VII. PREDICCI�N
P
UEDE DECIRSE
que la labor de la mayor parte de los sism�logos de todo el mundo est� encaminada, de una forma u otra, a lograr predecir los grandes terremotos. Existe una rama de la sismolog�a que trata de aplicar los conocimientos existentes para predecir sismos y determinar las �reas de la sismolog�a que requieren investigaci�n inmediata con miras a lograr tal fin.El t�rmino "predicci�n" es a menudo utilizado por gente diferente con significados distintos, que son m�s o menos serios y precisos, por lo que ser�a conveniente el estandarizar el uso de los t�rminos empleados (1). Una definici�n formal, con valor cient�fico, es la siguiente:
Llamamos predicci�n s�smica a la especificaci�n (anticipada), dentro de m�rgenes peque�os, de la magnitud y localizaci�n epicentral de un sismo espec�fico que debe ocurrir dentro de un intervalo de tiempo (definido por lo general a partir del presente), y del nivel de confianza de la ocurrencia. La predicci�n es a largo plazo cuando el intervalo de tiempo va de a�os a d�cadas; a mediano plazo, de semanas a a�os; a corto plazo de horas a semanas.Es muy importante subrayar la "peque�ez" (naturalmente relativa) de los m�rgenes de error aceptables para una predicci�n seria. Una predicci�n s�smica ideal ser�a capaz de predecir el tama�o de un sismo con variaciones de unos � 0.2 grados de magnitud, de unos cuantos kil�metros para el epicentro, y de unas cuantas horas para el tiempo.
Afirmar que durante los pr�ximos 10 a�os se producir� un temblor de magnitud entre 6 y 8 en alg�n lugar de M�xico no puede considerarse una predicci�n; las estad�sticas nos dicen que es casi seguro que esto ocurra, y la tal "predicci�n" ser�a una perogrullada. Tampoco es correcto predecir un sismo de magnitud 8 en un lugar determinado, y dar por cumplida la predicci�n si ocurre all� un sismo de magnitud 5; o si el sismo fue de magnitud 8 pero ocurri� lejos del lugar predicho, etc�tera.
Dar estimaciones de error requiere del uso de t�cnicas estad�sticas, y hace que la predicci�n pueda ser expresada, equivalentemente, en t�rminos probabil�sticos (2).
A continuaci�n revisaremos algunos m�todos de predicci�n actualmente en estudio. Es necesario se�alar aqu� que todos estos m�todos no son a�n completamente confiables; podemos se�alar lugares de alto riesgo s�smico y hacer predicciones tentativas, pero definitivamente todav�a no se pueden hacer predicciones exactas. Aunque se han dado casos de vaticinios acertados de algunos terremotos, por ejemplo el de Haicheng (China) en 1975; las mismas t�cnicas no han resultado en otros casos, como, por ejemplo, el de Tangshan (China) en 1976 (3). Por eso no se debe hacer caso a personas que pretendan hacer tal tipo de predicciones (generalmente basadas en poderes sobrenaturales, numerolog�a, pseudociencia, histerismo o mala fe). Es muy recomendable la creaci�n de un consejo o cuerpo colegiado, responsable en la Naci�n, encargado de estudiar las predicciones propuestas y, en su caso, hacerlas p�blicas (4), seg�n lineamientos de cooperaci�n con las autoridades (5).
Aunque es �ste un campo relativamente nuevo, se cuenta ya con una enorme bibliograf�a al respecto; a continuaci�n se mencionar�n, al tratar cada punto, s�lo algunas referencias como ejemplos. Se recomienda, para obtener un panorama general, leer las referencias (6 y 7).
El potencial s�smico de un lugar determinado es la posibilidad de que, en un intervalo de decenios, siglos o milenios, pueda ocurrir en �l un gran terremoto (1). Su determinaci�n se basa en datos como los resultantes de estudios s�smicos, geol�gicos e hist�ricos, que permitan identificar un lugar como sismog�nico, aunque no sean suficientes como para poder determinar tiempos probables ni evaluar niveles de confianza sobre la ocurrencia de futuros sismos. La determinaci�n de potenciales s�smicos resulta de gran valor para la identificaci�n de regiones de inter�s para futuros estudios sismol�gicos y puede considerarse como un paso previo a la predicci�n.
