LA REGIÓN MÁS CULTIVADA DEL INFIERNO
Llevaban más de una semana de haber zarpado de Lima y habían cubierto unas 1 000 millas buscando ansiosamente en el mar abierto una señal de tierra; finalmente, la segunda semana de septiembre de 1835, se escuchó el grito del vigía: ñisla a la vista! Era la punta del monte Pitt, en la isla San Cristóbal, la más oriental del archipiélago de las Galápagos. Se acercaron a las islas y un bote con un par de marinos se desprendió del Beagle a fin de buscar radas adecuadas para fondear. El barco echó ancla en una pequeña bahía de la isla San Cristóbal.
Las Galápagos son un grupo de islas (14 principales y numerosos islotes) localizadas casi en la línea ecuatorial en el océano Pacífico, frente a la costa de América del Sur. La isla más cercana (San Cristóbal) está a aproximadamente 600 millas marinas y la más alejada (Fernandina), a unas 720 millas al oeste de la costa de Ecuador. La más grande de las islas es la Isabela (o Albemarle en su nombre inglés). El archipiélago de las Galápagos (también llamado de Colón) surgió en medio del océano Pacífico por actividad volcánica hace más de un millón de años, por lo que nunca tuvo una conexión fisica con la masa continental de América. A este tipo de islas se les conoce con el nombre de islas oceánicas, en contraste con las islas contínentales, que se originan por la separación de una parte de tierra de una masa continental, como es el caso de nuestras conocidas islas Marías. La topografía de las Galápagos está dominada por la presencia de cráteres, pedregales y derrames lávicos; la más reciente erupción registrada en esas islas ocurrió en la Isabela, en 1957.
6
Uno esperaría que unas islas como las Galápagos, ubicadas en pleno Ecuador, fuesen un exuberante paraíso tropical con abundante vegetación, un clima tórrido, etc. Resulta que éste no es el caso. La precipitación anual en la parte baja de las islas es apenas de unos 60 a 100 mm (más o menos lo que llueve en el desierto de Sonora en un año), la temperatura del aire oscila entre 21 y 29 ñC (lo cual es muy parecido a las temperaturas que experimentamos en la ciudad de México) y la del mar es muy baja. Todo esto es el resultado de la influencia de la profunda corriente marina de Humboldt, que se origina en el Pacífico sur, frente a las costas de Chile y Perú, y que emerge en una región cercana a las islas Galápagos. Esta corriente marina, de agua relativamente fría, produce inversiones térmicas que impiden la precipitación pluvial y generan zonas muy secas en las partes terrestres cercanas a la corriente, como en las costas de Chile y Perú (donde se encuentra el desierto de Atacama) y, desde luego, en las Galápagos. Otros efectos de la corriente de Humboldt son la producción de grandes bancos de niebla y el famoso fenómeno oceanográfico conocido como El Niño, que produce periódicamente serias alteraciones climáticas en toda la cuenca del océano Pacífico.
Por todo esto, la vegetación de las islas Galápagos es más bien la de un desierto en las partes bajas de las islas, aunque se presentan algunos bosques de tamaño moderado en las partes más altas, donde ocurre una mayor precipitación pluvial. Todas las especies de animales y plantas presentes en ellas deben de haber llegado después de cruzar las 600 millas náuticas que las separan del continente o de la isla Coco, frente a Costa Rica. La excepción a lo anterior lo constituyen las especies que han sido introducidas por el hombre, tales como perros, gatos, cerdos, otros animales domesticados y sus parásitos, así como diversas plantas.
El archipiélago fue descubierto en 1535 por el arzobispo de Panamá, Tomás de Berlanga. Las islas habían sido previamente ocupadas y colonizadas por los incas, cuya presencia atestiguan restos arqueológicos; también sirvieron por mucho tiempo como refugio de piratas y bucaneros ingleses hasta que Ecuador, en 1832, tres años antes del arribo del Beagle, tomó oficialmente posesión del archipiélago.
Charles se quedó desilusionado al ver lo desolado del paisaje en la isla San Cristóbal; la playa, que no tenía arena, estaba formada de negra lava retorcida, con aristas y filos que parecían listos para desgarrar la carne de quien se atreviese a moverse entre ella. No había más vegetación que arbustos casi desnudos y algunos árboles achaparrados en las pequeñas colinas que rodean a la bahía. Estas no eran las islas exuberantes que Charles esperaba encontrar en el Pacífico ecuatorial. En la última carta que pudo poner en el correo de Lima, y que iba dirigida a su primo W. Darwin Fox, le comunicaba su enorme ilusión por llegar a las Galápagos, en los siguientes términos: "Tengo más interés por las islas Galápagos que por ninguna otra parte del viaje".
