IX. CAMBIO DE VIDA
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ácaros son, sin duda alguna, animales terrestres, igual que los arácnidos; sin embargo, dentro de la amplia radiación adaptativa que han sufrido en el curso de su larga evolución, han ido incursionando en todos los hábitats accesibles a la vida del planeta; en esta forma y como una adaptación secundaria, han invadido también el agua, no sólo la dulce, sino también la marina, con tal éxito que actualmente se cuentan por miles las especies acuáticas.Gran cantidad de ácaros de los órdenes Mesostigmata, Prostigmata, Astigmata y Oribatida, se han acostumbrado a vivir en lugares muy húmedos, como son los pantanos, las zonas de mareas y semejantes, pero los que se consideran verdaderamente acuáticos pertenecen todos al orden Prostigmata y se dividen en dos grandes grupos: a) los de agua dulce, pertenecientes a 46 familias, y b) los de agua salada que se agrupan en una sola familia; cada uno tiene preferencia por el hábitat señalado, pero no de una manera muy rígida, pues hay especies dulceacuícolas, que llegan a penetrar en aguas bastante saladas y especies marinas que, a su vez, se mezclan entre las aguas dulces. Vamos a ver a grandes rasgos las características generales de los dos.
Entre los ácaros dulceacuícolas hay especies adaptadas a vivir entres las fuertes corrientes de los ríos y las cascadas; otros prefieren la circulación menos rápida de los arroyos o el oleaje de los grandes lagos, así como las caídas de agua más ligeras. De igual manera, las aguas tranquilas de lagos, estanques, pozas y hasta de los charcos temporales albergan infinidad de formas. La mayor parte tiene predilección por las aguas sombreadas y están también presentes en los ríos subterráneos. Hay especies que se han adaptado a vivir en aguas sumamente frías; en cambio, otras lo han hecho en manantiales de aguas termales, a temperaturas bastante elevadas, así como en aguas sulfurosas o de drenaje. Muchos de estos ácaros son capaces de vivir activamente cerca de la superficie, pero un buen número suele enterrarse entre el lodo de los bordes o del fondo, a veces a grandes profundidades, otros más prefieren los intersticios de las orillas. Gran cantidad de ellos se refugian entre los musgos y las plantas subacuáticas. Varios también se han ido adaptando a las aguas salobres y abundan en la zona litoral de aguas marinas. Su distribución puede decirse que es mundial, pues prácticamente existen en todas las grandes y pequeñas masas de agua dulce.
No deja de ser interesante el hecho de ver cómo animales adaptados completamente a la vida terrestre han ido adquiriendo los elementos necesarios (por selección natural) que les permite vivir en el medio acuático y esto no sólo por lo que respecta a su morfología, sino también a su comportamiento en general.
Por los estudios que sobre ellos se han hecho, se ha podido comprobar que estas formas dulceacuícolas derivaron de formas terrestres; como se verá más adelante, muchos de ellos en su estado larval continúan actuando como si estuvieran sobre la tierra.
Los cambios más notables se presentan en las formas natatorias; el tener que desplazarse en un medio mucho más denso que el aire requiere de mucho mayor fuerza, lo que ha originado un mayor desarrollo del sistema muscular; a su vez, al fortalecerse los músculos han tenido forzosamente que desarrollarse estructuras de soporte y puntos de inserción mucho más resistentes, lo que se consiguió al formarse las grandes placas que cubren el exterior del cuerpo y que se continúan por dentro en fuertes apodemas, donde dichos músculos quedan insertados. Lo primero que llama la atención cuando se observa a algunos de estos ácaros acuáticos bajo el microscopio es, precisamente, la presencia de estas placas que recubren gran parte del cuerpo; uno de los sitios donde recae más el esfuerzo que se hace al nadar es en las coxas de las patas; se ve entonces que el contorno original de estas coxas se ha expandido tanto que ahora se observan como grandes placas coxales, fusionadas entre sí.
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Figura 7. Ejemplos de ácaros acuáticos. (a) Unionicola granadosi Hofmann y Cramer, parásito de moluscos de agua dulce. (b) Atúrido adulto depredador de vida libre.
Otro complemento que se ha formado simultáneamente con las otras estructuras y que ha facilitado mucho el desplazamiento en el medio líquido es el conjunto de sedas natatorias, que se han desarrollado en forma exuberante en los últimos artejos libres de las patas; sedas y patas actúan en conjunto como remos, agilitando de manera muy eficaz la natación de estos animales.