Como ejemplo de declaraciones sobre el potencial s�smico podemos citar a A. Imamura, quien encontr� que los terremotos en el sureste de Jap�n se repet�an con intervalos de 100 a 150 a�os, y not� que no hab�a ocurrido (en 1928) ning�n terremoto al sureste de Shikoku en 70 a�os, por lo que sugiri� que uno era inminente. En esa zona ocurrieron dos terremotos, con = 8 y = 8-2, en 1944 y 1946 respectivamente.
La comparaci�n de las velocidades de corrimiento determinadas a partir de los momentos s�smicos, con las indicadas por los lineamientos magn�ticos y otras observables de la tect�nica de placas (8) sirven perfectamente para identificar posibles zonas de acumulaci�n de esfuerzos (9). Por ejemplo, en la regi�n de Oaxaca, el corrimiento medido a partir de la actividad s�smica es de 2 cm/a�o (10), y es mucho menor que el indicado por los movimientos relativos de las placas de Norteam�rica y de Cocos [4.7 cm/a�o (11) a 7.6 cm/a�o (12) ].
VII.2 PREDICCI�N A LARGO PLAZO
La predicci�n a largo plazo se basa, naturalmente, en observaciones a gran escala cuya extrapolaci�n lleva impl�cita una incertidumbre que requiere de un intervalo extenso para asegurar una probabilidad confiable. Puede hacerse bas�ndose �nicamente en estudios estad�sticos, o ayud�ndose con modelos f�sicos, semejantes a los que veremos a continuaci�n.
Existen dos modelos principales (13 y 17) (y muchas variantes de ellos) usados actualmente para proponer teor�as de predicci�n. El modelo de tiempo predecible [Figura 45 (a)] dice que los sismos ocurren cuando el esfuerzo (indicado en la parte superior) alcanza un valor determinado; por lo tanto, si conocemos ese nivel y sabemos cu�l fue la ca�da de esfuerzos del sismo anterior y la velocidad con que se acumulan los esfuerzos, podemos predecir cu�ndo ocurrir� el siguiente, pero no podemos decir qu� tan grande ser�.
El modelo de corrimiento predecible [Figura 45 (b) ] dice que cada vez que ocurre un sismo, el nivel de esfuerzos en la falla baja a un valor determinado, para lo cual el corrimiento en la falla en un sismo dado, debe ser tal que reponga la deficiencia de corrimiento que causa el esfuerzo. De esta manera, no podemos decir cu�ndo ocurrir� un sismo, pero sabemos qu� tan grande ser� en el momento en que pueda ocurrir.
Figura 45. (a) Modelo de tiempo predecible; (b) Modelo de corrimiento predecible.
La figura 46 muestra el corrimiento acumulativo de toda la costa de M�xico, que parece ajustarse al modelo de corrimiento predecible (14). Sin embargo, sabemos que, en una falla determinada, los sucesos que se producen despu�s de un sismo grande no regresan el nivel de esfuerzos de �sta a un nivel base, y que los grandes ocurren solamente a partir de que exista en la falla cierto nivel m�nimo de esfuerzos (15), por lo que es posible que el modelo de corrimiento predecible sea apropiado solamente con base en datos que incluyan observaciones de muchas fallas.
Figura 46. Corrimiento s�smico acumulativo (1870 a 1980) en la Trinchera Mesoamericana a lo largo de M�xico (Latitud 90 W a 150 W).
Estos modelos, aparentemente tan sencillos, llevan impl�cita una gran cantidad de suposiciones y condiciones, pero son un buen punto de partida para la elaboraci�n de modelos m�s realistas, por ejemplo, algunos que incluyan efectos de la actividad viscosa posts�smica y de la deformaci�n (16).
