VI. LO QUE EL VIENTO TRAJO

CORR�A la d�cada de 1930 cuando en varias poblaciones costeras del estado de Guerrero los campesinos y los ricos hacendados, due�os de extensos campos cocoteros y relacionados con la industria de la copra, comenzaron a experimentar p�rdidas considerables en su negocio por la s�bita baja en la producci�n de coco. Inexplicablemente, muchos de los frutos no alcanzaban su completo desarrollo; al llegar tan s�lo a un cuarto, un tercio o a la mitad de su crecimiento, se desprend�an de la palma, cayendo al suelo en una etapa de inmadurez, en que no se les pod�a aprovechar para nada; presentaban, adem�s, manchas caf�s caracter�sticas.

Pasaron muchos a�os antes de que se llegara a saber lo que causaba este deterioro de los frutos. No fue sino hasta 1962 cuando varios t�cnicos del Instituto Nacional de Investigaciones Agr�colas fueron a estudiar el problema. Al analizar los peque�os cocos desprendidos prematuramente y levantar las br�cteas florales que cubren su parte basal, encontraron miles de organismos en extremo peque�os, con aspecto de gusanitos, que fueron enviados al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos para su identificaci�n. El doctor H. H. Keifer los identific� en 1965 como una especie nueva de �caros pertenecientes a la familia Eriophyidae, que llam� Aceria guerreronis; m�s tarde, al revisar la taxonom�a del grupo, se le cambi� el nombre por el de Eriophyes guerreronis, que es como se le conoce hoy d�a.

Qued� demostrado que, en efecto, esta especie es sumamente da�ina para la palma del coco, que ataca tanto sus flores como sus frutos. En estos �ltimos los �caros viven en colonias debajo de las br�cteas florales, y sus poblaciones llegan a alcanzar sus m�ximas dimensiones cuando los cocos tienen unos 6 cm de di�metro. Al alimentarse de los tejidos del fruto, producen manchas caf�s en �ste, que comienzan en las br�cteas florales, y se extienden despu�s por la superficie del coco; las manchas se vuelven gangrenosas y duras, se agrietan y deforman su aspecto. Infestaciones severas de este �caro pueden causar graves da�os en 50% a 100% de los cocos.

Ya desde entonces se trat� de combatir las poblaciones de esta especie mediante diversos acaricidas, aplicados por varios m�todos. Los sist�micos, o sea, los que se introducen directamente al tronco, para que la substancia t�xica llegue por v�a interna a los tejidos de los cuales se est�n alimentando los �caros se aplicaron haciendo huecos inclinados, a diferentes alturas del tronco. Los productos se usaron bajo la forma de concentrados emulsificables. Tambi�n se asperjaron las emulsiones acaricidas sobre los frutos y el follaje. Por �ltimo, se llev� a cabo la inmersi�n de los frutos removidos de las plantas en emulsiones concentradas de acaricidas. Sin embargo, como los �caros son tan peque�os y est�n perfectamente resguardados bajo las br�cteas florales, es muy dif�cil que los acaricidas les lleguen por cualquiera de los m�todos empleados. El caso es que todos los mecanismos hasta hoy utilizados para acabar con esta plaga han fallado y el problema ha persistido hasta nuestros d�as. Se ha logrado disminuir un poco las poblaciones del �caro mediante la quema de las palmas y frutos afectados. Se ha visto tambi�n que algunas palmas toleran m�s que otras la presencia del par�sito, o sea, que tienen cierta resistencia y, por lo mismo, los da�os son menores. Pero el problema sigue en pie.

