LAS LEYES DE LOS POBRES O LOS POBRES POR LEY

Uno de los elementos de la vida social de la Inglaterra de su tiempo contra los que Thomas dirigió buena parte de su atención, fue el de las llamadas Leyes de los Pobres. Estas leyes se derivaban de una emitida en 1601, durante el cuadragésimo tercer año del reinado de Isabel I, en la que se hacía responsable a cada parroquia del cuidado de sus pobres. Dicha legislación tenía un origen basado más en un concepto del pobre como individuo aislado, que de la pobreza como condición social. Se distinguían en ese entonces cuatro tipos de pobres:

a) Los ancianos, los enfermos crónicos y los infantes demasiado pequeños para trabajar;
b) Los inhabilitados temporalmente debido a un accidente o a una enfermedad;
c) Los desempleados, y
d) Los vagos, categoría muy flexible que dependía para su aplicación de los humores, costumbres y temperamentos locales de la parroquia de que se tratase.

Como era natural, las categorías c) y d) tendían a incrementarse con el aumento de población, lo cual provocó que se emitiesen las Leyes de Asentamientos, que impedían que un recién llegado a una parroquia pudiera asentarse irregularmente en ella y se convirtiera en carga económica adicional para los habitantes de la misma. Esto estimuló una cacería inmisericorde de "extraños", particularmente si se trataba de mujeres embarazadas cercanas a dar a luz, a las que se ahuyentaba de una parroquia a otra. También como resultado del creciente número de indigentes, se establecieron en muchas parroquias, particularmente en las más ricas, casas o refugios de menesterosos manejados por concesiones a personas que generalmente sólo velaban por su beneficio económico, con la consecuente cadena de corrupciones y venalidades.

A finales del siglo XVIII se estableció una nueva categoría de pobres: aquellos que a pesar de tener un empleo no ganaban un salario suficiente para mantener a su familia, particularmente si era grande. Esta categoría empezó a incrementarse rápidamente a consecuencia de las mejoras en la salud pública, en especial con el uso de la inoculación contra la viruela. Esta técnica fue introducida alrededor de 1720 en Inglaterra por Lady Mary Wortley Montagu, una mujer excepcionalmente inteligente e inquieta, escritora, feminista y gran admiradora de la cultura otomana, de donde aprendió el uso de la inoculación directa contra la viruela. Edward Jenner descubrió casi a finales del siglo el método de la vacunación y desarrolló una vacuna contra la viruela, logrando un control casi total de la mortal enfermedad. Los resultados directos de estas acciones fueron la reducción drástica de la mortalidad infantil y, por lo tanto, la formación de familias más numerosas. Como consecuencia del incremento poblacional, se volvió más frecuente que se requirieran, como parte del salario, apoyos económicos para el sostén de la familia; éstos se empezaron a dar en la forma de una escala móvil basada en el precio del pan, conocida como sistema Speenhamland; sin duda, los sueldos bajos y una especulación con el precio del trigo deben de haber sido en extremo ventajosos para los patrones industriales, que empleaban abundante mano de obra de personas que con ese sistema no podían distinguir el verdadero monto de su salario.



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Escenas de la vida de los obreros en tiempos de Malthus.

No es difícil darse cuenta entonces de que hacia la última década del siglo XVIII se había establecido una igualdad entre ser obrero y ser pobre, y que algunos intelectuales de la época, entre ellos Malthus, estaban alarmados por el severo proceso de desmoralización que sufrían los obreros y los campesinos asalariados al encontrarse sumidos en la miseria. La percepción social de la época acerca del significado de la pobreza y el hambre, así como la de las Leyes de los Pobres, queda claramente plasmada en la siguiente cita de la Disertación sobre las Leyes de los Pobres, escrita por Joseph Townsend, clérigo inglés, y publicada en 1786 bajo el seudónimo de "Alguien que desea el bien de la humanidad":

