VII. LOS EFECTOS MUNDIALES DE UNA GUERRA NUCLEAR

UNA vez considerados los efectos locales de una explosi�n nuclear, corresponde examinar los efectos, tanto f�sicos como biol�gicos, inmediatos y tard�os, de una guerra entre las grandes potencias nucleares. Se ver� que, adem�s de repetirse la situaci�n ya descrita en cada una de las ciudades bombardeadas, se anticipan efectos globales que pondr�an en juego la vida del resto de los habitantes del planeta.

EFECTOS DIRECTOS EN LOS LUGARES BOMBARDEADOS

Los efectos directos de una guerra nuclear en que se detone una fracci�n considerable del arsenal ser�n la suma de los efectos del calor, presi�n, radiaci�n y lluvia radiactiva descritos en los cap�tulos anteriores para cada blanco atacado. Recordemos que el arsenal mundial hoy en d�a alcanza unos 12 000 megatones de poder explosivo concentrado en unas 45 000 bombas.

En 1979, la Oficina de Evaluaci�n Tecnol�gica de los Estados Unidos estudi� las consecuencias de un ataque sovi�tico contra 250 ciudades norteamericanas en que se detonaran un total de 7 800 megatones. Se concluy� que las v�ctimas fatales ser�an entre 155 000 000 y 165 000 000 de norteamericanos, adem�s de unas decenas de millones de heridos graves. Un ataque similar contra la Uni�n Sovi�tica resultar�a en 50 000 000 a 100 000 000 de muertes.

Un estudio diferente es el publicado en 1982 por la Real Academia Sueca de Ciencias. Este an�lisis considera el intercambio de bombas nucleares entre varios pa�ses, siendo bombardeadas ciudades, centros industriales, econ�micos y militares. Las regiones atacadas son, adem�s de los Estados Unidos y la Uni�n Sovi�tica, el continente europeo, China, Jap�n, Corea, y otros pa�ses que podr�an intentar dominar el ambiente pol�tico internacional despu�s de la guerra nuclear. El estudio supone 4 970 bombas dirigidas contra ciudades (125 de ellas hacia el hemisferio sur), totalizando 1 941 megatones. Otros 700 megatones se dirigen contra refiner�as de petr�leo, plantas de energ�a el�ctrica, industrias y pozos petroleros alejados de los centros poblados. Finalmente, 6 641 bombas con un rendimiento total de 3 100 megatones atacar�an blancos militares, como aeropuertos, puertos navales, submarinos nucleares y misiles bal�sticos intercontinentales. El resultado final de este escenario en que se detonan 5 741 megatones —apenas la mitad del arsenal total actual— es la muerte de 866 000 000 de seres humanos adem�s de 280 000 000 de heridos. Muchos de los heridos morir�an dentro de unos d�as debido a la imposibilidad de recibir ayuda m�dica, totalizando entonces unos 1 000 millones de v�ctimas fatales a causa de los efectos directos de las explosiones.

EFECTOS INDIRECTOS PARA EL RESTO DEL PLANETA

Efectos f�sicos

El estudio m�s conocido sobre los efectos f�sicos globales de una guerra nuclear lo constituye el trabajo de Turco, Toon, Ackerman, Pollack y Sagan (TTAPS), cient�ficos de diferentes instituciones norteamericanas, que apareci� publicado en la revista Science en diciembre de 1983. El resultado principal de este estudio fue que, como consecuencia del intercambio de bombas nucleares durante una guerra, el polvo inyectado en la atm�sfera por las explosiones m�s el humo y el holl�n de los incendios generados en ciudades y bosques causar�an una atenuaci�n significativa de la luz solar sobre todo el planeta, registr�ndose en el hemisferio norte temperaturas promedio bajo cero durante un par de meses despu�s de la guerra. El hemisferio sur podr�a recibir una fracci�n importante del polvo levantado y de la radiactividad producida, en un tiempo relativamente corto posterior a las detonaciones, sufriendo tambi�n graves perturbaciones clim�ticas y biol�gicas.

El estudio TTAPS analiza varias estrategias militares posibles para el intercambio de artefactos nucleares. La variedad incluye desde la detonaci�n de "s�lo" 700 bombas dirigidas �nicamente contra silos militares, hasta un intercambio total de 25 000 megatones en una llamada "guerra del futuro". Nos referimos en detalle a lo que el informe considera el escenario b�sico: la detonaci�n de 5 000 megatones en el hemisferio norte, mediante 10 400 explosiones de diferente rendimiento, dirigidas en 20% contra centros urbanos o industriales, y el resto contra blancos militares.

