendo múltiples contactos con las dendritas de otro tipo particular de neuronas, las llamadas células de Purkinje, de manera que recuerda a los cables de electricidad apoyándose en los postes. Finalmente, para completar este circuito de la corteza del cerebelo, los axones de las células de Purkinje abandonan la corteza e ininterrumpidamente salen del cerebelo para ir a conectarse con otros grupos neuronales del cerebro, situados cerca del origen de la médula espinal, en la zona conocida como tallo cerebral.
Otro ejemplo muy hermoso de la organización de los circuitos neuronales lo constituyen la retina. En esta delgada estructura que se encuentra en la parte posterior del ojo y con la cual percibimos la luz en todas sus variedades e intensidades, existe toda una red de neuronas que, al comunicarse entre sí, inician el complicado procesamiento de la información que llega en forma de luz para que el cerebro la perciba como imágenes, colores, formas en el espacio, distancias, movimientos, perspectivas, composiciones, deslumbramientos, penumbras, sombras y reflejos. Esta organización está resumida en forma esquemática en la Figura 22. A partir de las neuronas receptoras de luz que están en el fondo de la retina es decir, en la capa más profunda por lo que la luz debe atravesar toda la retina para llegar a ellas, existen dos capas de neuronas de axón muy corto y una última cuyos axones se reúnen, atraviesan en un punto específico todo el espesor de la retina y constituyendo el nervio óptico, llegan al cerebro en donde termina de procesarse la información. Como en la corteza cerebral y prácticamente en todas las regiones del cerebro en que se procesa información, también en la retina hay otras neuronas de axón muy corto, que se conectan con las ya mencionadas y que permiten una ordenada interacción lateral entre ellas, así como regulación o control, que es precisamente parte importante del procesamiento de la información a que nos hemos referido y el que veremos con más detalle en el próximo capítulo.
Figura 22. La retina (esquema Figura 22a) y la corteza cerebral (Figura 22 b) son hermosos ejemplos de la organización de las neuronas en capas y circuitos localizados en láminas celulares muy delgadas. La fotografía de la primera parte (a) muestra un corte de la retina del pollo (cortesía de la Dra. A. M. López Colomé) en el que se observan en la parte superior los receptores a la luz o fotorreceptores, así como las distintas capas de cuerpos neuronales unidos por dendritas y axones, como se esquematiza en el dibujo. El nervio óptico que se origina en las últimas células (inferiores en foto y dibujo) lleva al cerebro la información ya parcialmente procesada en distintas células de la retina. En la figura 22 (b) puede apreciarse en la corteza cerebral la elaborada red de fibras nerviosas y la organización de los cuerpos neuronales en capas.
Como en la retina, si vemos una capa o zona específica del cerebro, por ejemplo la corteza cerebral, nos daremos cuenta que en el interior mismo de una zona que podría parecer tan delgada que ya no sería capaz de tener una organización mayor, las neuronas se distribuyen en capas, donde predominan los somas de las células, mientras que sus dendritas y sus axones se dirigen hacia los planos superior o inferior de manera que forman redes perfectamente definidas, al establecer contactos con neuronas vecinas de otras capas. Algunas de estas neuronas forman capas cuyos axones son muy cortos y no abandonan la zona, sino que se comunican con otras neuronas de la misma capa. La importancia de este tipo de arreglos es grande pues por tener estas células su axón corto y comunicarse con otras de la misma región, funcionan como células de asociación y, como tales, regulan la información que toda esa zona procesa.
Considerando varias regiones diferentes del cerebro, las conexiones que entre ellas se establecen también siguen un arreglo determinado. En otras palabras, los axones que emergen de una región se dirigen con suma precisión hasta otra zona del cerebro, y aún dentro de ella misma llegan precisamente a cierta subzona y no a otra. Además, como se ejemplifica en el esquema, es frecuente que los axones de cierta región, directamente o después de hacer otras conexiones intermedias, regresen a la misma región de la que se originaron, de manera que se establecen circuitos cerrados en los que la información que parte de una región puede repercutir sobre esa misma región. No es difícil imaginar, en el siguiente capítulo se hará énfasis en ello, que este tipo de organización permite la posibilidad de mecanismos de regulación precisos, mediante los cuales la información que parte de cierta zona puede retroactuar sobre ella misma.
