XIII. ESTRATEGIA INCREÍBLE

EN EL mundo de los seres vivos se presentan fenómenos tan variados y extraordinarios que el hombre común difícilmente puede imaginar. Tan sólo el ir descubriendo la gran cantidad de estrategias que han desarrollado para protegerse de los elementos meteorológicos, para defenderse de sus enemigos naturales, para encontrar su alimento y su compañero sexual, etc., constituye uno de los más apasionantes objetivos de investigación en el campo de la biología. Todo este comportamiento representa la lucha por la existencia, la lucha por sobrevivir en un medio que puede llegar a ser muy hostil y peligroso en determinado momento, si no se poseen los elementos necesarios y se ejercen los mecanismos adecuados para superarlo. De manera que, de acuerdo con las características propias de cada especie, junto con las facultades potenciales con que la naturaleza los ha dotado a lo largo de su evolución, los organismos buscan y se adaptan a los sitios que reúnen las condiciones más adecuadas para su existencia. Estos requisitos pueden variar mucho, pues un lugar que sea favorable para algunos no lo será por fuerza para otros, de acuerdo con el tipo de alimento, los factores ambientales, la variedad y la cantidad de enemigos naturales, etc. Pero en una forma u otra, todos los hábitats y nichos ecológicos accesibles a la vida del planeta han sido ocupados por los millones de especies vegetales y animales que lo pueblan; con el tiempo y al irse adaptando a ellos, se han ido originando simultáneamente una serie de relaciones interespecíficas que, en conjunto, representan los mecanismos de regulación de las poblaciones, gracias a los cuales se logra establecer el equilibrio ecológico de las biocenosis y ecosistemas.

En el presente relato, que es un ejemplo más de la lucha por la sobrevivencía, intervienen tres tipos distintos de organismos, cuya posición taxonómica es completamente diferente. Se trata, por un lado, de murciélagos, o sea mamíferos del orden Chiroptera y, por el otro, de dos artrópodos pertenecientes a entidades distintas: mariposas nocturnas que se conocen con el nombre común de palomillas, insectos del orden Lepidóptera, que sirven de alimento a muchos murciélagos y ácaros del orden Mesostigmata, que a su vez viven como parásitos de las palomillas. Las condiciones vitales y necesidades particulares de cada uno de estos tres grupos han hecho que, durante su evolución, se hayan establecido biorrelaciones muy interesantes entre ellos, como se verá a continuación.

Los murciélagos aparecieron hace unos 60 millones de años y desde hace mucho lograron adaptarse a vivir en la obscuridad; son, definitivamente, animales nocturnos, que durante el día permanecen durmiendo en sus refugios y durante la noche salen a buscar su alimento, consistente, según la especie, de insectos, polen o frutos; la minoría es hematófaga. Los sitios más adecuados para su particular existencia son las cuevas, cavernas, grutas, túneles, sótanos, desvanes y buhardillas de casas viejas, conventos, monasterios y demás lugares ocultos y obscuros, donde poco o nada llega a penetrar la luz del Sol; aquí es donde estos pobres animales, tan repudiados por el hombre y sobre los cuales circulan las más horripilantes historias y leyendas, han podido encontrar el refugio apropiado para poder sobrevivir. Pero lo cierto es que la mayor parte de los murciélagos, más que dañar, brindan diversos beneficios al hombre, aparte de ser componentes importantes de los ecosistemas externos; gracias a ellos se evitan las grandes concentraciones de plagas en los cultivos agrícolas, salvándose muchas cosechas, debido a la gran cantidad de insectos que depredan durante la noche; otros, los polinívoros, al recoger el polen que les servirá de alimento, polinizan una gran variedad de plantas, que no podrían ser fecundadas en otra forma; finalmente, los frugívoros, a través de sus heces, ayudan a la diseminación de las semillas de muchos vegetales. Otro beneficio importante que se obtiene de los murciélagos es el guano o murcielaguina, que tiene gran demanda entre los agricultores como fertilizante, muy rico en nutrimentos.

De la única especie que el hombre debe cuidarse es del vampiro, Desmodus rotundus murinus, hematófago, capaz de transmitir con su mordedura el virus de la rabia, sobre todo al ganado vacuno y ocasionalmente al hombre. Esta epizootia, conocida en México como "derriengue" o "mal de caderas", ha originado grandes bajas en la economía del país debido a la muerte de muchos millares de cabezas de ganado.

