V. EINSTEIN Y SU TIEMPO



El individuo, con su existencia breve
y fr�gil, s�lo puede encontrarle sentido
a la vida por su actuaci�n sobre la sociedad.

A. EINSTEIN


SE GAN� LA GUERRA, PERO NO LA PAZ

EINSTEIN fue un hombre profundamente interesado en los problemas de su tiempo. Particip� activamente como pacifista y antimilitarista durante el surgimiento del nazismo en Alemania y durante las guerras mundiales; como respuesta a la conculcaci�n de los derechos del pueblo jud�o y en particular del derecho a su identidad nacional adopt� a fondo la causa sionista. Como hemos visto, estas actividades y otras similares le ocasionaron dificultades personales muy graves. Durante sus �ltimos meses en Europa se tem�a incluso un atentado contra �l, por lo que el gobierno belga le proporcion� guardia armada y cuando, obligado a salir de Europa, lleg� a Princeton, se mantuvo en silencio su presencia durante alg�n tiempo. Su actividad pol�tica y p�blica m�s sistem�tica se dio durante y, sobre todo, despu�s de la segunda Guerra Mundial, al iniciarse el desarrollo de las armas at�micas y la carrera armamentista. Sus art�culos period�sticos, conferencias, ensayos, etc., sobre temas sociales fueron recogidos en varios libros de car�cter popular. 1 Cuando, con motivo de una fuerte cr�tica de Einstein al gobierno nazi, Von Laue le escribi� pregunt�ndole si est� bien que un f�sico se involucre en problemas pol�ticos, Einstein le contest� pregunt�ndole a su vez c�mo ser�a el mundo si gente como Bruno, Humboldt, Spinoza o Voltaire no hubieran actuado en asuntos pol�ticos.

Probablemente la intervenci�n pol�tica mas conocida de Einstein sea la carta que dirigi� al presidente Roosevelt para urgirlo a que se tomaran medidas para el desarrollo de la bomba at�mica. 2 Desde 1938, Leo Szilard —su antiguo colaborador de Berl�n y compa�ero de inventos— hab�a emigrado a los Estados Unidos. Hombre de profundas convicciones pol�ticas, en agosto de 1939 Szilard se dirigi� en compa��a de su colega, el tambi�n f�sico h�ngaro emigrado Eugene Wigner (1902- ) a casa de Einstein, para solicitarle su intervenci�n frente al presidente Roosevelt con el objeto de hacerle ver el riesgo que implicar�a para la humanidad el que la bomba at�mica —hecha posible por los recientes descubrimientos f�sicos sobre la fisi�n nuclear 3 que no pudieron ser mantenidos en secreto, como el propio Szilard hab�a propuesto se hiciera— fuera desarrollada primero en la Alemania nazi. 4 Einstein estuvo de acuerdo y al d�a siguiente firm� una carta redactada por Szilard, la que lleg� a su destino.

Aparentemente esta famosa carta no tuvo ning�n papel decisivo, aunque Einstein, cuando concluida la guerra supo que la bomba alemana estaba sumamente rezagada, dijo que de haber sabido que ese era el caso, jam�s habr�a firmado la carta. 5 A principios de 1945, una vez m�s por petici�n de Szilard, Einstein envi� a nombre suyo y de vario colegas, Bohr inclusive, una nueva carta a Roosevelt tratando de frenar el desarrollo y posible uso del arma nuclear, pues era ya claro que Alemania estaba cerca de la derrota y no contaba con ella. Estas gestiones fueron interrumpidas por la muerte de Roosevelt, unas cuantas semanas despu�s. A partir del bombardeo at�mico de Hiroshima y Nagasaki por el ej�rcito norteamericano, Einstein adopt� una posici�n de lucha activa por el desarme y, muy en particular, contra el desarrollo, fabricaci�n y almacenamiento de las armas nucleares. En esta tarea Einstein no estuvo solo, pues una lucha similar emprendieron Bohr, Szilard y muchos otros cient�ficos. En diciembre de 1945 Einstein dict� una conferencia en Nueva York, que tuvo como lema: "Hemos ganado la guerra, pero no la paz." El t�tulo sintetiza excelentemente su preocupaci�n central a partir de ese momento y por el resto de su vida.