Estos ejemplos bastarán para hacer ver la precisión de la complicada arquitectura, que podríamos llamar urbanística, de los circuitos neuronales que constituyen el cerebro. Además, si consideramos solamente una neurona con su soma y sus dendritas, observaremos que recibe una enorme cantidad de conexiones provenientes cada una de ellas de neuronas diferentes. Así, no es raro encontrar que a una sola neurona llegan decenas, cientos y hasta varios miles de conexiones de otras tantas neuronas (véase el capítulo IV).
De todo lo que hemos revisado hasta ahora podremos concluir, y esta conclusión es correcta, que las neuronas, mediante los circuitos que establecen, constituyen la parte fundamental del cerebro: el cerebro es un conjunto de neuronas extraordinariamente organizadas en sus arreglos tridimensionales y en sus conexiones. Es con las neuronas que pensamos, sentimos, nos movemos, captamos todo lo que está a nuestro alrededor en forma de luz, imágenes, sonidos, ruidos, frío, calor, dolor, suavidad o dureza, dolor o placer, olores agradables o desagradables, sabores, consistencias, texturas y configuraciones, colores y forinas. Es con las neuronas que creamos, imaginamos, sufrimos, amamos y gozamos.
Las neuronas son, por todo lo anterior, las células de la mente.
Además de las neuronas, existen en el cerebro otro tipo de células, cuya función ha empezado a conocerse con cierto detalle en los últimos años. Estas células son también extraordinariamente numerosas su número es aún mayor que el de las neuronas aunque su función es completamente diferente, pues no reciben, procesan o envían información a otras células, ni tampoco se comunican entre sí. De manera general estas células reciben el nombre de células gliales, o simplemente neuroglia.
Las células gliales tienen también muchas prolongaciones que parten de su soma pero a diferencia de las neuronas, las prolongaciones son todas muy parecidas entre sí morfológica y funcionalmente ya que no existe diferencia entre ellas. Las células gliales más abundantes son las llamadas astrocitos, que tienen forma de estrella y cuyas prolongaciones están en contacto íntimo con los capilares que llevan sangre a todas las células del cerebro. La función de los astrocitos es múltiple: por un lado, proporcionan una especie de soporte o consistencia al cerebro, además, parecen jugar un importante papel en muchas reacciones químicas necesarias para el correcto funcionamiento de las neuronas, proporcionándoles sustancias de varios tipos, incluyendo algunas de gran importancia para la función neuronal, pues tienen que ver con la fabricación de las moléculas que la neurona usa para comunicarse con sus vecinas, como veremos en el próximo capítulo.
Además de los astrocitos, existen otras células gliales de suma importancia para la función general del sistema nervioso. Estas son las células de la oligodendroglía, u oligodendrocitos. Las prolongaciones de estas interesantes células se enrollan alrededor de los axones de las neuronas formándoles una cubierta de varias capas de membrana celular, la cual posee una composición muy especial, diferente a la de las otras membranas celulares. Recibe el nombre de mielina. La mielina está constituida por un material que, por su alto contenido en grasa, es aislante para el axón, lo cual facilita grandemente la transmisión de la información eléctrica a lo largo del axón (véase el siguiente capítulo). Como resultado de esto, los axones pueden conducir la corriente eléctrica a mucha mayor velocidad que si no existiera la mielina.
La importancia funcional de la mielina se pone de manifiesto claramente durante el desarrollo postnatal: al nacer, la mayor parte de los axones no están aún mielinizados, por lo cual la conducción de la corriente eléctrica es defectuosa, y ésta es una de las razones de la torpeza y la falta de habilidad y coordinación motora, así como de las deficiencias en el uso de los órganos de los sentidos en la primera infancia de la mayor parte de los mamíferos, incluyendo al hombre. Además, existen algunas enfermedades del sistema nervioso en las que la mielina degenera o se altera, con consecuencias graves para el funcionamiento del sistema nervioso en su conjunto. Éstas son las enfermedades llamadas desmielinizantes, para las cuales aún no existe tratamiento efectivo.
Aunque ciertamente las células de la neuroglia no son células nerviosas propiamente dichas, en conjunto dan un soporte y un apoyo funcional esencial para la actividad neuronal. El cerebro queda así definido como un gran conjunto de neuronas, apoyadas por la neuroglia, organizado de manera precisa en redes, circuitos, capas y conexiones. Este gran conjunto es el que, mediante los mecanismos de comunicación interneuronal que estamos listos para revisar en el próximo capítulo, hace del cerebro humano la más compleja organización anatómica y funcional a que ha llegado la evolución biológica en su creciente progreso de centralización del sistema nervioso.
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