Sin embargo, su desolación y desencanto de las islas duró exactamente el tiempo que le tomó llegar a la playa. Eran cerca de las dos de la tarde; el Sol caía a plomo y la negra lava les quemaba las plantas de los pies, incluso a través de las botas. Lo primero que impresionó a Charles fue la multitud de reptiles que se asoleaban en la playa; no solamente le parecía enorme el número de ellos, sino sobre todo la variedad que había: unas grandes y lentas tortugas, con carapachos rugosos; otras más pequeñas de largos cuellos, y especialmente las innumerables iguanas de color oscuro que, amontonadas unas sobre otras, resistían sin mayor problema el embate de las olas sobre las rocas en que se hallaban. Era dificil distinguirlas de la superficie hasta que uno no se había acercado a ellas suficientemente.
Charles hizo caso omiso de los animales de la playa por un rnomento y se lanzó a escalar un pequeño cono volcánico cuyas faldas llegaban a la playa. Su intento de colectar plantas no fue muy exitoso; con sólo diez especies diferentes en su vademécum (un recipiente metálico para colectar plantas), meditó para sus adentros que si Henslow veía el material, pensaría que en vez de en una isla tropical habría estado colectando en el ártico... Desde la parte superior del volcán el paisaje del otro lado de la isla estaba dominado por innumerables conos negros y pequeños, que Charles describió como antiguas chimeneas por las que habría brotado la lava. Con ayuda de su martillo de geólogo, desprendió pedazos de lava y pudo discernir que el volcán había hecho erupción cuando se encontraba sumergido en el mar. Al volver al Beagle, describió la isla al primer oficial del barco diciendo: "La isla parece lo que uno se imaginaría que son las partes cultivadas de las regiones infernales " .
11
Tortugas galápagos y pinzones.
En cada uno de los siguientes días del recorrido por las islas, Charles alcanzaba un nuevo nivel de asombro y de excitación, superior al del día anterior. Las enormes tortugas, de las cuales las islas derivan su nombre, eran impresionantes y sirvieron de alimento a la tripulación. En una ocasión Charles se montó sobre una en movimiento, la cual ni siquiera notó a su improvisado jinete. "Me pregunto comentó Charles la edad que este animal tendrá; se dice que las tortugas pueden vivir siglos. Seguramente el cacto que mastican como alimento debe ser la ñfuente de la eterna juventudñ que Ponce de León buscaba con tanto afán." Su deleite al presenciar las numerosas formaciones volcánicas, no tenía límite: "lo que sabía por haberlo leído, ahora lo puedo ver".
Aunque esperaba encontrar unas islas exuberantes, que nunca aparecieron, Charles no se imaginaba que iba a presenciar una belleza tal como la que tenía frente a sus ojos: el transparente azul del cielo que se hacía uno con el del mar; la fenomenal variedad de organismos con formas y colores difíciles de describir con palabras; los cormoranes tan parecidos a los que había visto antes en Brasil, pero que aquí en las Galápagos tenían las alas atrofiadas; los pájaros bobos de pico blanco y patas azules; ñpingñinos en pleno Ecuador!; focas y leones marinos que, junto a iguanas de vistosos colores, alternaban con los enormes cangrejos de color escarlata que parecían llamadas de atención sobre la lava negra de las rocas. Además estaban las paquidérmicas galápagos, tan diferentes de las muchas otras tortugas que encontraba en las islas; las numerosas variedades de pinzones (diferenciables particularmente por la forma de sus picos) que, por cierto, parecían ser las aves terrestres dominantes en las islas; los cientos de especies de peces que había podido colectar, muchos de ellos desconocidos hasta entonces y totalmente diferentes de los que había colectado a lo largo de miles de millas de travesía marina.
13
Ejemplos de la fauna de las Galápagos
La diversidad biológica del sitio se daba en un sistema relativamente sencillo, unas cuantas islas definidas en tamaño y número, que podía comprender y entender más fácilmente que la apabullante selva brasileña que lo había sobrecogido más allá de toda expresión. Su admiración por la diversidad que se desarrollaba ante sus ojos en las Galápagos lo hizo expresarse de la siguiente forma: "Aquí, tanto en el tiempo como en el espacio, parece que nos acercamos más a ese gran hecho ese misterio de los misterios que es la aparición de nuevos seres sobre la faz de la Tierra".