Los pobres saben muy poco acerca de los motivos que estimulan a las capas más altas de la sociedad a la acción: el orgullo, el honor y la ambición. En general, es únicamente el hambre la que puede estimular y atraerlos [a los pobres] al trabajo; sin embargo, nuestras leyes han establecido que ellos nunca padecerán hambre. El hambre no es solamente una presión sutil, sino que puede ser el motivo más natural para que la gente sea industriosa y trabajadora, y realice los esfuerzos más poderosos. El hambre doma a los animales más fieros; les enseña decencia y civismo, obediencia y sujeción a los brutos, a los más obstinados y a los más perversos. Ciertamente, es una queja generalizada de los granjeros que sus hombres no trabajan tan bien cuando están satisfechos y no tienen hambre.
Parece ser una ley de la naturaleza que los pobres deben ser hasta cierto grado incapaces de proveerse a sí mismos, que siempre habrá algunos que puedan atender los oficios más serviles, más sórdidos y más innobles de la comunidad. La esencia de la felicidad humana resulta grandemente beneficiada en la medida en que las personas más delicadas y sensibles no tienen que trabajar en quehaceres laboriosos, sino que resultan liberadas de los trabajos ocasionales que las hacen miserables, permitiéndoles la libertad para proseguir, sin interrupción, aquellas acciones para las cuales son adecuadas y que resultan las más útiles al Estado. En lo que se refiere a los más bajos de los pobres, por lo general ellos están contentos con las ocupaciones más miserables, los trabajos más laboriosos y las actividades más peligrosas. Las armadas y los ejércitos de un Estado se enfrentarían muy rápidamente a una escasez de soldados y de marinos si la sobriedad y la diligencia prevalecieran universalmente. ¿Qué es si no la desesperanza de la pobreza la que hace que las clases más bajas puedan encarar los horrores que los esperan en los océanos tempestuosos o en los campos de batalla?
Por lo tanto, una provisión segura y constante para los pobres debilita este resorte vital. Aumenta su incapacidad para proveerse a sí mismos, y además no promueve su agrado para hacer todos los trabajos que una comunidad requiere de los más indigentes de sus miembros. Tiende a destruir la armonía y la belleza, la simetría y el orden de ese sistema que Dios y la naturaleza han establecido en el mundo.
Las Leyes de los Pobres que tenemos en Inglaterra establecen que ningún hombre, incluso por su indolencia, incapacidad de proveerse a sí mismo, vicio, etc., puede padecer de necesidades y de hambre. En aras del progreso de la sociedad, seguramente se encontrará que por lo menos algunos requieren tener condiciones de escasez y, por lo tanto, yo propongo esta pregunta: ¿quién es más merecedor de sufrir el frío y el hambre: el pródigo o el que no se puede abastecer a sí mismo, el haragán o el diligente, el virtuoso o el vicioso?

Los ataques de Malthus a las Leyes de los Pobres, de las cuales a juzgar por el texto anterior no era el único crítico, le ganaron una buena parte del desprestigio del que nunca pudo deshacerse por completo, en especial porque también criticaba severamente las políticas oficiales del gobierno. Por ejemplo, Malthus escribió en 1813:  

Confieso que me parece muy extraño que tantas personas que tienen aspiraciones de ser considerados economistas políticos sigan aún pensando que está dentro de la capacidad de los jueces, o incluso de la omnipotencia del Parlamento, alterar por un decreto las características y la circunstancia de este país; y en las actuales condiciones, en que la demanda de los productos es mayor que la oferta, por la publicación de un simple edicto, logren que la producción instantáneamente alcance y sea mayor a la demanda. En este sentido, actuamos como si el mercurio de un barómetro que está marcando condiciones de "tormenta" lo eleváramos por alguna presión mecánica a la marca de "tiempo calmado" y después nos sorprendiéramos de que aún sigue lloviendo intensamente.