En 1946 se cre� el Comit� de Emergencia de Cient�ficos At�micos, con Einstein como Presidente, comit� que inici� de inmediato una campa�a para producir "una gran reacci�n en cadena de consciencia y comunicaci�n" e inici� la publicaci�n del famoso Bulletin of the Atomic Scientists, desde donde se despleg� —y contin�a desplegando— una campa�a contra el uso militar de la energ�a at�mica. A�os m�s tarde, el 11 de abril de 1955, Einstein escribi� su �ltima carta; iba dirigida a Bertrand Rusell, el gran matem�tico, fil�sofo y humanista ingl�s (1872-970), con la que dio fin a una serie de cartas intercambiadas entre los dos personajes en las �ltimas semanas. En ella, Einstein aceptaba la forma final de un manifiesto (conocido despu�s como Manifiesto Einstein-Russell) y la lista definitiva de firmantes del mismo; en este documento se llamaba a una conferencia para estudiar los peligros de la guerra y de la carrera armamentista; de esta iniciativa surgieron las Conferencias Pugwash, que desde entonces y a�o con a�o re�nen a cient�ficos de todo el mundo para avanzar en sus prop�sitos de desarme y paz.

En 1951 apareci� el primer n�mero de la revista del Partido Comunista norteamericano Monthly Review. El n�mero se abre con un art�culo escrito exprofeso por Einstein titulado "�Por qu� el Socialismo?", en el que Einstein concluye que la salida �nica para los problemas de la sociedad contempor�nea es el establecimiento de una econom�a socialista, acompa�ada de un sistema educativo dirigido hacia fines sociales. Termina diciendo —era la �poca en que se iniciaban las persecuciones McCarthystas en los Estados Unidos—: "La claridad sobre los objetivos y problemas del socialismo tiene el mayor significado en nuestra �poca de transici�n. Puesto que bajo las presentes circunstancias, la discusi�n libre e incondicional de estos problemas ha sucumbido a un poderoso tab�, considero que la fundaci�n de esta revista representa un importante servicio p�blico." Paralelamente, tambi�n expres� en m�s de una ocasi�n y en diversas formas su insatisfacci�n por la falta de un clima de libertad intelectual en los pa�ses del sistema socialista. Por ejemplo, en el mismo documento escribe: "La econom�a planificada no es socialismo a�n; puede ir unida a una completa esclavizaci�n del individuo. El socialismo tiene que enfrentarse con un problema pol�tico-social, nada f�cil de resolver: dentro de una centralizaci�n tan grande del poder pol�tico y econ�mico, conseguir que la burocracia no se haga excesivamente poderosa y no se magnifique, y que no se atrofie pol�ticamente al individuo, y con �l al contrapeso democr�tico del poder de la burocracia."