Una explosi�n nuclear cerca de la superficie genera gran cantidad de polvo que asciende a la atm�sfera llevado por la corriente de aire caliente que produce la bola de fuego. Resultados obtenidos en ensayos de explosiones nucleares sobre la superficie indican que por cada megat�n de rendimiento explosivo se inyectan m�s de 100 000 toneladas de polvo en la atm�sfera. Igualmente, se sabe que el intenso calor generado por la explosi�n es capaz de incendiar zonas extendidas cercanas al punto cero. El estudio TTAPS supone que toda el �rea que reciba al menos 20 calor�as por cent�metro cuadrado se incendiar� (250 kil�metros cuadrados por megat�n). De acuerdo con estas hip�tesis, durante una guerra nuclear con las caracter�sticas del escenario b�sico se inyectar�an un total de 1 000 millones de toneladas de polvo a la atm�sfera y se producir�an incendios en un �rea total de 740 000 kil�metros cuadrados. Cerca de la mitad de la superficie de las ciudades atacadas directamente por las bombas ser�a destruida por el fuego, lo que equivale a un sexto del �rea mundial hoy d�a urbanizada. La cantidad total de humo emitido (en unos pocos d�as) alcanzar�a unos 255 000 000 de toneladas, comparable con la emisi�n mundial normal durante todo un a�o.

El polvo y el humo suspendidos en la atm�sfera atenuar�n la luz del Sol, de modo que a la superficie llegar� solamente una fracci�n de la intensidad normal. Para el hemisferio norte se anticipa una iluminaci�n solar entre dos y 20 veces menor que la normal durante las primeras siete semanas despu�s de la guerra. En la figura 9 se muestra (curva continua) la temperatura ambiental promedio predicha para las zonas continentales del hemisferio norte durante el primer a�o posterior a la guerra descrita por el escenario b�sico del estudio TTAPS. Entre tres y cuatro semanas despu�s del intercambio nuclear, la temperatura ambiental promedio ser� cercana a los 20 °C bajo cero. Las temperaturas permanecer�n bajo cero grados durante unos tres meses, y luego regresar�n muy lentamente a sus valores normales. El elemento con mayor efecto en estos cambios clim�ticos es el holl�n (grafito) producido en los incendios. Este material tiene una alta capacidad de absorci�n de luz visible y reemisi�n en el infrarrojo, causando un efecto de invernadero invertido, ya que al encontrarse depositado a suficiente altura enfr�a la superficie terrestre y caliente la alta atm�sfera.

Resultados no muy diferentes del caso b�sico se obtuvieron para otros escenarios en que se detonan entre 3 000 y 10 000 megatones en condiciones similares a la suposici�n original (curvas discontinuas en la figura 9). Un resultado inesperado del estudio lo constituye el caso posible de "s�lo" 100 megatones detonados en 100% sobre ciudades. Suponiendo 1 000 explosiones de 100 kilotones cada una, las materias inyectadas a la atm�sfera absorber�an la luz solar al punto de causar temperaturas tan bajas como las del escenario b�sico de 5 000 Mt.


Figura 9. Predicciones de alteraci�n de la temperatura ambiental promedio en el Hemisferio Norte como consecuencia de la detonaci�n de gran parte del arsenal nuclear durante una guerra. La curva continua representa el escenario b�sico del estudio TTAPS.

La explicaci�n de este efecto radica en la alta concentraci�n de combustibles en una ciudad moderna, lo que producir�a gran cantidad de holl�n al incendiarse. A causa de estos resultados que anuncian disminuciones apreciables de la temperatura en todo el hemisferio norte para cualquier estrategia razonable de guerra nuclear, el fen�meno predicho por el informe TTAPS se conoce como el "invierno nuclear".

La influencia moderadora del oc�ano, que no est� considerada en estos c�lculos de temperaturas hemisf�ricas promedio, podr�a modificar los resultados hasta en 70% en las regiones costeras. Esto quiere decir que en las costas se registrar�an temperaturas de unos 10 °C bajo lo normal durante los tres primeros meses. Hay que se�alar que un cambio clim�tico que redujo durante algunos meses la temperatura promedio de Canad� en "tan s�lo" 1 C° fue suficiente para impedir el cultivo de trigo durante toda una temporada.