Un atractivo que los ácaros acuáticos tienen para nosotros es su color. La gran variedad de tonalidades que estos diminutos animales pueden presentar es realmente increíble; por desgracia esto no se alcanza a distinguir a simple vista; pero vistos en vivo bajo el microscopio, ofrecen un cuadro de hermosas combinaciones en rojo, verde, azul, anaranjado y amarillo. Son los ácaros de mayores coloridos. Por esta razón, cualquiera pensaría que son fácil presa de sus depredadores; sin embargo, esto no es así; aquí se repite el fenómeno descrito en el capítulo III, sólo que en este caso se trata de especies acuáticas. Efectivamente, sus posibles depredadores, que son gran cantidad de insectos y otros animales del agua, los evitan por su desagradable sabor; cuando alguno de ellos llega a ingerirlos, de inmediato los escupe y jamás vuelve a intentar atraparlos. Algunos autores piensan que esto está relacionado con la presencia de numerosas glándulas cutáneas, que se encuentran repartidas por todo el cuerpo y que se abren al exterior a través de orificios especiales, bien notables en la superficie dorsal y ventral del animal; dichas estructuras con frecuencia están asociadas con sedas, con plaquitas dorsales o con ambas; es posible que su secreción externa que baña todo el cuerpo sea la causa de su repugnante sabor. Otros investigadores piensan que dicha substancia pueda también tener una función impermeabilizante, que los protege en el medio acuático. Igualmente, se ha pensado que algunas de ellas secreten feromonas, gracias a las cuales pueden encontrarse, reconocerse y atraerse los sexos. Lo cierto es que estas glándulas son características de los ácaros acuáticos.
Existen otros muchos rasgos de las formas de agua dulce, como es el hecho de ser los únicos ácaros que poseen un ojo medio (aparte de los laterales), que algunos autores llaman órgano frontal; este ojo central no está muy bien desarrollado y generalmente se encuentra sobre una protuberancia de la cutícula; se cree que es reminiscencia del complejo aboral que aparece en algunos trilobites y que se desarrolla en el par de ojos centrales de algunos arácnidos, como los alacranes.
La mayor parte de los autores está de acuerdo que estos animales provienen de antepasados terrestres, semejantes a los (rombidoideos y eritreoideos actuales, ya que tanto sus costumbres como sus ciclos de vida son muy semejantes a los de aquéllos. En todas las especies (menos algunas de la familia Unionicolidae, que se tratarán después) las ninfas y los adultos viven nadando libremente en el agua, y depredan una gran cantidad de huevecillos o artrópodos y moluscos pequeños; en cambio, las larvas, igual que las especies terrestres (véase el capítulo XII), necesitan alimentarse de un huésped; en esta etapa pueden parasitar gran cantidad de insectos acuáticos, como muchos escarabajos y chinches, e insectos semiacuáticos, como numerosas especies de mosquitos, libélulas, mosquitas de un día, etcétera.
El ciclo de vida de los ácaros acuáticos, igual que el de las formas terrestres con las que están emparentados, consta de siete etapas: huevo, prelarva, larva, protoninfa, deutoninfa, tritoninfa y adulto; la protoninfa y la tritoninfa son estados quiescentes, de reposo aparente, pues dentro de la cubierta externa están sufriendo una metamorfisis, para pasar a sus siguientes estadios.
La fecundación se lleva acabo a través de espermatóforos con pedicelo, que el macho deposita y pega en el sustrato. Seguramente habrá muchas formas en que este esperma llegue al cuerpo de la hembra, pero tan sólo se han logrado observar unas pocas; la más frecuente es cuando el macho, al encontrarse a una hembra sexualmente madura, pega el cuerpo de ésta al extremo posterior de su cuerpo mediante un cemento especial que secreta; en esta forma la lleva arrastrando consigo durante un rato, hasta que al encontrar un sitio adecuado deposita un espermatóforo en el suelo, jala después a la hembra, de manera que su abertura genital quede justamente por encima del saco con esperma; al tocarlo la hembra, abrirá de inmediato sus valvas genitales, succionando el contenido del saco mediante contracciones del cuerpo. Una vez logrado esto, el macho separará el cuerpo de la hembra empujándola con sus patas posteriores, después de lo cual cada uno seguirá su camino.
