X. LAS BOMBAS SUCCIONADORAS DE SANGRE

LOS ácaros más importantes desde el punto de vista médico y veterinario son, sin duda alguna, las garrapatas, no sólo por su condición de parásitos obligados, sino por las graves consecuencias que este parasitismo acarrea consigo.

Los daños más notorios y graves son desde luego los que originan en el ganado de muchos países. En México, desde hace años, lesionan severamente la economía del país, calculándose las pérdidas en unos 300 millones de dólares anuales; tan sólo en 1983, se dejaron de producir más de 54 000 toneladas de carne. El problema ha sido tan grave que, en 1975, se creó el Fideicomiso Campaña Nacional contra la Garrapata, con el fin de abatir y de ser posible exterminar sus poblaciones. Sin embargo, la campaña se hizo a base de productos químicos y a pesar de que los 13 131 baños garrapaticidas que existían en 1975 aumentaron a 35 360 en 1983, año en que se disolvió dicho fideicomiso, el problema de las garrapatas siguió y continúa vigente.

Lo irónico del asunto es que este grave problema, de tan difícil solución, ha sido propiciado por el propio hombre, aunque sin tener conciencia de lo que hacía; esto, desde luego, no es ninguna excepción, pues como en el caso de cualquiera otra plaga, ésta también apareció como resultado de una producción masiva del recurso.

Las principales garrapatas que atacan al ganado pertenecen al género Boophilus, con seis especies en todo el mundo, dos de ellas en México. Existe otro género muy cercan o, el Margaropus, con tan sólo tres especies. Por las características tan parecidas que comparten estos dos géneros, se piensa que deben de haber tenido un origen común y que ambos deben de haber estado igual y ampliamente representados por sus respectivas especies. Además, en los dos se ha llegado a conformar a lo largo de su evolución el ciclo de un solo huésped (en lugar de tres, que es lo más común entre las demás especies), que es el más conveniente y el menos riesgoso para una garrapata. No obstante esto, mientras Boophilus tiene una amplia distribución y está perfectamente establecido en muchos países, Margaropus se encuentra en vías de extinción, en tan sólo ciertas regiones del continente africano. La probable explicación a esto, sugerida por el doctor H. Hoogstraal, conocido investigador que ha estudiado este problema de cerca, puede ser la siguiente: dos de las especies de Margaropus son parásitas en la sabana de las tierras bajas de África y sólo ocasionalmente se ha encontrado a una de ellas sobre cebras y antílopes, sin haber logrado adaptarse a ningún animal doméstico. La tercera especie ha logrado sobrevivir gracias a que pudo adaptarse a los caballos introducidos por el hombre, cuando éste mató a sus huéspedes originales, las cebras de las montañas, ahora casi extinguidas; sin embargo, siendo esta especie de costumbres invernales, está limitada a vivir en las montañas frías del sur de África. Las especies de Boophilus, en cambio, lograron adaptarse con gran éxito a los animales domésticos, cuyo progreso y desarrollo ha sido ampliamente fomentado por el hombre, ayudando con esto de manera automática al progreso de sus ectoparásitos. Esto, con el tiempo, ha resultado en el grave problema al cual tiene que enfrentarse hoy día sin tener muchas esperanzas de poder resolverlo.

Se han invertido millones de dólares en campañas contra estos animales, se han aplicado infinidad de garrapaticidas y otros mecanismos de control y el problema sigue en pie; continuamente aparecen formas resistentes a las diferentes substancias químicas y su tasa de crecimiento es tan grande que, a pesar del alto grado de mortalidad que presentan aquéllas, siempre logra sobrevivir un porcentaje lo bastante alto para mantener la especie. La gran vitalidad de los pocos ejemplares que llegan a sobrevivir, después de una campaña intensa, permite que nuevamente crezcan y se reproduzcan, recuperándose en poco tiempo la población de individuos.