En el hemisferio sur, los cambios atmosf�ricos posteriores a una guerra nuclear se producir�an no s�lo debido al polvo y el humo inyectados en la atm�sfera por las explosiones que ocurran en el propio hemisferio, sino tambi�n debido al transporte de los mismos elementos desde el hemisferio norte. Este transporte interhemisf�rico lo producen vientos —como los monzones— que normalmente atraviesan la l�nea ecuatorial, y corrientes de aire en la media y alta atm�sfera. Evidencia de este tipo de transporte entre un hemisferio y el otro se ha observado en fen�menos atmosf�ricos del planeta Marte, en que tormentas de polvo producidas en una regi�n bien localizada se distribuyen a todo el planeta dentro de unos 10 d�as. Tambi�n, los estudios realizados durante la erupci�n del volc�n El Chich�n, ubicado a 14 grados de latitud Norte, indicaron que entre 10 y 20% del polvo inyectado en la alta atm�sfera hab�a sido transportado al hemisferio sur siete semanas despu�s de la erupci�n. Bas�ndose en estas evidencias, es razonable esperar una r�pida distribuci�n mundial del polvo y el humo que se produzcan durante una guerra que puede afectar directamente s�lo a un hemisferio.

Uno de los casos estudiado por TTAPS se refiere a los efectos atmosf�ricos globales en el hemisferio sur que producir�a la detonaci�n de 300 bombas de un megat�n (50% sobre ciudades) en este hemisferio, adem�s de la mitad del polvo y el humo producidos durante el intercambio b�sico de 5 000 megatones en el hemisferio norte. Esto presupone un transporte interhemisf�rico r�pido del material depositado en la atm�sfera. El an�lisis concluye que la temperatura de la superficie del hemisferio sur bajar�a unos 8 °C a las pocas semanas y permanecer�a durante ocho meses unos cuatro grados bajo lo normal. El invierno nuclear se extender�a sobre todo nuestro planeta.

Otros efectos que es necesario considerar son los niveles globales de radiaci�n causados por la lluvia radiactiva y la disminuci�n de la capa de ozono a causa de la producci�n de �xidos de nitr�geno por la bola de fuego. Para el escenario b�sico, suponiendo que la mitad de las bombas sean de fisi�n, TTAPS predice para el hemisferio norte dosis promedio de 20 rads que ser�an recibidas por la poblaci�n durante el transcurso de varios meses. Esta estimaci�n considera una exposici�n sin protecci�n especial a los rayos gamma emitidos por la lluvia radiactiva ca�da a partir de dos d�as despu�s de las explosiones, es decir, se aplica a regiones que no fueron directamente bombardeadas. En las latitudes medias del hemisferio norte, donde tal vez se detonar�an la mayor�a de las bombas, los valores pueden ser dos o tres veces mayores, estim�ndose unos 50 rads debido a irradiaci�n externa de rayos gamma m�s 50 rads a causa de la ingesti�n de alimentos contaminados con radiactividad. Esta regi�n de altas dosis incluye la mitad norte de M�xico. En las zonas ecuatoriales y polares del hemisferio norte, los valores ser�an unas dos o tres veces menores que el promedio, y podemos esperar en particular para Am�rica Central una irradiaci�n total (externa m�s interna) cercana a los 10 rads. Esto es unas 100 veces los valores promedio de la radiaci�n natural de fondo.

Para el hemisferio sur se pueden estimar los niveles de dosis recibidos despu�s de la explosi�n de los 5 000 megatones del escenario b�sico suponiendo que la mitad del material radiactivo en suspensi�n sea transportado al hemisferio sur y que estas part�culas comiencen a caer un mes despu�s de las detonaciones. Bajo estas suposiciones, en promedio. se recibir�an dosis cercanas a los ocho rads, incluyendo tanto la irradiaci�n externa como la ingesti�n de sustancias radiactivas incorporadas a las cadenas alimentarias. Estos niveles de radiaci�n, que son unas 80 veces los valores normales de fondo, se deber�an �nicamente a una guerra ocurrida en el hemisferio norte, sin considerar los efectos locales de posibles ataques a blancos en el hemisferio sur. (Uno de los casos extremos estudiado por TTAPS supone un intercambio de 10 000 megatones en el hemisferio norte y 100 Mt contra ciudades del hemisferio sur. Los niveles de radiaci�n ser�an entre 20 y 200 rads durante el primer mes en el hemisferio austral).

