XVI. LA VIDA EN EL DOMINIO PELÁGICO. NECTON

EL TÉRMINO "pelágico" deriva de la palabra griega pelagos, que significa océano, utilizada para nombrar a una de las dos grandes divisiones ecológicas del mar, es decir el dominio pelágico, siendo la otra el dominio del fondo o bentónico.

Entre los seres pelágicos se pueden considerar dos categorías, en una de ellas se incluyen aquellos que son arrastrados pasivamente por la actividad de las aguas por estar flotando en ellas, aunque en ocasiones estén dotados de débiles apéndices de locomoción, insuficientes para oponerse a la acción de las corrientes, las olas o los vientos; la otra se halla integrada por los que tienen medios adecuados para luchar y vencer estos factores al poseer órganos de natación capaces de contrarrestarlos. A los primeros se les considera estrictamente formadores del plancton y, a los segundos, del necton.

Se ha observado que esta división de los organismos pelágicos puede resultar totalmente falta de valor real, ya que es poco clara e incluso antinatural, puesto que falta un criterio objetivo, seguro y concreto para determinar cuando un organismo realmente pertenece al plancton o al necton.

En las aguas reposadas y tranquilas de los días apacibles existen infinidad de diminutos organismos que pueden moverse en el agua a su antojo sin que las olas los arrastren; pero cuando el mar se encrespa a impulso de los vientos, muchos de los animales que antes gozaban de cierta libertad de movimiento pasan, en ese momento, a ser juguete del oleaje.

Lo que sucede con los pequeños organismos acontece del mismo modo con los poderosos, que cuando aumenta la violencia del mar están a merced de las olas igual que los más pequeños. Ni los cetáceos, ni los tiburones, ni los gigantescos calamares son capaces de enfrentarse con un mar enfurecido, que los trae y los lleva a su antojo.

No basta considerar como animales pelágicos a todos aquellos que son susceptibles de nadar. Muchos peces, como los lenguados, las rayas y ciertos pulpos, son efectivamente capaces de nadar y hasta de desplazarse a cientos de metros sobre el fondo; pero su vida está tan ligada y dependiente de él, que sería improcedente incluirlos como animales pelágicos.

No queda otro recurso que limitar a los seres que forman el dominio pelágico a aquellos que se caracterizan por su independencia biológica con respecto al fondo, y aun así, y a pesar de la amplitud de esta limitación, se ofrecen con frecuencia muchas dudas para determinar si una especie es pelágica o no.

En gran cantidad de casos, una misma especie pasa por épocas de su vida formando parte del dominio pelágico, en tanto que en otras es netamente del fondo.

Entre los vegetales se van a encontrar los sargazos, que forman parte del dominio pelágico constituyendo grandes praderas de algas flotantes, como la que se encuentra en el Mar de los Sargazos, considerado como un inmenso remolino del Océano Atlántico que llega muy cerca de las costas del continente americano. En este mar las aguas tibias que lo forman se remansan y sobre sus olas crece una inacabable vegetación de plantas flotantes cuyas matas, al garete, son movidas de aquí para allá, debido a los impulsos del mar y de los vientos.

Estos vegetales poseen pequeñas vesículas llenas de gas que forman verdaderas boyas múltiples, esféricas y huecas, llamadas "uvas de los mares", y que actúan como eficaces flotadores; a ellas debe su nombre este mar, ya que un navegante portugués al cruzar sus aguas tranquilas empleó la voz portuguesa de salgazo, que significa uva pequeña, para nombrar a estas algas, y que finalmente se transformó en sargazo.

Los sargazos se han adaptado durante años para la flotación y prosperan tan perfectamente sobre las aguas, que han perdido los órganos de fijación y de absorción de las sustancias, es decir los rizomas, y el intercambio con el medio lo hacen a través de toda la superficie de sus frondas; también han olvidado su forma primitiva de reproducción sexual: todos los manojos flotantes diseminados por las aguas atlánticas son estériles y se reproducen exclusivamente de manera asexual por vía vegetativa.

Entre las matas de sargazo vive una población muy heterogénea de animales que apenas es distinguible, debido a que toma formas y coloraciones que imitan con exactitud sorprendente a estos vegetales.