EINSTEIN Y LA FILOSOF�A

Adem�s de su actividad cient�fica y pol�tica, Einstein mantuvo a lo largo de su vida un claro inter�s por la filosof�a y, muy en particular, por la epistemolog�a de la f�sica, 6 tema sobre el que escribi� algunos ensayos e hizo observaciones, extra�das de su experiencia personal. De ellas es claro que, para �l, el principio rector en la b�squeda de las formulaciones te�ricas de las leyes de la naturaleza es la simplicidad l�gica: si las leyes m�s generales no son l�gicamente simples, pocas esperanzas nos quedan de poder encontrarlas, expres� en alguna ocasi�n. Asimismo, y extrapolando su experiencia personal con la relatividad general, cada vez estaba m�s convencido de que el hombre puede llegar a las leyes de la naturaleza a partir del pensamiento abstracto. Esta es la idea central que desarroll� en la �ltima conferencia que tuvo oportunidad de dictar en Europa —se trata de su Conferencia Herbert Spencer, dictada en Oxford el mes de junio de 1933, cuando hab�a ya renunciado a sus puestos en las academias b�vara y prusiana y resid�a temporalmente en Le Coq sur Mer, en B�lgica, preparando su salida definitiva de Europa—. Es sumamente interesante comparar esta tesis con escritos anteriores suyos, pues permite apreciar claramente c�mo evolucion� su pensamiento al respecto como resultado de su experiencia con la formulaci�n de la relatividad general. En efecto, hasta antes de 1920 expres� en m�s de una ocasi�n la conviccion opuesta, en el sentido de que la argumentaci�n puramente formal —es decir, basada solamente en posibilidades sugeridas por las caracter�sticas matem�ticas del problema y sin apoyo en argumentos f�sicos— fallar� pr�cticamente en todos los casos como mecanismo para encontrar una gu�a confiable en la soluci�n de problemas f�sicos nuevos.

En uno de sus primeros encuentros con Solovine, Einstein le explic� que desde muy joven hab�a tenido inter�s por la filosof�a, pero que la encontr� demasiado vaga y arbitraria, por lo que prefiri� concentrar su atenci�n en la f�sica. 7 La llama permaneci� sin embargo encendida y as�, por ejemplo, durante 1943 Einstein, Kurt Goedel (gran matem�tico austr�aco-norteamericano, 1906-1978), Wolfgang Pauli y Bertrand Russell se reunieron peri�dicamente en casa del primero para discutir temas filos�ficos. Los fil�sofos que mayor influencia tuvieron sobre Einstein, seg�n sus propias palabras, fueron Hume y Spinoza, aunque de sus escritos puede inferirse que conoc�a ampliamente la obra de otros fil�sofos, como Plat�n, Kant, e incluso el propio Russell. Probablemente sea correcto decir que el inter�s de Einstein por la filosof�a y por los problemas fundamentales de la f�sica sean s�lo dos aspectos complementarios de un mismo inter�s general por los problemas m�s fundamentales y generales del mundo f�sico.

Un reconocimiento expl�cito del valor del pensamiento filos�fico de Einstein se dio cuando, con motivo de su 70 aniversario, Paul Schilpp, editor de una serie de libros sobre el pensamiento de fil�sofos vivos, le solicit� a Einstein anuencia para elaborar un volumen referido a �l; se trata del libro Albert Einstein: Philosopher-Scientist (A.E.: fil�sofo y cient�fico) que se cita en la bibliograf�a al final de este libro, y para el cual Einstein escribi� las notas autobiogr�ficas que hemos citado varias veces (las que el llamara "su necrolog�a"). En este volumen se analiza la epistemolog�a de Einstein e incluye, entre otras muy valiosas discusiones, una presentaci�n popular y detallada escrita por Bohr sobre su pol�mica con Einstein, y una respuesta breve de �ste, contenida en su "respuesta a mis cr�ticos''.

EINSTEIN Y LA M�SICA

Einstein conserv� hasta el final de su vida un vivo amor por la m�sica. Fue precisamente la m�sica lo que le permiti� conocer a Besso, otro apasionado de ella, durante una velada musical en Zurich, probablemente hacia 1897. Einstein acostumbraba tocar el viol�n para s� mismo como una arma de descanso y relajamiento; lo hac�a con talento y musicalidad suficientes como para haberse atrevido a tocar en m�s de una ocasi�n en p�blico para colectar fondos con fines de beneficencia. Sus compositores predilectos eran Bach y Mozart, as� como italianos como Vivaldi, Scarlatti o Corelli; mostraba un claro desinter�s por los compositores del siglo XX, e incluso muchos del siglo pasado. Sobre Beethoven dijo que lo respetaba, pero que le resultaba demasiado dram�tico y personal. Y de Wagner expres� que admiraba su inventiva, pero que la ausencia de estructura la ve�a como decadente y que su personalidad musical le parec�a ofensiva, por lo que su m�sica le produc�a disgusto.