Ahora bien �c�mo y de d�nde vino esta plaga? De d�nde vino, nadie lo sabe, pero c�mo lleg�, s� se tiene una respuesta. Actualmente se sabe que el principal mecanismo de dispersi�n de estos �caros es el viento. Gracias a su muy peque�o tama�o, los individuos solos o formando cadenas de varios de ellos sujetos entre s�, pueden quedar suspendidos en el aire por algunos momentos y ser transportados por las corrientes del mismo. Se ha podido observar c�mo levantan y extienden al vac�o su delgado y diminuto cuerpo, se sujetan a la planta con los l�bulos que poseen en la parte posterior, dan la cara al viento y facilitan en esta forma el que sean llevados con las r�fagas de aire.

Seguramente que un porcentaje elevado de ellos ha de perder la vida durante estos recorridos venturosos, ya que el viento no siempre los transportar� a la planta-hu�sped adecuada y de la cual son espec�ficos, al no poder subsistir en una planta diferente. No obstante esto, la realidad ha demostrado c�mo las poblaciones logran sostenerse con todo �xito. Es posible que por lo azaroso de su viaje prefieran vivir en plantas perennes m�s que en plantas anuales, o en estas �ltimas siempre y cuando est�n cerca de otra perenne adecuada y de la cual puedan tambi�n alimentarse.

Otro mecanismo que tambi�n aprovechan para su dispersi�n es el transporte for�tico por medio de aves o de insectos, sobre todo de aquellos que visitan las mismas plantas que ellos para su nutrici�n.

Sin embargo, el viento constituye el m�s efectivo mecanismo de dispersi�n; gracias a �l han logrado extenderse por toda la costa Oeste de M�xico y hacia Sudam�rica, y se encuentran ya en Venezuela y Brasil; existen tambi�n en Dahomey, en el �frica occidental.

Pero �sta no es m�s que una de tantas especies de eri�fidos que existen en M�xico, pues hay otras muchas, todas importantes desde el punto de vista agr�cola, ya que atacan a un sinn�mero de plantas de utilidad para el hombre.

La verdad es que los eri�fidos se encuentran distribuidos por todo el mundo; existen tanto en los tr�picos como en las regiones templadas y fr�as; todos son fit�fagos, aliment�ndose de los jugos y tejidos j�venes, incluyendo frutos, de las plantas superiores.

Se cree que estos �caros son muy antiguos, su evoluci�n se remonta por lo menos 50 millones de a�os atr�s; por un f�sil que se conoce, se sabe que su aspecto ha cambiado poco desde entonces. Hasta el momento se han reconocido como unas 1 250 especies.

Los eri�fidos, solos o agrupados, generalmente se refugian en lugares peque�os, donde puedan comer y reproducirse con tranquilidad; por eso se les encuentra en la base de los peciolos, o debajo de las escamas de botones y en peque�as grietas del tallo de su planta hu�sped. Muchos provocan en la planta la formaci�n de agallas, sobre las cuales se hablar� m�s adelante. Otros, caminan libremente sobre las hojas por lo menos en una parte de su ciclo estacional, buscando refugio en los huecos de hojas o pelos, cuando las condiciones del medio desmejoran.

Todos son de tama�o microsc�pico (alrededor de 200 micrones), muy dif�ciles de ver a simple vista. Son tan peque�os que algunos naturalistas de la Antig�edad los consideraban hongos. La reducci�n del cuerpo ha tra�do consigo tambi�n la reducci�n de varias estructuras corporales, caracter�sticas de otros �caros. As�, por ejemplo, poseen tan s�lo dos pares de patas en todas las etapas posembrionarias de su ciclo de vida al haber desaparecido los dos pares posteriores; tambi�n se han perdido casi todas las sedas del cuerpo; �ste se ha alargado y en su superficie se observan peque��simos tub�rculos, lobulitos, estr�as, etc. La parte posterior del cuerpo termina en un par de l�bulos, con un par de sedas caudales, que les sirven para brincar o voltearse. Las partes bucales est�n modificadas en finos estiletes y adaptadas para la succi�n de l�quidos. Las patas no terminan en verdaderas u�as, sino en estructuras con diversas ramificaciones. No poseen ojos, pero en cambio tienen �reas sensibles a la luz, que reaccionan a los cambios de intensidades luminosas; tampoco tienen estigmas ni tr�queas, por lo que la respiraci�n se lleva a cabo a trav�s de la piel.