VII.2.1 Vacancias. Se ha observado que los terremotos ocurren generalmente muy cerca de donde se han producido otros y que sus �reas de ruptura son muy parecidas a las de los terremotos previos (17); esto es, los terremotos "recurren" en los mismos lugares (18), y el tiempo entre repeticiones es llamado periodo de recurrencia.
Adem�s se observ� que las �reas de ruptura de los grandes terremotos casi no se traslapan con las adyacentes; generalmente las �reas de ruptura cos�smica nunca se traslapan, y los traslapes se observan, por lo com�n, s�lo en las �reas definidas por r�plicas durante tiempos largos (semanas a meses) despu�s de un sismo.
Un �rea situada en una zona s�smica y donde haya ocurrido anteriormente al menos un gran terremoto, y en la que hace mucho tiempo no haya ocurrido otro, puede ser considerada como una zona que ha estado acumulando energ�a el�stica y donde puede producirse un sismo semejante a los anteriores; se le conoce usualmente con el nombre de gap, aunque se ha intentado darle nombres en espa�ol, tales como vacancia o brecha s�smica. Si el tiempo transcurrido desde el �ltimo sismo es comparable a, o mayor que, el periodo de recurrencia, se dice que el gap est� "maduro" (19).
Al considerar como gaps a regiones pertenecientes a las fronteras de las placas que no hubieran experimentado un gran terremoto en un m�nimo de 30 a�os, fueron catalogados 5 gaps en M�xico en 1979 (20), seg�n se muestra en la figura 47. De �stos, se han "roto" (esto es, han experimentado sismos que han fracturado �reas que llenan los gaps), hasta la fecha, tres, en los sismos de Oaxaca (1978, M = 7.8), Petatl�n (1979, M = 7.6) y Michoac�n (1985, M = 8.2 y M = 7.5). El sismo de Playa Azul (1981, M = 7.3) ocurri� dentro del gap de Michoac�n, pero no alcanz� a romperlo completamente.
Quedan, por lo tanto, dos gaps mayores: el de Jalisco, donde ocurri� en 1932 el que ha sido, probablemente el mayor sismo registrado en M�xico (21 y 22), y que est� maduro y puede ser origen de un gran terremoto en un futuro pr�ximo.
Otro gap es el de Tehuantepec, localizado en la zona donde la dorsal de Tehuantepec intersecta la trinchera; este gap no ha producido hasta ahora sismos fuertes, por lo que su potencial es desconocido (20). Existe la posibilidad de que el corrimiento en esta zona sea as�smico debido a la presencia de esta dorsal de casi 2 km de relieve; la geolog�a superficial presenta tambi�n grandes cambios en la estructura de esta zona. Se requieren mayores estudios para tener siquiera una idea del potencial s�smico que encierra.
Existe, por �ltimo, un gap relativamente peque�o en Oaxaca; aparentemente el sismo de 1978 no alcanz� a romperlo completamente (23 y 24). Un sismo que rompiera completamente este gap ser�a probablemente de mecanismo sencillo y de magnitud intermedia (del orden de 7.1 +); puede ocurrir en un futuro cercano.
Se han observado relaciones aproximadas entre las dimensiones de las fallas y los momentos y magnitudes de los sismos que producen; por ejemplo, Mo es proporcional a (donde S es la superficie de la falla), Ms es proporcional a log L o a Log L� (donde L es el largo de la falla) para sismos muy grandes y muy peque�os, respectivamente (25). Otras f�rmulas que relacionan estos valores son:
Estas relaciones permiten fijar l�mites m�ximos a los sismos que puede generar un gap determinado, ya que pueden ocurrir en �l tambi�n sismos menores que lo rompan s�lo parcialmente.
En M�xico y Mesoam�rica los eventos grandes est�n caracterizados por rupturas m�ximas de 100 a 200 km de largo, que son relativamente cortas comparadas con rupturas del orden de, o mayores que, 500 km, como las observadas en Chile y las Aleutianas (27). Estas dimensiones m�ximas indican que en M�xico no son probables sismos mucho mayores que el de Michoac�n de septiembre de 1985.