Uno de los párrafos que le trajeron mayor impopularidad es el referente a la inconveniencia de contraer matrimonio si las condiciones económicas de la pareja eran malas:

Para dar un conocimiento más general de esta ley y para que se refuerce mucho más en las mentes de las clases bajas de la población, los clérigos de cada parroquia deberían, antes de la solemnización de un matrimonio, leer un pequeño discurso a cada uno de los novios, estableciendo la inescapable obligación de cada hombre de sostener económicamente a sus hijos; lo impropio, incluso lo inmoral, de casarse sin la perspectiva más o menos razonable de estar en capacidad de hacer lo anterior; los males que han resultado para los pobres mismos de los intentos hechos por las instituciones públicas, a fin de relevarlos de una obligación que solamente les pertenece a los padres y la absoluta necesidad de abandonar tales instituciones públicas puesto que están produciendo efectos totalmente opuestos a los que se buscaban.
Lo anterior sería una bien definida, justa y precisa comunicación que nadie podría interpretar equivocadamente; sin presionar a nadie en particular, produciría de inmediato un cambio en las generaciones de su dependencia miserable y sin esperanza, sobre el gobierno y sobre los ricos, cuyas consecuencias tanto morales como físicas son verdaderamente incalculables.

Es importante señalar algunos elementos adicionales que describen otros aspectos del contexto social y cultural en el que sale a la luz pública el Ensayo sobre el principio de la población. El primero es que no había concepción social alguna sobre la posibilidad o conveniencia de utilizar métodos de regulación del tamaño de la familia. Esto no es sorprendente si recordamos que, hasta muy recientemente, se habían experimentado epidemias o hambrunas que diezmaron poblaciones enteras, tanto en las islas Británicas como en otros países europeos. Por otro lado, el apego a las enseñanzas religiosas y bíblicas inducía a las parejas a tener familias grandes, particularmente en una sociedad en que la mayoría tenía una ubicación rural y se dedicaba a actividades agrícolas, las cuales requerían de abundante mano de obra.

El segundo elemento es que el pensamiento de Malthus sobre economía social y demografía no era considerado como tal, sino que formaba parte de toda una amplia corriente cultural o literaria que ponía en la misma categoría a una persona interesada en "filosofía natural" que a un poeta o a un traductor de los clásicos. Desde luego, existían algunas excepciones y se referían a casos especiales como Newton o Adam Smith, a quienes sí se les ubicaba en nichos disciplinarios bien definidos.

Finalmente, aunque no menos importante, está el hecho de que no había conciencia social sobre la dinámica de la población y que, incluso, las ideas acerca de los cambios poblacionales eran muy generales y teóricas. Los datos estadísticos necesarios para tener una información concreta de cambios numéricos y estructurales de las poblaciones no existían. Los intentos por llevar a cabo censos poblacionales, realizados sólo unos 30 años antes, se habían encontrado con una enorme resistencia civil y religiosa, que incluso amenazaba con que tales esfuerzos se arriesgarían a castigos como los relatados en el Libro de las Crónicas de la Biblia, que "trajeron las pestilencias que asediaron a los israelitas cuando el rey David intentó censar a su pueblo".

A pesar de que los seguros de vida ya existían en la segunda mitad del siglo XVIII, y que por lo tanto se requerían de datos más fidedignos sobre las tasas de mortalidad, las esperanzas de vida, etc., las ideas sobre la dinámica poblacional eran verdaderamente confusas y basadas más que nada en apreciaciones subjetivas y en algunos datos parroquiales. Un bello ejemplo de lo anterior lo constituye un libro que sobre el tema publicó en 1771 Richard Price, importante impulsor de los sistemas de seguros y de las matemáticas aplicadas a los estudios actuariales, miembro de la Real Sociedad y precursor de algunas de las ideas que influyeron a Kant en sus contribuciones a la ética. El deleitable título del libro de Price es el siguiente:

Observaciones sobre los pagos hereditarios, sobre los esquemas para proveer anualidades a las viudas y a las personas de edad avanzada, sobre el método para calcular los valores de los seguros de vida y sobre la deuda nacional, así como ensayos sobre diferentes temas en la doctrina de anualidades sobre la vida y política aritmética, con una colección de nuevas tablas y un epílogo sobre la población del reino.

A pesar de lo anterior, William Wales logró publicar en 1781, con la colaboración del clero, Encuesta sobre el presente estado de la población de Inglaterra y de Gales, y en 1801 se dieron a conocer los resultados del primer censo británico.

