III. NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA

EN EL cap�tulo anterior se vieron algunos aspectos relacionados con la sarna demod�cica, que no es m�s que una de las muchas sarnas o ro�as que se presentan entre los animales dom�sticos y silvestres, cada una de las cuales es causada por especies diferentes de �caros.

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Espa�ola, la palabra sarna es una voz espa�ola antigua citada por San Isidoro y que se refiere a una "enfermedad contagiosa, com�n al hombre y a varios animales dom�sticos, que consiste en multitud de ves�culas y p�stulas diseminadas por el cuerpo, producidas por el �caro o arador, las cuales causan viva picaz�n, que el calor del lecho exacerba". El vocablo es tan antiguo que de �l han derivado varias expresiones comunes como "mas viejo que la sarna", o "no faltar a uno sino sarna que rascar" o el proverbio "sarna con gusto no pica" que, como se ver� m�s adelante, bien puede aplicarse a nuestro relato, al final de este cap�tulo.

El t�rmino sarna se empez� a aplicar al principio �nicamente para designar el padecimiento humano conocido con el nombre m�dico de escabiasis, producido por el �caro Sarcoptes scabiei, llamado as� por el prurito que origina; viene del lat�n scabere, que significa rascarse. M�s tarde se fue aplicando a otras dermatitis similares que se presentan en aves y mam�feros y que son producidas todas por diversas especies de �caros.

La escabiasis es una enfermedad que el hombre ha padecido desde la m�s remota antig�edad. Se conoc�a ya en tiempos de la Biblia y en la Edad Media se se�alaba como una de las enfermedades m�s frecuentes. El �caro, a pesar de su peque�o tama�o, fue conocido por los antiguos griegos, romanos y chinos. Arist�teles pensaba que se formaba de la piel, pero nunca lo relacion� con el padecimiento; no fue sino hasta 1834 cuando Renucci, un estudiante de C�rcega, descubri� y demostr� plenamente ante la comunidad cient�fica de su �poca que el �caro era el agente causal de la sarna humana.

Mientras al hombre no le da m�s que un solo tipo de sarna, los animales pueden ser susceptibles a varios de ellos. Se agrupan en cuatro grupos fundamentales, tomando en consideraci�n la especie de �caro involucrado, el comportamiento y h�bitat de �ste y el tipo de lesi�n que produce.

En el primer grupo se consideran los �caros que viven en los fol�culos pilosos y en las gl�ndulas seb�ceas asociadas a ellos; son especies del g�nero Demodex y producen la sarna demod�cica en los mam�feros, sobre la cual se trat� en el cap�tulo anterior.

El segundo grupo est� formado por todas aquellas especies que perforan galer�as o t�neles en la epidermis de su hu�sped, lo que algunos autores llaman sarnas penetrantes. Estos �caros pertenecen al g�nero Sarcoptes, que produce la sarna sarc�ptica, y al g�nero Notoedres, que causa la sarna noto�drica. Los hu�spedes de ambos son tambi�n mam�feros.

En un tercer grupo se hallan los �caros que originan descamaci�nes de la piel o la ca�da de las plumas de varias aves, raz�n por la cual reciben el nombre de sarna descamadora la primera y sarna desplumadora la segunda. En conjunto se denominan sarnas nemidoc�pticas, debido a que todas son producidas por especies del g�nero Knemidocoptes.

Por �ltimo, en el cuarto grupo se incluyen todos aquellos �caros que causan sarnas superficiales en los mam�feros, pero sin que el par�sito penetre la piel de su hu�sped; las especies pertenecen a tres g�neros: Psoroptes, Otodectes y Chorioptes, que originan la sarna psor�ptica, la sarna otod�ctica y la sarna cori�ptica, respectivamente.