Es importante mencionar que poder determinar no s�lo el tama�o sino la existencia misma de los gaps depende de conocer adecuadamente la sismicidad. �ste es un problema grave si no se cuenta con una red adecuada de sism�grafos; la falta de datos puede hacer que no se d� importancia a un gap maduro (28) o, por el contrario, que se desperdicien esfuerzos (necesarios en otra parte).
VII.2.2 Migraci�n. Algunos estudios sugieren que los epicentros de los terremotos migran, es decir, definen una trayectoria que puede indicar la direcci�n y el tiempo aproximado en que ocurrir� el siguiente sismo (29); la idea es razonable si consideramos que producen concentraciones en las �reas vecinas que, a su vez, originan nuevos terremotos (7). La interpretaci�n de estas observaciones, sin embargo, parece ser bastante subjetiva, y en un buen n�mero de casos s�lo es efectiva en predicciones "al pasado" (descripciones de c�mo las observaciones podr�an haber predicho lo que ocurri�).
VII.3 PREDICCI�N A MEDIANO Y CORTO PLAZOS
Vimos ya que por cada sismo de gran magnitud ocurre un gran n�mero de sismos peque�os; de manera que en, o cerca de, una vacancia se observa generalmente actividad s�smica con eventos de peque�a a mediana magnitud. Cuando es posible, tras haber identificado una zona de inter�s, se llevan a cabo estudios en detalle de la zona, con el prop�sito de observar propiedades de la sismicidad, o de otras observables, que permitan hacer predicciones, apoyadas a menudo con resultados de tipo de riesgo estad�stico, a mediano o corto plazos.
Un gran n�mero de los fen�menos mencionados a continuaci�n pueden ser explicados, al menos tentativamente, bas�ndose en modelos del comportamiento de las rocas ante cambios en los esfuerzos que act�an sobre ellas. Al aumentar los esfuerzos, y antes de alcanzar el punto de fractura, pueden suceder dos efectos: el primero consiste en el cerrado de los espacios entre granos de la roca, hasta alcanzar el menor volumen posible; a partir de este momento, un incremento de esfuerzos puede aumentar el volumen (1), efecto conocido como dilatancia desde el siglo pasado (30, 31 y 32).
VII.3.1 Sismos premonitores o preeventos. Este tipo de actividad ya fue discutido en el cap�tulo II; sin embargo, estos sismos presentan algunas otras caracter�sticas que es conveniente describir. Tales preeventos, que ocurren en las cercan�as inmediatas del futuro hipocentro del evento principal, son a veces llamados preeventos en el sentido estricto a diferencia de los que veremos m�s abajo (7).
Los preeventos se dan en menos de 20% de los terremotos, casi exclusivamente en el caso de sismos cuyas profundidades son menores de 100 km (33).
Su actividad presenta dos formas, ilustradas en la figura 48. En la de tipo discontinuo, la sismicidad de preeventos comienza, alcanza un m�ximo, y luego disminuye, llegando a veces a cero, antes del evento principal; en la de tipo continuo, comienza antes del evento principal y contin�a aumentando hasta la ocurrencia de �ste. El segundo tipo sirve para indicar que posiblemente se produzca, en ese lugar, un terremoto; pero no sirve para indicar cu�ndo. Por otro lado, sismicidad como la del primer tipo puede no ser premonitora de un terremoto; por esta raz�n es muy arriesgado basar predicciones solamente en las observaciones de supuestos preeventos.
Figura 48. Dos tipos de actividad de preeventos. La l�nea gruesa indica el tiempo de ocurrencia del evento principal.
Una caracter�stica importante de los preeventos es que en algunos casos se ha observado que van ocurriendo cada vez m�s cerca del futuro hipocentro del evento principal (9, 34 y 35).
VII.3.2 Zonas de quietud. Patrones de sismicidad. Podemos esperar que los cambios en el patr�n de esfuerzos de una regi�n est�n asociados con cambios en la sismicidad. Es posible observar la ocurrencia de sismos peque�os, llamada microsismicidad, mediante redes locales, usualmente constituidas por sism�grafos port�tiles.
