LA SONATA EN LA MENOR, K. 310
La inquietud acerca de las perspectivas de matrimonio no lo dejaba concentrarse como quer�a en sus ideas y en su trabajo. Necesitaba charlar con sus hermanas, quiz� tambi�n con sus primas Wedgwood, acerca del asunto; probablemente alguna de ellas sugerir�a alguna buena idea. Dej� pasar el primer fin de semana de noviembre, puesto que el jueves y viernes coincid�an con los d�as de Muertos y de Todos los Santos, y ser�a un mal momento para viajar. El siguiente viernes, 9 de noviembre, tom� la diligencia a Shrewsbury. A estas alturas no pensaba en comentar el asunto con el doctor Darwin, principalmente porque no sabr�a c�mo plante�rselo. Como siempre, Charles fue recibido con gran regocijo por Erasmus Darwin, Catherine y Susan, quienes ve�an a Charles con una mezcla de sentimientos fraternales y filiales.
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Tres d�as despu�s de la visita a Shrewsbury y a Maer, Charles estaba de regreso en Londres, tocando a la puerta del departamento de Erasmus. No eran m�s de las cinco y media de la tarde y ya estaba oscuro. "Ras debe de estar tomando el t�" murmur� para sus adentros Charles y volvi�, ansiosamente, a golpear el pulido aldab�n de bronce tres veces. Finalmente escuch� a trav�s de la puerta los amortiguados pasos de alguien que bajaba pesadamente por la escalera alfombrada. La brillante luz de la l�mpara del pasillo de entrada deslumbr� moment�neamente a Charles; la silueta de su hermano, vestido con una bata de lana y pantuflas y con el pelo desarreglado llenaba el marco de la puerta. Era obvio que hab�a estado dormitando frente a la chimenea.
"�Gas!, no te esperaba de regreso tan pronto; vamos, Casanova, cu�ntame los resultados de tu expedici�n por la selva de las amazonas. La celeridad de tu regreso sugiere solamente dos resultados: o te has decidido de una vez por todas a renunciar a la idiota idea de casarte y acompa�arme en el club de los solteros, o has ca�do redondo en la trampa de alguna nativa... Pero entra, hombre, que me estoy enfriando. " Charles estaba perplejo por la sarc�stica recepci�n de su hermano. No era la forma ni el lugar para comunicarle el torbellino de ideas desarrollado durante las casi nueve horas de viaje en la diligencia. Esper� a llegar al piso de Erasmus y a que se acomodaran en los dos grandes sillones frente a la chimenea, despu�s de que su hermano hab�a puesto la tetera llena de agua a calentar en la estufa.
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"Ras, el viaje a Shrewsbury y Maer ha sido crucial en decidir mi vida respecto al matrimonio. Aparte de que pienso que he hecho una decisi�n que puede ser calificada como buena, me doy cuenta que he estado ciego durante muchos a�os. Le he propuesto matrimonio a mi prima Emma. " Una cascada de palabras se precipit� desde la cabeza hasta la lengua de Charles y sent�a que ten�a que darle rienda suelta. "Necesito contarte Ras, necesito contarte todos los detalles... ha sido algo incre�ble... la excitaci�n lo ten�a sentado al borde del sill�n Kathy y yo fuimos a Maer el fin de semana; el s�bado en la ma�ana salimos a pasear Emma, su hermana Elizabeth y yo. Quer�a saber su opini�n sobre qu� hacer respecto al matrimonio, pero todo el tiempo que estuve junto a Emma sent�a una plancha en el est�mago; su brazo enlazando el m�o cuando camin�bamos por el robledal de Maer me causaba una sensaci�n tan electrificante que ni siquiera me permit�a poner atenci�n a lo que ella o Elizabeth comentaban. Cre�a tener la cabeza separada de mi cuerpo, viajando en alguna otra galaxia; Emma y yo hab�amos caminado tomados del brazo decenas de veces, pero sin experimentar lo de esta ocasi�n. Incluso pens� que ser�a una nueva recurrencia de la fiebre de la que acababa de recuperarme. Cuando regresamos me hallaba en un estado de ansiedad tal que dif�cilmente pude participar en la conversaci�n a la hora del almuerzo y por el resto de la tarde. El domingo asist� por primera vez en mucho tiempo a los servicios en la iglesia de Maer; me sent� muy raro ah�, no s� si como efecto del d�a anterior o porque el serm�n del primo de Emma me pareci� tan distante, irreal e inaceptable. Era sobre la condenaci�n eterna de los que no creen en las ense�anzas de la doctrina cristiana. �Te imaginas?, t�, nuestro padre, yo, algunos de nuestros mejores amigos, estar�amos irremisiblemente condenados... no puede ser. " Una sonora interrupci�n de Erasmus le cort� el hilo de su historia: "�Diablos, Gas!, �Puedes dejarte de rodeos e ir al grano?"