Finalmente, el estudio de TTAPS estima el electo causado por la detonaci�n de los 5 000 megatones del escenario b�sico en la capa de ozono que rodea a la Tierra. Es sabido que la mol�cula de ozono absorbe eficientemente parte de la radiaci�n ultravioleta proveniente del Sol y evita los efectos da�inos que esta componente de la luz solar causa en los seres vivos. Seg�n TTAPS, se puede esperar una reducci�n de 30% en la capa de ozono, que resultar�a en un aumento de la intensidad de luz ultravioleta al doble de los valores actuales durante el primer a�o posterior a la guerra. Este aumento se har� sentir a medida que los niveles de iluminaci�n regresen a los normales. Los efectos biol�gicos que �ste y los otros fen�menos predichos por TTAPS tendr�an sobre el ecosistema terrestre son presentados m�s adelante en este mismo cap�tulo.

Otros estudios sobre los efectos globales de una guerra nuclear se han completado recientemente, con escenarios similares a los del grupo TTAPS, pero incorporando un an�lisis m�s detallado de algunos de los procesos. Se puede decir que todos los resultados son esencialmente consistentes entre s�. Para mejorar la precisi�n de este tipo de an�lisis se requiere de algunos experimentos y observaciones espec�ficas cuyos resultados actualmente se desconocen. En particular, no se sabe con certeza c�mo se distribuye en altura el holl�n y el humo producidos en un incendio urbano o forestal, ni c�mo la lluvia y la nieve podr�an acelerar la ca�da de estos elementos a la superficie. En relaci�n con el primer punto mencionado, a partir de comienzos de 1987 se est�n produciendo en los Estados Unidos incendios forestales controlados para medir la cantidad de material inyectado a la atm�sfera y conocer detalles de su distribuci�n y posterior regreso a la superficie. Otro punto de discusi�n entre diferentes grupos de cient�ficos interesados en estos temas son los detalles del mecanismo que causar�a el transporte interhemisf�rico de polvo y humo; este conocimiento es fundamental para predecir los efectos de una guerra sobre el hemisferio sur.

Efectos biol�gicos

Paralelamente al estudio TTAPS, en que se predicen cambios serios en el ambiente como consecuencia de una guerra nuclear y el establecimiento de una temporada "invernal'' que durar�a varios meses, un grupo de bi�logos ha efectuado un an�lisis de los efectos que tal perturbaci�n de la atm�sfera, el clima y los niveles de radiaci�n podr�a tener sobre el ecosistema terrestre. Estos resultados fueron publicados junto con los anteriores y los resumimos a continuaci�n, refiri�ndonos en particular al efecto del invierno nuclear sobre los ecosistemas continental, acu�tico, agr�cola, y sobre la sociedad humana, a corto, mediano y largo plazo.

Durante los primeros meses posteriores a la guerra, el sistema terrestre continental sufrir�, independientemente de la estaci�n del a�o, temperaturas en extremo bajas, que causar�n da�o grave a la vegetaci�n, en particular a la del hemisferio norte, donde los efectos f�sicos ser�n mayores, y a la de las zonas tropicales, que son menos resistentes a una disminuci�n de la temperatura ambiental. El obscurecimiento causado por las part�culas suspendidas en la atm�sfera reducir� los niveles de fotos�ntesis hasta pr�cticamente eliminar la productividad de las plantas. Grandes cantidades de animales perecer�n a causa del fr�o, la escasez de agua fresca (estar� toda congelada), y la oscuridad. Al cabo del primer a�o, la productividad vegetal continuar� disminuida, a pesar de que muchas plantas perennes y semillas especialmente resistentes habr�n sobrevivido. A medida que la oscuridad desaparece, los altos niveles de radiaci�n ultravioleta causar�n da�o en las hojas de las plantas, debilit�ndolas a�n mas, y en la c�rnea del ojo de los animales, causando ceguera generalizada. Habr� pocos recursos alimenticios para los vertebrados, con la consiguiente competencia entre los animales por la comida, y una posible extinci�n de muchas de las especies hoy conocidas. La productividad vegetal se recuperar� lentamente dentro de la d�cada siguiente, pero el da�o extenso sufrido por los ecosistemas ser� irreversible. La p�rdida masiva de las especies, sobre todo en zonas tropicales, ser� la causa de una diversidad gen�tica y de especies mucho m�s reducida que la alcanzada hasta el tiempo presente.

