XI. COSTUMBRES INSÓLITAS
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ENTRO
del orden Prostigmata se incluyen varias familias de ácaros asociadas a un gran número de insectos, de los cuales se alimentan pero en forma diferente, según el caso, unos como depredadores, otros como parásitos y otros también como parasitoides.Ácaros depredadores abundan en la fauna del suelo, en las galerías hechas por los escarabajos descortezadores y en otros muchos sitios, donde se alimentan de infinidad de insectos pequeños como colémbolos, o de huevecillos y estados inmaduros de otros más grandes. Sobre la actuación e importancia de todos estos ácaros se trata detalladamente en otro capítulo de esta obra. Su papel como parásitos se maneja igualmente en varios de los temas tratados en este libro, por lo que en esta ocasión desearíamos señalar algo respecto a su actuación como parasitoides; pero para que se entienda bien la naturaleza de estas diferentes situaciones, antes de seguir adelante, convendría aclarar cada uno de estos términos que, de manera muy general, se refieren a la relación que se establece entre dos individuos (o en su caso, dos poblaciones) de diferentes especies, en la cual uno de los dos sale beneficiado y el otro dañado; para el que sale favorecido, la relación es obligatoria, pues si no la realiza, muere.
En el caso de la depredación, uno de los dos individuos es el depredador y el otro la presa. El depredador es un macrófago, siempre externo a su presa; puede haber un individuo depredador que se alimente de una población de su presa, a la cual daña y causa generalmente muerte violenta de individuos.
En el parasitismo, uno de los individuos es el parásito y el otro el huésped. El parásito es un micrófago, interno o externo a su huésped; en este caso es al contrario, una población de parásitos puede alimentarse de un individuo huésped. El parásito se alimenta del huésped mientras éste vive, provocando su muerte sólo en casos extremos.
Tanto el depredador como el parásito dependen en lo metabólico de la presa o del huésped respectivamente; sin embargo, en el segundo caso hay además la presencia de substancias antigénicas por parte del parásito y en respuesta a estos antígenos el huésped generalmente sintetiza anticuerpos. En los vertebrados que poseen inmunoglobulinas se habla de una respuesta inmunológica; en los invertebrados que no tienen inmunoglobulinas, hay una respuesta de defensa, consistente en fagocitosis, encapsulamiento, melanización y ciertas respuesta humorales en el caso de los artrópodos o de otra naturaleza en los diferentes invertebrados, como la nacarización en los moluscos.
Por lo que se refiere al parasitoidismo, es una forma intermedia entre depredación y parasitismo y con frecuencia se confunde con alguno de estos dos conceptos. Pero en este caso hay generalmente paralización previa o simultánea a la alimentación por parte de la hembra de la especie parasitoide, en que puede haber variantes, sea que se trate de insectos o de ácaros.
El ejemplo clásico del primero es el de la avispa y la tarántula. El himenóptero hembra, mediante cierta cantidad de toxina que inyecta con su aguijón, paraliza al arácnido; a continuación deposita un huevo en la tarántula; nace poco después una pequeña larva que se introduce en el cuerpo de su huésped, donde comienza a alimentarse de sus tejidos vivos. La tarántula permanece con vida, pero paralizada, y continúa nutriendo a la larva durante todo su desarrollo hasta que ésta, después de varias mudas, se transforma en pupa para llevar a cabo el proceso de la metamorfosis; todo esto sucede dentro del cuerpo de la tarántula, de la que, al final, no queda más que su cubierta exterior o exoesqueleto. Por último, emerge la avispa adulta, alada, que emprende el vuelo para buscar a su compañero sexual y llevar a cabo el apareamiento. La hembra ya fecundada vuelve a buscar una nueva tarántula, y se repite el ciclo.
Por regla general, un solo parasitoide se come todo el interior de la tarántula y no es él el que la paraliza, sino su madre, que es el estado adulto libre.