Cualesquiera de los animales dom�sticos, as� como varios silvestres tambi�n sean aves o mamiferos, pueden llegar a tener algunas de estas sarnas e incluso morir, cuando la infestaci�n es muy intensa y no se les atiende adecuadamente. Algunas sarnas son m�s graves que otras; claro est� que los da�os depender�n tambi�n del grado de susceptibilidad del hu�sped a determinado par�sito; por ejemplo, la sarna demod�cica m�s grave se presenta en el perro y la sarc�ptica m�s severa en el caballo.

Cada una de estas sarnas tendr� tambi�n su sintomatolog�a particular, pero en t�rminos generales se caracterizan por un intenso prurito que hace que el animal se rasque desesperadamente y est� muy inquieto; la situaci�n se complica con la invasi�n de bacterias que producen infecciones secundarias, resultando con frecuencia cuadros cl�nicos muy graves. Se forman ves�culas, p�pulas o n�dulos, que se van extendiendo por el cuerpo, junt�ndose entre s�. Al rascarse el animal, las ves�culas se rompen, saliendo por ellas un l�quido que, al secarse, forma costras m�s o menos gruesas que aglomeran el pelaje. La piel se endurece y se arruga, el pelo se cae y todo ello desprende un olor nauseabundo, muy desagradable. El estado general de los animales decae mucho por el mismo malestar.

Al hombre �nicamente le da la sarna sarc�ptica, pero el comportamiento del �caro que la provoca, el Sarcoptes scabiei, es diferente al que presenta cuando ataca a los animales dom�sticos.

Ante todo, habr�a que se�alar que esta especie ha desarrollado, a lo largo de su evoluci�n, distintas variedades biol�gicas o inmunol�gicas, las cuales se han vuelto muy espec�ficas en la selecci�n de sus respectivos hu�spedes. As�, la variedad hominis s�lo parasita al hombre, la variedad canis, tan s�lo al perro, la variedad suis, �nicamente al cerdo, y de esta manera cada uno de los mam�feros dom�sticos es parasitado por su correspondiente variedad. Todas ellas son iguales en su morfolog�a y ciclos de vida, ya que todas pertenecen a una misma especie S. scabiei, en lo que difieren es en su comportamiento y en las reacciones que provocan en los animales que invaden. Si una de estas variedades infesta a otro hu�sped que no sea el suyo, el mismo hu�sped la rechazar� con defensas de su organismo salvo en el caso de encontrarse enfermo o debilitado. El hombre, por ejemplo, cuando sus defensas andan bajas por alguna enfermedad o alg�n otro motivo, es susceptible de infestarse con dos de las variedades animales, la del perro y la del caballo; sin embargo, esta infestaci�n es en general pasajera, tendiendo estos casos a curarse por s� solos, sin medicamentos, pues el �caro finalmente no lograr� establecerse en un hu�sped que no sea el suyo. S�lo en ciertos casos serios, de intensa inmunodeficiencia, la infestaci�n puede progresar, pero con otras manifestaciones, transform�ndose en la llamada sarna noruega, sobre la cual se hablar� m�s adelante.

Los �caros de la sarna humana son sumamente peque�os; los machos miden de 200 a 240 micrones y las hembras, un poco m�s grandes, de 330 a 450 micrones. El cuerpo es de forma ovalada, con las patitas muy cortas, separadas en dos grupos, dos pares dirigidos hacia delante y dos pares hacia atr�s; presentan adem�s, largas sedas que salen del borde posterior del cuerpo y de algunas patas, que a su vez terminan en peque�as ventosas, que sirven al animal para adherirse a la piel de su hu�sped. Los dos sexos son diferentes en su morfolog�a, por lo que f�cilmente pueden separarse bajo el microscopio.

En su ciclo de vida, que dura alrededor de dos semanas, la hembra pasa por cinco estadios: huevo, larva, protoninfa, deutoninfa y adulto; el macho, en cambio, pasa tan s�lo por cuatro, ya que ha eliminado la etapa de deutoninfa.