De acuerdo con las características adaptativas que poseen, el ectoparasitismo de las garrapatas debe remontarse a muchos millones de años atrás. Se piensa que su adaptación a esta forma de vida pudo muy bien haberse iniciado hace aproximadamente 200 millones de años, a fines del Paleozoico y principios del Mesozoico, pudiendo haber tenido como primeros huéspedes los numerosos reptiles de esa época. Muchos de estos grandes vertebrados tuvieron la piel suave y seguramente representaban una rica y accesible fuente de alimento para las garrapatas; todavía ahora diversas especies parasitan muchos reptiles.

Millones de años después, a principios del Terciario (hace 60 millones de años), las líneas primitivas de las aves y los mamíferos experimentaron de pronto un desarrollo exuberante, viniendo a sustituir a los reptiles como los vertebrados terrestres dominantes. Todos estos nuevos animales, provistos ya de sangre caliente, elemento que había aparecido ya en algunos reptiles, favorecieron de manera notable la adaptación al parasitismo de numerosas especies de artrópodos y, desde luego, de las garrapatas. La transformación de las escamas reptilianas en pelos y plumas les proporcionaron un microhábitat ideal para la vida parásita, ya que constituía un lugar para refugiarse y protegerse, con temperatura más o menos constante y alimento siempre disponible. Otras especies aprovecharon igualmente las madrigueras, los nidos y refugios en general de todos estos vertebrados, lugares muy adecuados para resguardarse y reproducirse, teniendo a la mano al huésped, del cual se alimentarían durante su descanso o sueño. Esta situación ha prevalecido hasta nuestros días.

Como se indicó en el primer capítulo, las garrapatas son los ácaros de mayores dimensiones; estando bien llenas, por la sangre ingerida y por el desarrollo de sus huevos, algunas hembras llegan a medir hasta 3 cm de longitud; los machos siempre son más pequeños. Aparte de sus quelíceros que se encuentran volteados hacia afuera, provistos de dientes curvos y de los pedipalpos sin uñas, presentan un órgano de penetración muy poderoso que es el hipostoma, armado con numerosos dientecillos; por medio de él y de sus quelíceros se fijan firmemente a la piel de su huésped, sellan además el lugar de la perforación con un cemento especial; la picadura no la siente la víctima debido a una substancia anestésica que inyectan junto con la saliva. Para desprender una garrapata, nunca se debe arrancar con fuerza, pues las partes bucales están tan bien sujetas al huésped que con el tirón no se logra más que romperlas, quedándose entonces dentro de la piel, lo cual suele proporcionar un medio favorable para la invasión de bacterias piógenas, que provocarán una infección secundaria de más serias consecuencias. Lo que debe hacerse es cubrir la garrapata durante un buen rato con un algodón mojado con alcohol, para que, al no poder respirar, ella misma afloje los dientecillos de sus quelíceros e hipostoma y salga por sí sola. No se recomienda seguir la costumbre de quemar la garrapata con un cigarro prendido, pues con frecuencia la piel sale dañada.

Las garrapatas son parásitos obligados que, según la especie, pueden atacar a cualquier vertebrado terrestre, incluso al hombre. Se encuentran distribuidas por todo el mundo, pero son más abundantes en las regiones tropicales y subtropicales. Las más primitivas son las que pertenecen a la familia Argasidae, también conocidas como garrapatas blandas, por no tener escudos que cubran su cuerpo, siendo éste de consistencia coriácea. Los antiguos mexicanos las designaban con el nombre náhuatl de tlalaxin que, con la llegada de los españoles, se transformó en tlalaje o talaje. Los tarascos en Michoacán las llamaban turicata. Estos dos nombres pasaron después a formar parte de la nomenclatura científica, designándose a las dos especies más comunes de México como Ornithodoros talaje y O. turicata.