En los ácaros la situación es diferente; el mejor ejemplo se encuentra en algunas especies del género Pyemotes, que viven como parasitoides de muchas clases de insectos; atacan y con frecuencia matan a los estados inmaduros de homópteros (pulgones, chicharras, escamas, periquitos, etc.), coleópteros (escarabajos, mayates, frailecillos, etc.), dípteros (moscas, tábanos, etc.), himenópteros (avispas, abejas, abejorros, etc.), lepidópteros (mariposas y palomillas) y otros más. En este caso, es la hembra fecundada del ácaro la que llega a un huésped para alimentarse de él y durante este proceso le inyecta una toxina con la saliva, que paraliza al insecto y finalmente lo mata. El ácaro parasitoide no se introduce en el cuerpo de su huésped pero permanece fijado a él, y se alimenta hasta que sus hijos alcanzan su completo desarrollo, naciendo como adultos; después del apareamiento, la hembra busca un nuevo huésped para reiniciar el proceso.
A diferencia de los insectos, aquí pueden atacar no sólo uno, sino múltiples parasitoides a un huésped y son las hembras directamente las que actúan como tales.
Muchos de los ácaros que viven como parásitos o parasitoides de los insectos han sufrido grandes modificaciones en su biología durante el curso de su evolución y adaptación a esta forma de vida; empiezan por las estrategias que las diferentes especies han tenido que desarrollar para poder localizar a sus respectivos huéspedes y lograr, asimismo, permanecer sobre ellos o cerca de ellos; conjuntamente con esto, han tenido que modificar también sus ciclos de vida, reduciendo o suprimiendo varios de sus estadios, sobre todo aquellos que en un momento dado pueden encontrarse desprotegidos o expuestos a algún peligro; esto ha traído consigo cambios en el mecanismo para dar nacimiento a su prole. Muchas de las especies ya no son ovíparas (que ponen huevos), que era su condición inicial, sino que se han vuelto ovovivíparas (que ponen huevos, pero con un embrión ya formado adentro, próximo a nacer) y sobre todo vivíparas (que dan nacimentos a organismos ya formados); pueden encontrarse en estado de larva, de ninfa o hasta de adulto en el momento de nacer.
Volviendo a las especies de piemótidos antes mencionadas, aparte de su parasitoidismo, son interesantes también por las alteraciones que muestran en su comportamiento. La hembra virgen, recién nacida, es sumamente pequeña, mide alrededor de 200 a 300 micrones; su cuerpo, poco esclerosado, tiene una forma más o menos romboidal, con el extremo posterior adelgazándose hacia atrás, que termina redondeado; algunas de sus membranas intersegmentales en la mitad posterior del cuerpo se encuentran plegadas, lo que permite la distensión. Apenas nace, la hembra es fecundada por el macho que generalmente es más pequeño y más ancho, con patas robustas, que le permiten sujetar a la hembra durante el acto sexual. Si cuando nace la hembra no encuentra a ningún macho, se queda esperando sobre el cuerpo de su madre a que aparezca alguno; en caso de no aparecer, esta hembra virgen podrá reproducirse partenogenéticamente, dando nacimiento a puros machos; esto en caso de que logre sobrevivir algunos días. Por su parte, las hembras que han sido fecundadas se disponen a buscar nuevos insectos para continuar su ciclo.