La escritura del Ensayo sobre el principio de la población de Malthus aparentemente surgió de una agitada discusión sostenida con su padre acerca de un artículo de William Godwin aparecido en The Enquirer sobre la avaricia y la prodigalidad, y que traía a colación el problema general de los mecanismos por los cuales la sociedad progresaba económica y moralmente. Thomas menciona en el prefacio de la obra que inevitablemente ha tenido que dar una visión triste acerca de la vida humana porque está convencido de que esos elementos de tristeza y de depresión son parte del devenir de los hombres, y no porque él tuviese una predisposición para ver la vida de una manera depresiva y melancólica. A pesar de estos elementos, el ensayo está escrito en forma interesante y brillante, e incluye varios de los temas sociales que estaban en boga en ese tiempo: las relaciones de una creciente población y su bienestar y muchas de las ideas de gobierno desprendidas de la Revolución francesa. El ensayo muestra también la sensibilidad de Malthus en lo que se refiere a aspectos tan humanos como las dificultades de una familia grande para encontrar el sustento adecuado para dar atención a sus hijos, o las tribulaciones de una madre soltera. Sin duda, Thomas vertió en el ensayo muchas de sus diarias experiencias de la vida campirana adquiridas cuando atendía el curato de Okewood. Es un libro que en su sexta edición ha sido traducido a muchos idiomas y que bien vale la pena leer, aun cuando uno pueda estar en desacuerdo con algunos puntos de vista, seguramente exagerados por muchos de sus detractores (e incluso seguidores), que no necesariamente lo han leído (o entendido) adecuadamente.

Malthus reconoció a David Hume, Robert Wallace, Adam Smith y Richard Price como los hombres que más influyeron en el desarrollo de su teoría de la población. No obstante, el título de la primera edición del Ensayo hace referencia precisa a dos personas (mister Godwin y monsieur Condorcet) a cuyas ideas la obra sugiere prestar, al menos en parte, atención especial. Godwin y Condorcet tenían un atributo en común: ambos habían escrito obras utópicas en las que se presentaban visiones idealistas de la sociedad humana, de su desarrollo económico y cultural y de sus sistemas de gobierno.

William Godwin era un prestigiado escritor y filósofo, de tendencias anarquistas y no conformistas, y un fanático calvinista. Después de vivir un tiempo con Mary Wollstonecraft y por presiones sociales, contrajo matrimonio con esta mujer reconocida por su firme lucha en favor de los derechos feministas (que Godwin compartía y defendía sin reservas) en un tiempo en que ni siquiera la educación era igual para hombres y mujeres. Godwin es además famoso por la única hija que tuvo con su esposa: Mary Godwin de Shelley, autora de un libro clásico de la literatura inglesa: Frankenstein. Malthus se refería en el título de su ensayo a Godwin por el contenido y las ideas expresadas en su obra Encuesta acerca de la justicia política.

La otra persona a la que se refiere el título del panfleto de Thomas era Marie Jean Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet, excelente matemático, filósofo y literato de la Picardía francesa, que además fue revolucionario girondino, representante de París en la Asamblea Legislativa en el tiempo de la Revolución y autor de un sistema educativo que Francia adoptó entonces. Su posición tenazmente independiente en los asuntos de la Revolución lo marcó como una persona peligrosa para quienes estaban en el poder, y fue finalmente juzgado y condenado a muerte en ausencia por los jacobinos. Robespierre lo capturó y lo encarceló, y fue hallado muerto en su celda (quizá por propia mano) al día siguiente, el 28 de marzo de 1794. La obra por la que Thomas lo recuerda, publicada póstumamente, es Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano.

No se conoce alguna razón por la que Malthus haya decidido dar a publicar a su editor, Joseph Johnson, el panfleto en forma anónima. Era frecuente en esos tiempos que se publicasen artículos o panfletos (rara vez libros formales) en forma anónima. Quizá influyó en ello el hecho de que era la primera obra que exponía a la crítica pública, o bien la expectación de conocer la reacción de sus lectores antes de poner su nombre a la obra. Lo cierto es que Thomas vuelve a publicar, en 1800, una segunda obra en forma anónima: Investigación sobre la causa de los elevados precios de las provisiones, "por el autor del Ensayo sobre el principio de la población".

