IV. EL TRANSPORTE COLECTIVO

SI ANIMALES tan peque�os como los �caros, con patas cortas en general, se pusieran a caminar sin parar, en l�nea recta (hipot�ticamente hablando), al cabo de un d�a no habr�an recorrido m�s que un peque�o tramo de terreno. Claro est� que esto no sucede en la naturaleza, pues la mayor parte de ellos, que tienen una corta vida, gastan sus energ�as en llevar a cabo las funciones inherentes a su vida, completando su desarrollo, buscando y capturando su alimento y localizando a su compa�ero sexual, con cuya uni�n podr�n perpetuar la especie. Pero si estos animales nunca salieran de este peque�o territorio y permanecieran en �l, generaci�n tras generaci�n, es probable que pronto agotar�an los recursos naturales de su h�bitat.

Sin embargo los �caros, para suplir esta incapacidad de desplazarse por sus propios medios a grandes distancias y distribuirse ampliamente, a lo largo de su evoluci�n han logrado desarrollar un mecanismo especial de dispersi�n aprovechando a otros animales, voladores o corredores, como veh�culos para transportarse a otros sitios; se suben y agarran de ellos, pasan de un biotopo a otro, alcanzando nuevas fuentes de alimento y nuevas localidades para su reproducci�n y desarrollo. Este fen�meno se conoce en biolog�a con el nombre de foresia, que puede definirse como sigue: foresia (del griego phore = llevar) es la asociaci�n temporal de un animal m�s o menos peque�o (el foronte), que utiliza a otro m�s grande (el hu�sped) como medio de transporte o de dispersi�n. En esta simbiosis o asociaci�n el �nico beneficiado es el foronte, pero el hu�sped generalmente no sale perjudicado como en el parasitismo, sino que permanece indiferente ante la presencia del peque�o animal que se le ha subido. S�lo en casos extremos, en que el n�mero de individuos for�ticos es muy grande y, por lo mismo, entorpecen los movimientos o el desplazamiento del hu�sped, �ste llega a sufrir da�os.

Los �caros aprovechan principalmente los insectos como medios de transporte, pero tambi�n pueden utilizar crust�ceos y otros artr�podos, aves y muchos mam�feros, sobre todo roedores. Estos hu�spedes, a su vez, suelen transportar a diversas especies de forontes simult�neamente.

En la foresia que llevan a cabo los �caros se pueden distinguir varias modalidades:

1) Existen los casos de foresia puramente accidental, cuando un �caro se topa en su camino con un insecto, por ejemplo, y se sube a �l, como lo hiciera con cualquier otro objeto; si en este momento el insecto levanta el vuelo, transportar� al �caro consigo y ayudar� a su distribuci�n, pero sin que el �caro lo haya buscado.

2) En cambio, los �caros for�ticos ciento por ciento, generaci�n tras generaci�n y en determinada etapa de su vida buscan a un hu�sped que los transporte a otros sitios; estos �caros generalmente seleccionan lugares estrat�gicos en el cuerpo del hu�sped, donde no sean molestados durante el recorrido. Aqu� se distinguen dos tipos: a) Los que no tienen preferencia por alg�n hu�sped en especial y se suben al primero que se les presente, y b) los que han llegado a asociarse m�s �ntimamente con alg�n hu�sped determinado o con alg�n grupo de hu�spedes; �stos, casi siempre, tienen predilecci�n por alg�n sitio especial del cuerpo: cabeza, patas, abdomen, etc. Un ejemplo notable de estos �ltimos se presenta en algunas especies de avispas, en cuyo abdomen existe una concavidad o c�mara dorsal que los �caros utilizan para resguardarse durante el viaje y que, por tal motivo, se le ha puesto el nombre de acarinario.

3) Hay otros �caros que, siendo depredadores, o sea, que cazan sus presas para alimentarse, aprovechan su estancia en el hu�sped para nutrirse, comi�ndose los par�sitos de �ste, como pueden ser los piojos y otros �caros. En estos casos, se nota la preferencia por subirse a los animales que lleven los par�sitos adecuados a su dieta; este tipo de �caros es frecuente encontrarlo en diversas especies de roedores.