Se reproducen por medio de espermat�foros, es decir, peque�os saquitos dentro de los cuales va el esperma; estos espermat�foros los va depositando el macho sobre el sustrato de la planta, en sitios que son frecuentados por las hembras, las cuales, al encontrar uno, se sit�an sobre �l, lo exprimen con su cuerpo e introducen su contenido por la abertura genital. Ya dentro del cuerpo de la hembra, los espermatozoides se almacenan en un �rgano especial llamado espermateca, donde permanecen viables por varios d�as o meses, seg�n el tipo de hembra de que se trate. A medida que los �vulos maduran, son fecundados por estos espermatozoides. Los machos empiezan a poner espermat�foros despu�s de un d�a de haberse transformado en adultos. Ya fuera del cuerpo del �caro, el semen se mantiene viable por aproximadamente dos d�as. Cada macho pone de 20 a 30 espermat�foros al d�a; mientras dura su vida de adulto, que ser� de 20 a 40 d�as, continuar� poniendo espermat�foros, que pueden llegar a ser m�s de 600 en total.

Poco despu�s de la fecundaci�n, la hembra empieza a poner sus huevecillos, aproximadamente de 1 a 5 por d�a y sigue ovipositando durante muchos d�as, alrededor de un mes, llegando a poner un total de unos 80 huevos.

Como en los sitios donde viven los eri�fidos nunca se han encontrado restos de materias fecales u otro tipo de excreciones, se piensa que los productos de desecho, los aprovechan como componentes del corion, o sea, la cubierta externa que protege al huevo.

Seg�n parece, los machos nacen de huevos que no han sido fertilizados y, por lo mismo, son haploides, es decir, que tienen la mitad de los cromosomas; en cambio, las hembras provienen de �vulos fecundados y tendr�n el n�mero completo de cromosomas.

Los eri�fidos han eliminado el estado de larva de su ciclo de vida, de manera que de los huevecillos nacen directamente las ninfas, que pasan por dos estadios; las segundas ninfas dar�n lugar a los adultos.

Muchos eri�fidos tienen un desarrollo directo, con un solo tipo de hembras; estos �caros viven en plantas peren�folias, en climas c�lidos, y se protegen dentro de yemas o brotes o en la base de los peciolos, se alimentan de las escamas, debajo de las cuales machos y hembras pasan el invierno. Pero hay otras especies caracter�sticas de plantas caducifolias, que presentan una alternancia de generaciones, habiendo entonces dos tipos diferentes de hembras; las primeras o protogineas, se parecen a los machos en su morfolog�a general, salvo las aberturas genitales que son diferentes; estas protog�neas aprovechan las �pocas favorables del a�o para reproducirse activa y r�pidamente; viven unas cuatro o cinco semanas. Pero cuando el tiempo empieza a cambiar y por lo mismo el alimento se hace tambi�n m�s escaso, comienza a aparecer el segundo tipo de hembras, que son capaces de resistir las condiciones desfavorables del medio, estivando o invernando o ambas cosas en esta forma. Estas segundas hembras, o deutog�neas, son bastante diferentes del macho y apenas presienten los cambios clim�ticos se alejan de las hojas, se refugian en hendeduras y grietas secas de la corteza, y preservan as� la especie cuando falta el alimento. Al hecho de que en una misma especie se presenten dos tipos diferentes de hembras se le llama deuterog�nea, y puede ocurrir tanto en especies errantes como en las que hacen que la planta forme agallas. Llegada la primavera, las deutog�neas emergen de su refugio de invierno y se dirigen a las hojas embrionarias de los capullos que se est�n abriendo para alimentarse de ellas; poco despu�s ponen los primeros huevos. Esta nueva generaci�n desarrollar� otra vez hembras de tipo normal.



