XVII. ADAPTACIONES DE LOS ORGANISMOS DEL NECTON

EL NECTON está integrado por aquellos animales dotados de medios de locomoción capaces de contrarrestar los movimientos del mar, es decir, por los animales nadadores que viven en la zona pelágica, región del océano que representa un medio ecológico de extraordinaria uniformidad, por lo que las formas nectónicas se reducen a pocos modelos de organización tanto en estructuras como en funciones, presentándose múltiples casos de convergencia evolutiva, o sea el parecido entre organismos pertenecientes a grupos zoológicos muy distantes, como por ejemplo la similitud de los peces con los mamíferos marinos, como los delfines.

La condición de seres nadadores, que han de moverse en un medio tan denso como el marino, imprime a estos organismos características determinadas en su anatomía y en el funcionamiento del cuerpo, para contar con los elementos propulsores que les permitan su locomoción. Frecuentemente se presentan en ellos las formas hidrodinámicas pisciformes en sus más diversas modalidades y su cuerpo se encuentra lubricado por recubrimientos mucosos, que reducen la fricción con el agua al mismo tiempo que protegen a la piel contra traumatismos e infecciones.

Los principales grupos de animales que forman la asociación ecológica del necton son los crustáceos, moluscos, peces, reptiles y mamíferos dotados, todos ellos, de adaptaciones especiales para su desplazamiento por medio de la natación, para la captura de su alimento, para su defensa y el ataque de sus presas, lo que les permite aprovechar las características del medio ambiente.

Este tipo de actividades hacen que las funciones de los animales nectónicos se aceleren, lo que complica su organización anatómica, siendo frecuente el gran desarrollo de la musculatura para poder efectuar sus movimientos, de los sistemas circulatorio y respiratorio para contar con el oxígeno suficiente que les permita liberar la energía que necesitan para sus actividades, y del sistema nervioso, con gran desarrollo de los órganos de los sentidos y especialmente de los de la visión.

También en estos organismos se acentúa el proceso de cefalización, es decir la diferenciación de la región anterior del cuerpo o cabeza, lo que está relacionado con su condición de organismos depredadores, que necesitan una boca especialmente dispuesta para capturar las presas de su alimentación.

La cefalización de los crustáceos del necton se señala por la presencia de las antenas, apéndices largos que utilizan en su función táctil, por un par de ojos pedunculados y móviles, y por la boca dotada de dos fuertes mandíbulas masticadoras con un borde interior dentado, con el que machacan a las presas, que previamente son despedazadas por las fuertes pinzas o quelas situadas en su tórax.

A este grupo pertenecen los cangrejos nadadores; éstos no tienen órganos especiales para la flotación, sin embargo, su densidad es muy pequeña en relación con la del agua, por lo que se mantienen fácilmente en la superficie, únicamente se advierte la adopción de una forma laminar y un aplanamiento extraordinario de sus patas que actúan como remos, pero que también aumentan la superficie horizontal del animal y favorecen la flotación.

Entre los cangrejos nadadores se encuentra el cangrejo azul comestible del género Callinectes, de la costa del Atlántico, que son los nadadores más potentes y ágiles entre todos los crustáceos. El último par de patas de los miembros de este grupo termina en una especie de pala o remo, ancha y aplanada, que durante la natación se extiende lateralmente y algo por encima del nivel del caparazón, ejecutando un movimiento en forma de ocho, como un propulsor o hélice; el cuarto par de patas actúa como estabilizador. Estos cangrejos pueden nadar en sentido lateral, hacia atrás, y a veces hacia adelante con gran rapidez.

Los moluscos cefalópodos, a los que pertenecen el pulpo, el calamar y el nautilus, tienen una organización muy especializada para formar parte del necton. Su cefalización es clara y en ellos se distingue una cabeza caracterizada por contener a un sistema nervioso central muy desarrollado, protegido por una cápsula cartilaginosa que recuerda el cráneo de los vertebrados inferiores, y por tener un par de ojos grandes parecidos a los ojos de los vertebrados. De esta cabeza salen de 8 a 10 tentáculos implantados alrededor de la boca, y su cuerpo es de forma alargada, fusiforme y está perfectamente acomodado para surcar las aguas, en las que nadan con gran agilidad.