4) Existen otros que aprovechan el viaje para complementar su alimentaci�n con las secreciones de la piel o escamas de su hu�sped.

5) Asimismo, suelen encontrarse �caros que combinan su asociaci�n for�tica con un parasitismo ocasional, o sea, que se alimentan ya directamente de los tejidos del hu�sped, no siendo �ste su h�bito natural. Con el tiempo pueden evolucionar en verdaderos par�sitos.

No todos los �caros son for�ticos; algunas formas peque�as, como muchas especies de eri�fidos, son esparcidas por el viento; otras, como las acu�ticas, se dispersan por las corrientes de agua y las par�sitas, por los propios hu�spedes.

Tampoco se presenta la foresia en todas las etapas del ciclo de vida, sino que est� limitada a dos, la hembra por un lado y el segundo estadio ninfal o deutoninfa, por el otro. Los dem�s estadios, larva, primera y tercera ninfas y macho, nunca son for�ticos. En el caso de la hembra, �sta ya ha sido fecundada generalmente cuando se sube a su hu�sped, y en esta forma tiene la oportunidad de depositar sus huevos en un sitio completamente diferente, que podr� ser colonizado por su prole. As�, una especie puede alcanzar una amplia distribuci�n, pero siempre en lugares que le sean favorables para sobrevivir; su �rea de distribuci�n coincide en numerosas ocasiones con la del hu�sped.

Algunos �caros esperan que su animal-transporte se pare cerca de ellos para sub�rsele; otros, se suben a las plantas y apoy�ndose en sus patas posteriores y sosteni�ndose con el cuerpo, levantan la parte anterior de �ste, extendiendo sus patas anteriores, para sujetarse al primer insecto que pase volando cerca de ellos, agarr�ndose firmemente a �l, mediante sus quel�ceros, pedipalpos o patas. Otras especies que viven en los nidos de sus hu�spedes, cazando a otros habitantes nid�colas, simplemente se suben al cuerpo del hu�sped, que los transportar� a otras madrigueras.

Por lo que se refiere a cambios en su morfolog�a, hay numerosas deutoninfas que se han ido modificando al adaptarse a la vida for�tica. Algunos autores han se�alado que pueden existir tambi�n ciertas especies con hembras heterom�rficas, o sea que hay dos tipos de hembras, unas normales, parecidas en su aspecto al macho, que no son for�ticas, y otras en cambio que s� son for�ticas, siendo tan diferentes en su morfolog�a que se confunden con otras especies. Estos casos no son muy frecuentes.

Hablando de las especies for�ticas en general, tanto las hembras como algunas deutoninfas, que llevan a cabo este mecanismo de transporte, se sujetan a su hu�sped mediante los quel�ceros, los pedipalpos o las u�as de las patas o con todos ellos; pueden ser m�s robustas estas estructuras, pero sin presentar ninguna otra modificaci�n notable en su anatom�a. Hay, sin embargo, otras deutoninfas que s� han sufrido cambios notables en su morfolog�a a lo largo de su evoluci�n, como una adaptaci�n a la vida for�tica; �stos son de dos tipos:

1) Un pedicelo anal, que s�lo se presenta en los miembros de la familia Uropodidae; en estos casos, las deutoninfas aplican su abertura anal, ligeramente agrandada, en contra de la superficie lisa del cuerpo o patas de su hu�sped, al mismo tiempo que expulsan una secreci�n l�quida, de material pegajoso, que se endurece al contacto con el aire, quedando en esta forma pegadas al insecto mediante este pedicelo anal. En M�xico se han encontrado muchos casos de �stos en diversos insectos, ciempi�s, ar�cnidos y hasta en algunos �caros grandes. Son notables ciertos casos por la gran cantidad de urop�didos que llegan a invadir al insecto, produci�ndole seguramente grandes trastornos y hasta la muerte, por el impedimento de poder moverse.