Presionado para que expresara en p�blico su opini�n musical —su inmensa popularidad hac�a que los peri�dicos y revistas recurrieran a �l para todo tipo de asuntos—, Einstein se�al� que en lo referente a m�sica �l no recurr�a a la l�gica, sino que proced�a de manera intuitiva y no conoc�a de teor�as musicales. Pero para que una pieza musical le pareciera bella era necesario que �l pudiera intuir una unidad interna, la existencia de una arquitectura. As� por ejemplo, comenta que Schubert es uno de sus compositores favoritos por su habilidad superlativa para expresar emoci�n y su enorme capacidad de invencion mel�dica; pero que en sus trabajos mayores lo perturba precisamente la falta de arquitectura.

En enero de 1938 Arturo Toscanini recibi� la Medalla Norteameriana Hebrea; para esa ocasi�n Einstein escribi� lo siguiente, que tiene un valor que excede en mucho la circunstancia para la que fue escrito:

"S�lo quien se entrega a una causa con todas sus fuerzas y toda su alma puede ser un verdadero maestro. Por esta raz�n, la maestr�a demanda todo de una persona y Toscanini lo muestra en cada manifestaci�n de su vida."

EL MANUSCRITO RECONSTRUIDO

En 1943, un comit� de recaudaci�n de fondos para sostener el esfuerzo b�lico le solicit� a Einstein el original de su manuscrito de 1905 sobre la teor�a de la relatividad, para subastarlo. Einstein replic� que se hab�a desecho del manuscrito desde mucho tiempo atr�s, pero que estar�a dispuesto a hacer una copia tan fiel como los (casi 40) a�os transcurridos le permitieran. La oferta fue aceptada y Einstein rehizo el manuscrito, encabez�ndolo con la leyenda: "Las p�ginas que siguen son una copia de mi primer trabajo sobre la teor�a de la relatividad. Hice la copia en noviembre de 1943." Regal� asimismo un manuscrito reciente de un trabajo no publicado. Ambos documentos se vendieron en una subasta p�blica en la ciudad de Kansas; el primero lo adquiri� la Compa��a de Seguros de Kansas (que lo don� a la Biblioteca del Congreso) por la cantidad de 6.5 millones de d�lares en bonos de guerra; el segundo lo compr� un particular, tambi�n a precio estratosf�rico.

Einstein no us� este tipo de posibilidades en su beneficio personal; de hecho, su actitud fue la contraria, como se ve de la siguiente an�cdota. Cuando en 1932 lo invitaron a que formara parte del personal del Instituto de Estudios Avanzados que se estaba creando en Princeton y tuvieron que hablar de remuneraci�n, Einstein solicit� un salario de 3 500 d�lares anuales, preguntando a continuaci�n: "�O podr�a vivir con menos?" Se le fij� un salario de 15 000 d�lares anuales.

Chaim Weizmann, presidente de Israel, muri� en noviembre de 1952; el primer ministro Ben Guri�n pens� en ofrecerle la presidencia vacante a Einstein "probablemente el m�s grande hombre vivo". La respuesta de Einstein era clara y definitiva, pero lo inquiet� sobremanera el problema de c�mo evitarle al embajador y al gobierno israel� el embarazo de su inevitable negativa. La raz�n formal para no aceptar fue que, independientemente del car�cter formal del puesto, como presidente de Israel ser�a responsable de las acciones del pa�s, y que ellas podr�an entrar en conflicto con su conciencia.