En los peces se observa una cefalización muy clara: la cabeza se distingue fácilmente del cuerpo, tanto por su forma como por los órganos que presenta. En los peces cartilaginosos, como los tiburones, las rayas y los torpedos, la cabeza es más o menos triangular, prolongándose en su extremo anterior por un rostro, formando un hocico; debajo de éste se abre la boca en forma de hendidura transversal como arco o media luna y por delante de ella se encuentran los órganos olfatorios, que se conectan por dos orificios situados a uno y otro lados de la cabeza. Los ojos, localizados lateralmente, son ovalados y carecen de párpados; atrás de ellos y a cada lado de la cabeza se encuentran cinco hendiduras branquiales verticales.





Figura 37. Pulpo.

Los peces óseos del necton, como la sardina, el atún, la sierra, etcétera, presentan una cabeza triangular con la boca en forma de hendidura horizontal situada en la región anterior, constituida por los maxilares superior e inferior. Los ojos son circulares y sin párpados. En la región dorsal de la cabeza se encuentran dos fosas nasales que se abren al exterior por dos orificios, situadas delante y cerca de los ojos; hacia atrás y lateralmente, están los opérculos móviles cubriendo a las branquias a las que comúnmente se les llama "agallas".

La natación de estos peces es un espectáculo único; se puede ver el maravilloso aspecto que ofrece un banco de atunes nadando rápidamente en alta mar, causando un brillo incomparable en las aguas al reflejarse el Sol en sus dorados dorsos; también es espectacular el destello multicolor de los peces deslizándose en los arrecifes madrepóricos o la natación rápida de un tiburón para cazar una presa.

Esa extraordinaria facilidad de movimiento y flexibilidad se deben a la estructura hidrodinámica que les da la forma de huso de su cuerpo, semejante a la de un torpedo, y que les permite deslizarse en el agua sin que ésta oponga demasiada resistencia, gracias a movimientos ondulatorios del cuerpo producidos por contracciones musculares que comienzan en la cabeza y terminan en la cola, ocasionando en ésta una sacudida que aumenta el impulso. Estas ondulaciones se pueden también realizar debido a la disposición de su columna vertebral, cuyos huesos están dispuestos de tal manera que facilitan los movimientos ondulatorios.

Las aletas constituyen órganos importantes, mas no indispensables, para la natación. En los peces óseos las aletas dorsal, anal y ventral actúan como quillas para que no pierdan el equilibrio, mientras que la caudal les ayuda a la propulsión; las aletas pectorales están atrás de las aberturas branquiales que corresponden a las extremidades anteriores y les sirven para frenar de repente y girar con brusquedad, y las pélvicas, situadas abajo de las pectorales, correspondientes a las extremidades posteriores, se utilizan también para frenar.

Además, las aletas le dan al pez la posibilidad de estacionarse en el agua, ya que con movimientos suaves se oponen a la acción de la corriente y a la gravedad, pudiendo permanecer en completo reposo. El extremo anterior de la aleta dorsal, y a veces también de la anal, forma en muchos peces una fuerte espícula punzante que puede considerarse un arma de defensa, pero que raramente llegan a utilizar como tal; con todo constituye un importante refuerzo, al darle mayor eficacia a la aleta en su tarea de regular la dirección del movimiento del pez.

El cuerpo de los peces termina en la aleta caudal, cuya base se implanta en la columna vertebral que se encorva hacia arriba, observándose una clara relación entre la manera de nadar y la forma de esta aleta.

En los tiburones la aleta caudal, llamada heterocerca por tener los rayos dorsales más grandes que los ventrales, está extraordinariamente desarrollada y por su estructura aumenta la fuerza del empuje hacia abajo. En otros peces, como los llamados voladores, la forma de la aleta es al contrario, es decir se desarrollan más los rayos ventrales, lo que hace que el impulso sea hacia arriba. Sin embargo, la mayoría de los peces tienen igualmente desarrollados sus radios, por lo que el impulso es en sentido horizontal.

Las otras aletas también ayudan a los peces voladores a sus espectaculares excursiones; en algunos, las aletas pectorales se transforman en desarrollados y rígidos alerones para planear; en otros, también las aletas pélvicas han sufrido esa transformación; y en general, en todos los peces voladores la parte inferior de la aleta caudal vibra rápidamente para ayudar al despegue del pez que, una vez en el aire, puede recorrer más de 150 metros fuera del agua a velocidades de 50 kilómetros por hora.

Algunos peces utilizan sus aletas con otros fines; la forma y el color, así como los variados órganos sensoriales que pueden presentar las convierten también en ayuda valiosa en la reproducción, la defensa, la caza y el camuflaje. Por ejemplo, algunos peces utilizan su aleta dorsal como caña de pescar, a la que integran comúnmente un pequeño órgano luminoso que sirve como cabo.





Figura 38. Pez volador.