2) La m�xima especialidad para la vida for�tica se observa en las deutoninfas de numerosas especies del orden Astigmata. Aqu�, el segundo estadio ninfal cambia completamente su morfolog�a, transform�ndose en lo que los especialistas llaman un hipopodio (pocas patas); recibe este nombre porque algunas de las patas se ven muy reducidas, tanto en su tama�o como en su grosor. El hipopodio es tan diferente a los otros estadios de la especie que por mucho tiempo se pens� que se trataba de entidades taxon�micas diferentes. Hay que se�alar que no todos los hipopodios son for�ticos. Se distinguen dos tipos fundamentales:

a) El hipopodio inerte o inactivo, que queda cubierto por la muda del estadio ninfal anterior o protoninfa; probablemente se trata de formas de resistencia para sobrevivir cuando las condiciones del medio son desfavorables. La mayor parte no son for�ticos y su distribuci�n depende de las corrientes de aire; no presentan ninguna de las estructuras para sujetarse, caracter�sticas del otro tipo de hipopodios. Algunos suelen introducirse en la piel y los fol�culos de varias aves y mam�feros mientras dura esta etapa de su vida.



Figura 3. Modificaciones morfol�gicas de �caros for�ticos. (a) Deutoninfa de urop�dido con su pedicelo anal. (b) Hipopodio (deutoninfa) de un astigmado con su placa de ventosas adherentes y partes bucales reducidas.

b) El hipopodio activo, por el contrario, es for�tico y aparentemente su principal funci�n est� en relaci�n con la dispersi�n de la especie; presenta una placa ventral posterior, provista con numerosos discos adherentes, que le permiten fijarse temporalmente a la superficie lisa de su hu�sped; sus partes bucales est�n reducidas y por lo menos algunas especies no se alimentan durante este estadio.

En principio, mediante este mecanismo de la foresia las diferentes especies de �caros, que no son par�sitos, pueden encontrar nuevas fuentes de su alimento particular que, seg�n el caso, puede consistir de bacterias, algas, hongos, polen, esporas, fibras, semillas y otros elementos vegetales, as� como de protozoarios, nem�todos, otros artr�podos, moluscos y dem�s animales peque�os, o bien de substancias en descomposici�n o productos elaborados por el hombre, como quesos, jam�n, leche en polvo, dulces, mermeladas, vinos, etc�tera.

Un ejemplo interesante de estos �caros oportunistas es el que se presenta en los colibr�es o chupamirtos, que son peque�as aves, muy delicadas, pero con una importante funci�n en la naturaleza, ya que polinizan muchas plantas al alimentarse del n�ctar de sus flores. Este h�bito es aprovechado por algunas especies de �caros del g�nero Rhinoseius, para transportarse for�ticamente por estos p�jaros a las distintas flores, donde permanecen la mayor parte de su vida; all� se alimentan del n�ctar y en ocasiones de ciertas substancias del polen. El ciclo de vida de estos �caros dura alrededor de ocho d�as. El apareamiento tiene lugar en la flor y la hembra ov�gera, que es la principal etapa de dispersi�n, se sube a un colibr�, que la transportar� for�ticamente a otra flor; durante su recorrido, se aloja por un tiempo en las fosas nasales del ave, pero sin causarle da�o; en algunas ocasiones permanece tambi�n en el pico. Estos �caros tienen gran especificidad por las flores que habitan y f�cilmente pueden reconocerlas por el olor que desprenden; de manera que, aunque el colibr� albergue dos o m�s especies de �caros, los ejemplares tan s�lo se bajar�n de su hu�sped cuando �ste llegue a alimentarse de la flor apropiada. Nunca coexisten dos especies diferentes de �caros en la misma flor; sin embargo, cada especie de �caro puede alimentarse de una o dos especies de plantas. Son unos de los �caros m�s veloces que existen, de manera que cuando el colibr� llega a la flor espec�fica, r�pidamente se bajan de �l. Una vez en su medio propicio, la hembra deposita un peque�o grupo de huevecillos en la base del tubo de la corola, cerca del nectario; en numerosas ocasiones los huevos quedan embebidos en el n�ctar de la flor. Pronto nacen de ellos las peque�as larvas, que posteriormente se transforman en protoninfas, �stas a su vez en deutoninfas, las que al cabo de cierto tiempo dan origen a los adultos, empezando de nuevo el ciclo. Los machos, por su parte, defienden agresivamente su territorio en la flor cuando alg�n intruso osa acercarse.