LA TEOR�A UNIFICADA

Einstein fue un esp�ritu independiente y un navegante solitario toda su vida. Esta independencia —que es una necesidad vital en �l y a la que ya se refiere en un ensayo escolar escrito a los 17 a�os en Aarau 8 — le permiti� concentrar su labor de investigaci�n en una l�nea de principio no influida por las modas y nuevas teor�as que emergieron alrededor de �l. Esto implic� que intencionalmente se marginara de desarrollos tales como la f�sica nuclear, la de part�culas elementales, de estado s�lido, etc. En alguna forma, esta actitud se manifiesta ya desde su �poca de estudiante, pues los a�os de su formaci�n fueron plenos de grandes y trascendentes descubrimientos, que atrajeron hacia s� la atenci�n dominante de los f�sicos: en l895 Wilhelm Roentgen (f�sico alem�n, 1845-1923) descubri� los rayos X; en 1896 Antoine Becquerel (f�sico franc�s 1852-1908) descubri� la radiactividad; en 1897 Joseph John Thomson (f�sico ingl�s, 1856-1940) descubri� los electrones estudiando los rayos cat�dicos. Aparentemente esto no lo desvi� de sus inquietudes sobre los problemas de principio que le atra�an desde entonces. As�, Einstein fue antes que nada un creador: fundador de la teor�a cu�ntica de la luz, de la relatividad especial y la general, de la teor�a f�sica de los procesos azarosos, de la f�sica del estado s�lido, de las estad�sticas cu�nticas, de la cosmolog�a relativista y, finalmente, del intento de la teor�a unificada de campo.

En 1922 Einstein public� su primer trabajo sobre la teor�a unificada de los campos gravitatorio y electromagn�tico; esta teor�a, a la cual Einstein dedicar�a pr�cticamente todo su esfuerzo cient�fico desde 1921 hasta su muerte, es una generalizaci�n de la teor�a general de la relatividad. Su prop�sito es reunir en un campo global los campos gravitatorio y electromagn�tico; el punto est� en que en la teor�a general de la relatividad estos dos campos aparecen como l�gicamente independientes, cosa que Einstein consider� siempre insatisfactoria. Asimismo, Einstein abrigaba la esperanza de que una teor�a de este tipo predijera la existencia de condensaciones muy intensas y peque��simas que pudieran identificarse con las part�culas conocidas —en lenguaje coloquial, podr�amos decir que de acuerdo con esta visi�n, las part�culas como los electrones, etc., ser�an algo as� como grumos en el caldo; este �ltimo ser�a el campo unificado—. Einstein ve�a la posibilidad de que esta l�nea le pudiera conducir hacia la mec�nica cu�ntica, como una unificaci�n esencial de esta teor�a con la de la relatividad. En este caso, las propiedades discretas tal vez se generaran debido a la existencia de un n�mero excesivo de condiciones sobre los campos. Aunque Einstein public� un gran n�mero de trabajos sobre este t�pico y logr� incluso construir —muy poco antes de su muerte— lo que consider� una teor�a con alta probabilidad de ser correcta, no pudo nunca avanzar tanto como para reconstruir a partir de sus resultados la teor�a de Maxwell.

Veamos este problema desde una perspectiva m�s amplia. Debido a su complejidad matem�tica, no fue tarea simple desarrollar la teor�a general de la relatividad y ella qued� varada largos a�os. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo se fueron encontrando soluciones a muchas de estas dificultades, lo que ha conducido a que esta teor�a haya vivido en las dos �ltimas d�cadas una etapa de plena efervescencia. Algo similar ha pasado con la cosmolog�a relativista, la que, en una productiva simbiosis con la f�sica de part�culas elementales, ha permitido construir una nueva y muy rica visi�n del origen y evoluci�n del Universo. 9 En la d�cada de los veinte el programa de la teor�a unificada propuesto por Einstein ten�a un sentido muy inmediato: en aquellos a�os las �nicas part�culas elementales conocidas eran el fot�n, el electr�n y el prot�n; con tan pocas part�culas diferentes a la mano pod�a uno concebir leg�timamente la posibilidad de "crearlas" a partir de un campo unificado apropiado (algo as� como tres grumos de diferentes tipos). Sin embargo, ya desde entonces el nuevo programa einsteniano fue recibido con escepticismo e indiferencia (alguna vez Einstein coment� que a diferencia de los religiosos, a la gran mayor�a de los f�sicos no le interesan los problemas de principio). Con el tiempo las cosas se complicaron, pues a partir de la d�cada de los cincuentas la familia de las part�culas elementales comenz� a crecer y no ha dejado de hacerlo desde entonces (se conocen ya varios centenares de ellas); esto parece dar al traste con cualquier esperanza de teor�a unificada, capaz de generar la materia a partir de los campos.