Los argásidos son esencialmente nidícolas, parásitos temporales que se alimentan de su huésped cuando éste llega a dormir o a descansar a su nido o madriguera. Los adultos pueden picar y alimentarse varias veces con intervalos variables. Su ciclo de vida consta de huevo, larva, uno a varios estadios ninfales y adulto; son los únicos ácaros que llegan a tener más de tres estadios ninfales; algunas especies pasan hasta por ocho de estos estadios; además, después de haber alcanzado el estado adulto, pueden seguir mudando. La hembra pone huevos durante meses, con interrupciones de variada duración; en total llega a depositar entre 300 y 500 huevecillos, los cuales quedan sueltos o forman pequeños grupos de dos o tres.

La otra familia Ixodidae comprende garrapatas más evolucionadas y especializadas que, por tener una placa dorsal muy resistente, se les llama garrapatas duras. En México se les han dado diversos nombres comunes, como conchudas, plateadas, tostoneras, bermejas, chatillas, etc. A las larvas de algunas de estas especies, que abundan en los campos y que constituyen plagas muy molestas para el hombre y los animales, se les conoce como pinolillo o mostacilla.



Figura 8. Ejemplos de garrapatas. (a) Antricola mexicanus Hofmann, de la Familia de Argasidae. (b) Amblyomma scutatum Neumann, de la Familia Ixodidae.

Los ixódidos son fundamentalmente hospedícolas, o sea que viven la mayor parte del tiempo sobre el cuerpo del huésped y, a diferencia de los argásidos, pican y se alimentan una sola vez, hasta llenarse, en cada etapa de su ciclo de vida después del embrionario. Los estados de desarrollo comprenden el huevo, la larva, un solo estadio ninfal y el adulto. La mayor parte de las especies necesitan de tres huéspedes para completar su ciclo, que transcurre como sigue: la hembra es fecundada sobre el huésped y una vez repleta por la sangre ingerida y por los huevos en desarrollo, se desprende, cae al suelo y allí, en forma muy torpe y lenta por el abultamiento de su cuerpo, se entierra, para poco después empezar a poner sus huevos; la oviposición es continua, sin interrupciones, muriendo la hembra al final de ella. De acuerdo con la especie, pueden depositar entre 500 y 15 000 o más huevecillos, que quedan aglutinados en masas compactas. Poco tiempo después, nacen las pequeñas larvas hexápodas, que permanecen quietas durante algún tiempo y consumen el vitelo que todavía conservan en su interior. Posteriormente, si algún huésped en potencia anda por los alrededores, las larvas lo percibirán por el CO2 que exhala con la respiración; de inmediato se subirán a las plantas cercanas y agarrándose con las patas posteriores, levantarán las anteriores a manera de antenas para orientarse respecto a la situación del animal que se aproxima; si éste llega a rozar dichas plantas, las larvas se agarrarán de él con habilidad asombrosa. Una vez sobre el huésped, escogerán un lugar adecuado para fijarse y comenzar a succionar linfa, pues las larvas todavía no son hematófagas. Después de llenarse, caerán nuevamente al suelo para mudar y transformarse en ninfas, ya octópodas, que a su vez buscarán otro huésped para nutrirse; de nuevo, las ninfas repletas caerán al suelo, mudarán y se transformarán en adultos, los que se subirán al tercer huésped, sobre el cual tendrá lugar el apareamiento, para repetirse el ciclo.



Figura 9. Ciclos de vida de garrapatas ixódidos. A. Con un solo huésped. Ejemplo: Boophilus sp. B. Con tres huéspedes. Ejemplo: Amblyomma sp. A. a) Larvas en la punta de las hierbas, dispuestas a agarrarse al huésped que pace. b) larvas sobre el huésped; después de alimentarse se transforman en c) ninfas, las que después de alimentarse se transforman en d) machos y e) hembras; f) hembra fecundada y alimentada, se desprende del huésped y g) cae al suelo donde oviposita; h) al cabo de algún tiempo eclosionan las larvas. B. a) Larvas en la punta de la maleza; b) larvas sobre el primer huésped (rana u otro vertebrado terrestre), del que se alimentan y c) caen al suelo y se transforman en ninfas; d) ninfas sobre el segundo huésped (ratón u otro vertebrado terrestre), del que se alimentan y e) caen al suelo para transformarse en machos y hembras; f) estos adultos se suben a un tercer huésped (vaca u otro vertebrado terrestre), donde se alimentan, se aparean y g) la hembra fecundada y alimentada cae al suelo, h) donde oviposita; i) después de algún tiempo las larvas eclosionan.