Poco despu�s de salir los adultos de su cubierta ninfal, tiene lugar la c�pula de machos y hembras. En la mayor parte de los casos la infestaci�n de una nueva persona, por Sarcoptes, la lleva a cabo la hembra reci�n fecundada; por esta raz�n se le considera la etapa infestante y es la que con mayor frecuencia suele encontrarse.

Esta hembra ov�gera, en el mismo hu�sped o en uno diferente, empezar� a buscar un sitio adecuado de la piel para comenzar a perforarla y hacer su t�nel; se ha comprobado que tienen predilecci�n por ciertas partes del cuerpo; la mayor parte prefieren las manos y las mu�ecas, pero tambi�n pueden encontrarse en los codos, los pies, los pezones, el pene y el escroto; son mucho menos frecuentes en gl�teos y axilas; s�lo en los beb�s y en los ni�os peque�os llegan a invadir la cara, las palmas de las manos y las plantas de los pies.

La hembra empieza a hacer su t�nel cortando las c�lulas de la epidermis mediante sus quej�ceros y un borde filoso, a manera de cuchillito, que posee en cada una de las patas anteriores; pero, al mismo tiempo, se sujeta firmemente de la superficie del surco que va abriendo, mediante las ventosas de sus patas. Le toma aproximadamente una hora llegar hasta la capa c�rnea de la piel, m�s all� de la cual no pasa, sino que contin�a su t�nel en este nivel. Durante todo este tiempo y a medida que avanza en la formaci�n de la galer�a, se va alimentado del contenido celular de la epidermis, para lo cual vierte saliva, que contiene enzimas digestivas, sobre el tejido lesionado, efectuando una desintegraci�n parcial de �l, para despu�s succionarlo y completar su digesti�n en el intestino medio. Simult�neamente, va eliminando sus deyecciones en forma de peque�as esf�rulas negruzcas.

Poco despu�s de haber empezado su t�nel, la hembra comenzar� tambi�n a poner sus huevos, de dos a cuatro diarios, lo que se prolonga de cuatro a seis semanas o un poco m�s; generalmente permanece dentro del t�nel por el resto de su vida, y muere al final de �l, despu�s de haber ovipositado. Si se logra hacer un corte fino en la piel, a lo largo del t�nel y se ve bajo el microscopio, se podr� observar a la hembra en el extremo interno de la galer�a con todos sus huevos y deyecciones por detr�s.

Tres o cuatro d�as despu�s de haber puesto los huevos, las peque�as larvas empiezan a nacer, saliendo del t�nel de la madre, para continuar su desarrollo en otro lugar de la superficie; por regla general buscan refugio en los fol�culos pilosos, donde se alimentan; al cabo de dos o tres d�as mudan y se transforman en protoninfas, las que poco despu�s dar�n origen directamente a los machos, o bien estas protoninfas se transforman en deutoninfas primero y luego en las hembras. Desde que salen del huevo, hasta que llegan a su estado adulto, pasa alrededor de una semana.

Los machos y las hembras v�rgenes reci�n salidas perforan por separado peque�as cavidades, muy cortas, apenas de 1 mm de longitud, donde se resguardan por uno o dos d�as, saliendo despu�s a la superficie para copular. Una vez fecundada, la hembra buscar� un sitio para iniciar su propio t�nel, sea en el mismo o en otro hu�sped al que se haya pasado.

Como puede verse, los �caros est�n expuestos varias veces durante su desarrollo; en estos momentos sin protecci�n, muchos pierden la vida; sin embargo, un n�mero suficiente logra alcanzar la madurez, manteniendo en esta forma tanto la estirpe como la infestaci�n.

En Inglaterra, Mellanby (1972) estudi� pacientes con sarna que voluntariamente aceptaron no ser tratados con medicamentos, para poder estudiar el comportamiento de los �caros. De esta manera pudo comprobar que, al contrario de lo que se esperaba, la poblaci�n de los par�sitos no crec�a indefinidamente sino que, llegando a cierto n�mero, que variaba de 20 a 400 hembras, empezaba a descender o se manten�a en ese nivel. Varios de estos pacientes se curaron espont�neamente, otros llegaron a mantener una poblaci�n baja de individuos por largo tiempo y otros m�s mostraron altas y bajas irregulares en las poblaciones.