No fue hasta el día en que el Beagle ancló en una pequeña rada en la isla Santa María, cuando Charles dio de lleno con la pregunta clave acerca de la enorme diversidad biológica de la que había sido testigo en los días anteriores. Al desembarcar encontraron que el cónsul británico, Nicholas Lawson, se hallaba en la isla visitando un barco ballenero. Lawson era un profundo conocedor de las islas, pues sirvió como gobernador británico de las mismas hasta que Ecuador las reclamó como propias. Lawson se entusiasmó con el interés naturalista de Darwin y se ofreció como guia para enseñarle la colonia de presos políticos ecuatorianos establecida en el centro de la isla. Emprendieron el camino, Darwin colectando especímenes y Lawson soltando un río de información acerca de las islas. En un momento de la caminata pasaron junto a un grupo de grandes tortugas acerca de las cuales Lawson comentó: "Puedo decirle de qué isla proviene cada tipo de tortuga por su carapacho y por otras características". Darwin se paró en seco. "¿Quiere usted decir, mister Lawson, que cada isla tiene un tipo de tortuga específico?", le espetó Darwin. "Sin duda alguna, mister Darwin. Cada isla tiene un tipo que difiere en la forma de la concha, en su grosor, en las marcas que tiene, en el largo del cuello del animal, etc. No tengo la menor idea de por qué ocurre así, pero estoy seguro de que ocurre."
La respuesta se le clavó a Charles como un puñal en el cerebro e inmediatamente se le vino a la mente la variación en los picos de los pinzones y pensó para sí mismo: "También parecen tener relación con las islas de donde provienen las aves; tengo que mantener las colectas de cada isla claramente por separado, pues de otra manera no podré entender qué significa esta variación. Este puede ser el hallazgo más importante de todo mi viaje". El cónsul británico, sin proponérselo, oprimió el botón de arranque de una maquinaria mental que, lenta pero ineludiblemente, haría dilucidar a Charles Darwin, de una vez por todas, el "misterio de los misterios".
La fiebre de colectar se intensificó aún más en Charles. Puso a todo aquel que no tenía alguna función en la cartografía de las islas (que era el propósito de la visita del Beagle a las Galápagos), a ayudarlo a colectar, teniendo cuidado de que la procedencia de cada espécimen quedara claramente marcada. Charles tomó nota detallada de los hábitos de los animales que colectaba, así como de sus alimentos. El "botín" fue espléndido: cientos de especies de plantas, muchas de ellas con flores; tortugas de todos los tamaños; decenas de otras especies de vertebrados; pero sobre todo más de 25 especies de aves terrestres, de entre las que sobresalían los ubicuos pinzones, de los cuales no podía reconocer alguno que fuese igual a los que había visto en sus experiencias anteriores...
Sus ya de por sí tambaleantes puntos de vista sobre la inmutabilidad y estabilidad de las especies acabaron por desmoronarse ante lo que parecía ser la prueba de un mundo orgánico en constante cambio. Pero no solamente sentía que se cuestionaba el asunto de la inmutabilidad de las especies sino también aspectos mucho más trascendentes. Si las ideas que ahora le hervían en la cabeza resultaban ser ciertas, entonces todas las teorías que se daban por aceptadas acerca del origen de la vida en la Tierra deberían ser revisadas y la Biblia, con su relato del Génesis, dejaría de ser el dogma de la historia de la Tierra, de la vida en ella y del mismo origen del hombre. La idea del mundo, como se conocía en ese momento, "creado" por un solo acto, le resultaba ya inaceptable a Charles.
No obstante, los detalles de cómo podría haber ocurrido el origen de las especies en forma que no fuese lo apuntado en el relato bíblico, aún no estaban claros en su mente. Mientras tanto sólo le quedaba mecerse en su hamaca, en la cabina de popa del Beagle, a la luz de la Luna llena en las quietas aguas de la rada de la isla Santa María. Solamente el detallado análisis de sus datos y especímenes, en la tranquilidad de Down, Inglaterra, haría germinar y emerger con todo vigor las semillas que se sembraron en la mente de Charles durante los 36 días de estancia en el archipiélago de las Galápagos.
11
Ruta seguida por el Beagle en su travesía de casi cinco años.
6 Colin Patterson, Evolution, Londres, British Museum (Natural History), 1978.
11 Alan Morehead, Darwin: la expedición en el Beagle (1831-1836), Barcelona, Serbal, 1980.
13 Charles Darwin (comp.), The Zoology of the Voyage of H.M.S. Beagle during the Years 1832-1836, Wellington, Nova Pacifica, 1980.
![]()