El sistema acu�tico natural sufrir� r�pidamente despu�s de la guerra el congelamiento de sus superficies, en particular en el hemisferio norte, La fauna y flora acu�tica no sentir�n demasiado las bajas temperaturas, excepto por aquellas especies que habitan en zonas costeras y en dep�sitos acu�ticos tropicales poco profundos. La reducci�n de los rayos luminosos pr�cticamente terminar� con la vida del fotoplancton, eliminando la base alimentaria de muchas especies marinas y de agua dulce. Los peces que sobrevivan, y que representar�n una de las pocas fuentes alimentarias para los seres humanos, estar�n contaminados por las sustancias radiactivas que cayeron en el agua. La falta de fotoplancton causar� la extinci�n de muchas especies dentro del primer a�o, y aunque en este plazo comenzar�n los deshielos, las p�rdidas ser�n irreversibles. Los organismos que se encuentran mejor adaptados a las fluctuaciones naturales de temperatura se recuperar�n mucho mejor que las especies tropicales. Durante los 10 a�os siguientes el regreso a la "normalidad" para las especies acu�ticas sobrevivientes ser� m�s acelerado que sobre los continentes. La fauna marina costera ser� entonces una fuente alimentaria viable para el ser humano, aunque todav�a con niveles altos de contaminaci�n.

La agricultura se detendr� en todo el planeta a causa de las temperaturas extremas y los bajos niveles de iluminaci�n durante los primeros meses que sigan a la guerra. Las reservas de alimentos en los lugares bombardeados estar�n destruidas, contaminadas, f�sicamente inalcanzables, o se agotar�n pronto. Los pa�ses importadores de alimento y que no hayan sufrido ataques directos, es claro que dejar�n de recibir productos de los Estados Unidos y de Europa. Al cabo del primer a�o, la productividad agr�cola ser� todav�a muy baja y no se contar� con la ayuda de fertilizantes ni de pesticidas. Dentro de la siguiente d�cada el restablecimiento de las actividades agr�colas en la Tierra tendr� que afrontar la reducci�n severa del aporte humano en cuanto a regad�o, fertilizantes, y protecci�n contra pestes y enfermedades.

Los seres humanos que sobrevivan a los efectos inmediatos de las explosiones ser�n quiz� 50 ó 75% de la poblaci�n mundial actual. Durante los primeros meses se enfrentar�n con temperaturas extremas, casi oscuridad permanente, cambios clim�ticos violentos y falta de vivienda, refugio y combustibles. Estos factores adversos producir�n muerte generalizada debido a la exposici�n a la lluvia radiactiva, al hambre, a la falta de agua, adem�s de la ausencia de sistemas m�dicos y a la tensi�n emocional y psicol�gica. No existir� ninguno de los sistemas de apoyo social, como son la distribuci�n y venta de alimentos y de energ�a, los servicios de transporte, de atenci�n m�dica o de comunicaciones. Despu�s de un a�o, los niveles de radiaci�n ambiental ser�n todav�a una amenaza para los seres humanos, pero el factor m�s adverso en esta etapa lo constituir� la falta de producci�n agr�cola. Surgir�n epidemias con facilidad debido a la baja resistencia inmunol�gica de los sobrevivientes irradiados, causando gran mortalidad, ya que los sistemas de apoyo, en particular los m�dicos, a�n no se habr�n restablecido. Al volver la luz solar deber�n tomarse medidas generales de protecci�n contra la radiaci�n ultravioleta para evitar la ceguera. La tensi�n psicol�gica por lo vivido continuar� afectando gravemente a los sobrevivientes. Durante las d�cadas siguientes se espera, en el mejor de los casos, un lento regreso a condiciones sociales y de desarrollo muy inferiores a las conocidas antes de la guerra.

Para resumir los resultados de los estudios expuestos en este cap�tulo, podemos recalcar que los efectos clim�ticos posteriores a un intercambio de armas nucleares limitado a cientos de megatones sobre ciudades son similares a los predichos para una guerra de mayor escala (miles de megatones). Ninguno de estos resultados es el escenario m�s grave imaginable dado el tama�o de los arsenales actuales. Todos los ecosistemas sufrir�n situaciones fuertemente adversas. Los sobrevivientes enfrentaran fr�os extremos, carencia de agua, falta de alimentos y combustibles, contaminaci�n qu�mica y radiactiva, enfermedades e infecciones, todo esto en la oscuridad permanente, o quiz� en la semioscuridad. Los efectos a mediano y largo plazo, junto con los 1 000 millones de muertes inmediatas, sugieren que podr�a no haber seres humanos sobrevivientes en el hemisferio norte. Los efectos en el resto del planeta, particularmente la extinci�n de muchas de las especies vegetales y animales existentes hoy en d�a, representan un grave desaf�o a la propia permanencia de los seres humanos sobre la Tierra.

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