De todos los seres que habitan en estas algas pelágicas, ninguno compite en maestría mimética con el "pez de los sargazos". Su cuerpo contrahecho y extravagante está adornado con multitud de prolongaciones de forma semejante a las frondas de las algas; estas estructuras se mueven con el impulso del vaivén de las aguas de un modo pasivo, al igual que las algas que imita. Este formidable actor de los mares, tan sabiamente caracterizado, une a su forma extraordinaria una inmovilidad casi absoluta, que rompe muy rara vez, y cuando lo hace, se mueve tan lentamente, que más parece un trozo de alga yendo de un lugar a otro por las aguas que un pez en movimiento, lo que le permite pasar casi inadvertido para sus enemigos y sus presas.

En compañía de estos pececillos se encuentran otros que son los "peces agujas de los sargazos", muy semejantes a los que viven entre las algas del litoral, pero adornados de diversas prolongaciones foliáceas que contribuyen a que su cuerpo quede confundido entre la enmarañada vegetación flotante en la que se cobijan.

Viven también en los mares de algas pelágicas, pequeños cangrejos parduscos de cuerpo aplanado en forma de hoja; algunos camaroncillos de color rojizo, llamados quisquillas, y varias babosas de mar, como las escielas y los glaucos adornados de airosas prolongaciones que les sirven para respirar; el color de su cuerpo es azulado por encima y blanco por debajo, lo que contribuye a que sean poco visibles entre las algas.

Toda esta población viviente cambia de cuando en cuando de lugar saltando de una planta a otra de los sargazos mediante movimientos de natación lentos, lo que puede poner en grave riesgo su vida, si estos recorridos se vuelven más largos.

Todos los seres que forman la inmensa ciudad flotante del Mar de los Sargazos constituyen una de las asociaciones biológicas de mayor diversidad y extensión de todo el planeta; corresponden a seres de claro y definido origen litoral, que por circunstancias difíciles de explicar, no obstante las teorías que han formulado los biólogos, han abandonado los lugares donde primero habitaron para ocupar las aguas superficiales del Atlántico.

En otras regiones del océano, la fauna pelágica se caracteriza por presentar baja diversidad de especies por la tendencia a formar cardúmenes, es decir agrupaciones de peces con la menor distinción de características a nivel específico, y por tener una tasa de reproducción muy elevada. Además, suelen efectuar migraciones de mayor o menor amplitud, por lo que poseen gran movilidad.

En los mares fríos que presentan condiciones ambientales más adversas se acentúan estas características, por lo que se encuentran habitados por muy pocas especies que, sin embargo, cuentan con grandes cantidades de individuos, como por ejemplo el arenque del Mar del Norte. En cambio, en los mares templados y cálidos, en donde las condiciones son más benignas, la diversidad de especies es muy grande, mientras que el número de individuos por especie disminuye.

Entre los invertebrados que pueden considerarse como pelágicos están los calamares, que tienen cuerpo pisciforme provisto de un par de aletas posteriores y que son capaces de impulsarse hacia atrás o hacia adelante expulsando de su cuerpo chorros de agua.

Los peces pelágicos pueden dividirse en dos grupos en relación con la región donde se encuentran: los pelágicos costeros y pelágicos oceánicos, y el primero aún se puede subdividir en litorales y en costeros propiamente dichos. A aquellos peces que se localizan a considerable profundidad, pero desligados completamente del sustrato, se les llama batipelágicos.

Las familias de peces pelágicos litorales son poco numerosas; las principales son las de los aterínidos como los robalos y las de los engráulidos como las anchovetas En estas aguas se encuentran también juveniles de algunas especies pelágicas costeras y pelágicas oceánicas, que pasan los primeros estadios de su vida en este ecosistema litoral, en donde disponen de alimento y condiciones adecuadas de salinidad y temperatura.

Entre los aterínidos están el "pejerrey" y los "gruñones" de la costa de California; estos peces son de tamaño pequeño, coloración verdosa en la parte dorsal y con una banda plateada longitudinal en la línea media de los lados del cuerpo; aunque suelen encontrarse agrupados, no forman cardúmenes compactos. Están en constante movilidad y se alimentan de detritos, algas y pequeños organismos; no realizan migraciones largas, pero dentro de lo reducido de su residencia ecológica se desplazan constantemente. En las orillas de las playas protegidas y dentro de las escolleras que dan protección a los puertos pueden encontrarse concentraciones grandes de estos organismos. Su distribución geográfica es restringida y lo más común es que sean especies locales.