Este modelo de tres huéspedes ha sido modificado por algunas especies, que suprimen a uno de ellos: pasan las etapas de larva y ninfa sobre un huésped y de adulto sobre otro. Finalmente, hay otras pocas que se han concretado a un solo huésped, al cual se suben en estado de larva y se alejan de él como adultos, después de alimentarse y de haber tenido lugar el apareamiento. Para llevar a cabo este acto, el macho se acerca a la hembra, se coloca en posición de vientre con vientre; la agarra firmemente con sus patas, empieza a introducir y sacar repetidas veces las partes bucales en el orificio genital de la hembra, con lo cual la excita y comienza a dilatar esta abertura; a continuación, el orificio genital del macho, que esta frente al de la hembra, expulsa un espermatóforo, que pega a la vulva de la hembra y con sus partes bucales procura introducirlo al orificio femenino; la hembra entonces succiona todo el contenido del saquito y desecha la cubierta, que queda en el exterior. Después de esto, el macho la suelta y se aleja; la hembra efectúa todavía una serie de contracciones del cuerpo y continúa finalmente su camino.

El acto de la oviposición es también muy particular en las garrapatas ixódidos. Llegado el momento, la hembra ovígera que se encuentra en el suelo empieza a poner sus huevecillos uno por uno mediante un pequeño ovipositor, pero con cada huevecillo que aparece, de la parte anterior y dorsal del cuerpo, sale una estructura membranosa con proyecciones como dedos, que se extiende hasta el orificio genital, toma el huevecillo, lo envuelve con una substancia protectora en contra de la desecación y lo coloca en la parte dorsal y anterior del cuerpo de la hembra. El huevo que no se impregna bien de esta substancia se seca y no se desarrolla. Esto se repite con cada uno de los huevos; al final, quedará la hembra muerta, con una gran masa de huevecillos por delante de ella. La estructura membranosa, que se conoce con el nombre de órgano de Gené, se contrae y desaparece en cada ocasión que suelta un huevo.

El parasitismo de las garrapatas ha tenido graves repercusiones en la salud del hombre y los animales. Entre las consecuencias provocadas por sus picaduras hay que considerar:

1) Los efectos directos sobre la sangre, la piel o el organismo del huésped, tales como dermatosis, anemia, parálisis, toxicosis y otoacariasis. 2) La transmisión de microorganismos patógenos al hombre y animales.

Es bien conocida la reacción de ciertos individuos frente al ataque de las garrapatas, sea en su etapa larval o en sus estados de ninfas o adultos. Las dermatosis que se originan por los alergenos que hay en su saliva pueden ser desde leves hasta muy intensas, según el grado de sensibilidad del sujeto y del de parasitación.

Cuando grandes cantidades de garrapatas parasitan un solo huésped, por si solas pueden ocasionarle serios trastornos, tanto por la muy considerable pérdida de sangre como por las irritaciones de la piel. En México es frecuente que gallinas atacadas por numerosas garrapatas del género Argas se debiliten a tal grado que muchas de ellas mueran; también especies de Ornithodoros pueden ocasionar daños muy serios a cerdos, carneros, etc., lo mismo que las especies de Boophilus y Amblyomma al ganado bovino y equino; una vaca con fuerte infestación puede perder muchos litros de sangre en una temporada, bajando intensamente la producción de leche y de carne, además de sufrir el deterioro de la piel. Casos de anemia como estos son, desgraciadamente, muy frecuentes en el país.

Estos síntomas de debilitamiento general por pérdida de sangre se agravan aún más por los efectos tóxicos de la secreción salival, que varían según la especie de que se trate; con frecuencia se nota disminución de los glóbulos rojos, que puede llegar a ser hasta de 10%; las lesiones locales suelen presentarse como pápulas pruriginosas muy dolorosas, que pueden ulcerarse.