La hembra pone sus huevos en el agua, en sitios protegidos del sustrato, ya sea en el fondo o en las orillas de arroyos y lagos; con frecuencia los introduce entre los tejidos vegetales, dentro de los tallos de las plantas acuáticas; esto lo efectúa mediante un ovipositor que se proyecta de su cuerpo en el momento de la oviposición. Más tarde, el corion o cáscara del huevo se rompe, pero la prelarva, que todavía no ha completado su desarrollo, queda envuelta por una membrana resistente y elástica que le permite estirarse y moverse dentro de ella mientras termina la formación de sus estructuras. Llegado el momento, la envoltura se rompe, surge la larva hexápoda, muy activa, que mostrará un comportamiento diferente, según la especie de que se trate.
Desde el punto de vista evolutivo, las larvas son más conservadoras de sus características ancestrales que las ninfas y los adultos; por esta razón son mejores como indicadoras de la filogenia del grupo. Es posible también que en forma semejante a lo que sucede con los insectos holometábolos las larvas hayan evolucionado independientemente de los otros estados, adquiriendo dos personalidades diferentes por completo, las larvas por un lado y las ninfas y los adultos por el otro. Lo cierto es que, en lo referente a los ácaros dulceacuícolas, las ninfas y los adultos se comportan en forma parecida, pero en cambio las larvas actúan de manera muy diferente, de acuerdo con su nivel evolutivo. Hay larvas que no han logrado adaptarse todavía al medio acuático y se comportan como si continuaran viviendo sobre el suelo. Así, a pesar de nacer de huevos que están sumergidos apenas salen de éste, nadan rápidamente hacia la superficie, donde en forma normal se ponen a caminar sobre la película de agua, como si fuera la tierra, en busca de su posible huésped. Estas larvas continúan teniendo respiración aérea; su cuerpo, de consistencia blanda, no presenta placas muy esclerosadas. Las ninfas y los adultos de estas especies son muy malos nadadores y todavía muestran características primitivas. Dichas larvas utilizan como huéspedes a los adultos aéreos de insectos semiacuáticos, como muchos mosquitos, chinches, etc., sobre los cuales se suben al ras de la superficie del agua, cuando éstos abandonan el medio acuático. Otras de estas larvas pueden atacar a especies totalmente acuáticas, como ciertos coleópteros y otro tipo de chinches, subiéndose a ellos en el momento que los insectos salen a la superficie del agua, pero en estos casos invaden el espacio aéreo que queda por debajo de las alas anteriores de sus huéspedes; rodeados de esta bolsa de aire permanecen todo el tiempo que dura su alimentación de manera que aunque estén sujetos a animales acuáticos continúan viviendo en un hábitat aéreo.
Por último, hay las especies más evolucionadas, cuyas larvas se han adaptado a vivir bajo el agua; su aspecto es aplanado dorso-ventralmente y su cuerpo está cubierto por placas esclerosadas; son activas nadadoras. Estas larvas localizarán a sus huéspedes en el fondo del arroyo y entre la masa de agua y se sujetarán a ellos, pero sin alimentarse, pues estos insectos semiacuáticos se encontrarán en ese momento en la etapa de ninfa o pupa, como es el caso de las libélulas, las efímeras y muchos mosquitos. Cuando de estos estados inmaduros emerjan los adultos, las larvas de los ácaros se pasarán y sujetarán a ellos, siendo transportados en esta forma al medio aéreo y terrestre; no será sino hasta entonces cuando los ácaros actuarán como parásitos; buscarán un sitio adecuado del huésped para introducir sus quelíceros y empezar a alimentarse de su hemolinfa. Todo el tiempo que el insecto semiacuático permanezca en el ambiente terrestre, con objeto de alimentarse o aparearse, o ambas cosas, los ácaros continuarán sujetos a él. Más tarde o más temprano los insectos adultos regresarán al agua, sobre todo las hembras que deberán ovipositar en ella. Es el momento que las larvas de los ácaros aprovechan para desprenderse del huésped y caer al agua, continuando allí su ciclo de vida. Buscarán un sustrato adecuado, que puede ser alguna de las plantas acuáticas, al cual se fijarán con sus quelíceros para tranformarse en la protoninfa quiescente y de la cual emergerá poco después la deutoninfa.
