II. ALBERT EINSTEN, CREADOR DE LA RELATIVIDAD

¿POR qué Weber y tantos otros físicos en muchas partes del mundo buscan las ondas gravitacionales con tanto afán? Sin duda, la causa de esa búsqueda, que a veces se torna muy intensa, reside en la fama del gran Albert Einstein, quien predijo con ayuda de su teoría general de la relatividad la existencia de las ondas gravitacionales. Estas ondas, a semejanza de las electromagnéticas, se moverían con la velocidad de la luz y se producirían si algún objeto muy masivo sufriera alguna aceleración brusca.

Einstein nació el 14 de marzo de 1879 en la ciudad alemana de Ulm, cerca del Danubio. Su familia, de origen judío aunque alejada de la tradición religiosa, emigró un año después a Munich, donde permanecería quince años para luego establecerse en Milán. El joven Alberto realizó entonces el famoso viaggio in Italia y el país del arte le dejó maravillado: lo recorrió a pie, de Milán a Padua, de Padua a Florencia. Cuando se decidió que estudiara en Zurich, al no haber obtenido un diploma de bachiller en Suiza o en Alemania, debió presentar los exámenes de admisión para ingresar a la Escuela Politécnica. Aunque aprobó brillantemente el examen en física y matemáticas, sus conocimientos de las lenguas clásicas no fueron suficientes. Debió entonces pasar un año en la escuela propedéutica de Arau, para finalmente ingresar a la Politécnica de Zurich. Ahí, su curiosidad científica se vuelve insaciable y se maravilla con Galileo, Newton, Maxwell y Boltzmann. Las autoridades de la Escuela Politécnica no cumplieron la promesa que le habían hecho y Einstein no consigue el puesto de ayudante de profesor. Debió entonces ir a trabajar a la oficina de patentes de Berna. En aquella época se casa con Mileva Maric, antigua condiscípula. Con ella procrea dos hijos, Alberto y Eduardo.

En Berna elabora lentamente su revolución científica. En 1905 culmina sus trabajos y en el curso de un año presenta a los Annalen der Physik, la principal revista alemana de física en esa época, tres trabajos fundamentales: en uno explica el movimiento browniano, en otro el efecto fotoeléctrico, y en un tercero inventa la teoría especial de la relatividad. Con estos trabajos Einstein brinca al mundo oficial de la física. Von Laue, científico alemán muy famoso, va expresamente de Berlín a Berna para conocer a Einstein, y el ilustre Lorentz lo invita a Leiden para que exponga su trabajo. Poco más tarde, el gran físico alemán se incorpora a la vida académica; trabaja en la Universidad de Zurich y un año después va a enseñar a la de Praga. En 1911 nace el Congreso Internacional de Física Solvay. Financiado por un rico industrial belga, Ernest Solvay, rey de la sosa cáustica, en este congreso se reunieron los físicos más destacados del momento; entre ellos estaba ya Albert Einstein.

El inventor de la relatividad deja luego Praga y regresa a Zurich, ahora como profesor de la Politécnica que años antes había retrasado su inscripción como alumno. Apenas llegado allí, el káiser Guillermo II, emperador de Alemania, envía a Nernst y a Planck —dos de los principales físicos alemanes de la época— para ofrecerle una cátedra en Berlín y ser miembro de la Academia de Ciencias de Prusia. Se separa de su esposa Mileva y contrae matrimonio con Elsa, quien habría de ser su compañera en el periodo más glorioso y terrible de su vida.

Apenas había llegado Albert Einstein a Berlín, cuando estalla la primera Guerra Mundial. Él, pacifista por instinto, se opone al militarismo alemán y sólo su ciudadanía suiza lo libra de ser considerado traidor. A pesar de las acciones de guerra y de sus preocupaciones pacifistas, Einstein continuó trabajando. Hacia 1916 anuncia los principios fundamentales de su teoría de la gravitación, la teoría general de la relatividad, cuyas predicciones habrían de ser corroboradas durante el eclipse solar de 1919. Para comprobar esta teoría se construye en Berlín la Torre Einstein, sede de un Instituto de Astrofísica.

Abandonamos aquí el relato de los primeros cuarenta años de vida del gran físico, para dejar que él nos cuente, en sus propias palabras, la génesis de su teoría de la gravitación.

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