Por lo que se refiere al hombre, parece ser que las picaduras de los argásidos provocan reacciones más intensas que las de los ixódidos. En gran cantidad de casos, estas toxicosis son producidas por formas juveniles además de los adultos. Se ha comprobado que especies de Argas, cuyos huéspedes normales son las aves de corral, cuando ocasionalmente llegan a atacar al hombre suelen causarle reacciones graves, con pérdida del conocimiento, aparte del intenso dolor e inflamación en el lugar de la picadura. Lo mismo se ha dicho de varias especies de Ornithodoros, que han llegado provocar la muerte de personas; especialmente temida es la picadura de O. coriaceus, que ocasiona dolor insoportable y fuerte inflamación local.

El prurito que se manifiesta después de la picadura de una garrapata generalmente es pasajero, pero en ocasiones llega a prolongarse por meses y años; esto depende también de la toxicidad de la especie y de la susceptibilidad del individuo.

Las numerosas heridas en los animales, agrandadas por raspaduras, rascados y frotamientos, ofrecen además un campo favorable para infecciones secundarias por múltiples bacterias, produciéndose con frecuencia inflamaciones locales muy serias con abscesos. Asimismo, estas lesiones son la atracción de numerosas moscas, algunas de las cuales ponen ahí sus huevos y ocasionan padecimientos que se designan como miasis. Uno de los más frecuentes y que ocaciona grandes daños a la ganadería del país es el originado por el llamado gusano barrenador.

El cuadro más grave que puede presentarse por la picadura de una garrapata es el de la parálisis, que es originada esencialmente por especies de ixódidos. Son susceptibles a este padecimiento el hombre, sobre todo los niños, los mamíferos domésticos y algunos silvestres como la zorra azul, el búfalo, ciertos roedores y algunas aves como las gallinas; experimentalmente se ha visto que son susceptibles también algunos animales de laboratorio como cuyos y hámsteres. El primer caso humano en México fue encontrado y estudiado por nosotros en 1969; también se ha podido comprobar en algunos animales. Aunque no es un padecimiento muy común, hay más casos en el país de lo que se podría sospechar; desgraciadamente, la mayor parte de ellos son mal diagnosticados y confundidos con otras enfermedades.

La parálisis, que es progresiva, la pueden causar una o varias garrapatas de determinadas especies, sin importar edad, peso o tamaño del individuo atacado; tampoco importa la parte del cuerpo humano a la que se fije la garrapata para alimentarse, aunque las manifestaciones son más graves cuando se implanta en la base del cerebro o de la médula espinal o cerca de ellas. Parece ser que estos cuadros sólo los originan las hembras.

Los síntomas clínicos en el hombre son los de toxemia generalizada, que puede manifestarse en el curso de las primeras 24 horas o después de varios días de fijación de la o las garrapatas; se presenta una parálisis motora progresiva, que se prolonga por un periodo aproximado de 2 a 10 días, frecuentemente con elevación de temperatura, dificultad para respirar y tragar alimentos, desaparición de reflejos, todo lo cual puede conducir al estado de coma y muerte del individuo. La recuperación del paciente dependerá de la prontitud con que se localicen y desprendan la o las garrapatas que lo estén atacando, así como del grado de parálisis que haya alcanzado. Los trastornos musculares suelen desaparecer pronto, aunque hay casos en que la debilidad muscular puede persistir durante varias semanas.

En los animales afectados por este padecimiento se pueden presentar ligeras variantes, pero en general los síntomas que se manifiestan son semejantes a los del hombre.

Finalmente, existen garrapatas que se han adaptado a vivir en las orejas de sus huéspedes, como el argásido Otobius megnini y el ixódido Anocentor nitens. La primera especie tiene una amplia distribución en el mundo y en algunos países representa un serio problema, ya que es posible que cause la muerte de sus huéspedes, que pueden ser prácticamente todos los mamíferos domésticos y varios silvestres. No es raro que invada también el oído del hombre y cause otoacariasis bastante molestas.

