SIEMPRE HA LLOVIDO IGUAL

El primero de los tres vol�menes del libro de Lyell titulado Principios de geolog�a o los cambios modernos de la Tierra y sus habitantes, se public� en 1830, cuando Charles ten�a 33 a�os. Fue seguido por el segundo dos a�os despu�s y por el �ltimo volumen en 1833. El libro fue un �xito rotundo y tuvo 12 ediciones en los siguientes 45 a�os, durante los que su autor se dedic� a obtener m�s y nueva informaci�n para mejorar cada edici�n. Algunos de los elementos centrales del libro eran s�ntesis de ideas que ya hab�an sido propuestas, al menos parcialmente, por otros ge�logos como Thomas Hutton, tambi�n de origen escoc�s, autor de La teor�a de la Tierra, en 1785, y cuyas ideas resultaron demasiado innovadoras para ser aceptadas por los ge�logos de esa �poca. Lyell hizo el debido reconocimiento a la paternidad de Hutton de las ideas centrales del uniformitarismo —t�rmino con que se conoc�a a la teor�a que sintetizaba los principios propuestos por Lyell—, las cuales establecieron una sonada pol�mica con los ge�logos "cl�sicos" de la �poca, que formaban la corriente de pensamiento denominada de los catastrofistas o diluvianistas.

Mediante el uniformitarismo, Lyell trataba de explicar, como lo describi� en el subt�tulo de su obra ("Un intento para explicar los cambios iniciales de la superficie de la Tierra en relaci�n con las causas operantes en el presente"), los fen�menos geol�gicos por medio de causas que se pod�an observar en el presente, y que hab�an sido siempre uniformes. Por uniformidad de las causas Lyell entend�a no solamente que los mismos agentes geol�gicos, como la lluvia y las corrientes fluviales, los terremotos o la actividad volc�nica, hab�an operado en el pasado como lo hac�an en el presente, sino tambi�n que la frecuencia y la intensidad de la acci�n de esos agentes nunca hab�a variado. Su visi�n del pasado era la de una infinita variaci�n sin sentido alguno, de una incesante repetici�n de procesos de emersi�n y erosi�n de continentes. En congruencia con esta visi�n, Lyell negaba que la geolog�a pudiera demostrar un proceso de cambio de la superficie terrestre con cierta direcci�n, o a partir de un estado inicial sustancialmente diferente del presente.

La concepci�n de Lyell acerca de la uniformidad de los procesos geol�gicos se puede resumir, de acuerdo con Rudwick, en cuatro puntos:

1. Uniformidad de las leyes. Las leyes naturales son constantes en el tiempo y en el espacio; �ste es un requisito indispensable para extender inferencias inductivas hacia un pasado que ya es inobservable.

2. Uniformidad de los procesos. Si un fen�meno del pasado puede ser explicado por un proceso que ocurre en la actualidad, no hay necesidad de "inventar" una causa nueva para explicarlo. Esta idea se conoce como actualismo, es decir, la explicaci�n del pasado por causas actualmente en operaci�n.

3. Uniformidad de la intensidad de cambio, o gradualismo. El proceso de cambio es lento y acumulativo; los fen�menos de gran escala, como la elevaci�n de una cadena monta�osa, se producen por la acumulaci�n lenta y constante de cambios casi insensibles a lo largo de periodos muy largos.

4. Uniformidad de estado. La historia de la Tierra no sigue un curso determinado; nuestro planeta siempre se ha comportado y ha lucido en forma muy similar a como lo hace en el presente, y se encuentra en un estado de equilibrio estable, por lo que no solamente podemos extrapolar al pasado leyes, procesos y tasas de cambio, sino tambi�n el orden actual de las cosas; en otras palabras, ninguna �poca en el pasado fue m�s o menos rica en cambios y accidentes geol�gicos que el presente. Esto �ltimo tiene un componente de percepci�n de la escala de tiempo que complica mucho su interpretaci�n, pero desde luego sabemos que se han presentado fases de mucha m�s actividad de fen�menos geol�gicos en el pasado que las que vemos en la actualidad en la faz de la Tierra. Un ejemplo de lo anterior es la hip�tesis, propuesta por Louis y Walter Alvarez, f�sicos de la Universidad de California, sobre la extinci�n de la mayor�a de los dinosaurios debida al impacto de un cometa o asteroide contra la Tierra, que habr�a cambiado bruscamente las condiciones atmosf�ricas de nuestro planeta, causando la desaparici�n masiva de los reptiles que lo dominaban. La proposici�n de que los cometas pudiesen haber afectado las condiciones en la Tierra no es original de los Alvarez; Lyell critic� acremente en su tiempo a un tal William Whiston, quien suger�a que los cometas podr�an haber tenido efectos sobre la Tierra modificando sus condiciones geol�gicas.