En el verano del año siguiente a la publicación del Ensayo, Thomas viaja con varios amigos, entre ellos William Otter, a los países nórdicos, donde además de pasear se dedica a hacer numerosas observaciones referentes a sus puntos de vista sobre la organización y la estructura social. El nuevo siglo se inicia en forma aciaga para él; poco después de su regreso de Escandinavia, en noviembre de 1799, su padre muere, el 5 de enero de 1800, en forma repentina, probablemente de un ataque cardiaco, y tres meses después, su madre, enferma desde hacía algún tiempo, sigue a Daniel Malthus al cementerio. Ambos fueron enterrados, uno al lado del otro, en el jardín de la iglesia de Wotton.

En la primera ocasión en que le fue posible viajar (el verano de 1802), Thomas organizó un paseo familiar por Europa para despejar de su mente las presiones de la publicación de sus dos trabajos anónimos, así como la fresca memoria de la muerte de sus padres. En este viaje los acompaña Harriet Eckersall, nieta de una tía de Thomas, diez años más joven que él, notablemente atractiva y de excelente carácter; aunados estos atributos al estado de ánimo de Thomas, se dieron todos los elementos para el inicio de una relación sentimental. Sin embargo, la pensión que Thomas tenía como fellow del Colegio de Jesús cesaría en el momento en que contrajese matrimonio y, ciertamente, los ingresos de la capilla de Wotton no eran suficientes para sostener a una familia... En apego a sus ideas acerca de que las parejas deberían contraer matrimonio solamente cuando tuviesen los medios para subsistir como familia, el romance con Harriet quedó en suspenso.

La segunda edición del Ensayo salió a la luz pública en 1803, ahora sí con su nombre como autor y en forma de libro con 610 páginas. Su costo también fue diferente del de la primera edición: ahora estaba valuada en una guinea y media; la guinea era una denominación inexistente con la que, sin embargo, era más "distinguido" y más caro cobrar, puesto que la guinea equivalía a una libra más un chelín. Esta edición difiere tanto de la primera que prácticamente puede ser considerada una obra diferente. En ella, Malthus reitera su argumento de que la sobrepoblación debe ser controlada por "prudencia" en el matrimonio, y no ya por los dramáticos controles que significan las epidemias y el hambre. Insiste también en que la única forma de propiciar el progreso y la mejoría de las condiciones de las clases pobres es mediante una educación y la preparación que permita a las personas casarse a una mayor edad, cuando tengan los recursos económicos para hacerlo y puedan regular el tamaño de sus familias en función de los recursos económicos de que dispongan.

Comenté anteriormente que la reacción de los economistas y los pensadores sociales acerca de la primera edición del Ensayo sobre el principio de la población fue tan violenta que Malthus se sintió en la necesidad de publicar inmediatamente la segunda edición, para aclarar y justificar algunos de los conceptos más atacados. Pues bien, la reacción a la segunda y a las posteriores ediciones no fue muy diferente, aunque estuvo basada en un mejor entendimiento de lo que Malthus quería comunicar, y por lo tanto fue más balanceada. El pensamiento clerical condenaba las ideas de Malthus acerca del control poblacional, incluso la de casarse a una mayor edad, como un reto al mandato bíblico de reproducirse y al logro de la función única de la mujer, que era la procreación. Igualmente, muchos sectores conservadores de la sociedad inglesa veían con enorme recelo las bien definidas ideas liberales de Malthus, que proponían la educación universal y gratuita de toda la población, a fin de que todos tuviesen las mismas oportunidades para prepararse. Por otro lado, varios grupos liberales no podían olvidar algunas afirmaciones (muy desafortunadas) que Malthus había hecho en su primera edición y que no aparecieron en las subsecuentes, acerca del carácter "redundante" de los pobres y desposeídos, por lo que lo acusaban de reaccionario y retrógrado. Sin embargo, la mayor debilidad en la argumentación de Malthus residía en haberle dado una importancia exagerada a un sólo factor (el desbalance entre el crecimiento poblacional y los recursos), minimizando u olvidando el papel (que demostró ser con el tiempo muy importante) que desempeñan otros componentes tecnológicos, sociales y económicos.

10 Patricia James, Population Malthus. His Life and Times, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1979.

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