La vejiga natatoria desempeña un papel importante en la natación de los peces del necton: la utilizan como órgano hidrostático que les permite flotar a un nivel determinado, sin hundirse ni ascender. Esta vejiga está localizada en la región ventral del cuerpo del pez y es por esta razón que cuando pierden el control de su función natatoria o cuando mueren se van hacia arriba y flotan.

La vejiga natatoria tiene en su pared vasos sanguíneos que permiten a los peces regular la cantidad de gases que entran y salen de ella, lo que hace que el pez ascienda o descienda en el agua. Los peces pueden determinar a qué distancia se encuentran de la superficie por medio del registro de la presión y contrapresión que su cuerpo sufre. El contenido de la vejiga realiza una presión hacia el exterior del cuerpo y el agua que rodea al pez presiona hacia adentro.

El órgano del oído de los peces del necton es otra adaptación indispensable para la natación, por encontrarse en él el sistema del equilibrio. Los peces tienen en su oído tres vejigas que contienen, cada una, un pequeño cuerpo esférico llamado "otolito", y en su pared, un fino nervio ramificado que es el del equilibrio. Cuando los peces cambian de postura, los otolitos se mueven dentro de las vejigas y los nervios registran este movimiento comunicándolo al cerebro del pez, el que se da cuenta de su posición, manteniéndola o cambiándola según sus necesidades.

Los peces cuentan con un órgano extra para determinar su posición en el agua, la "línea lateral", pequeñas estructuras sensoriales que se localizan a lo largo de los costados del cuerpo, desde la cabeza hasta la cola, dividiéndolo en dos regiones, más o menos equivalentes: la dorsal, más pigmentada, y la ventral, generalmente blanquecina. La línea lateral también registra los cambios repentinos de presión de agua que lo rodea. Cuando se acerca al fondo o a la orilla, a una planta u objeto cualquiera, el agua que el pez rechaza al nadar vuelve de nuevo hacia él y, entonces, ese efecto de eco hace que cambie de rumbo a fin de evitar el obstáculo.

Los reptiles del necton también presentan adaptaciones para moverse en el seno de las aguas oceánicas, como las tortugas marinas, con caracteres muy particulares que las diferencian de los demás reptiles. Su cuerpo es muy grande (algunas llegan a medir hasta 2 metros) y está protegido por un caparazón duro, dentro del cual pueden esconder su cabeza y extremidades; para nadar modifican la parte final de sus extremidades; quedan unidos los dedos, tomando un aspecto de paletas, que les sirven para desplazar fácilmente el agua. Como ejemplo está la "caguama" o "tortuga verde", característica de mares tropicales.

Los mamíferos acuáticos también presentan adaptaciones a la vida nectónica; por ejemplo, entre los sirenios la adaptación es parcial: sus extremidades anteriores tienen aspecto de aleta, pero recuerdan a las pezuñas de otros mamíferos; viven en estuarios, bahías y grandes ríos, como el manatí. Los pinnípedos ya presentan una adaptación mayor: su cuerpo es seudopisciforme, sus extremidades toráxicas tienen forma de aleta sin uñas y el extremo posterior del cuerpo se transforma en una aleta caudal horizontal, como es el caso de las focas.

Los cetáceos están totalmente adecuados a la vida nectónica, su cuerpo es pisciforme con extremidades anteriores en forma de aleta, como en los delfines y las ballenas. Los delfines, que se pueden considerar como los mejor adaptados, se desplazan en el agua a gran velocidad, sin gran esfuerzo muscular exagerado, debido a que su piel está estructurada de modo que les permite reducir los remolinos del agua y, por lo tanto, la fricción.

Existen especies de animales que durante toda su vida están integrados en el necton, sin embargo hay otras que sólo lo hacen parte de ella; por ejemplo, las que tienen vida larvaria planctónica, o aquellas que incluso siendo adultas poseen fases determinadas de su vida en el mar, como ocurre con los salmones, que son nectónicos en sus fases adultas, pero abandonan este tipo de vida para marchar a los ríos a reproducirse.

El necton es más pobre que el plancton en cuanto al número de grupos que lo integran; sin embargo, no deja de tener una enorme importancia, tanto desde el punto de vista cuantitativo como del de la economía de los pueblos, pues nectónicas son muchas de las especies en las que se fundamenta la economía pesquera de multitud de naciones. Sardinas, boquerones, alachas, atunes, bonitos, albácoras, jureles, ballenas, cachalotes, delfines, focas, etc., son, como es sabido, motivo de especiales y muy importantes pesquerías.

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