Han sido observadas disminuciones dr�sticas de la microsismicidad antes de grandes terremotos (36 y 37), en las llamadas zonas de quietud s�smica, o gaps del segundo tipo (7). La quietud antes de un gran terremoto parece ser la caracter�stica premonitoria m�s com�n (36).
La figura 49 (b) muestra la sismicidad ocurrida dentro del rect�ngulo mostrado en el mapa (a) como funci�n del tiempo; en ella est�n indicados episodios de quietud previos a los terremotos de 1973 y 1978, y muestran los terremotos de 1968 y 1965, para los cuales no se observ� quietud previa (36). Los episodios de quietud son generalmente f�ciles de identificar s�lo a posteriori; y podemos ver que ocurren otros episodios de quietud que no son seguidos por sismos grandes. Se puede obtener distribuciones de sismicidad semejantes a la mostrada en la figura 49 (b), suponiendo solamente que pueden ocurrir sismos (distribuidos seg�n Poisson) con igual probabilidad a lo largo de toda la trinchera; por lo tanto, la aplicaci�n de observaciones como la mostrada en la figura para fines de predicci�n, debe ser apoyada por otros de los estudios mencionados aqu� (38).
Figura 49. Sismicidad ocurrida en el rect�ngulo mostrado en (a) graficada a lo largo de la distancia medida desde el punto P, contra el tiempo (b).
La disminuci�n de la sismicidad antes de un sismo es, a veces, llamada ; si despu�s ocurren preeventos antes del evento principal, esta actividad es llamada etapa B. La etapa B es com�n en los lugares donde la estructura no es uniforme (39).
A menudo aumenta la actividad micros�smica en las orillas de la zona de quietud, de manera que si diagramamos la actividad a lo largo de la zona contra el tiempo, obtenemos un patr�n llamado "de dona" (40 y 36), como el mostrado en la figura 50, que muestra tambi�n r�plicas de un evento anterior, ocurrido en la misma �rea, y otros eventos [indicados por (5) y (4)] que ocurren lejos del epicentro, pero que est�n relacionados con la concentraci�n de esfuerzos, y que se conocen como preeventos en un sentido amplio (7). Los preeventos en sentido estricto (en adelante, simplemente, preeventos) se comportan como se explic� en el inciso anterior.
Figura 50. Patrones espacio temporales de actividades de preeventos. (1) Son preeventos en el sentido estricto; (2) es quietud s�smica; (3) corresponde al caso (a) de la figura 48; (4 + 2) es llamada "patr�n de dona".
Estudios actuales muestran que la actividad s�smica de magnitudes intermedias para las zonas de subducci�n parece migrar de las regiones profundas, tierra adentro, a las regiones someras, cerca de la costa, antes de un sismo grande (41). La detecci�n de estas migraciones puede ayudar a la detecci�n a corto plazo. N�tese que el efecto de los sismos peque�os es m�s bien concentrar esfuerzos que liberarlos, como ocurre con los grandes terremotos, por lo que la migraci�n de la microsismicidad es, en principio, distinta a la de los macrosismos, antes expuesta.
Se ha observado tambi�n que la relaci�n de sismos grandes a peque�os, representada por la b de la relaci�n G-R cambia en la actividad de los preeventos (42, 43 y 44). En 1977 fue casi predicho (casi, porque no fueron especificados tiempo de ocurrencia ni nivel de confianza) un sismo en la regi�n costera de Oaxaca (45), con base en la determinaci�n del gap, y en la observaci�n del comienzo de un periodo de quietud s�smica (fase ) tres a�os antes; un periodo de quietud mayor que el observado para otros sismos de la regi�n. Esta casi predicci�n fue controvertida, sobre todo porque subsecuentemente fue distorsionada por otras personas (no sism�logos) y por los medios de difusi�n, que predijeron un gran terremoto y un tsunami para un d�a determinado en Pinotepa Nacional, causando p�nico y p�rdidas en ese lugar (46). El 29 de noviembre de 1978 ocurri� un sismo cuya magnitud y localizaci�n concordaron con los valores predichos, indicando el posible valor predictivo del estudio de los gaps y las vacancias s�smicas, as� como la necesidad de complementar �stos con estudios locales de sismicidad (que podr�an haber permitido la predicci�n a corto plazo) y de otras observables que se mencionar�n a continuaci�n.