Los engráulidos agrupan gran cantidad de especies: la mayoría de los géneros Engraulis y Anchoa conocidos con el nombre común de anchoveta y anchoa respectivamente, distribuidas tanto en el Océano Pacífico como en el Atlántico, y todas de un tamaño no superior a los 15 centímetros. Forman cardúmenes muy grandes sumamente compactos, como en el caso de la población de anchoveta que se localiza en la corriente fría del Perú, estimándose que ha llegado a alcanzar en algunos años de 15 a 20 millones de toneladas. Viven junto a las orillas y, a veces, se alejan un poco de las costas, buscando corrientes de agua fría ricas en alimentos. La coloración de estos peces es amarillo verdoso uniforme, con una banda longitudinal en la línea media de los lados del cuerpo. Su fecundidad es elevada y su ciclo vital es muy rápido. Estos peces desempeñan un papel importante en la cadena trófica, ya que sirven de alimento a otras muchas especies piscícolas y también son perseguidos por las aves que viven en las costas.

Entre los peces pelágicos costeros, propiamente dichos, se observa un comportamiento muy particular que hace que tengan un tipo de vida gregario o que sean solitarios. Los gregarios son aquellos que viven en compañía de otros peces de su misma especie, siendo los más comunes los de las familias de los escómbridos.

Los solitarios son más comunes en esta zona costera y pertenecen a los peces cartilaginosos como los tiburones, la mayoría de los cuales son carnívoros y depredadores, y junto con el hombre representarían el nivel trófico superior de este sistema y, por tanto, su regulador.

Casi todos los peces pelágicos costeros tienen su cuerpo de un color verdoso o azulado en la mitad dorsal y blanco en la ventral, son alargados y, en general, típicamente pisciformes, aunque pueden presentar diversas modificaciones.

Los clupeidos son los más típicos pobladores de este medio, están distribuidos por todos los mares y constituyen uno de los recursos pesqueros más importantes en todos los países. Los géneros más comunes son Clupea, Opistonema y Sardinela, peces llamados generalmente sardinas, que tienen de 10 a 15 centímetros de longitud, formadores de grandes cardúmenes, aunque estas agregaciones compactas no son continuas, sino que existen también grupos dispersos e incluso bentónicos. Sus migraciones no son muy amplias y no suelen abandonar la zona de la plataforma continental.

Se alimentan principalmente de organismos planctónicos y su abundancia está en relación con las fluctuaciones del plancton y las variaciones de la temperatura; la distribución de la temperatura y la de la sardina son congruentes.

Otros pelágicos costeros importantes son los escómbridos, a los que pertenecen las sierras, que nadan en grandes cardúmenes cerca de la costa, migrando en relación con la temperatura del agua del mar; su cuerpo alargado con su región dorsal azul-plateada hace que el mar brille como un espejo cuando pasa un número grande de ellas.

Algunas especies de atunes pequeños, como el bonito, son frecuentes también en aguas costeras, tienen su talla adulta menor a 30 centímetros y pueden reunirse en grandes cardúmenes constituyendo, en algunas naciones, parte importante de la pesca comercial.

Los típicos depredadores pelágicos solitarios son los tiburones, que pertenecen al grupo de los elasmobranquios o peces cartilaginosos, y es muy difícil limitarlos a una residencia definida, pues algunos visitan los fondos de la plataforma y pueden encontrarse indistintamente en aguas costeras y oceánicas; sin embargo, la mayoría de las especies son costeras. Las mantarrayas visitan, por lo menos temporalmente, las aguas costeras para atacar a los bancos de peces pelágicos.

En la actualidad hay casi 300 especies de tiburones en los mares de todo el mundo, y se calcula que han existido en los océanos desde hace más de 250 millones de años. La mayoría de estos animales son inofensivos por no tener suficientes armas, alimentarse de plancton o ser pequeños y lentos; sin embargo, existen algunas especies consideradas peligrosas porque atacan al hombre y a embarcaciones; entre éstos se encuentra el tiburón blanco, el más peligroso de todos, que ha llegado a medir seis metros, con color gris o azuloso en el dorso y blanco en el vientre y que se localiza en los océanos tropicales.

Uno de los tiburones que ha sufrido una adaptación para lograr mayor visibilidad y olfato es el tiburón cabeza de martillo o cornuda, en el que la región cefálica se alarga y aplana quedando los ojos y las narinas a los lados de la cabeza; llegan a medir hasta siete metros. Estas modificaciones en los sentidos de la vista y el olfato les permiten localizar fácilmente a sus presas, aun en aguas turbias o muy profundas.





Figura 35. Diferentes tipos de tiburones.