Una de las diferencias entre la sarna animal y la sarna humana es que en la primera intervienen miles de par�sitos, mientras que en la segunda el n�mero de �caros es muy reducido. En la mayor parte de los casos de sarna humana existen entre 10 y 25 hembras, que es el estado que se toma en consideraci�n para sacar este porcentaje, ya que es el que m�s f�cilmente puede detectarse. Es muy raro encontrar un n�mero mayor de individuos, aunque s� hay ocasiones en que se encuentran 400 o 500 ejemplares.

No deja de ser sorprendente que tan pocos �caros puedan ocasionar reacciones tan intensas. Es posible que la cantidad inicial de huevos sea mucho mayor y que buen n�mero de larvas primero, y de ninfas despu�s, se vaya eliminado durante su desarrollo, pues no hay que olvidar que las etapas juveniles salen del t�nel protector y pasan gran parte de su existencia expuestas sobre la superficie de la piel, lo que las hace muy vulnerables. Aun dentro del t�nel, las u�as del paciente, al rascarse, pueden sacar y matar a los ejemplares. De hecho, esto es lo que sucede en la gran mayor�a de los casos, pero hasta la segunda etapa de la sarna, cuando el paciente se ha hecho sensible a la presencia y a las manipulaciones de los �caros. Sin embargo, ya para entonces los �caros se habr�n multiplicado y distribuido en el cuerpo del individuo, que no podr� eliminar a todos mediante este mecanismo.

Cuando una persona se infesta de sarna por primera vez, no se da cuenta de su padecimiento sino uno o dos meses despu�s de la infestaci�n original. Durante todo este tiempo, los �caros se reproducen y se establecen perfectamente en el cuerpo del paciente sin que �ste lo note, ni tampoco presente los s�ntomas de la enfermedad; sin embargo, si en esa etapa se examinara su piel, podr�an localizarse ya los t�neles hechos por las hembras. Durante este periodo de incubaci�n del par�sito, la persona, completamente insensible al principio, comienza a desarrollar poco a poco un grado de sensibilidad que va en aumento cada vez m�s, aunque esto puede variar mucho en los diferentes individuos. Esta persona empezar� a sentir entonces, no s�lo los movimientos de los �caros, al ir abriendo sus t�neles, sino que su piel empezar� a reaccionar ante la presencia de substancias extra�as, como es la saliva y todos sus componentes, las secreciones y las deyecciones de los par�sitos. Es entonces cuando, por el prurito, comenzar� a rascarse, creando as� el medio propicio para la invasi�n de bacterias, present�ndose con esto infecciones secundarias, que son las que dar�n el cuadro t�pico de la sarna. Realmente la escabiasis primaria no muestra ninguna manifestaci�n cl�nica; las caracter�sticas aparecen con las infecciones secundarias. Ya para entonces, la persona sentir� un prurito insoportable, que aumentar� durante la noche, no dej�ndolo dormir; el cuerpo se cubrir� con una erupci�n, acompa�ada de manchas rojizas y peque�as p�pulas en ciertas regiones. Esta erupci�n generalizada es una reacci�n del cuerpo ante las substancias irritantes de los �caros; se presentar� en muchas partes donde no haya �caros. En ocasiones se llegan a formar ves�culas que con el rascado se revientan, produciendo todo esto a�n mayor irritaci�n e inflamaci�n. En casos m�s serios, que no son adecuadamente tratados, pueden presentarse infecciones a�n m�s graves, que requerir�n hospitalizaci�n del enfermo.

Algunos individuos desarrollan infecciones secundarias m�s serias que otros; a esto contribuyen ciertos factores como la limpieza, la dieta, la salud y, en general, las condiciones sanitarias, econ�micas y sociales de la persona.