Hay insectos acuáticos que cuando se seca el charco en el que viven son capaces de salir por el tiempo que sea necesario (dentro de ciertos límites) para buscar otro depósito de agua donde puedan continuar su ciclo de vida. En varias de estas especies las larvas de ácaros parásitos prolongan su periodo de fijación al huésped y allí mismo se transforman primero en proto y luego en deutoninfa, dentro de la cubierta larval; finalmente, esta cubierta se rompe y sale de ella la deutoninfa activa, que inmediatamente comienza a nadar y a buscar su alimento como depredadora; la exuvia o exoesqueleto de la larva permanecerá unido al cuerpo del huésped, aunque ya no tenga nada adentro. En caso de que alguno de estos insectos tenga que emigrar a otro depósito de agua, las deutoninfas, dentro de la cubierta larval, no saldrán sino hasta que el insecto regrese al agua.
Hay otros casos en que la larva sale del huevo y sin alimentarse se transformará inmediatamente en protoninfa quiescente, de la cual emergerá a su debido tiempo la deutoninfa.
Las deutoninfas son muy activas y voraces y depredan todo lo que pueden; una vez llenas se transformarán en tritoninfas también quiescentes, que darán finalmente origen a los adultos; éstos también depredarán gran cantidad de presas y llegado el momento llevarán a cabo el apareamiento, repitiéndose el ciclo.
Una modalidad a este cuadro general se presenta en algunas especies de la familia Unionicolidae, donde las ninfas y los adultos no llevan una vida libre como todas las demás, sino que parasitan varias especies de moluscos y esponjas. Su forma de alimentación no es como la de las larvas en general, que se alimentan una sola vez y en un solo punto de fijación, hasta llenarse; en este caso suelen atacar a sus huéspedes en repetidas ocasiones y en diversos sitios. Algunas larvas de estos organismos no son parásitas y lo único que hacen es nadar activamente, y ayudan con esto a la dispersión de la especie dentro del lago; otras viven como parásitas de mosquitos quironómidos.
Por lo que se refiere a los ácaros marinos, ya se mencionó que se agrupan en una sola familia Halacaridae, que abarca alrededor de 400 especies.
Los halacáridos están distribuidos en todos los mares del mundo, encontrándose a diferentes latitudes y profundidades. Aparte del mar, pueden vivir también en aguas salobres y dulceacuícolas. La mayor parte se localiza en la zona de mareas y en las acumulaciones de algas marinas; hay, sin embargo, especies que se han colectado a grandes profundidades; en estas zonas abisales se han hallado a más de 4 000 m de profundidad. Pueden encontrarse también en ciertas cuevas y lugares muy alejados de las costas, a los cuales han llegado mediante las corrientes subterráneas.
Al contrario de los dulceacuícolas, los ácaros marinos no son buenos nadadores, sino que se arrastran por el fondo o se sujetan firmemente de algún sustrato marino, como pueden ser corales, esponjas, erizos de mar, diversas conchas de moluscos, etc. Esto lo pueden realizar gracias a las poderosas uñas con que están provistas sus patas. Esto hace que las técnicas para colectarlos sean muy diferentes a las empleadas para la captura de otros ácaros. Si por ejemplo, se les busca sobre un trozo de coral, será muy difícil localizarlos a simple vista, pues son tan pequeños y están afianzados con tal firmeza al sustrato que fácilmente pasan inadvertidos. Para obtenerlos, deberá ponerse el trozo de coral dentro de una cubeta llena de agua de mar y agregarse un poco de cloroformo o éter, para adormecerlos. Deberá esperarse de veinte minutos a media hora, para después sacudir fuertemente el coral dentro de la cubeta con el fin de que los ácaros adormecidos se desprendan; este líquido finalmente se filtrará por un cedazo. El filtrado se observará bajo el microscopio, donde por último aparecerán los ácaros. Para conservarlos se agregará un poco de alcohol de 70°.
Un buen número de halacáridos tienen hábitos depredadores y se alimentan de numerosos invertebrados pequeños, tanto en las zonas litorales como en las abisales; otros son fitófagos, que se nutren sobre todo de algas; otros más son saprófagos y algunas especies viven como parásitos internos o externos de animales marinos, principalmente de mamíferos.
Por la gran cantidad de especies acuáticas que en la actualidad se conocen, cuyo número sigue aumentando día con día, nos damos cuenta del enorme éxito que los ácaros han tenido en este medio secundario adoptado por ellos. Con todo esto se puede confirmar también la gran plasticidad del grupo y su increíble poder de adaptación a cualquier tipo de hábitat. Por lo visto, están potencialmente capacitados para salir adelante en cualquier cambio de vida que emprendan.
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