Actualmente se llevan a cabo algunos estudios en la zona de quietud de Acapulco, identificada desde 1981 (9), y que, a casi 30 a�os de la fecha del �ltimo sismo grande ocurrido all�, el de Acapulco de 1957, es indudablemente una regi�n que debe ser observada cuidadosamente.
Esto indica que el an�lisis de los patrones de microsismicidad es importante para la predicci�n; sin embargo, no siempre son observados, y a veces, aunque han estado sujetos a examen, no son seguidos de un terremoto. Por lo tanto es necesario complementar las observaciones con otros tipos de datos, como veremos a continuaci�n.
VII.3.3 Otros premonitores sismol�gicos. El an�lisis en gran detalle de la historia de la sismicidad en una zona puede permitir detectar anomal�as de esta actividad. Se ha tratado de utilizar la forma y periodicidad de las anomal�as para predecir la ocurrencia de terremotos (47 y 48). Desgraciadamente este m�todo no es todav�a muy confiable.
Se ha observado que la raz�n de las velocidades de las ondas de cuerpo Vp/Vs disminuye un tiempo antes de la ocurrencia de grandes terremotos, regresando a su valor habitual poco antes de �sta, y la duraci�n t de la anomal�a est�, aparentemente, relacionada con la magnitud del futuro terremoto (49 y 50):
Este efecto est� probablemente asociado con los efectos del cambio en el volumen de la roca, producidos por los cambios de esfuerzo, y su observaci�n puede depender de la localizaci�n de los puntos de observaci�n (51). El cambio premonitor de Vp/Vs ha sido observado en los sismos de mecanismo transcurrente y normal, incluso en episodios de enjambre; pero existe documentaci�n sobre sismos en los cuales este efecto fue buscado pero no se encontr� (52).
Algunos par�metros de las fuentes s�smicas, como ca�da de esfuerzo, esfuerzo aparente, frecuencias de esquina espectral, complejidad, reorientaci�n de los ejes de esfuerzo, etc., as� como combinaciones de �stas, se hallan bajo observaci�n, lo mismo que su comportamiento correlacionado con la ocurrencia de terremotos (37 y 53).
VII.3.4 Otros premonitores. Las observaciones sismol�gicas son a menudo complementadas por otros tipos de observaciones de par�metros fisicos que pueden ser influidos por el r�gimen de esfuerzo en la tierra. Algunos de los m�s usuales se describen a continuaci�n.
Contenido de rad�n (Ra). Los esfuerzos que act�an sobre las rocas pueden abrir o cerrar parcialmente los poros de �stas, a trav�s de los cuales circula el agua subterr�nea. Una mayor o menor circulaci�n de agua o, m�s probablemente, su circulaci�n por caminos nuevos (ya que el rad�n tiene una vida media de s�lo 3.8 d�as), puede resultar en un cambio de la cantidad de rad�n disuelta en ella; por lo tanto, cambios en el nivel de rad�n en el agua o en las rocas pueden indicar cambios en los esfuerzos (7 y 54). Se ha observado ocurrencia de sismos despu�s de que el contenido de rad�n, tras aumentar paulatinamente durante a�os, presenta un cambio s�bito durante unos meses (6 y 7).
Cambios en el flujo o la temperatura del agua. Debidos, esencialmente, a los efectos mencionados en el punto anterior, los cambios de flujo o temperatura del agua de manantiales y pozos han sido estudiados tambi�n como posibles predictores de sismos (7, 3 y 55).
Cambios en la resistividad el�ctrica del terreno. Pueden constituir otro de los efectos del cambio en la porosidad de las rocas y en el flujo de los l�quidos intersticiales. Pueden ser detectados por estudios de resistividad, aplicando un voltaje al terreno y midiendo la corriente resultante (56 y 57). Actualmente se est� experimentando con estudios magnetotel�ricos que miden las corrientes inducidas en la tierra por el campo magn�tico terrestre.