Cuando los �caros han sido finalmente eliminados del cuerpo del paciente, las lesiones causadas por ellos pueden persistir durante mucho tiempo; asimismo, la comez�n y la irritaci�n de la piel pueden continuar durante semanas. En algunos de estos casos conviene tornar en cuenta los factores psicol�gicos; hay ocasiones en que la persona llega a sentir menos prurito cuando se le convence de que ha sido completamente curada de la escabiasis.

Un individuo que ya ha tenido sarna ha adquirido mecanismos de inmunidad o de defensa particulares, consistentes en una exagerada sensibilidad hacia la presencia del �caro. Si una de estas personas sufre nueva infestaci�n no suceder� como en el primer caso, sino que ahora se dar� cuenta inmediatamente de ello y en la mayor�a de las ocasiones ella misma eliminar� el par�sito, mediante las u�as, al rascarse el lugar de la invasi�n. Tambi�n puede suceder que el lugar donde la hembra empiece a hacer su t�nel reaccione en tal forma, inflam�ndose, que el mismo �caro sienta desfavorable el lugar para seguir perforando, sali�ndose �l mismo para buscar otro sitio. Todos estos mecanismos impiden que la poblaci�n del �caro progrese y se establezca nuevamente en el cuerpo del individuo.

Todo esto podr�a explicar las altas y bajas en la incidencia de la sarna, que siempre se han presentado en las poblaciones de la especie humana a lo largo de toda su historia. La escabiasis se vuelve epidemia cuando aparece en una poblaci�n cuyos habitantes nunca han tenido este padecimiento o lo sufrieron muchos a�os atr�s; quiere decir que no se han hecho sensibles a �l o que, por el tiempo transcurrido, han perdido esta sensibilidad. En tal situaci�n, la sarna se extiende r�pidamente y s�lo empieza a decrecer su incidencia cuando los individuos se hacen sensibles a la presencia del �caro, combati�ndolo entonces el organismo en forma natural. Estas fluctuaciones del padecimiento se han presentado en �pocas y lugares donde no hab�a otra forma de combatirlo, m�s que por la propia naturaleza.

Como en todo hay excepciones a la regla, tambi�n aqu� hay individuos que, tratados o no, son capaces de mantener en su organismo una poblaci�n baja de Sarcoptes durante mucho tiempo; los �caros continuar�n produci�ndole ligero prurito, por lo cual seguir� rasc�ndose, pero con el tiempo la persona se acostumbrar� a esta sensaci�n y hasta podr� sentir cierta satisfacci�n al rascarse. En ingl�s existe la expresi�n seven years itch asociada a este padecimiento que puede prolongarse por a�os.

Estos pocos individuos, que mantienen latente la infestaci�n, ser�n los m�s peligrosos portadores del par�sito, ya que al llegar a una poblaci�n no sensibilizada pueden desencadenar el brote de una epidemia. Desde luego que tambi�n tendr�n una importancia epidemiol�gica aquellas raras personas que alberguen una poblaci�n grande de �caros.

Existe la creencia que la sarna la adquieren las personas sucias que no se ba�an. �Grave error! La sarna se da en las mejores familias y poco importa al �caro dentro de su t�nel que la persona se ba�e o no. Es m�s, se ha comprobado que los �caros penetran m�s f�cil y r�pidamente en una piel limpia que en una sucia.

En realidad, la escabiasis se adquiere por el contacto prolongado de la piel con una persona sarnosa. Es muy f�cil que se propague entre los ni�os, durante sus juegos en que se toman de las manos, o entre una pareja de enamorados, o compartiendo dos o m�s personas una misma cama, siendo una de ellas portadora del par�sito, aunque no se haya dado cuenta de ello por estar la enfermedad en su periodo de incubaci�n. El hacinamiento en que viven muchas personas de bajos recursos en M�xico, que comparten la misma habitaci�n y lecho, s� debe considerarse un factor epidemiol�gico importante para la propagaci�n de la sarna.