Figura 4. Ejemplo de un �caro eri�fido, par�sito de plantas. (a) Eriophyes sp. (b) Malformaciones de las hojas (agallas) ocasionadas por eri�fidos.

Hay una gran cantidad de plantas que son atacadas por plagas de eri�fidos; las reacciones de estos vegetales a la presencia de los �caros pueden variar, seg�n la especie; hay desde una marcada tolerancia a estos par�sitos hasta alteraciones de varios tipos; algunas de ellas pueden ser tan severas que ocasionen la muerte del vegetal.

Ante todo, los eri�fidos prefieren alimentarse del jugo vegetal de plantas jugosas o suculentas; algunas especies viven sobre el haz, otras sobre el env�s de las hojas, y otras m�s sobre ambos; tambi�n pueden estar distribuidas por toda la hoja o restringidas a sitios entre las venas foliares. Pocas suelen atacar varias especies de plantas, pues generalmente son bastante espec�ficas en la selecci�n de su planta hu�sped. Cuando la planta muestra resistencia no causan ninguna alteraci�n notable en ella, pero lo m�s frencuente es que los vegetales reaccionen de manera diferente ante el ataque de los �caros, dependiendo esto de las especies involucradas. Estas reacciones se deben principalmente a ciertas substancias contenidas en la saliva de los �caros, que inyectan a la planta durante el acto de su alimentaci�n, lo que causa diversos tipos de alteraciones o deformaciones, entre las que se cuentan: decoloraci�n de las hojas, aparici�n de manchas amarillas en las hojas de primavera, cambios en el patr�n de crecimiento de las c�lulas, ape�uscamiento, arrugamiento o enroscamiento longitudinal de las hojas, enrollamiento de los bordes de �stas, dentro del cual los �caros se protegen y desarrollan; otras veces, estos elementos foliares se ven plateados, como enmohecidos, el tejido no se deforma, pero las hojas se marchitan. Hay especies tambi�n que retrasan la maduraci�n del fruto; a los granos del ma�z pueden producirles un rayado en rojo; suelen, asimismo, causar la destrucci�n de los brotes, al iniciar �stos su crecimiento en primavera. Otros eri�fidos originan proliferaciones anormales de las yemas, agrandamientos de los brotes, porque las partes internas de los capullos se hinchan por la alimentaci�n de los �caros, y mueren despu�s de que �stos se alejan. Casi ning�n eri�fido penetra en los tejidos de las plantas, excepto los que levantan ampollas en el env�s de las hojas embrionarias plegadas, da��ndolas severamente. Pueden tambi�n propiciar el alargamiento de las ramas y la proliferaci�n de los brotes, sin que haya hojas o �stas sean cortas y poco desarrolladas, lo que da el aspecto de escoba; estas malformaciones son muy comunes en los �rboles de mango que crecen en M�xico; es lo que muchos agricultores denominan "escobas de bruja", m�s frecuentes en los �rboles j�venes; en estos casos est� tambi�n involucrada una especie de hongo. Asimismo aqu� han fallado todos los m�todos utilizados para controlar o erradicar esta plaga.

Algunas especies pueden tambi�n provocar la formaci�n de pelos en la planta, formando manchas, que es lo que recibe el nombre de erineo. La presencia de un erineo no es m�s que el resultado de la acci�n de muchas especies de eri�fidos. Los pelos pueden ser uni o multicelulares, su densidad y color var�an, as� como su aspecto, ya que pueden tener forma de clava, de finas papilas, capitados, etc. Los erineos se disponen de manera aislada, o cubren gran parte de la superficie de una hoja o de un peciolo, o bien en oquedades o cubriendo un abultamiento del peciolo, pueden estar tambi�n por fuera o por dentro de las agallas. Los �caros encuentran refugio entre la masa de pelos.

