PROHIBIDO CASARSE
Thomas se hundió en la tranquila vida de la campiña inglesa, en el apacible correr del tiempo y en los sucesos cotidianos, solazándose en el plácido trato familiar de sus feligreses, participando de sus gozos y de sus penas. Esto puede resultar un poco incomprensible tratándose de alguien que había vivido con toda intensidad y con éxito la vida de los círculos académicos más importantes de su país. De nueva cuenta uno se pregunta hasta qué punto su defecto congénito le inducía, a pesar del éxito en su vida académica, a buscar el retiro de la actividad social, particularmente de las grandes ciudades, plagadas de individuos llenos de una curiosidad grosera e insidiosa. O bien, qué tanto su aislamiento respondería al deseo de tener las condiciones de calma y tranquilidad para que la compleja factoría de un cerebro creador funcionase sin las interrupciones que una vida social activa impone necesariamente. Durante este tiempo, Daniel Malthus escribe a su hijo una carta reprochándole, aunque sea en un tono muy suave, no haber empleado mejor la educación recibida en Cambridge. También es posible que Thomas haya decidido tener un periodo de "tregua" después de los agitados años de estudio.
El 10 de junio de 1793 Thomas recibe la noticia de que el Colegio de Jesús, del que fue alumno en Cambridge, lo había nominado fellow. Esto, aparte de constituir un honor, significaba también un modesto pero seguro ingreso económico adicional, sin ningún compromiso, excepto el de no contraer matrimonio... Ese año le trajo también la nominación vitalicia de cura de Okewood, lo cual significaba un ingreso permanente por el resto de su vida, siempre y cuando se conformase con menos de 200 libras anuales de sueldo...
Sin duda, 1793 fue un año de buenas noticias para Thomas y coincidió con el acontecimiento que culminaba el movimiento social más importante del siglo XVIII en Europa: la decapitación de Luis XVI y la Revolución francesa. Las ondas sísmicas del movimiento francés afectaron toda Europa, incluida Inglaterra, a pesar de su marcado aislamiento insular. La reacción inglesa a un movimiento que se consideraba bárbaro y ciertamente peligroso se vio reflejada en la promulgación de varias actas del Parlamento, como la Ley sobre los Extranjeros y la Ley sobre Correspondencia Traicionera, cuyo objeto era ejercer control sobre las actividades políticas simpatizantes de la Revolución francesa, que veían con buenos ojos que ocurrieran cambios similares en Gran Bretaña. La situación política y económica del país estaba considerablemente deteriorada, por lo que había numerosos críticos del gabinete conservador (tory) de William Pitt, que estaba en el poder. Los críticos eran, principalmente, los simpatizantes de la corriente política conocida como de los whigs, que estaba fundamentalmente compuesta por miembros de la clase no conformista inglesa: industriales de clase media y acomodada con ideas liberales y que pugnaban por reformas electorales y parlamentarias, así como por medidas de seguridad laboral y más prestaciones sociales.
Malthus unió su voz (o más bien su pluma) a la oposición, escribiendo en 1796 un documento contra el gobierno de Pitt, que nunca publicó pero hizo circular entre sus amigos y su padre. No es claro por qué Malthus no publicó su panfleto, ya que las referencias hechas al mismo por William Otter, uno de los amigos que recibió el documento y después lo reprodujo parcialmente en la biografía que escribió de Malthus, no indican que el documento hubiese sido peligrosamente crítico. De cualquier manera, la represión del gobierno británico cobró varias víctimas y una muy cercana a Malthus fue Gilbert Wakefield, su tutor en Warrington, quien había publicado un artículo criticando las ideas patrióticas del obispo de Llandaff, lo cual implicaba que Wakefield pensaba que Gran Bretaña no era capaz de defenderse de una invasión de los franceses, por lo que sería conveniente adoptar medidas como las tomadas en la Revolución francesa. El artículo costó a Wakefield dos atroces años de prisión, de los que nunca pudo sobreponerse y de cuyas consecuencias murió poco después de su liberación en 1801, a los 45 años de edad.
Es muy posible que Malthus, para esos momentos, hubiese ya concebido su pensamiento económico-social. Este fue influido fuertemente por varios elementos: uno de ellos era la cruda realidad de una sociedad inglesa inmersa en el avasallador proceso de la Revolución industrial, el cual generaba una atroz secuela de miserias humanas resultante de la explotación que el nuevo sistema industrial ejercía sobre la fuerza de trabajo, particularmente de mujeres y niños. Por otro lado, Thomas se había desencantado de las propuestas teóricas humanistas de escritores tan admirados por su padre como Hume y Rousseau, a las que consideraba utópicas e inalcanzables a la luz de la cruda realidad social que existía tanto en su país como en otros de Europa, incluida la Francia posrevolucionaria.
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