Esta enfermedad no debe considerarse ven�rea, como muchos aseguran, pues no es un padecimiento que se adquiera estrictamente por el contacto sexual; el contacto con la piel sarnosa puede causar la infestaci�n de la persona sana, pero nada m�s, y en muchas ocasiones este contacto no es lo bastante prolongado para que la infestaci�n se realice.

Tampoco es frecuente que el contagio se adquiera a trav�s de objetos como s�banas, toallas, ropa de vestir, etc., aunque ocasionalmente puede suceder. Una buena lavada de todas estas prendas acabar� con cualquier �caro que haya quedado entre ellas. Se trata de un animal que, desde hace mucho, se ha adaptado a vivir en la piel humana y no es capaz de sobrevivir por mucho tiempo lejos de ella pues en general muere al cabo de dos o tres d�as. En condiciones adecuadas de temperatura y humedad puede vivir experimentalmente hasta dos semanas alejado de su hu�sped. Es muy sensible a las temperaturas bajas, por lo que en un clima fr�o procura no alejarse mucho del cuerpo que lo alberga.

Esta es la sarna que se encuentra en la mayor parte de los casos; pero existe una variedad de esta escabiasis com�n del hombre, que se conoce como sarna noruega debido a que por primera vez se estudi� en ese pa�s europeo. Dicho padecimiento se llega a presentar ocasionalmente en individuos que tienen bajas sus defensas, ya sea por haber tenido antes una enfermedad grave o por tener alg�n tipo de deficiencia en el sistema inmunol�glico. En estos casos raros el hombre es susceptible de contagiarse de la sarna del perro o del caballo, pero entonces desarrolla una escabiasis con miles de par�sitos, igual que la de los animales; curiosamente, no presentar� prurito, pero en cambio las lesiones pueden ser mucho m�s espectaculares y graves que las de la sarna com�n. En M�xico pudo estudiarse un caso de sarna noruega en un ni�o que, como se comprob�, hab�a adquirido la infestaci�n por un perro sarnoso.

Para terminar, vamos a relatar el caso de un individuo enfermo de escabiasis que, despu�s de su aparente curaci�n, present� manifestaciones muy curiosas en su comportamiento. A nuestro laboratorio suelen llegar diversas personas en busca de informaci�n sobre problemas de diversa �ndole relacionados con �caros y garrapatas. Un d�a se present� un matrimonio de mediana edad pidiendo ayuda contra una comez�n muy molesta que ten�a el esposo y que, pensaban, se trataba de sarna. Efectivamente, se localizaron los t�neles caracter�sticos en las manos y los par�sitos dentro de ellos, por lo que el paciente acudi� a un m�dico especialista para que le diera el tratamiento adecuado. No volvimos a ver al se�or, pero la se�ora sigui� estando en contacto con nosotros y por ella supimos que su esposo aparentemente se hab�a curado de la sarna, pero que segu�a con la comez�n. Pasaron varias semanas y un d�a volvi� a visitarnos la se�ora para platicamos que su vida matrimonial, antes aburrida y mon�tona, hab�a sufrido un cambio incre�ble. Nos relat�, llena de entusiasmo, que desde que su marido se hab�a curado de la escabiasis la comez�n se hab�a transformado en una sensaci�n estimulante para �l y que por las noches "... cuando le empezaba la comezoncita, se pon�a de un amoroso y tierno que la transportaba a sensaciones insospechadas hasta entonces...", y que a partir de ese momento se consideraban la pareja m�s feliz del mundo. La se�ora se despidi� con frases de elogio y agradecimiento para con nosotros, como si fu�ramos la causa de su nueva felicidad. Nos quedamos callados por un rato pensando sobre las vueltas que da la vida por una circunstancia fortuita que nadie imaginar�a; llegamos a la conclusi�n de que en m�s de una ocasi�n las cosas no son tan negras como parecen y pueden llegar a un feliz t�rmino, considerando, como la se�ora, que "no hay mal que por bien no venga".

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