El tiburón ballena, que puede medir hasta 20 metros de longitud, resulta uno de los menos peligrosos de los escualos, porque se alimenta de plancton y pequeños peces. Para tomar su alimento nada con la boca abierta permitiendo que penetre agua con plancton, principalmente copépodos y pequeños peces, que se quedan en su aparato digestivo, mientras el agua es expulsada a través de las hendiduras branquiales. Se calcula que el volumen de agua que es filtrada alcanza de 2 000 a 2 500 metros cúbicos por hora.

Los ataques al hombre registrados indican que son más frecuentes en las aguas australianas, pero también se consideran peligrosas las aguas costeras de África, el Caribe, Polinesia, las costas atlántica y pacífica de Norteamérica y el Océano Índico.

La mayoría de los tiburones habitan las aguas pelágicas costeras de los mares tropicales y subtropicales, siendo menor el número que vive en aguas templadas y sólo una especie se ha localizado en los mares polares. Algunos tiburones se llegan a desplazar a profundidades considerables y unos cuantos han sido pescados a 3 000 metros de profundidad.

El medio pelágico costero ofrece el mejor ejemplo de una comunidad de gran rendimiento, formada por muchos individuos de pocas especies, en áreas relativamente amplias; con una fecundidad muy elevada y rápido ritmo de crecimiento, alcanzan, en muchos casos, la madurez sexual en el primero o segundo año de vida. Todos estos aspectos hacen de él un ecosistema ideal para la explotación pesquera.

Los peces pelágicos se caracterizan por tener un cuerpo fusiforme, robusto, con fuertes aletas caudales, lo que les permite ser buenos nadadores y por tanto realizar migraciones de considerables distancias, como los atunes, las caballas y las albácoras, que atraviesan el Atlántico y visitan zonas de condiciones ambientales tan distintas como las costas de Noruega y el Mediterráneo; pueden soportar diferentes temperaturas gracias al peculiar sistema circulatorio superficial que han desarrollado y que les permite independizar su temperatura corporal de la del medio ambiente.

Estos peces nadan con gran velocidad para asegurar que pase suficiente agua con oxígeno por sus branquias y así tengan la energía necesaria para mantenerse a flote, ya que si se detienen se van de cola al fondo.

Muchas de estas especies tienen una distribución bastante amplia, siendo frecuente que se reúnan en cardúmenes compactos y realicen migraciones relacionadas en especial con la reproducción, como la que efectúa un tipo de atún que en determinadas épocas atraviesa masivamente el estrecho de Gibraltar para efectuar la puesta en el Mediterráneo, retornando posteriormente en pequeños grupos o en forma solitaria a las costas del Atlántico.

La comunidad de peces pelágico-oceánicos tiene unas características anatómicas y fisiológicas similares a las de los costeros, pero todo su ciclo vital es más largo, y los procesos de alimentación y reproducción están ligados a especiales condiciones que se deben a que se desplazan en zonas muy amplias, a veces muy alejadas entre sí, y que exigen largas migraciones. Aunque son de rápido crecimiento y elevada fecundidad, la densidad de su población es menor y su desarrollo más lento. La explotación económica de este ecosistema es de considerable interés, pero costosa y sujeta a fluctuaciones, por lo que se tiene que tomar en cuenta una regulación estricta de las pesquerías para evitar agotar las especies.





Figura 36. Atunes, buenos nadadores.

Otra familia de peces pelágicos oceánicos es la de los Istioforide, como el marlin, el pez vela y el pez espada, que poseen un "pico" largo y fuerte formado por la prolongación del maxilar superior; sus migraciones son muy largas y poco conocidas, pero algunos autores sostienen que van desde el Ártico hasta el Atlántico; sobre su biología y su desarrollo también se tienen pocos datos. Se distribuyen en zonas tropicales y templadas, siendo las especies poco numerosas. Son los peces más apreciados en la pesca deportiva y las zonas de mayor abundancia están situadas en la región de Florida y Venezuela en el Atlántico; Perú y Baja California en el Pacífico, y Australia en el Índico-Pacífico.

Los peces espada capturan sus presas, que son peces pequeños como la caballa y los arenques, utilizando su pico ancho y aplanado, el cual introducen a los cardúmenes de estos peces golpeándolos hasta aturdirlos y poderlos tragar enteros debido a que no tienen dientes.

Todas las características de estos organismos permiten observar que la vida en el dominio pelágico representa la odisea maravillosa de muchos seres que han roto sus amarras con las costas y han colonizado el pelágico, en el cual prosperan y se reproducen más y mejor, y en donde forman poblaciones de gran interés científico y económico para la humanidad.

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