LA INFLUENCIA DE LOS PRINCIPIOS

Lyell no se restringió al uso de sus propios datos en la redacción de las sucesivas ediciones de sus Principios; también recurrió al uso de la cada vez más abundante literatura geológica y naturalista que, en buena parte, había sido estimulada por sus propias ideas. Un contribuyente notable de las nuevas ediciones de su libro fue Charles Darwin, quien había hecho aportaciones particularmente importantes al conocimiento de los procesos geológicos de América del Sur, en especial de Argentina y Chile. Lyell recogió las observaciones de Darwin sobre el devastador terremoto de febrero de 1835 en Chile, que produjo una súbita elevación de la costa chilena hasta de un metro sobre su antiguo nivel.

La relación personal entre Lyell y Darwin trascendió del nivel profesional al de una cálida amistad, particularmente entre 1837 y 1841; de hecho la única casa que Darwin visitaba en sus infrecuentes viajes a Londres era la de los Lyell, siempre para desayunar. Aunque la influencia e inspiración de Lyell sobre Darwin fue fundamental al principio de su vida académica, los intercambios epistolares y personales, sostenidos por un largo tiempo, enriquecieron notablemente el acervo de conocimientos de ambos. Lyell fue siempre un defensor decidido de Darwin, aunque no por esto ni por la relación de amistad que mantuvieron, aceptó del todo sus ideas acerca de la evolución orgánica mediante la selección natural. El obstáculo conceptual más serio que Lyell opuso para apoyar sin reservas el darwinismo, fue su renuencia a aceptar que el linaje humano estuviera relacionado con los primates. No obstante lo anterior, y gracias al empeño de Darwin, Lyell acabó por convertirse de lleno a la idea de la progresión orgánica; en el libro en el que refiere sus ideas sobre la historia de la humanidad (Sobre las pruebas geológicos de la antigñedad del hombre, 1862), así como en la última edición de los Principios, Lyell reconoce la "teoría del desarrollo progresivo de la vida orgánica" y propone su compatibilidad con la constancia de las leyes de la naturaleza y con la capacidad de extrapolar al pasado los procesos naturales del presente.

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