"Lo siento Ras, pero no creo que pueda explicar coordinadamente lo que experiment� durante ese fin de semana." Charles se ech� para atr�s en el sill�n hundi�ndose casi totalmente: "Al volver de la iglesia estaba demasiado agitado para poder hablar con alguien; estoy seguro de que Emma lo not� y decidi� dejarme solo en el jard�n. No recuerdo cu�nto tiempo pas� en el jard�n, pero debo de haber dejado un surco con mis pisadas en el c�sped de tanto caminar alrededor de los macizos de rosales. Cuando volv�a a la casa, escuch� la distante m�sica de un piano que, a trav�s de las puertas de la sala, flotaba hacia el jard�n. Me acerqu� lentamente a la puerta de la sala, mis pisadas amortiguadas por el h�medo c�sped; Emma, sentada al piano tocaba una pieza de Mozart, la Sonata en la menor, que me encanta. Desde donde estaba, la ve�a casi de perfil, con la cabeza ligeramente inclinada; muy bajo, el Sol le iluminaba el cabello que ca�a sobre los hombros descubiertos, cuyo fino vello resaltaba por el efecto del dorado tono de la luz. Ras, en ese momento, algo, desde muy adentro, me empuj� l�grimas a los ojos y me hizo descubrir repentinamente que, sentada en el banquillo del piano, se encontraba la respuesta a mi angustiante b�squeda. Envuelto por la m�sica, me acerqu� a Emma, y sent�ndome junto a ella le pas� mi brazo por sus hombros. Hubiese querido que siguiera tocando el piano, pero me imagino que uno no puede tocar bien cuando le apresan, como yo lo estaba haciendo, ambos brazos... En frases entrecortadas y atropelladas le dije que siempre la hab�a amado, que no me hab�a dado cuenta de ello, que yo no era muy atractivo, que si ella me amaba, que si considerar�a siquiera la idea de casarse conmigo... Su reacci�n fue un primer beso del que hasta ahora siento las vibraciones en mis labios y una respuesta que me dej� at�nito: Charlie, aparte de ser el hombre m�s honesto que he conocido, eres el m�s lento; he esperado a�os a que me propusieras matrimonio. Siempre te he querido y a veces llegu� a pensar que este momento nunca llegar�a; me siento feliz y estoy segura de que lo ser� a�n m�s cuando nos casemos. El t�o Joshua, nuestro padre y las hermanas quedaron encantados con una noticia que m�s que sorprenderlos, los ha aliviado; me he quedado con la impresi�n de que el �nico miembro de la familia que no sab�a que me iba a casar con Emma Wedgwood era yo... �Qu� piensas de todo esto, Ras?"
Un silencio empez� a saturar el aire de la sala; Charles permanec�a callado, en espera de la reacci�n de su hermano. Erasmus se aclar� la garganta, se irgui� con las manos entrelazadas, apoyando los codos sobre los brazos del sill�n y en un tono grave, casi sepulcral, pero con un secreto brillo en los ojos, le espet�: "Lo �nico que me queda en este momento, al parecer, es expresarte mis sinceras condolencias; no hay duda de que no tienes madera de soltero mi querido Gas. Pero debo decirte que a m� no solamente no me sorprende tu decisi�n, sino que me divierte. Al menos no est�s ampliando innecesariamente el c�rculo familiar al haber escogido a la prima Emma. A pesar de que es un a�o mayor que t�, ella es un dulce de mujer, f�sicamente atractiva, que siempre te ha querido y que con seguridad tendr� la paciencia para soportar todas las excentricidades y exigencias ex�ticas de un naturalista fan�tico como t�. �Cu�ndo es la boda? Espero que instalen su domicilio aqu� en Londres pues no se puede vivir en ning�n otro lugar del pa�s. �Qu� vas a hacer respecto a buscar casa? Requerir�s de mi ayuda para encontrar algo adecuado; ma�ana mismo empezarnos a recorrer casas y departamentos; tienes que encontrar algo decoroso para tu bella futura esposa". Erasmus empezaba ya a sonar entusiasmado con la idea de que su hermano menor pronto contrajera nupcias. "Cont�stame Gas, �para cu�ndo es la boda?" Charles estaba ruborizado por el placer de darse cuenta de que su hermano, al que ten�a en tan alta estima, tambi�n aprobaba, a su manera, su decisi�n respecto al matrimonio. "No he querido que sea un noviazgo largo, Ras. Ya he perdido bastante de la compa��a de esa maravillosa mujer. Hemos decidido casarnos hacia fines de enero, el 29 para ser preciso."
Los dos hermanos Darwin recorrieron cerca de una docena de casas; Charles estaba alarmado por el alto costo de las rentas. Finalmente decidi� que era necesario que Emma visitase algunas de ellas para tomar una decisi�n. Tras una tediosa b�squeda, Charles y Emma rentaron una casa en el n�mero 12 de la calle Upper Gower, frente a la Universidad de Londres y a unas cuadras del Museo Brit�nico. Era una vieja construcci�n de cinco pisos, relativamente bien conservada, pero decorada con una estridencia tal que Charles la bautiz�, para deleite de Emma como la "casa guacamaya."
11 Alan Morehead, Darwin: la expedición en el Beagle (1831-1836), Barcelona, Serbal, 1980.