Sin embargo, en la d�cada de los setentas los acontecimientos empezaron a evolucionar hacia otros rumbos: aparecieron nuevas teor�as que contienen unos cuantos "tabiques" (leptones, quarks, etc.), a partir de los cuales se supone que se construyen las part�culas elementales conocidas. Las verdaderas part�culas elementales no son tantas, despu�s de todo, sino s�lo unos cuantos tabiques fundamentales. Adem�s, se pudo construir una teor�a unificada de campos para las llamadas interacciones d�biles 10 y las electromagn�ticas; hoy se trabaja intensamente en el siguiente paso, es decir, la unificaci�n de esta teor�a con el campo nuclear: �ste es b�sicamente el programa einsteiniano, pero desde una perspectiva contempor�nea, mucho m�s compleja y rica que la original. Vemos ahora que el problema con que se top� Einstein en la construcci�n. de la teor�a unificada de campos no fue de origen conceptual, sino de circunstancia: Einstein estaba demasiado adelantado para su �poca y se impuso una tarea para la cual no hab�a a�n condiciones, ya no de resolverla, sino siquiera de plantearla con la debida generalidad.

LOS �LTIMOS A�OS

En 1935 los Einstein se trasladaron al 112 de la calle Mercer, en Princeton, casa que acababa de adquirir y que se convirti� en su residencia definitiva. Los acompa�aba Helen Dukas, la secretaria que hab�a emigrado de Europa con ellos y que empez� a trabajar con Einstein en abril de 1928, cuando �l sufr�a de una larga enfermedad producida por exceso de trabajo. 11 A la muerte de Elsa Einstein, la se�orita Dukas tom� bajo su responsabilidad el manejo de la casa y la atenci�n personal de Einstein; a la larga, ella se convirti� (en compa��a de Otto Nathan, economista amigo de Einstein) en albacea de los bienes de Einstein y depositaria de su archivo personal.

En 1936, tras larga y penosa enfermedad que lo invalidara f�sica y mentalmente, muri� Marcel Grossmann. Einstein no escribi� un obituario entonces, pero cuando en 1944 el ETH —donde tambi�n se graduaron su hijo mayor, Besso y Grossmann— le solicit� una autobiograf�a para incluirla en un volumen para conmemorar el centenario de la instituci�n, Einstein apunt� en ella "la necesidad de expresar al menos una vez en mi vida mi gratitud a Marcel Grossmann..."

En 1939 la hermana Maja viene a vivir a casa de Einstein, despu�s de salir de Florencia, expulsada por las leyes racistas de Mussolini. Su esposo, Paul Winteler, se va a Ginebra con los Besso (recu�rdese que la se�ora Besso era su hermana). En 1946, cuando Maja se preparaba para regresa a Europa, sufri� un ataque al coraz�n que la dej� inv�lida por el resto de su vida. Einstein la atend�a en la medida de sus posibilidades. Muri� en 1951; un a�o despu�s falleci� su esposo, en casa de los Besso.