El aislamiento y obscuridad en que han vivido durante tanto tiempo han tenido como resultado la reducción de los ojos en la mayor parte de ellos; por eso, su sentido de la vista es muy deficiente; son muy pocas las especies que presentan ojos con visión normal. Bajo estas condiciones, es difícil poder entender cómo logran encontrar y capturar su alimento, así como librar los obstáculos durante el vuelo en la obscuridad de la noche. Sin embargo, se ha descubierto que los murciélagos han desarrollado un mecanismo maravilloso con lo cual estos problemas han sido solventados. La mayor parte se orienta por el oído y casi nada por la vista, mediante un mecanismo, que algunos denominan "radar", consistente en ultrasonidos de muy alta frecuencia que emiten por la laringe, a través de la boca o de los orificios nasales; muchos de ellos están provistos de una membrana nasal, que actúa como antena para dirigir estas ondas sonoras, pudiendo también variar la calidad de la emisión. El hombre no es capaz de percibir estos sonidos, cuya alta frecuencia alcanza hasta 8 000 ciclos por segundo. Cuando las ondas de estos sonidos chocan con algún objeto, los murciélagos tienen la capacidad de percibir la distancia y la dirección de donde proviene el eco, localizando en esta forma los insectos voladores, no sólo los de grandes dimensiones, sino también los sumamente pequeños, que les sirven de alimento y que atrapan al vuelo con una facilidad asombrosa; en esta forma evitan también chocar con cualquier objeto que se les atraviese en su camino. El eco de estos sonidos es percibido por el trago del oído, que es la porción externa del cartílago del conducto auditivo externo.

Uno de los alimentos preferidos de los murciélagos insectívoros es la gran variedad de mariposas que también acostumbran volar durante la noche. Algunas de estas palomillas producen sonidos de estridulación muy finos, con lo cual se comunican entre sí, encontrándose en esta forma los sexos; pero, por desgracia para ellas, los murciélagos también son capaces de detectar estos sonidos, aprovechando esta circunstancia para localizar y capturar fácilmente sus presas. Por su parte, muchas de estas mariposas no tienen forma de percatarse de la presencia de sus depredadores, que las atrapan sin mayor problema; en cambio, otras, como especies de las familias Noctuidae, Geometridae y Arctiidae, están provistas de órganos auditivos muy sensibles, que actúan como receptores de ultrasonidos muy finos, tales como los emitidos por los murciélagos, gracias a lo cual logran evadirlos con bastante frecuencia.

El par de oídos de las mariposas, conocidos como los órganos timpánicos, se encuentran uno a cada lado de la parte posterior del tórax o en la base del abdomen. Cada oído se ve como una pequeña cavidad, cubierta en parte por un pliegue del tegumento. En la abertura se observa una fina membrana cuticular, que es el tímpano, asociado a sacos aéreos; otra membrana contratimpánica actúa como resonador; existen tan sólo dos células acústicas, cuyas fibras, junto con otra proveniente de una tercera célula no auditiva, forman el nervio timpánico, que va a comunicar con el sistema nervioso central.

Tan pronto como las mariposas perciben los sonidos emitidos por los murciélagos, cambian rápidamente el curso de su vuelo, zigzaguean o vuelan en espiral, o simplemente se dejan caer al suelo, mediante el plegamiento de sus alas; en esta forma logran salirse de las sondas de ultrasonido o área de caza del murciélago, y escapan de ser devoradas. Esto lo logran cuando el murciélago se encuentra bastante retirado de ellas, pues si está muy cerca la escapatoria se dificulta mucho más y no siempre la consiguen. De cualquier manera, no deja de ser extraordinario que la vida de la mariposa dependa de tan sólo dos células auditivas en cada oído. Esta situación se complica aún más en ciertas ocasiones, cuando la palomilla queda sorda de uno de los oídos y, sin embargo, sigue reaccionando favorablemente en su escapatoria del quiróptero.

Los órganos timpánicos de las mariposas con frecuencia son invadidos externamente por diversos ácaros parásitos, comensales o foréticos, pero sólo las especies del género Dicrocheles son capaces de penetrar a la cámara interna del oído, y destruir con ello todas las estructuras del órgano, incluso las células auditivas. Esto, desde luego, es muy desfavorable tanto para la vida de la mariposa como para la de sus simbiontes, pues al quedar sorda la primera no es capaz de detectar a sus depredadores y, por lo tanto, será capturada por alguno de ellos con facilidad. Seguramente que esta situación ha causado una fuerte presión de selección, favoreciendo la unilateralidad de los ácaros en el cuerpo del lepidóptero. En efecto, en la naturaleza es sumamente raro encontrar la invasión de los ácaros en los dos oídos; en la inmensa mayoría de los casos, sólo uno de los dos ha sido parasitado por estos animales; pero además, se ha demostrado plenamente que, aunque uno de estos órganos esté destruido por completo, con el oído sano las mariposas son capaces de detectar y evadir a sus depredadores, y en esta forma salvan tanto su vida como la de sus parásitos. Para poder haber llegado a este estado de cosas, el comportamiento de los ácaros por fuerza debe haber sufrido alguna modificación a lo largo de su evolución. Este tema, por demás interesante, ha sido ampliamente estudiado por Treat, investigador estadounidense, que ha dedicado gran parte de su vida a observar el comportamiento de estos ácaros, sobre todo el de la especie Dicrocheles phalaenodectes V.M., que vive como parásito en el oído de más de 70 especies de mariposas noctuidas. Sus observaciones las ha publicado en numerosos trabajos entre 1957 y 1975. El relato a continuación es un resumen de ellos.

