ENFRENTAMIENTO CON DOGMAS

El �ltimo d�a en Bah�a Blanca Charles apenas tuvo tiempo, despu�s de volver a verificar sus notas de campo acerca de las colectas de los reci�n adquiridos f�siles, para alistarse, vistiendo su mejor ropa, como toda la tripulaci�n lo hac�a, con objeto de asistir al servicio religioso dominical que, una vez al mes, era conducido por el capit�n FitzRoy. En la lectura de la Biblia, el capit�n concluy� con algunos pasajes iniciales del G�nesis:

En el principio cre� Dios los cielos y la tierra... Dijo Dios: �Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansi�n de los cielos�... Y cre� Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron seg�n su g�nero, y toda ave alada seg�n su especie. Y vio Dios que era bueno... Luego dijo Dios: �Produzca la tierra seres vivientes seg�n su g�nero, bestias y serpientes y animales de la tierra seg�n su especie�. Y fue as�.

Charles hab�a no solamente o�do, sino le�do, decenas de veces estos vers�culos desde que ten�a uso de raz�n; pero hoy, como nunca antes en el pasado, se sinti� inc�modo con lo que o�a de boca de FitzRoy; los espec�menes y la informaci�n que hab�a estado colectando en las costas y planicies argentinas no concordaban con lo que la Biblia explicaba respecto al origen y la edad de las especies. Charles viv�a la angustia, aunque tambi�n la irrefrenable fascinaci�n, de empezar a enfrentar un dogma, no con otro dogma, sino con pruebas a�n inconclusas y desmembradas, pero irrefutables.

A fines de noviembre de 1832, el Beagle enfil� hacia las islas Malvinas (o Falkland para los ingleses) para su primera expedici�n al extremo sur de la costa argentina y de la Tierra del Fuego. FitzRoy ten�a planeado ah�, desde hac�a a�os, y despu�s del �ltimo viaje del Beagle a estas regiones, realizar un experimento por dem�s peculiar. En su visita anterior a las islas que componen el territorio de la Tierra del Fuego, el Beagle hab�a recogido a cuatro nativos de la zona: tres hombres y una mujer que fueron llevados de regreso a Gran Breta�a, un poco como trofeos de caza. Uno de los hombres muri� en un hospital en Inglaterra. Despu�s de unos a�os de vivir en Gran Breta�a, FitzRoy pensaba regresar a los tres sobrevivientes, una vez expuestos a los beneficios de la civilizaci�n occidental y la religi�n cristiana; para que, acompa�ados de un misionero, empezaran la sublime tarea de civilizar y cristianizar a los habitantes de la Tierra del Fuego. La idea rezumaba ingenuidad e ignorancia, resultado de la petulancia de considerar a la civilizaci�n europea como el dogma que hab�a que imponer en todo el mundo. Hasta los nombres impuestos a los tres nativos de la Tierra del Fuego revelaban la ridiculez de la idea de FitzRoy: los dos hombres hab�an sido "bautizados" como York Minster y Jemmy Buttons, y la mujer como Fuegia Basket. Un joven e inexperto cl�rigo, Richard Matthews, hab�a sido elegido por la Sociedad Misionera de la Iglesia Anglicana como el misionero que asegurar�a que la semilla de la civilizaci�n y el cristianismo que FitzRoy sembrar�a en la Tierra del Fuego germinara y diera frutos.

La expedici�n se dirigi� primero a la Tierra del Fuego a depositar su carga de ilusiones redentoras en una de las m�ltiples islas que conforman este territorio eternamente batido por el viento, de donde los tres fueguinos fueron recogidos a�os atr�s. La traves�a hacia el estrecho de Magallanes result� un martirio por lo revuelto del mar y las constantes tormentas, a pesar de ser pleno verano. En este trayecto el Beagle corri� el m�s serio peligro de naufragar, del cual sali� inerme gracias a la gran pericia como piloto de FitzRoy. Despu�s de un mes de luchar contra una eternamente mutable cordillera de olas, llegaron al estrecho.

La Sociedad Misionera prove�a a la nueva misi�n de una enorme cantidad de vituallas y equipo, algunas evidentemente necesarias, muchas otras signo de la triste ignorancia de lo que se pretend�a hacer en este extremo austral del mundo. As�, para regocijo de los marineros del Beagle, se desembarcaron, entre otras cosas, bacinicas de porcelana, charolas delicadamente decoradas para servir el t�, fr�giles soperas y copas de cristal, manteles de lino, etc�tera.

Despu�s del desembarco de personas y carga, se levantaron, con la participaci�n de la tripulaci�n del barco, las caba�as que constituir�an la primera base de la misi�n, con un misionero Matthews pre�ado de aprensi�n, tres nativos que volv�an a encarar las condiciones primitivas de las que hab�an salido, pero ahora casi sin poder comunicarse con sus parientes y conocidos, pues en el esfuerzo por aprender ingl�s, su lengua original estaba enmohecida, y un grupo de nativos que rodeaban a los reci�n llegados con un c�rculo de suspicacia, curiosidad y envidia. Despu�s de cultivar un pedazo de tierra y plantar hortalizas inglesas, FitzRoy dej� la misi�n para cartografiar porciones desconocidas del estrecho.

Unas semanas despu�s de trabajo cartogr�fico en el laberinto de islas y estrechos que forman esta punta sur del continente americano, el Beagle retorn� a la reci�n establecida misi�n de la Tierra del Fuego. Las construcciones que hab�an erigido estaban casi demolidas; la huerta, arrasada; varios nativos decoraban su cabeza o su cuerpo con pedazos de los manteles de lino y las mantas escocesas enviadas por la Sociedad Misionera; una mujer llevaba el vestido que pertenec�a a Fuegia. Alarmado, FitzRoy desembarc� buscando a Matthews, quien apareci� bastante maltrecho, pero todav�a de una sola pieza; lo hab�an atacado para quitarle todas sus posesiones personales y las de la misi�n, amenaz�ndolo de muerte. FitzRoy decidi� que ser�a demasiado riesgo para el joven Matthews quedarse en la Tierra del Fuego, y con ello concluy� que su experimento evangelizador no hab�a funcionado. Unas cuantas semanas bastaron para esfumar el vano proyecto de FitzRoy.

Despu�s de navegar y estudiar la Tierra del Fuego, se dirigieron a las islas Malvinas para cartografiarlas. Estas islas hab�an sido ocupadas unos a�os antes por colonizadores argentinos, que establecieron una pr�spera colonia que viv�a de criar ovejas. Para su gran sorpresa, vieron de lejos ondear una bandera brit�nica en el puerto en lugar de la argentina. Al desembarcar, se enteraron que el a�o anterior el Lexington, una corbeta estadounidense, hab�a asaltado y destruido el poblado, de manera que los colonos argentinos tuvieron que refugiarse en el interior de la isla. El barco ingl�s Clio, cuya tripulaci�n les dio la bienvenida, hab�a arribado recientemente para reclamar las islas como territorio brit�nico, y encontrado la poblaci�n abandonada. A�n anclados en las Malvinas, FitzRoy decidi� comprar, con su propio dinero, un barco casi del tama�o del Beagle que se ofrec�a en excelentes condiciones y otra embarcaci�n m�s peque�a, para acelerar el arduo trabajo de prospecci�n de las costas sudamericanas que les esperaba; sab�a bien que si no divid�a el trabajo entre varias embarcaciones, nunca terminar�a en los cinco a�os proyectados la misi�n que ten�a encomendada.

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