Autopotenciales. Efectos piezoel�ctricos (producci�n de voltajes por un cristal sometido a presi�n) o electroqu�micos (debidos a circulaci�n de l�quidos intersticiales) pueden ser causados tambi�n por los grandes esfuerzos que act�an sobre las rocas, y son aparentemente observables como cambios en el voltaje natural (o "autopotencial") del terreno (58) y, en apariencia, pueden llegar a predecir aproximadamente el epicentro y la magnitud del futuro sismo (59).
Efectos geomagn�ticos. El folclor y las observaciones antiguas se�alan la aparici�n de grandes cambios geomagn�ticos, previos a la ocurrencia de terremotos. Aparentemente los cambios observados hasta hace unos cuantos a�os pueden ser achacados mayormente a errores instrumentales. Se cuenta ahora con magnet�metros muy complejos, pero contin�a siendo un gran problema eliminar los ruidos electromagn�ticos que son comparables al tama�o de los campos esperados (6).
Cambios topogr�ficos. Las deformaciones sufridas por las rocas bajo tensi�n antes de un terremoto pueden ser detectadas a veces como cambios en la topograf�a (6 y 60). Estas deformaciones pueden incluir componentes verticales [medidas por nivelaci�n o por medio de inclin�metros) y horizontales (medidos por triangulaci�n o por "medidores de deformaci�n (strainmeters)]; la evaluaci�n de las deformaciones promedio y de la velocidad de deformaci�n, permite evaluar una probabilidad de ruptura en relaci�n con las mayores deformaciones que pueden soportar las rocas (del orden de 5.3 x 10) (61).
Cambios gravim�tricos. Cambios en la gravedad han sido observados antes y despu�s de terremotos en las zonas epicentrales (62 y 63). Al igual que los cambios en la topografia, est�n relacionados con los volum�tricos del terreno (6). Los cambios observados son positivos unas veces y negativos otras, pero tienden a desaparecer antes de la ocurrencia del terremoto.
Comportamiento an�malo de algunos animales. Serpientes que abandonan su madriguera, peces que saltan fuera del agua, insectos que dejan sus agujeros y se comportan en forma excitada, animales dom�sticos que act�an nerviosamente y hacen ruido aparentemente sin raz�n y otros muchos casos. Estas conductas han sido estudiadas principalmente en el Oriente, mediante la observaci�n en el laboratorio y en el campo (64 y 65). Los experimentos de laboratorio no son conclusivos y las observaciones en el campo requieren de una amplia red de informaci�n que permita compilar un gran n�mero de observaciones individuales. La respuesta de los animales podr�a darse ante sismos demasiado peque�os para ser sentidos por los humanos, o en el caso de cambios en el campo electromagn�tico (66), en todo caso, son de utilidad solamente a muy corto plazo (67).
Luces, color del cielo, etc. Finalmente se pueden mencionar observaciones, ninguna de ellas bien documentada, de efectos asociados (tal vez) con los terremotos, que, aunque puede ser que no tengan relaci�n verdadera con �stos, es, sin embargo, necesario investigar. Entre este tipo de observaciones se pueden mencionar: forma y color de las nubes (68), luces misteriosas en el cielo (69), calor y fr�o, humedad y sequ�a, percepci�n extrasensorial, etc�tera.
VII.4 ASPECTOS SOCIALES DE LA PREDICCI�N
Aunque, como ya se mencion�, se est� llevando a cabo un gran esfuerzo encaminado para llegar a poder predecir los terremotos, veremos a continuaci�n que la capacidad de hacer predicciones es un arma de dos filos, sobre todo cuando existen limitaciones en su confiabilidad y aplicabilidad.