En las especies que viven en las galerías hechas por los descortezadores y que se alimentan de los huevos y las larvas de estos escarabajos, las hembras de los piemótidos aprovechan los insectos adultos para ser transportadas foréticamente a otras galerías. Según algunos autores, el aspecto de estas hembras foréticas es diferente al de las normales. En una u otra forma, la hembra se fija finalmente a su insecto huésped y empieza a alimentarse de él; al cabo de pocos minutos o de algunas horas, el insecto queda paralizado y después de algunos días, muere. Debido al alimento ingerido y al desarrollo simultáneo de los huevos, la parte posterior del cuerpo del ácaro empieza a abultarse cada vez más, desdoblándose con ello los pliegues intersegmentales; al cabo de unos 10 días se ve como una bolita blanquecina, de tamaño completamente desproporcionado al cuerpo, y llega a alcanzar hasta 2 mm de diámetro. A la capacidad de distender esta parte de su organismo se le llama fisogastria. En este caso, los estados de larva y ninfa han sido suprimidos, dando nacimiento directamente a los adultos. De una hembra pueden emerger desde unos cuantos hasta cerca de 300 individuos. Esto muchas veces depende del número de ácaros que estén atacando al huésped, pues cuando son muchos el número de descendiente será menor. Los primeros en nacer suelen ser los machos, que siempre son en mucho menor número que las hembras; mientras éstas aparecen, los machos caminan sobre el cuerpo distendido de su madre, picando y succionando substancias de la bolita de vez en cuando, por lo que por un tiempo viven como ectoparásitos de su progenitora. A medida que las hembras nacen, van siendo inmediatamente fecundadas por sus hermanos, que ansiosos por hacerlo las ayudan a salir del cuerpo de la madre; tanto ésta como los machos mueren poco después y las hembras se dedican a buscar un nuevo huésped. Hay ocasiones en que la madre muere antes de que su prole acabe de nacer; sin embargo, cabe hacer notar que los nacimientos se continúan normalmente.
Algunas especies de piemótidos son muy abundantes en los graneros, donde atacan a muy diversos insectos, pero de preferencia a especies de mariposas; cuando son muy numerosos, pueden infestar en masa 100 o 200 individuos una sola oruga. En este sentido, se les puede considerar benéficos, puesto que ayudan a controlar estas plagas; pero por otro lado, cuando los granjeros manejan los granos y meten las manos entre ellos, son infestados por estos ácaros que, al inyectarle sus toxinas (en este caso sí atacan al hombre), les producen graves lesiones en la piel, con intenso prurito y gran irritación; en personas sensibles a esta toxina la dermatitis se acompaña de asma, fiebre, náusea, fuerte dolor de cabeza y otros síntomas. Pueden presentarse también infecciones bacterianas secundarias que complican más el cuadro clínico. Este padecimiento es conocido en muchos países como la "comezón del granjero". Pero no es exclusivo del hombre; otros mamíferos, sobre todo los domésticos, pueden sufrir también graves molestias por causa de estos ácaros. Las aves que llegan a ingerir ácaros, junto con los granos contaminados tienen a menudo consecuencias fatales.
Los insectos no necesitan ser atacados en masa para morir; un solo ácaro hembra puede matar a su insecto huésped. Como se mencionaba antes, tienen especial preferencia por las orugas de mariposa; se conocen hasta la fecha más de 30 especies de lepidópteros que han sido atacadas por estos ácaros.
Con frecuencia, investigadores interesados en programas de control biológico mantienen cultivos de lepidópteros en sus laboratorios, con fines de experimentación. Cuando en alguno de estos cultivos llegan a presentarse piemótidos, la infestación crece rápidamente y acaba en poco tiempo con todos los organismos. La única forma segura de acabar con esta plaga es quemando todo el cultivo, pues de hecho no existe ningún acaricida que no afecte en alguna forma también a los insectos huéspedes.
Como se ve, los piemótidos pueden ser sumamente dañinos o rendir grandes beneficios, según como se les maneje; por ejemplo, han resultado muy efectivos para acabar con las poblaciones de hormigas agresivas, incluyendo su reina.