Otros �caros for�ticos, que se alimentan de polen, pueden ser distribuidos entre las flores por varias especies de abejorros.

Por otra parte, el fen�meno de la foresia ha sido de gran utilidad a la vida de los �caros, pues gracias a �l han logrado relacionarse con otros muchos individuos, estableci�ndose simbiosis de diferente naturaleza entre los dos asociados, muchas de ellas ben�ficas para ambos participantes, tanto para el foronte como para el hu�sped. Todas ellas son muy interesantes y nos permiten entender algunos de los numerosos fen�menos biol�gicos que se presentan en la naturaleza y que en conjunto contribuyen a mantener el equilibrio ecol�gico de las comunidades. A continuaci�n se se�alan algunos de ellos:

—La especie Cheyletiella parasitivorax (Megnin), de amplia distribuci�n, es un �caro for�tico de campo; es de h�bitos depredadores y aprovecha la foresia para alimentarse de los ectopar�sitos de su hu�sped durante el recorrido. Con esto se establece una relaci�n mutualista (que favorece a ambos) entre el rat�n y el �caro; el primero favorece al segundo, transport�ndolo y proporcion�ndole alimento, aunque indirectamente; por su parte, el �caro beneficia al roedor al liberarlo de sus ectopar�sitos.

—Otro caso de foresia con implicaciones mutualistas es el que se presenta entre el �caro Poecilochirus necrophori Vitzthum y especies de escarabajos del g�nero Nicrophorus (�sic!), que se alimentan de cad�veres. Este insecto transportar� a los �caros for�ticamente hasta el cad�ver sobre el cual va a depositar sus huevos, para que cuando las larvas nazcan puedan alimentarse de esta carro�a. Pero habr� tambi�n muchas moscas que, atra�das por el olor de la carne podrida, vendr�n a depositar sus huevos a este lugar; cuando las larvas de la mosca nazcan, competir�n a su vez con las del cole�ptero por el alimento; sin embargo, los �caros for�ticos, pero de h�bitos depredadores, que ha tra�do consigo la hembra del escarabajo, se dedicar�n a comerse los huevos y las larvas reci�n nacidas de las moscas, ayudando con esto a las cr�as del cole�ptero.

—Otro ejemplo semejante de ayuda mutua se observa entre los escarabajos peloteros y los �caros del g�nero Macrocheles; aqu�, el alimento en disputa no es un cad�ver, sino trozos de esti�rcol, en donde tanto el escarabajo como las moscas van a depositar sus huevecillos. Igual que en el caso anterior, los �caros for�ticos tra�dos por el escarabajo beneficiar�n a las larvas de �ste al comerse los huevos y las cr�as de las moscas.

En ambos casos, los �caros tambi�n pondr�n sus huevos en el nido del insecto, llev�ndose a cabo su ciclo de vida en forma sincr�nica con el del escarabajo, de manera que cuando la nueva generaci�n de �ste llegue a su estado adulto, emigrar� volando a otro lugar, llevando consigo a la nueva generaci�n tambi�n de �caros for�ticos, que ser�n hembras ya fecundadas y listas para depositar sus huevos en el nuevo sitio por colonizar.

Por experimentos realizados en el laboratorio se ha podido comprobar que en estos dos casos, cuando los �caros for�ticos no est�n presentes, las poblaciones de los escarabajos sufren grandes desequilibrios al no llegar a desarrollarse un porcentaje adecuado de estos organismos. Esto a su vez tendr� grandes repercusiones en la ecolog�a del lugar, pues el importante y ben�fico papel de estos escarabajos es distribuir y enterrar la materia org�nica en el campo.

En los dos casos, se observa adem�s otro fen�meno biol�gico, que es el de la parafagia, es decir, el hecho de compartir un mismo alimento animales pertenecientes a diversas especies, como lo son los escarabajos por un lado y las moscas por el otro.

Hay ocasiones en que los �caros for�ticos reciben un beneficio adicional y m�s directo por parte del hu�sped, como es el caso de ciertas especies que se suben a la cabeza de algunas hormigas; mientras son transportados, esperan pacientemente a que la hormiga regurgite una gota de comida para alimentar a sus compa�eras, acto caracter�stico y muy frecuente entre estos insectos; en ese momento el �caro se baja r�pidamente y se roba un poco de este alimento para su propio consumo. Otras especies de �caros no son tan pacientes y se bajan a frotar la boca de la hormiga, estimul�ndola a regurgitar.