Poco a poco, Einstein se fue retirando del viol�n, content�ndose con tocar algunos acordes al piano de vez en cuando —la m�sica fue siempre para �l una manera de reposar—. Su salud se fue deteriorando. En 1948 se le detecta un aneurisma muy grande en la aorta abdominal; con el tiempo, el aneurisma se va desarrollando y le produce serios trastornos de salud y dolores intensos frecuentes. El 13 de abril de 1955 —a escaso un mes de la muerte de Michele Besso— el aneurisma se rompe y Einstein es hospitalizado de emergencia. No acepta que se le opere y se resiste al uso de la morfina, aunque pregunta al m�dico si ser� muy dif�cil el final. El 17 de abril le solicita a Helen Dukas las hojas con sus �ltimos c�lculos y material para escribir.

A la 1:15 A. M. del 18 de abril, Einstein muere y su cuerpo es cremado el mismo d�a. Por propia disposici�n, sus cenizas son dispersadas por Otto Nathan en un lugar no revelado. El doctor Thomas Harvey hizo la autopsia y aprovech� la oportunidad para extraer el cerebro y conservarlo.

NOTAS

1 V�ase la bibliograf�a al final del libro.

2 Esta carta se reproduce en el Ap�ndice 3.>

3 La fisi�n nuclear es un proceso f�sico por el cual un n�cleo at�mico pesado se rompe en dos fragmentos al ser bombardeado con alguna part�cula (normalmente un neutr�n lento). En ciertos casos, como con el uranio, la masa total de los fragmentos es menor que la masa inicial; la masa faltante se libera como energ�a, principalmente t�rmica. Si este proceso se realiza en cadena y en forma r�pida e incontrolada, la gran energ�a liberada produce una tremenda explosi�n. El mismo proceso realizado bajo control se usa en los reactores nucleares para producir vapor y generar electricidad.

4 Muchos f�sicos "arios", como Planck. Von Laue, Sommerfeld, etc., permanecieron en Alemania durante la guerra, pero presentaron una resistencia abierta contra el nazismo y mantuvieron su dignidad hasta el final. El ejemplo m�s tr�gico del f�sico que abraz� voluntariamente la ideolog�a nazi es el de Lenard, quien fue desde el principio el organizador de las campa�as anti-Einstein y contra la ciencia jud�a.>

5 En el desarrollo de la bomba at�mica norteamericana particip� una pl�yade de f�sicos, entre quienes estaban Enrico Fermi (magistral f�sico te�rico y experimental) italiano, 1901-1954), Wigner, el propio Szilard, Compton, e incluso Bohr, quien se encontraba de inc�gnito en los Estados Unidos con pasaporte ingl�s y bajo el nombre de John Baker, despu�s de una escapatoria espectacular de Europa en compa��a de su hijo.

6 Aqu� usamos la palabra epistemolog�a en su acepci�n de Filosof�a de la ciencia. En t�minos filos�ficos m�s generales, por epistemolog�a se entiende la teor�a del conocimiento

7 Es interesante comparar esta afirmaci�n con la actitud, por ejemplo, de Bertrand Russell, quien fue en su juventud un destacad�simo matem�tico, a edad madura dej� las matem�ticas por la filosof�a.

8 En este breve ensayo, escrito para su curso de franc�s, sobre sus proyectos para el futuro, explica que ha decidido estudiar f�sica te�rica y matem�ticas, por tener capacidad y gusto para ello ( y por falta de sentido pr�ctico, agrega). Terminando una raz�n adicional: "Adem�s hay una cierta independencia en la profesi�n cient�fica que me gusta mucho".

9 Para mayor informaci�n sobre estos temas, el lector interesado puede consultar en esta misma colecci�n los libros de S:Hacyan y de L:F: Rodr�guez, citados en la bibliograf�a.

10 Las interacciones d�biles son las que producen fen�menos como la transformaci�n de un neutr�n en un prot�n, un electr�n y un neutrino. Pese a su nombre, son considerablemente m�s intensas que las gravitatorias aunque d�biles respecto a las electromagn�ticas.

11 Se trat� de un problema cardiaco (engrandecimiento de coraz�n). que lo mantuvo en cama por cuatro meses y demand� m�s de un a�o para la recuperaci�n total.

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