La costumbre de aparearse entre hermanos al hombre común le resulta extraño e inconcebible; esto es, sin embargo, muy frecuente en el reino animal y, desde luego, está muy generalizado entre ciertos ácaros, que en ocasiones llegan a extremos en verdad insólitos. Tal es el caso, por ejemplo, de una especie de Adactylidium; este animal es tan extremadamente pequeño que el contenido de un huevo de tisanóptero (insecto también pequeño) va a servir de alimento a la hembra durante toda su vida, permitiendo el desarrollo de sus huevos hasta el estado adulto de los organismos; la prole casi siempre consiste de ocho hembras y un solo macho. Apenas emergen del cuerpo de su madre, las hembras buscan inmediatamente un nuevo huevo de tisanóptero, y el único macho muere poco después, sin haberse alimentado ni cruzado con alguna hembra. La razón de su existencia no aparenta estar justificada, ya que el papel fundamental de los machos entre los seres vivos, y hablando en términos generales, es ayudar a mantener la especie mediante la aportación de la mitad de los cromosomas necesarios para que se realice la recombinación genética. Ciertas especies suelen alejarse temporalmente de la sexualidad (si ése fuera el caso, la presencia del macho sale sobrando); otras lo hacen en forma definitiva, exponiéndose a desaparecer con algún cambio del medio, aunque por su particular genotipo del momento logren sostenerse durante un tiempo más o menos largo, reproduciéndose partenogenéticamente o mediante otra forma asexual. Éste, sin embargo no es el caso del ácaro Adactylidium, pues aunque al parecer no ha sucedido nada a la vista del investigador, el macho, antes de nacer, ya habrá fecundado a todas sus hermanas dentro del cuerpo de su madre. Habiendo cumplido su misión en tan corta vida, todavía le quedan fuerzas para nacer, y muere poco después.
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Figura 10. Ácaros parásitos deinsectos. (a) Acarophemax sp. (b) Pyemotes sp. (c) Hembra de Pyemotes sp. con la parte posterior del cuerpo muy abultada por el desarrollo interno de su prole.
No sucede lo mismo con especies de otro género cercano, Acarophenax, pues en este caso el único macho copula con sus 15 o más hermanas dentro del cuerpo de la madre, pero aquí ya no le da tiempo de nacer, muriendo en el interior. El Acarophenax se considera benéfico por algunos autores, ya que ataca a varias especies de coleópteros graminívoros.
Dentro de este especial comportamiento hay muchas variantes; una de ellas se encuentra en especies del género Siteroptes; estos ácaros están implicados en daños causados a diversas gramíneas y sus granos; se conocen, asimismo, como los agentes diseminadores de un hongo patógeno para algunas plantas. Aquí también la parte posterior del cuerpo de la hembra se distiende muchísimo por la alimentación y por el desarrollo interno de sus hijos hasta la etapa adulta. En ocasiones, de esta esfera materna llegan a salirse antes de tiempo alguna larva, alguna ninfa y hasta algún macho; pero llegado el momento, hay un nacimiento en masa al reventarse el cuerpo de la madre. Por regla general hay muy pocos machos, pero por lo menos uno; cuando son varios, pueden ser heteromórficos, o sea de aspecto diferente. El apareamiento tiene lugar dentro del cuerpo de la hembra antes de nacer, o fuera, después de reventar la esfera. Sin embargo, son tantas las hembras que no todas alcanzan a ser fecundadas, a pesar de que los machos tienen una vitalidad enorme en este sentido, y puede llegar a copular cada uno de ellos hasta con más de 50 de sus hermanas. Algunas de las que permanecen vírgenes logran reproducirse partenogenéticamente, dando origen a puros machos.
Éstos son algunos de los ejemplos más conocidos y mejor estudiados por diversos investigadores; sin embargo, el lector se asombraría de la gran variedad de casos diferentes y modalidades que existen en la naturaleza. Realmente, en el campo de los seres vivos, no pueden establecerse estereotipos definidos en cuanto a forma, función y comportamiento, pues la materia viva es tan dúctil y flexible que, por la casualidad o por la necesidad, es capaz de moldearse y comportarse de la manera más increíble e insospechable durante el largo curso de su evolución.
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