EL NIñO PRECOZ DE KINNORDY

Aun antes de ser estudiante universitario y en gran medida por efecto de la influencia familiar, Charles tenía una inclinación marcada por el naturalismo, que cultivaba a través de su afición a coleccionar insectos. Charles nació en el corazón de Escocia, en el poblado de Kirremuir, del antiguo condado de Forfarshire, ahora Strathmore. Kirremuir era una pequeña población situada a los pies de los montes Grampianos, donde la familia Lyell poseía una gran residencia que llevaba por nombre Kinnordy. El padre de Charles, Charles Lyell de Kinnordy, era abogado, al mismo tiempo que militar retirado del cuerpo de voluntarios durante la guerra de fines del siglo XVIII con Francia. Lyell de Kinnordy tenía una afición que, a fines del siglo XVIII y durante el XIX, era frecuente entre la clase media educada de su país: se interesaba intensamente tanto por la botánica como por la entomología. Pero tenía además otras inquietudes intelectuales que lo llevaron a ser un traductor reconocido de las obras de Dante al inglés. Su afición por la botánica, pero especialmente por los líquenes, le permitió mantener una intensa correspondencia con los botánicos más importantes de su tiempo, como Dawson Turner y William Hooker, padre de Joseph, futuro gran amigo de Charles; ese interés y esfuerzo le merecieron tener dedicada a su nombre una especie nueva de plantas.

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Charles Lyell

Charles Lyell hijo nació en un otoño particularmente benigno, el 14 de noviembre de 1797, primogénito de una familia en la que hubo diez hijos: siete mujeres y tres hombres. Al poco tiempo de nacido Charles, la pareja Lyell, Charles padre y su esposa Frances, se desplazó a vivir al sur de Inglaterra, en búsqueda de climas más benignos para la gran familia que estaba por venir; así, se instalaron en un pequeño poblado cerca de Southampton. Charles aprendió, con la tutoría de sus padres, a leer a los tres años, pero no asistió a la escuela hasta cumplidos los siete, en compañía de su hermano menor Tom; se trataba de una escuela de mediana calidad en Ringwood, un pequeño puerto de pescadores en el día y de contrabandistas en la noche, cerca de donde los Lyell vivían. Un poco después, decepcionado de la escuela en Ringwood, Lyell padre trasladó a sus hijos a una mejor escuela en Salisbury; sin embargo Charles hijo no duró mucho tiempo ahí, dado que sufrió un ataque de pleuresía y tuvo que regresar a su casa para pasar ahí largas temporadas de cuidado y reposo. Durante estas estancias en su casa, Charles, heredando la afición de su padre por el naturalismo, empezó a colectar ávidamente mariposas, lo que le ganó considerables burlas y el escarnio de sus amigos y, curiosamente, de su familia, que parecía considerar poco viril la ocupación de perseguir mariposas en un chico ya en su pubertad.

De manera que cuando en 1816, a los 19 años de edad, Charles se inscribió en el Colegio Exeter (Exeter College) de la Universidad de Oxford, contaba ya con una vocación definida que cultivaría en parte llevando algunos cursos de entomología y leyendo ávidamente cuanto libro sobre naturalismo cruzaba su mirada; entre éstos, la Geología de William Buckland lo impresionó profundamente, en especial lo concerniente a sus especulaciones acerca de la edad de la Tierra, basadas en el conocimiento geológico de la época.

Lo anterior lo motivó a tomar cursos de geología con el mismo Buckland, uno de los geólogos más reconocidos de la época, quien además era eclesiástico, ocupación no infrecuente en esos tiempos en que estar empleado por la Iglesia permitía a individuos con otras inquietudes intelectuales no remuneradoras sostenerse económicamente y dedicarse en parte a cultivar disciplinas de índole científica. Buckland, quien no restringió su éxito a sus intereses geológicos, sino que también tuvo notables logros en su carrera eclesiástica (llegó a ser un famoso deán de la abadía de Westminster), ejerció una influencia académica decisiva en la formación del joven Lyell durante su estancia en Oxford. Buckland era notable por su carácter brioso y había logrado cultivarse cierta fama por las numerosas anécdotas que lo describían como un individuo que no reparaba en convencionalismos, tanto acerca de la ciencia como de estándares sociales. De la misma forma que se le ocurría servir a sus huéspedes carne de cocodrilo en el desayuno para "probar si tendría aceptación entre el público inglés", destruía el mito de un "milagro" de algún santo, cuya sangre se licuaba periódicamente en el piso de alguna catedral europea, demostrando, por el sencillo método de probar con la lengua, que no se trataba de sangre del santo, sino de la orina de los murciélagos que habitaban la catedral. Es muy posible que esta actitud tan heterodoxa de conducirse acerca de la ciencia por parte de Buckland, haya influido en Lyell para que adquiriese una notable aptitud para comunicar sus ideas científicas no solamente a sus colegas geólogos, sino también al público no especializado.