Un aspecto particularmente importante de las ideas sostenidas por Lyell en el uniformitarismo, fue su intento de extender estos principios m�s all� del �mbito estricto de la naturaleza, intensidad y variabilidad de las fuerzas geol�gicas. Se negaba a aceptar cualquier proceso de desarrollo sucesivo de la vida animal y vegetal sobre la Tierra y de su transformaci�n a estados m�s avanzados. Esta refutaci�n resultaba necesaria en la argumentaci�n de Lyell para descartar la posibilidad de que la paleontolog�a sugiriese la existencia de �pocas en que la vida en la Tierra no hubiera existido o fuera incipiente, lo cual implicar�a inescapablemente condiciones geol�gicas radicalmente diferentes de las conocidas en el presente. En el pensamiento de Lyell, los mam�feros podr�an haber existido desde el inicio de la vida en la Tierra y su explicaci�n de por qu� no se encontraban en los dep�sitos f�siles m�s antiguos, era simplemente porque los paleont�logos a�n no agotaban la exploraci�n de esos estratos geol�gicos.

Por otro lado, los catastrofistas o diluvianistas, declarados opositores de las ideas de Lyell, fueron encabezados primero por Adam Sedgwick, connotado ge�logo que instruy� al joven Darwin en su campo; despu�s por William Whewell, matem�tico interesado en procesos geol�gicos, y posteriormente por Murchison, quien era amigo personal de Lyell y hab�a sido su colaborador en numerosas exploraciones geol�gicas. Su ataque a las ideas de Lyell se concentraba en dos puntos. Primero, insist�an en que las fuerzas geol�gicas en el pasado hab�an sido de gran magnitud, particularmente en �pocas en las que las discontinuidades de los estratos suger�an la existencia de enormes fuerzas puestas en acci�n repentinamente, aun por influencias sobrenaturales o divinas. Segundo, sosten�an que la Tierra se hab�a desarrollado gradualmente desde un estado primitivo, probablemente de roca fundida, hasta su presente condici�n, estable y pac�fica. En particular, propon�an que en el mundo org�nico, el arribo al presente estado de cosas hab�a sido gradual, y que hab�a ocurrido un desarrollo progresivo de las estructuras org�nicas.

Al conocer los puntos de vista de un bando y del otro, es difícil no llegar a la conclusi�n de que Lyell, el revolucionario cuestionador de las ideas aceptadas dogm�ticamente por los ge�logos cl�sicos en lo referente a la naturaleza de los procesos f�sicos que conforman la geolog�a, resultaba, en comparaci�n con los catastrofistas, tan extremadamente conservador y hasta francamente antievolucionista en lo que se refer�a a su visi�n de los procesos de transformaci�n, tanto del mundo f�sico como del biol�gico. La necesidad de interpretar toda una serie de fen�menos de manera que se conformasen a su idea de la inmutabilidad de los procesos geol�gicos lo llev� a distorsionar y a no comprender adecuadamente los fen�menos biol�gicos que inicialmente describi� de manera tan original.

Lyell se refiri� con frecuencia al fen�meno de la lucha por la existencia a la que se enfrentaban los animales y las plantas, as� como a los efectos que los cambios ambientales tienen en la adaptaci�n de los organismos. Sin embargo, no solamente no pudo relacionarlas con el proceso evolutivo, sino que los emple� para sacar la conclusi�n equivocada de que el progreso de las especies, es decir, la evoluci�n org�nica, no puede ocurrir. En un p�rrafo de sus Principios, Lyell se�ala: "Es ocioso discutir acerca de la posibilidad abstracta de la conversi�n de una especie en otra, dado que hay causas de naturaleza mucho m�s activa, que deben intervenir e impedir que tales conversiones ocurran".

No hay duda de que la controversia entre los proponentes del uniformitarismo y del catastrofismo fue mucho m�s compleja que la mera confrontaci�n de opiniones respecto a la naturaleza de las fuerzas f�sicas que modelaban los eventos geol�gicos. Se trat� de una diferencia mucho m�s profunda, incluso de naturaleza filos�fica, que nunca lleg� realmente a dirimirse entre los ge�logos. La contribuci�n de Darwin, con su concepto de la evoluci�n del mundo org�nico, fue la que finalmente resolvi� esta controversia que, por otro lado, se iba haciendo cada vez menos marcada con el paso de los a�os, gracias a que uno y otro lado aportaban nuevos datos y observaciones, y que resolv�an diferencias debidas m�s bien a la escasa informaci�n.

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