Otras veces el foronte lesiona, no al hu�sped directamente, pero s� a su cr�a, de la cual se alimenta. Tal es el caso de algunos �caros que viven en las galer�as construidas por los descortezadores de la madera, que son cole�pteros de la familia Scolytidae, que causan graves da�os a muchos �rboles de bosques, parques y huertas. Estos �caros, en su etapa de hembras ov�geras, son distribuidos for�ticamente entre los �rboles por los cole�pteros adultos; viven y se reproducen dentro de las galer�as construidas por sus hu�spedes, y se alimentan de los huevecillos y primeros estadios larvales de los mismos. Como se ve, se trata de un enemigo natural de los escol�tidos, que ellos mismos esparcen y que muy bien podr�a tomarse en consideraci�n en los programas de control biol�gico de esta destructora plaga forestal.

En este sentido, hay otra especie de �caro for�tico, el de las moscas, Macrocheles muscaedomesticae, que de igual manera se alimenta vorazmente de las cr�as de este d�ptero y que, de hecho, ya se ha empleado en este tipo de programas, logrando controlar con mucha efectividad las poblaciones de las moscas, pero sin acabarlas, como sucede siempre en la naturaleza, en que las poblaciones tan s�lo se logran mantener en un nivel adecuado, que no afecte a las poblaciones de otras especies; �ste es el principio del equilibrio ecol�gico.

Existe, asimismo, el caso raro de �caros for�ticos que han llegado a afectar la salud del hombre. Nos referimos a un caso particular, estudiado por nosotros en M�xico, que es como sigue:

Un campesino de 34 a�os que laboraba en Estados Unidos y que acababa de regresar a M�xico, presentaba desde hac�a cuatro a�os prurito en ambos o�dos y fetidez del conducto auditivo externo en ambos lados. Al realizarse la exploraci�n f�sica de los dos o�dos, se encontraron los conductos auditivos externos enrojecidos, con huellas de rascado cr�nico, escasez de cerumen y presencia de "burbujas", al parecer de material purulento, las cuales se desplazaban de un lado a otro del conducto auditivo externo. Revisando el cerumen bajo el microscopio, se encontraron gran cantidad de �caros de la familia Anoetidae y del g�nero Histiostoma; hab�a representantes de todos los estadios, desde larvas hasta adultos, machos y hembras. Como se trataba de �caros de vida libre, sapr�fagos, o sea, que se alimentan de materia org�nica en descomposici�n y bien conocidos por sus h�bitos for�ticos, despu�s de una serie de preguntas al paciente se lleg� a la conclusi�n de que probablemente algunos de estos �caros hab�an llegado al o�do de la persona transportados for�ticamente por moscas, lo cual es muy com�n, y que, al haber encontrado un medio favorable para su desarrollo, con bastante alimento disponible (el cerumen) se hab�an reproducido abundantemente, colonizando los dos o�dos. Al no tratarse de par�sitos, las molestias que sent�a el individuo se deb�an a reacciones al�rgicas, originadas por las deyecciones y secreciones de los �caros.

Este hallazgo fue muy interesante, pues era la primera vez que se encontraban estos �caros de vida libre bajo tales condiciones, produciendo otitis en el hombre.

Finalmente, se han podido comprobar tambi�n casos de foresia m�ltiple entre los �caros de M�xico; as�, deutoninfas de urop�didos con frecuencia se encuentran asociadas for�ticamente y pegadas por un pedicelo anal a un �caro grande de la especie Megisthanus floridanus Banks, el cual a su vez es un foronte de un escarabajo. Asimismo, muchos hipopodios for�ticos son transportados por gran cantidad de �caros mesostigmados, forontes a su vez de diversos insectos, principalmente cole�pteros.

�stos no son m�s que algunos de los muchos aspectos interesantes que existen en la naturaleza, en relaci�n con este sorprendente fen�meno del transporte colectivo de los �caros.

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