Imaginemos qu� pasar�a si, en un momento dado, se avisara que dentro de 3 horas (o 6 o 24) se producir�a un terremoto de magnitud cercana a 7.5 que afectar�a a la ciudad de M�xico. La cantidad de muertes y da�os que causar�an el �xodo y el p�nico resultantes ser�a mayor, probablemente, a la que podr�a causar el sismo. �Debe darse a conocer, en este caso, tal predicci�n? Por otro lado, un terremoto grande (dada la incertidumbre en la predicci�n de la magnitud, podr�a llegar, tal vez, a 8 grados) seguramente causar�a da�os y muertes que podr�an evitarse parcialmente si se evacuaran hospitales, escuelas, etc. �Es v�lido, entonces, no anunciar la predicci�n? Aun posponer la toma de una decisi�n al respecto es ya una decisi�n (2), y constituye una enorme responsabilidad para el cient�fico capaz de hacerla, y tal vez no se pueda lograr con la antelaci�n suficiente como para que sea estudiada a fondo por un consejo responsable de cient�ficos.
Una predicci�n hecha con un mayor margen de tiempo, por ejemplo, varios d�as (o semanas), ser�a indudablemente valiosa. Poder planear una posible evacuaci�n con tiempo y saber cu�ndo desalojar edificios, etc., salvar�a gran cantidad de vidas. Sin embargo, evacuar, desalojar y, en general, detener la mayor parte de las actividades rutinarias y tomar medidas de emergencia es extremadamente costoso. Cualquier incertidumbre en el plazo predicho elevar� enormemente este costo; adem�s, las actividades de una ciudad no pueden suspenderse durante tiempos largos sin trastocar su estabilidad.
Y, �qu� pasar�a si la predicci�n
NO SE CUMPLE,
esto es, que se da una falsa alarma? En este caso la sociedad habr�a soportado una serie de molestias, gastos y p�rdidas in�tilmente. En el primero, la predicci�n podr�a haber sido responsable de muertes y da�os que, de otra manera, no hubieran ocurrido. Adem�s, una o varias falsas alarmas lograr�n que se haga caso omiso de las subsecuentes predicciones, que pueden ser buenas.Es indispensable hacer p�blicas s�lo las predicciones que tengan un alt�simo grado de confiabilidad, e insistir ante el p�blico en que no se haga caso de predicciones no avaladas por un grupo responsable. Tras los terremotos de Michoac�n de septiembre de 1985, abundaron las predicciones hechas por gentes, qui�n sabe si locos o vivales (es m�s probable lo �ltimo), pero ciertamente irresponsables, quienes nombr�ndose miembros (o dirigentes) de centros de estudio inexistentes, enga�aban al pueblo. �Algunas de estas predicciones fueron, incluso, publicadas en los peri�dicos! (70) Ciertamente, no es atentar contra la libertad de expresi�n el pedir que, al menos trat�ndose de declaraciones que pueden causar graves da�os, las personas que las hagan, salt�ndose los canales apropiados (en este caso el consejo, que debe comprobar la verosimilitud de la predicci�n), sean jur�dicamente responsables de las consecuencias; asimismo, los medios de informaci�n deben compartir la responsabilidad por la informaci�n que difunden si no se aseguran de que sus fuentes sean fidedignas.
Es muy importante definir con anticipaci�n qui�nes son las autoridades responsables de organizar los detalles de una posible alerta s�smica (71) y asegurarse de que cuenten con todo el apoyo de la comunidad cient�fica. Por otro lado, debe tenerse en cuenta que es imposible llevar a cabo los estudios necesarios para crear un programa razonable de predicci�n s�smica si las autoridades no ofrecen la prioridad y el apoyo necesarios.
Tal vez una buena soluci�n parcial sea la implantaci�n de sistemas de alarma, basados en redes s�smicas, telem�tricas y computarizadas, que operen en las regiones sismog�nicas y que podr�an determinar, mediante algoritmos de alta redundancia y confiabilidad, la ocurrencia de sismos capaces de producir da�os en lugares densamente poblados, y avisar, mediante comunicaci�n por sat�lite, con el tiempo suficiente, para evacuar edificaciones clave.
Es importante mencionar que tanto las predicciones como las alarmas, por confiables que sean, son in�tiles si no est�n apoyadas en una preparaci�n e instrucci�n previas del pueblo y de las autoridades.
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