D. phalaenodectes se encuentra únicamente en América; por lo que respecta a México, hasta ahora sólo se ha colectado en la península de Baja California y en algunos estados del Norte.

Cuando una hembra ovígera, que es la etapa infestante, llega a una mariposa libre de ácaros, lo primero que hace es empezar a explorar a su huésped en toda la zona que queda alrededor de los órganos auditivos, decidiéndose finalmente por uno de los dos oídos, a veces el derecho, a veces el izquierdo, para esto no hay regla; pero una vez escogido uno de ellos, regresa varias veces hasta el punto que queda en medio de los dos oídos, como si señalara el camino que deba seguir el siguiente ácaro que llegue a esta mariposa. Treat considera que la huella que deja está marcada por una feromona. Sea como fuere, la realidad es que todos los ácaros que llegan posteriormente seguirán el mismo curso, para llegar al mismo oído y no al del lado opuesto, que permanecerá libre de parásitos y conservará sus funciones auditivas normales.

Al cabo de algunas horas, la hembra fundadora de la colonia se habrá llenado de hemolinfa, destruyendo tanto la membrana timpánica como la contratimpánica, así como las dos células auditivas; la palomilla queda sorda de ese oído.

Una vez alimentada, la hembra iniciará la oviposición; los huevos los pone uno detrás de otro dentro del saco aéreo timpánico, macera un poco con sus quelíceros el lugar donde los va a depositar, con intervalos de 2 o 3 horas; en total pondrá unos ocho huevos de aspecto redondeado, blanquecinos, ligeramente transparentes y brillantes. Las larvas hexápodas eclosionan al cabo de dos días más o menos, teniendo las mismas tonalidades de los huevos; después de alimentarse se transformarán en protoninfas y éstas, llegado el momento, en deutoninfas, que a su vez darán lugar a las hembras adultas. En el caso de los machos, que tan sólo constituyen 7% de la población, se suprime el estadio de deutoninfa, pasando sólo por las etapas de larva y protoninfa, las que directamente darán origen a los adultos. Los machos permanecen la mayor parte del tiempo en la sección más interna del oído; son ovalados y más pequeños que las hembras; pueden fecundar varias hembras, que en ocasiones son las mismas hermanas. Con frecuencia son atraídos por las deutoninfas, a las cuales abrazan, y permanecen así hasta que se transforman en hembras, ayudándolas incluso a desprenderse de su cubierta ninfal, después de lo cual las fecundan.

La colonia puede ser mono o politélica, o sea que puede ser fundada por una o varias hembras. Pronto la descendencia forma una población de muchos individuos nuevos; pero a pesar de esta explosión del número de parásitos, no invaden el otro oído; lo que si llegan a hacer cuando la población es muy numerosa, es emigrar a otros sitios del tórax, del cuello o de la cabeza de la palomilla, donde también pueden alimentarse; es éste un momento propicio para buscar nuevos huéspedes.

Gran parte de la población sigue, sin embargo, residiendo en el oído. El cúmulo de materias fecales y exuvias o mudas de los diferentes individuos no afecta a dicha población, ya que este material de desecho se deposita en sitios donde no estorbe, como pueden ser las sedas de la periferia o en la parte interna de la cavidad contratimpánica; el conjunto forma una masa café anaranjada, que a veces llega a cubrir la cavidad, y puede hincharse con la humedad del medio, o contraerse y endurecerse en lugares secos. A veces se desarrollan hongos sobre esta masa; pueden entonces dañar a los ácaros, cuya población disminuye.

Cuando la colonia está ya perfectamente establecida en el oído, las hembras nuevas que lleguen encontrarán fuerte resistencia por parte de sus habitantes, y finalmente serán rechazadas o aceptadas, después de una o dos horas de defensa del territorio, declinando entonces esta resistencia. En ocasiones, estas hembras nuevas logran penetrar por la retaguardia, o sea, por el orificio externo de la cavidad contratimpánica.

Durante el vuelo de la palomilla en la noche los ácaros suelen bajarse por el cuello y la cabeza, hasta la proboscis y palpos de la mariposa, separándose de ella, para quedar en el pasto u otras plantas, sobre todo flores odoríferas; estos ácaros son fuertemente atraídos por el olor de ciertas flores y frutos; en estos sitios es donde efectúan el intercambio de huéspedes; esperan con paciencia la llegada de una nueva mariposa que visite la flor para abordarla y continuar normalmente su vida.

No cabe duda que la naturaleza todavía guarda muchos secretos jamás imaginados por el hombre; muchos se han ido descubriendo poco a poco, confirmando cada vez más lo perfecto e insuperable de los modelos naturales. Los ejemplos presentados verifican nuevamente las capacidades potenciales de las especies por el afán de sobrevivir, desarrollando estrategias increíbles a nuestros ojos, como las que aquí se han relatado.

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