Cuando todavía era estudiante en Oxford, Charles tuvo la fortuna de realizar un viaje de vacaciones con sus padres y dos de sus hermanas a la zona alpina de Francia, Suiza e Italia, ocasión que aprovechó al máximo para satisfacer su interés por la geología. En este viaje tuvo por primera vez, en Chamonix, la oportunidad de conocer y estudiar en detalle un glaciar. Se maravillaba de los efectos que el hielo perenne produce sobre la roca en la que descansa al ir rayándola conforme se desplaza, como si tuviese unas garras enormes, produciendo el fino material que se deposita lentamente para conformar la morrena del glaciar. Después de observar el proceso por horas durante el día, Charles también se mostraba sorprendido de la lentitud con que el hielo del frente del glaciar se iba fundiendo, en un perenne ciclo de deshielo y recongelación, para dar origen a las corrientes que posteriormente forman los ríos en esa zona alpina.

Sus memorias del viaje transmiten las impresiones de un joven en constante inquisición del medio que lo rodeaba y con un agudo sentido de observación. Su visita de un verano a los Alpes sembró en él la semilla de dos elementos que a lo largo de su vida resultaron cruciales: su percepción detallada de las características de los procesos geológicos que observaba, particularmente de su lenta pero tenaz acción, y un profundo sentimiento de aprecio por la belleza y la grandeza del paisaje terrestre, paisaje que por el resto de su vida trataría de comprender y de interpretar, contagiando su amor por la naturaleza a quienes profesionalmente tuvieron contacto con él.

El mismo año en que Lyell terminó sus estudios en Oxford (1819) a los 22 de edad, fue admitido como miembro de la Sociedad Linneana (Linnean Society of London) y de la Sociedad Geológica (Geological Society of London). Curiosamente, seis meses después de graduarse en la universidad, Charles se trasladó a Londres, en donde se inscribió en la Escuela de Derecho Lincoln (Lincoln School of Law). Recordemos que era un tiempo en que las profesiones clásicas (derecho, teología o medicina, por ejemplo) representaban el prototipo dominante del interés profesional considerado socialmente aceptable para un joven recién egresado de la universidad. Probablemente Charles, a pesar de su claro interés por la geología, no decidía por qué profesión optar para ubicarse socialmente.

Charles se vio forzado a interrumpir sus estudios de leyes por debilidad visual; durante tres años tuvo que evitar las grandes demandas de lectura que los estudios de leyes le imponían. Esto pudo haber constituido una pérdida para el derecho británico, pero ciertamente demostró ser una enorme ganancia para la ciencia en general y para la geología en particular.

Durante esos tres años, Lyell viajó intensamente, tanto en las islas Británicas como en el continente europeo, haciendo numerosas prospecciones geológicas; no obstante, el aspecto más importante de este periodo de sus "vacaciones de la ley" fue la oportunidad de interactuar con dos importantes naturalistas de su época, Cuvier y Humboldt, quienes lo recibieron con frecuencia en sus respectivos hogares y lo invitaron a reuniones de discusión académica con sus colegas franceses y alemanes; sin duda, el intercambio de ideas y experiencias con ellos debió de haber reforzado aún más en Charles su vocación geológica. Al final de este periodo, cuando ya se había recuperado de la vista y podía leer sin dificultad, regresó a Londres a terminar sus estudios de abogado, profesión que ejerció por un corto lapso en el circuito de jurados de Inglaterra, no tanto porque la profesión le fuese atractiva desde el punto de vista económico, sino porque le servía como fachada para poder dedicarse sin grandes problemas a estudiar geología, evitando las presiones de sus amigos y conocidos.

Sin embargo, poco después, Charles decidió resolver de una buena vez esta mescolanza entre abogacía y geología. En una carta a su hermana, le comenta: "No tengo dudas, por lo que he visto de la vida hasta ahora, de que aquellos que tienen más independencia son los afortunados que, contando con medios modestos de subsistencia, pueden dedicarse a las actividades científicas y literarias".

A pesar de que su padre tenía una posición económica desahogada, Charles decidió mantenerse por su propio esfuerzo, para cubrir los considerables gastos de sus excursiones geológicos. Fue durante este periodo cuando Lyell concibió el desarrollo del libro que revolucionaría el conocimiento geológico de la época y la concepción histórica de nuestro planeta.

2 Frederick Burkhardt y Sidney Smith (comps.), The Correspondence of Charles Darwin, 2 vols., Cambridge, Cambridge University Press, 1985.

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