Por lo que se refiere al importante papel que las garrapatas desempeñan como vectores de numerosos microorganismos patógenos, dicha transmisión la pueden llevar a cabo de tres maneras diferentes: a) Durante la picadura por la saliva secretada por las glándulas salivales. b) Por los productos de desecho excretados a través del uroporo. c) Por el líquido excretado por las glándulas coxales (ésto sólo en Argasidos).

Los gérmenes patógenos que pueden transmitir son los siguientes:

1) Arbovirus. De acuerdo con Hoogstraal (1966), de 60 especies de ixódidos y 20 de argásidos se han identificado 68 tipos distintos de arbovirus, de los cuales 21 afectan al hombre en diversos países. La transmisión de estos virus a los vertebrados es por medio de la saliva. Dentro del cuerpo de las garrapatas pasan de un estadio al otro, y también hay transmisión sexual y transovular.

2) Bacterias. En primer lugar, está el importante grupo de las espiroquetas, que son causa de la fiebre recurrente y que son transmitidas principalmente por argásidos del género Ornithodoros. Ésta es una enfermedad del hombre y roedores, con amplia distribución en el mundo; se encuentra en países de África, Asia, Europa y América. En México el agente causal es la Borrelia turicata, transmitida por Ornithodoros turicata. En estos casos, las garrapatas actúan también como reservorios naturales del germen, que puede pasar transovularmente de una generación a otra. La infección tiene lugar por la picadura de una garrapata, pero el líquido de las glándulas coxales desempeña un esencial papel, ya que va saturado de espiroquetas que pueden penetrar por el orificio de la picadura o también a través de la piel.

En varios países del Viejo Mundo y en Brasil, otra especie, agente causal de la espiroquetosis aviar, causa grandes bajas entre las aves domésticas y es transmitida por especies de Argas.

Otra enfermedad, la tularemia, que ataca fundamentalmente a los conejos y al hombre, existe también en México, así como en otros muchos países de América y del Viejo Mundo. El agente etiológico es otra bacteria y sus vectores principales son ixódidos.

3) Rickettsias. Este grupo de gérmenes es sumamente importante en México; grandes personalidades científicas como Ricketts, Mooser, y otros más han venido a estudiarlas a nuestro país. La más importante rickettsiosis transmitida por garrapatas es, desde luego, la llamada fiebre de las Montañas Rocosas, ampliamente diseminada en América y cuyo agente causal es la especie Rickettsia rickettsi. En México es transmitida por dos especies de ixódidos de los géneros Rhipicephalus y Amblyomma.

Otras muchas rickettsias son transmitidas por garrapatas en varios países. Una de las más diseminadas y que causa grandes bajas entre el ganado bovino principalmente es la especie Anaplasma marginale, origen de la anaplasmosis; los agentes vectores en México son dos especies de ixódidos del género Boophilus, aparte de algunos dípteros.

4) Protozoarios. Unas de las especies que más interesan al médico veterinario son las pertenecientes al género Babesia, que ocasionalmente atacan al hombre, sobre todo las de roedores. En México, la Babesia bigernina, que origina la piroplasmosis o babesiasis bovina vulgarmente llamada "ranilla", es transmitida también por las dos especies de Boophilus.

5) Filarias. Ciertas especies de estos parásitos pueden ser transmitidas tanto por argásidos, como por ixódidos a diversos animales.

6) Hongos. Algunas micosis que afectan tanto al hombre como a los animales domésticos y silvestres, son transmitidas por especies de ixódidos.

Muchas cosas más se podrían decir sobre este importante grupo de parásitos, pero el objetivo de este libro es señalar tan sólo lo fundamental de cada entidad. Creemos haberlo logrado en lo referente a estos pequeños pero dañinos animales, que bien pueden considerarse entre las más efectivas bombas succionadoras de sangre.

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