Finalmente, una gran cantidad de plantas forman agallas inducidas por estos �caros. Las agallas, conocidas tambi�n como "cecidias", se consideran crecimientos anormales en los tejidos de un vegetal, que se forman como reacci�n defensiva de �ste a la introducci�n de substancias extra�as, derivadas de organismos fit�fagos o par�sitos, en este caso los eri�fidos. Las agallas, aparte de los �caros, pueden tambi�n ser provocadas por bacterias, hongos, nematodos e insectos. Por lo mismo, pueden presentarse en cualquier lugar de la planta; sin embargo, son m�s frecuentes en las ramas j�venes, en las yemas laterales y terminales y en los peciolos; con menor frecuencia se forman en ra�ces, flores y frutos.

Las agallas inducidas por �caros se caracterizan por su peque�o tama�o y por el gran n�mero que se distribuye sobre la superficie de las hojas, aunque tambi�n pueden abarcar el amento, las yemas, los peciolos y las flores. Todas tienen por debajo un orificio de escape, por donde los �caros entran y salen; a veces se bloquea un poco esta abertura, pero nunca se llega a cerrar completamente.

No se conoce a ciencia cierta la naturaleza bioqu�mica de los compuestos salivales de los eri�fidos, que provocan la formaci�n de agallas en las plantas, como tampoco su mecanismo de acci�n; sin embargo, cada especie tiene su propio componente qu�mico, capaz de provocar en una planta determinada una agalla particular. Varios autores opinan que una de estas substancias puede ser el �cido indolac�tico, que altera el crecimiento de las c�lulas epid�rmicas; al recibir el est�mulo, estas c�lulas comienzan a formar prolongaciones fibrilares unicelulares (erineo), mientras las c�lulas adyacentes empiezan a agrandarse, formando la agalla.

Es muy grande la variedad de formas de las agallas; las hay alargadas, redondeadas, semiesf�ricas, en forma de maza, de cuenta, de clavo, de bolsa, de �mpula, de c�psula, de hoyuelo, etc�tera.

Los �caros y sus crias encuentran resguardo y protecci�n dentro de las agallas, adem�s de alimento que toman de las prolongaciones papilares; les proporcionan, adem�s, un microclima estable, muy favorable para el desarrollo de su ciclo de vida.

La importancia econ�mica de los eri�fidos se acrecienta cuando se considera otro aspecto de gran importancia. Aunque los eri�fidos no son los �nicos �caros que se alimentan punzando las c�lulas y succionando los jugos vegetales, s� son los �nicos que se conocen como transmisores de virus pat�genos a diversas especies de plantas, lo cual es desde luego propiciado por este tipo de alimentaci�n. En efecto, ha quedado plenamente demostrado su papel como vectores de varias especies de virus, como el del mosaico rayado del trigo, o el del mosaico manchado del mismo cereal, los del mosaico del centeno, higo, durazno, etc. Cada uno es transmitido generalmente por una especie determinada de �caro.

En M�xico hay una gran cantidad de plantas que son atacadas por diferentes especies de eri�fidos, a los que la gente llama "aradores"; ejemplos de ello los tenemos en muchos �rboles como nogales, sauces, jun�peros, pinos, etc.; entre los frutales, a los c�tricos principalmente, causando da�os al follaje y a los frutos y se pierde la vitalidad de los ejemplares. Los �rboles de mango, higo, durazno, etc., pueden tambi�n sufrir da�os serios, lo mismo que la ya se�alada palma de coco. En varias especies de solan�ceas, como el jitomate, producen la llamada "canelilla" o "chocolate"; causan da�os tambi�n a muchas gram�neas comestibles o silvestres, lo mismo que a diversas malv�ceas, ros�ceas, lil�ceas, amarilid�ceas, a muchas plantas de ornato y sobre todo suculentas.

�Y pensar que todas estas especies de �caros, causa de tantos da�os agr�colas, han sido tra�das y dispersadas por el viento!

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